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enconados rivales y cada uno buscó el apoyo de Roma, Filométor terminó ganando
finalmente el favor del senado. Polibio comenta sagazmente:
Los romanos echan mano con frecuencia de decisiones así: se
aprovechan de la ignorancia del vecino para aumentar y organizar de
forma efectiva su propió poder, cosa que encima se les agradece, pues
dan la impresión de beneficiar a los ofendidos.
(31. 10, Austin 229)
Mediante una alianza con Pérgamo, Filométor pudo intervenir en la sucesión
real seléucida —las familias reales estaban emparentadas— y conquistar Celesiria en
147, sólo para perderla con su inesperada muerte dos años después.
El período de correinado en la década de 160 vio el quinto levantamiento
nativo consignado. Desde aproximadamente 165 los corregentes en ese momento
(Filométor, Evergetes II y Cleopatra II) afrontaron una agitación renovada por parte
de la población egipcia. Un tal Dionisio Petosarapis, uno de los amigos de Filométor
dirigió una inútil revuelta; cuando iba a fracasar, trató de movilizar el apoyo nativo
(Diod. 31, fr. 15 a, cf. 17 b; Austin 228). Varios papiros y dos ostraca de
aproximadamente 160 aluden a los daños y a las bajas causadas por los rebeldes.
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El primer período de reinado conjunto de Ptolomeo VIII Evergetes II terminó
en 163. En 155, después de un presunto atentado contra su vida, hizo un testamento
en que dejaba Egipto a los romanos si moría sin heredero (Austin 230, BD 43,
Burstein 104).
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Es la primera vez que se consignaba un procedimiento semejante,
pero, como los casos posteriores, estaba probablemente dirigida a disuadir del
asesinato y no fue puesto en práctica.
Evergetes gobernaba Cirene cuando en 145 fue traído de regreso para ser rey.
Inmediatamente asesinó a Ptolomeo VII Eupátor («del buen padre», r. 145), el hijo
de su hermano mayor Filométor con su hermana menor Cleopatra y se casó con esta
reina doblemente despojada de sus seres queridos. (Notoriamente, también desterró a
los intelectuales de Alejandría.) Más tarde tomó adicionalmente como esposa a la
hija de Filométor, su propia sobrina, Cleopatra III (r. 116-101).
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Tales relaciones
incestuosas, aunadas con la corpulencia de Evergetes, parecen haber llevado al
desprestigio de la monarquía entre los griegos, que lo apodaron Fiscon («el
panzudo»). Las fuentes preservadas, tales como Polibio, Diodoro y los fragmentos de
escritores posteriores, no proporcionan la historia completa, pero después de una
lucha de poder entre las cleopatras —la más joven era sobrina, cuñada y (lo más
importante) hija de la mayor— siguió una guerra civil en 132; Evergetes tomó
partido de la más joven, su sobrina, hijastra y cónyuge. La lucha dinástica había de
permanecer como un rasgo de la vida egipcia durante décadas, mientras los romanos
desempeñaban el papel de hacedores de reyes o reinas; pero en esta ocasión el rey y
su esposa más joven parecen haberse impuesto al cabo de tres años.
Había transcurrido menos de una generación desde el anterior levantamiento
nativo documentado, cuando la Tebaida, con sus antiguos centros religiosos
protegidos de Alejandría por la distancia, era otra vez escenario de protestas
nacionalistas. La revuelta de Harsiesis (131-130), la sexta consignada, coincidió con
la guerra entre Evergetes y Cleopatra II y es notoria pues su jefe fue el último egipcio
coronado «faraón». Por entonces se fundó la polis de Evergetis para resguardar la
frontera meridional (133/132) y se asentaron nuevas tropas en Cerceosiris en El
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Fayum (130/129).
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Otros testimonios de complicaciones locales indican un
debilitamiento del control central, pero aunque es fácil representar el siglo II como
una época de caos, no deberíamos exagerar el grado en que los remotos problemas
dinásticos pueden haber afectado la vida cotidiana.
Los tres contendientes se reconciliaron en 124 y expidieron un decreto de
amnistía en 118, que ha sido llamado «prácticamente el último documento griego
importante en papiro de los ptolomeos»,
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y se preserva en un papiro escrito en
Cerceosiris por Menches. En este extracto el espíritu de reconciliación refleja la
tradición faraónica de philanthrôpa (mercedes):
[El rey] Ptolomeo y la reina Cleopatra su hermana [y reina]
Cleopatra su esposa, conceden una amnistía a todos sus súbditos [en] el
[reino], por los delitos voluntarios e involuntarios, [acusaciones,
condenas], y procesos de todo tipo hasta el noveno [Farmouthi en el año]
32, excepto a [aquellos] culpables de [homicidio] voluntario y sacrilegio.
También han decretado que aquellos que han huido [porque fueron
acusados] por bandidaje y otros delitos vuelvan a [sus casas] y reanuden
sus antiguas ocupaciones, [y recuperen] sus pertenencias [que fueron
confiscadas] por [estas razones] sino no [han] sido todavía vendidas. Y
[se remitan a todos] los atrasos [por el] período [hasta el] año 50, en lo
referente a los [impuestos] en especie y [moneda] excepto para los
arrendatarios hereditarios que han dado una fianza.
(Austin 231, BD 45, P. Tebt. 5)
Sigue allí una larga enumeración de diferentes profesiones y grupos sociales,
desde clerucos a profetas, guardas de graneros, campesinos, tejedores, etc. El texto
combina generosas medidas para los deudores y los trabajadores de las ramas
productivas con nuevas concesiones a los templos y los clerucos, y los intentos para
poner controles a la administración opresiva, que podía, sin embargo, haber sido
acatada durante la secesión.
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La muerte de Evergetes en 116 llevó a una mayor tensión entre las dos reinas,
que intentaron gobernar juntas. Después, Cleopatra III gobernó con Ptolomeo IX
Soter II (r. 116-107, 88-81), llamado Latiros («el garbanzo»), que habría sido hijo de
Cleopatra II (más que de Cleopatra III, como dicen las fuentes). Nuestra
comprensión de los hechos en este período se ve obstaculizada por la frecuente
tendenciosidad de los escritos posteriores. Pausanias, por ejemplo (1.9.1-3), presenta
la historia del Egipto ptolemaico como un drama moral dominado por protagonistas
regios. Tales autores parecen no ser conscientes de las causas y consecuencias más
amplias, que posiblemente comprendieron dificultades administrativas en El Fayum
y en otras partes.
En 107 Soter II fue derrocado por su medio hermano (o hermano), Ptolomeo
X Alejandro (I), hijo de Cleopatra III, que había estado a cargo de Chipre. Soter
ahora se apoderó de Chipre, quedando ésta separada del reino, lo que tendría un
impacto previsible en las rentas egipcias. Previamente había estado gobernando
Cirene, que pasó entonces a un hijo ilegítimo de Evergetes II, Ptolomeo Apión. Estos
cambios geográficos representan algo más que el último episodio de una narración
confusa, pues finalmente la muerte de estos dos hombres cambió la geopolítica del
Mediterráneo oriental. En 96 Apión falleció y legó su provincia a Roma; Alejandro I
hizo lo mismo con Egipto y Chipre.
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Dejar el reino o un territorio a una potencia no