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Capítulo 3.

El movimiento: presentación metafísica de nuestra disponibilidad.
Llegados a este punto, hemos definido el ser del itinerante en el movimiento del itinere. Hemos dado los dos sentidos ontológicos de la espacialidad y la temporalidad. Hemos tratado de los condicionantes ontológicos básicos del itinerante: el ser de un aquí y un ahora, dominio de la distancia y del tiempo. Se han trasladado las dos circunstancias fenomenológicas de las que adolece la existencia del ser, las del tiempo y el espacio, del mismo modo a como lo fuera Gea y Urano en el movimiento de Caos31. Ahora nos compete ponerlas en movimiento, en el movimiento propio al que pertenecen. Lo entendemos por tanto, como estructuras dinámicas y activas.

El itinerante se inserta en el itinere por medio del movimiento. Definimos el movimiento en tres sentidos: devenir, cambio y traslación32. El primero, el movimiento en cuanto devenir  y que lo calificamos como el proceso del ser, un proceso del ir siendo, desde el componente ontológico al que forma parte pues el devenir en el sentido propio de la filosofía; el segundo sentido obedece a la filosofía del itinerante en tanto que produce y comporta un cambio en el ser-aquí, como aquello que es lo sustancial; el tercer sentido, el movimiento en cuanto traslación, movimiento de lugar o cambio de lugar, en el que se hace referencia al desplazamiento de una distancia en un espacio durante un tiempo.

La definición del movimiento en cuanto devenir la realizamos en cuanto a la ontología, las dos restantes se ven afectadas en cuanto a lo biológico. El cambio que se produce en la vida y en el lenguaje, y que podemos concretarlo en el pensamiento33. Podemos decir que damos un tratamiento holístico al movimiento del itinerario, pues no en balde el movimiento del Itinerario Filosófico comporta en primer lugar un movimiento de lugar en el traslado por medio del paseo, que a su vez se nos va diciendo algo nuevo, distinto o diferente a lo que sabemos y que es identidad del itinerario y que produce un movimiento intelectual para el que itinera, distinto al que poseía antes de comenzar en el itinere. Pero además, esta circunstancia se hace en un movimiento de lo biológico, en el que el ejercicio nos aporta salud: sudamos, respiramos y quedamos a la inclemencia del tiempo. Destaquemos que el distinto trato que ha recibido el movimiento a lo largo de la historia ha provocado los distintos itinerarios de la ciencia en sus distintas disciplinas. El movimiento en su sentido de traslación ha dado lugar a la Física tal y como la conocemos en la actualidad, la Biología ha dado lugar a partir del movimiento de las células, del movimiento cognitivo se ha ocupado la Psicología, del movimiento de la salud, la Medicina, y el movimiento del ser se ocupa la Metafísica.

Así pues, hemos señalado en la definición del movimiento el medio por el cual el itinerante se inserta en el itinere. Un Itinerario Filosófico tiene que aceptar los tres modelos de movimiento, el de lugar, el de cambio substancial y el mismo devenir. En todos ellos juega un papel fundamental el espacio y el tiempo. Por ejemplo, no nos desplazamos mejor de viejos que cuando somos jóvenes, nuestra sangre va más deprisa cuando niños, y el proceso de aprendizaje a lo largo de nuestra existencia es notable. Al hilo de lo dicho, el itinerario es un producto añadido al proceso de aprender algo nuevo mediante la experiencia dentro de la Filosofía; un cambio que produce una modificación, o la consideración de un punto de vista distinto desde el pensamiento. El movimiento es de lugar a partir del paseo o camino señalado, mientras la conversación adquiere derroteros por los significados del itinerario a la misma vez que se produce el movimiento celular que produce los distintos biorritmos34 del sujeto itinerante.

El itinerante se inserta en el itinere por medio del movimiento. Lo que de ser tiene el itinerante se proyecta en el devenir, en el movimiento y el ser-aquí-ahora que itinera en movimiento, proyecta la dicotomía filosófica entre el ser y el devenir para hacerla más cercana, más próxima. Primero en cuanto que el ser es devenir, y segundo en cuanto que el devenir se halla en el ser. El proyectarse consiste en ir del ser en la distancia y el tiempo, al movimiento en cuanto devenir, esto es, cambio y traslación. Asumir este particular, es hacerse consciente del movimiento. La toma de conciencia de haber superado la pregunta por el ser, abre la posibilidad del ser recorrido.

En Heidegger se encuentra la preocupación por la elaboración de la pregunta por el ser porque no había sido abordada desde que lo hiciera Aristóteles. En su itinerario nos encontramos con lo que es la especificidad del tiempo. En el Itinerario Filosófico, lo que hay es hacer del movimiento razón fundamental del ser, dejar-se abandonado en el itinere con firmeza de llegar a decirnos algo a lo largo del ser en movimiento, un hecho singular o la singularidad de un pensamiento determinado. La existencia está en movimiento, ésta misma fundamentación se encuentra en movimiento, hemos comenzado con los elementos del itinerante empezando por el ser y hemos acabado con la esencia de la investigación: el movimiento. A diferencia de los demás, el movimiento suponía el arranque, el punto de salida para llegar al ser, ahora nosotros comenzamos la andadura con el ser y llegamos al movimiento. El tiempo y el lugar son para el movimiento, en tanto en cuanto, forman la motividad necesaria en tanto en cuanto que su carácter es el motivo, aquello que mueve. Para el itinerante que itinera en el itinere la motividad viene de la mano del asombro y admiración que produce el propio movimiento. Es el mismo asombro que nos lleva a querer saber, al deseo de conocer. Pero de la misma manera que lo hiciera el griego antiguo, el motivo del Itinerario Filosófico se encuentra en los elementos naturales: tierra, agua, aire y fuego, buscando lo que somos como algo que sigue un rastro, algo que puede parecer muy pueril, pero que nos parece más justo.

La Filosofía Griega desde la antigua jonia hasta la clásica ática, ha querido dar una explicación del cambio, ha buscado entender el movimiento. La búsqueda llevó a identificar el movimiento y el cambio como physis. El primer intento se basó en buscar un elemento natural como el principio de todas las cosas que tendían a unirse y separarse, unos como semillas otro como fuerzas35. Aristóteles quería conocer todas las propuestas existentes de la naturaleza como paso previo para el conocimiento teniendo en cuenta la tarea enciclopédica que llevó a cabo y que abarcaba la zoología, la botánica, la política, la ética o la historia, entre otros. Los distintos intérpretes de los filósofos antiguos nos muestran preocupaciones de ayer con un lenguaje de hoy, un lenguaje que se encuentra lejos de sus autores36. Sin embargo, las preocupaciones de la Filosofía se han mantenido como clásicos. Ahora, no nos ocupa explicar ni llegar a entender el movimiento fuera de las cosas existentes, sino con las cosas existentes, en el ser y el devenir, la existencia y el movimiento, forman un conjunto que se mueve. El itinerario es la conversación en movimiento de la Filosofía del peripato, lo que nos lleva a defender el itinerario como filosofía que implica el movimiento con la justificación pertinente.

Nuestra Filosofía se hace en el movimiento y desde el movimiento, lo hacemos junto con la materia u objetos que conforman la realidad que definimos y que llamamos mundo. Los itinerarios acotan recorridos proponen un principio y un final desde la itineraridad, la Física que se desprendió de la Filosofía Antigua, y que en los jonios advertimos el principio y el final como punto de salida y punto de llegada de nuestro itinerario, como fenómenos que determinan una parcela del movimiento. La Física como la Filosofía comenzó su propio itinerario entre la técnica y la mitología. En ese recorrido filosófico, la metafísica del itinerante se ocupa del principio y del fin desde lo ontológico.

Tanto la Filosofía como la Física comparten un método, un lenguaje y una ciencia para el movimiento, sin embargo la dialéctica es del todo distinta. Los físicos jonios se ocuparon de la cosa, del principio del mundo, equipararon a physis con el movimiento. La moderna filosofía cartesiana dejó el mundo investigando el movimiento desde el yo pienso37. El movimiento es del mundo al sujeto y del sujeto al mundo, en el primero hacemos ciencia, en el segundo hacemos tecnología y en ambos damos al conocimiento un impulso inusitado. Se mueve la tierra y yo con ella, el dónde me muevo y dónde se mueve ella no es lo que nos ocupa, pues no es el dónde sino investigar mi investigación movida.



  1. El pensamiento en el movimiento del itinerario.

No hay pensamiento sin itinerario ni itinerario sin pensamiento. Descartes pedía un poco de materia para crear el mundo, pues sólo con el movimiento era suficiente para crear el mundo38, es el mismo movimiento que tuviera que darse para que hubiera un itinere y un itinerante. El itinerante es movimiento, movimiento del movimiento, del primer motor para el Estagirita. Hay dos losas importantes en la Filosofía: el principio y el fin. Por el sólo hecho que, como itinerarios tuvimos un principio del que no supimos y tendremos un final del que nos espera saber, la historia del hombre se ha ceñido en esa búsqueda cosmológica incesante. El itinerante es el resultado del movimiento, es movimiento y se encuentra en movimiento. En la itineraridad ontológica, el itinerante es la existencia del ser en la espacialidad y la distancia en un tiempo que hemos definido en la estructura del ser en tanto que existencia que tiene un espacio y una distancia en un tiempo determinado. El itinerante es lo que somos, no podemos desprendernos de nuestro tiempo y de nuestro espacio. Nadie puede negar que somos hijos de una historia, hijos de topos, entre otras cosas porque no es lo mismo nacer y vivir en la gran manzana que hacerlo en un pueblo castellano; ni tampoco lo que somos se corresponde con lo que fue el hombre del Medievo. A partir de lo dicho queda al itinerante correr al encuentro de las cosas, del mundo y de la realidad que le quedan delante y que corresponde apropiarse. El itinerante no comienza ningún movimiento porque se encuentra en el movimiento. El itinerante crea el itinerario y vive el itinerario en tanto en cuanto hace recorrido racional y posteriormente, un recorrido vivido.

Aristóteles señalaba que el conocimiento se da cuando descubrimos el principio del movimiento39. Nuestra demostración va en cuanto que el conocimiento es el propio principio de movimiento, no como movimiento. Nos dirigimos a la movilidad voluntaria del itinerante. No mueve y es movido, sino que se mueve en el pensamiento que conoce, en el conocimiento que ejercita el pensamiento. Ahora nos dejamos de estáticos entes o seres quietos, y abordamos seres inquietos con entes dinámicos.

Los capítulos anteriores se han ocupado de la analítica existencial del itinerante como el sujeto que además de ser posee dos condicionantes fundamentales: la espacialidad y la temporalidad. El itinerante es un sujeto que difiere de la cotidianidad, el sujeto que itinera abandona su mundo de vida para construir y recorrer un mundo fenomenológico. La fenomenología del itinerante, del ser-aquí-ahora es movimiento en el que se presta toda la atención a la elaboración del ejercicio interpretativo de experiencias vividas. A partir de todo lo dicho, nos ocupa abordar el pensamiento de modo distinto al sentido romántico en el que se identifica el movimiento con el pensamiento. Pensar el movimiento en el conjunto de posibilidades que hemos definido con anterioridad; pensando mientras nos desplazamos en el paseo, pensando por el lugar que vamos, pensando en lo que tenemos que decir, pensando en lo que somos. El itinerario nos exige poner en valor un lugar correspondiente a un tiempo determinado buscando las palabras adecuadas, y nos exige salir fuera de nuestro mundo de vida, de nuestra cotidianidad, para recorrer y pasear un mundo de vida distinto, diferente y nuevo. En este aspecto del mundo fenomenológico los sentidos juegan un papel fundamental. La mirada, la vista como expresión más simple pero no por ello menos importante, ha sido considerada desde un principio baluarte del pensamiento. La escucha, dejar-se decir como impresión en el mapa intelectual. En Platón, la mirada como el propio concepto de idea que se formulaba en ese ojo que miraba en el logos y en el diálogo del ágora con Sócrates. Los sentidos despiertan la información que el itinerante lleva dentro como producto de su aprendizaje o culturización y además despiertan el asombro y la curiosidad por cuanto de nuevo pueda encontrar o le puedan contar. Cada itinerante tiene su propio espacio, su propia motividad, su propio itinere, cae en el eidos, en la mirada que se hace sobre physis, y en su escucha a partir del oído atento. El ser-aquí-ahora está a un paso de la cárcava, a un instante del barranco, lejos del agua de escorrentía.

El ser-aquí-ahora no es un ser arrojado y sin raíces, el itinerante es un sujeto arraigado a su mundo, inmerso en su naturaleza, en su costumbre. Incluso está apegado a su cotidianidad a pesar de ser consciente de ella, la deja y abandona para dejar-se decir, para abrir un espacio diferente y distinto. El itinerante tiene un componente descubridor, se proyecta en un algo que no tiene, en sumar a lo que tiene un condicionante positivo dentro de su mapa intelectual, de conceptos e ideas, aporta un añadido que suma experiencia. El itinerario tiene de positivo producir efectos, afecciones en aquel que los recorre.




La tarea del pensamiento es formar un sistema con sentido a lo largo del itinerario. El pensamiento de un Itinerario Filosófico se hace presencia en el paseo, en el camino que se recorre a través del logos. La conversación produce un diá-logo, palabras entre dos o más itinerantes que se han dado cita en un punto de encuentro determinado. El paseo es causa de salud, la salud es causa de felicidad, recomendaciones hechas por los galenos que como ya hemos señalado, fueron apuntadas por Aristóteles40. Sin embargo, el sólo paseo no nos dice nada más allá de lo saludable. Un paseo con una conversación va más allá de la meramente salud física, además nos aporta una salud mental óptima. En la fundamentación del Itinerario Filosófico, el ser-aquí-ahora es un estar en el cambio del mismo movimiento con una multiplicidad de representaciones y ávido de otras tantas en el foro interno. Las representaciones son en el tiempo y en el espacio que se encuentran ellas mismas en movimiento y cambio. Asumir la estructura señalada es competencia del pensamiento que ha tenido en el logos su discurso teórico. En el logos se dan las definiciones como palabra, razón, lógica. En esta ocasión el logos es la capacidad de crear un lenguaje a partir de la experiencia sensible en el itinere. El pensamiento se ejerce sobre la naturaleza y en la naturaleza, en physis a partir de la palabra. La razón construye unos itinerarios fenomenológicos con el material conceptual y además es moneda de cambio mediante el diálogo. La Dialéctica se muestra como método de la itineraridad en el lenguaje propio del itinerario.

Señalamos un pensamiento en consonancia con el logos pero también es un instrumento de adaptación al itinere. El pensamiento como adaptación al medio definido en un espacio y un tiempo determinado por el cual nos acoplamos a la naturaleza con capacidad de transformarla. En este sentido, la razón se nos presenta como catalizador de los sentidos, en el que toma consciencia de todo lo que circunda. Nosotros somos movimiento, y queremos recorrer el ser y los seres, una nueva observación aplicamos como una vuelta a la dialéctica41, al diá-logos, hacer de la conversación en movimiento el momento del peripato poniendo el pensamiento en relación con el itinere.

La racionalidad, el entendimiento, el conocimiento lo entendemos en movimiento, en contacto con los existenciales, con los entes, con las cosas, y en ese complemento formar un mundo, una realidad, un itinerario. Pero damos un paso más, no entendemos el itinerario de una manera logicista. El itinerante se acomoda a la realidad que toma conciencia de abrirse, abandonado de una manera intencionada con un motivo. Una vuelta a lo mitológico, al cuento y a la poesía, en tanto que movimiento, y también nos apuntamos a la adecuación del logos en el devenir, a la propia palabra, a la razón. Desde el postulado de que la capacidad de razonamiento es movimiento; la intuición sensible tiene un punto de partida que lleva a inferir, a deducir, a pasar de unas verdades a otras, de mantener unas u otras aporías. El conocimiento es eminentemente dinámico. Las dificultades las encontramos en adecuar el mundo inteligible que hemos descrito con el mundo sensible y sus relaciones porque los dos mundos descritos se ofrecen como separados, en vez de presentarlos como parte de una misma causa, de un mismo principio: el movimiento.

Nuestro planteamiento busca una disciplina propia para el Itinerario Filosófico en el que aspiramos a presentar un articulado lógico y con sentido para presentarlo como un sistema abierto. El sentido se adquiere en el espacio abierto, el ejercicio del pensamiento se hace en el campo, en la naturaleza; la reflexión se hace en la calle. En el itinerario surge el pensamiento a través del diálogo, la conversación que va paralela al desplazamiento se suele decir que está viva para significar que una conversación posee movimiento por sí misma, una vez iniciada, una conversación puede llevarse por derroteros imprevistos. El diálogo entre itinerantes se produce en el evento al aire libre que da lugar a distintas opiniones (doxa) y al intercambio de muy distintos conocimientos científicos (episteme). Un itinerario geológico, dedicado a las ciencias de la vida, en el que es importante la participación de un especialista en la materia para que nos abra la conversación con una interpretación del paisaje, por ejemplo. El itinerar del itinerario entre itinerantes dará lugar durante el tiempo que lleve recorrer los determinados lugares de interpretación, dialogar sobre lo dicho, reflexionar, preguntar, o interpretar otros posibles aspectos del itinerario. Evidentemente, nuestra propuesta es filosófica, y por tanto, nuestro filósofo habrá de buscar el diálogo, la reflexión, en definitiva, el movimiento del pensamiento en los espacios abiertos, de la misma manera que hicieron aquellos hombres que tuvieron ocasión en el mundo griego, en el ágora y en el gimnasio. Nos ocupa poner en valor el movimiento filosófico en aquellas ocasiones que tengamos lugar y tiempo. El componente actual se deriva en los espacios abiertos de los centros históricos de las ciudades, en los alrededores de las ciudades, en las sendas de los parques naturales, inclusive en el mismo campo a partir del agua, el aire o el fuego. La Filosofía se puede practicar fuera de los centros educativos, fuera de los congresos y fuera de los libros. El Itinerario Filosófico señala un nuevo itinerario para la Filosofía. Construir itinerarios fenomenológicos a partir de una figura de la generación del 98 como fue Blas J. Zambrano es una realidad tanto en el esquema y mapa escrito como en el diálogo y la palabra de su recorrido42.


  1. Las falacias del movimiento.

Damos paso al siguiente punto cerrando el presente título, con la mención de la superación de las falacias del movimiento a partir del Itinerario Filosófico. Es frecuente errar en la identificación del movimiento, para unos el movimiento es comparado con el espacio, para otros el movimiento es lo mismo que el tiempo, además, el movimiento se ha comparado con la existencia y con el pensamiento. De los dos primeros errores, la Historia de la Filosofía ha dado cuenta de ello mientras que la ciencia proponía conocer el movimiento a partir del espacio que recorre un móvil en un tiempo determinado, lo que llevo a la velocidad de los móviles, que sin ser suficiente el hombre de ciencia llegó a la aceleración, a la fuerza y desde la teoría de la gravedad a la teoría de la relatividad.

Pues bien, en nuestra itineraridad los distintos errores del movimiento se deshacen en lo ontológico como realidades individuales que forman parte de las características del itinerario. Por esta razón, cuando decimos que el pensamiento es itinerario y que no puede haber uno sin el otro, no estamos diciendo que el pensamiento es sólo movimiento, lo que estamos queriendo decir es que el pensamiento posee un tiempo y un espacio en un mapa propio con unos intereses particulares que hacen el motivo del movimiento. Ahora bien, la argumentación tal y como la hemos mostrado la damos la vuelta para hacer del movimiento dialogado durante un tiempo concreto en una distancia que recorremos por un camino o senda marcada en el mapa de nuestro itinerante que piensa y reflexiona.

Cada uno de los elementos propuestos, ha marcado en su conjunto, la historia del pensamiento humano, y con toda seguridad seguirán marcando la dirección del pensamiento del hombre. Como en cada una de las partes de la historia del pensamiento a nosotros nos ha tocado vivir la nuestra, itinerar nuestra época. En principio, nos toca itinerarla, tenemos el deber de andar el camino, es el primer requisito.

En lo que concierne a la cotidianidad, el Itinerario Filosófico tiene que abrirse a un espacio nuevo buscando otros lugares de interés bien para quedarse bien para volver, pero en cualquier caso, recorrer, itinerar, y con sólo este hecho hacer itinerable el mundo. Lo fundamental del itinerante no sólo está en su capacidad de ser, sino que su existencia sea propia y apropiada a un itinerario. El aquí y el ahora no son nada por si solos, ni tampoco lo es el ser; la grandeza del itinerario es construir una fundamentación ontológica basada en la empiria desde la toma de consciencia de la existencia del ser y de lo ente.

Título II.

Descripción del Itinerario Filosófico como fenómeno.

Foto: Cerros testigos de los Calocos de El Espinar (Segovia) en la sierra del Guadarrama.



Conceptos:

Mapa, espacio, tiempo, lugar de interés, lugar de salida y lugar de llegada, perspectiva y panorámica.

Después de haber estructurado el itinerario en cada uno de los elementos que conforman la realidad metafísica nos ocupamos en este apartado de señalar cada uno de los elementos que construyen la lógica del itinerario como fenómeno. Por tanto, la fundamentación que ha comenzado con una ontología adecuada a la existencia del itinerante continúa con un proyecto fenomenológico en esta segunda parte.

Lo fundamental del Itinerario Filosófico es que se ciñe a un mundo donde se habita, se debe a la realidad que le circunda, al entorno que toca, a lo concreto, a lo que hemos denominado e identificado como el itinere. La naturaleza en su extensión y dinamismo con sus condicionantes geológicos y botánicos, junto con la historia y lo cultural, cada una con su idiosincrasia, es la materia prima del itinerario. El Itinerario Filosófico no se presenta a modo de bloque monolítico, unidimensional, sino que se implican en él un conjunto de elementos y disciplinas que desde la génesis o la historia dan una visión de conjunto al pensamiento. El Itinerario Filosófico adquiere sentido y significado, y por tanto, queda definido en la relación dialéctica establecida entre todos los elementos participantes en el itinere.

El itinerario se estructura en dos vertientes: la primera parte consistente en los datos técnicos de carácter objetivo, y en un segundo término, la definición del itinerario que se desarrolla en el texto con un marcado componente subjetivo. En primer lugar, los datos técnicos de todo itinerario forman la estructura objetiva que realizamos desde la experiencia sensible. El mapa, la distancia y el tiempo, los puntos de interpretación, los lugares de interés, la dificultad, el lugar de encuentro donde se da inicio al itinerario, el lugar de llegada donde finaliza el recorrido o mismamente la fotografía como la memoria eidética, todo en su conjunto se presentan a continuación utilizando el mismo método que con anterioridad se ha procedido: definición del elemento desde la itineraridad. En segundo lugar, el texto del itinerario es la exposición teórica y práctica que encierra el recorrido. El texto filosófico se centra en una singularidad para el pensamiento, una idea relevante para el filósofo que desarrolla y proyecta el itinerario después de haberlo itinerado. El itinerante desde la filosofía o aquel itinerante de cualquier otra índole que le motiva un hecho destacado para el pensamiento.

La sencillez ha de estar presente en cada uno de los elementos señalados, además de incluir los motivos precisos para hacer del paseo propuesto una actividad interesante, que cumpla con unos objetivos didácticos y, sobre todo, que provoque el diálogo. En definitiva, poner en conjunto el preciso pensamiento en movimiento, tender la mirada a la localización de los condicionantes previos de un ejercicio de racionalizar con los conceptos e ideas, como aquello que se proyecta para ser recorrido en un espacio abierto.

Dediquemos la atención que se merecen cada uno de ellos procediendo a su definición pues en su conjunto podremos hacernos con la idea del Itinerario Filosófico, si bien, se pueden dar unos ítems mínimos como puedan ser el mapa, la distancia y el tiempo a partir de los cuales se añaden el resto de elementos.


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