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soldados que ocupaban la tierra de la cleruquía no pagaban arriendo, sólo ciertos
impuestos; aquellos que arrendaban tierras reales o de la corona no estaban exentos
de cualquiera de los impuestos pagados sobre la tierra. Una lista de campeones de un
festival realizado en 267 a.C. a imitación de la Basilea («festival real») en
Alejandría, fundado recientemente en honor del aniversario del rey (Austin 234), nos
permite una mirada a su cultura; al llevar a cabo, y conmemorar, el festival los
colonos proclamaban su helenidad y su lealtad al rey.
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La mayoría de los colonos no trabajaba la tierra sino que la subarrendaba a
los egipcios; muchos vivían como terratenientes absentistas en Alejandría o en una
capital de distrito. Podían, no obstante, estar muy implicados en la administración o
la explotación económica de la finca. En 256 a.C. tres hombres de una familia,
llamados «macedonios de la epigonê» (el significado es incierto) subarrendaron 100
arourai de la propiedad de Apolonio y acordaron pagar un arriendo a cambio de la
semilla del grano y los gastos (Austin 244, P. Col. 54). A finales del siglo II leemos
de Dionisio, hijo de Cefalas, de Tenis en el nomo hermopolita, un miembro bilingüe
de una familia griega que se había vuelto cada vez más egipcia. Él y sus parientas
contrajeron deudas de dinero y granos con otros soldados y clerucos acomodados de
la zona. Este hecho no implica que fueran pobres; pues Dioniosio tenía una extensa
hacienda, arrendada de la corona que era trabajada por otros; probablemente utilizaba
el dinero y el grano que había pedido prestado para hacer, a su vez, préstamos de
capital a los campesinos con altos tipos de interés.
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En una carta al estratego local en
109/108 vemos a Dionisio protestando por la conducta de un tal Admeto quien, dice,
está interfiriendo con su programa de siembra.
Por tanto, como la tierra está en peligro de quedar desatendida y
soy incapaz bajo las circunstancias presentes de llevarlo a juicio por los
contratos, me veo obligado a pedirte amparo. Te ruego, si lo consideras
adecuado, sobre todo y ante todo que envíes una orden al jefe de policía
de Acoris de que no permita que el acusado interfiera conmigo o con mi
madre, y darme garantías [para tal efecto] por escrito, hasta que haya
terminado yo con la siembra y pueda arreglar las cuentas con él en todos
los asuntos. Si esto se hace, nada de utilidad al rey se habrá perdido, y yo
habré estado protegido. Adiós.
(P. L. Bat. 22, n.° 11 = P. Gr. Rein. 18, líneas 22-37)
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Dionisio corre un velo sobre el hecho de que está varios meses retrasado con
los pagos de un préstamo a Admeto, pero puede invocar un reciente decreto que
requería que los arrendatarios de la corona como él no fueran estorbados ni distraídos
de sus responsabilidades agrícolas.
Había divisiones sociales entre los clerucos: los de la caballería, por ejemplo,
eran casi exclusivamente griegos —o tenían nombres griegos. Un hombre, que había
vendido sus servicios a un tracio de nombre griego, un colono «de la primera
división de caballería» en el período anterior a la campaña de Rafia, se queja de que
no se le haya pagado su salario (13 de enero de 218 a.C):
Al rey Ptolomeo, saludos de Pisto hijo de Leontemene, un persa
de la epigonê. He sido engañado por Aristócrates, un tracio, dueño de 100
aroura de la primera división de caballería, uno de los colonos de
Autôdice. Pues en el tercer año, el octavo de Audnaio, en Autôdice. Yo
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[acord]é con él por contrato [...] que lo acompañaría en la campaña
militar, haciendo para él [los] servicios que requiriese [...] y [traer]lo de
regreso a Autôdice, recibiendo como paga mensual la suma acordada por
nosotros. Pero cuando cumplí con los servicios [para él] sin falta y lo
traje de vuelta a Autôdice [...] contrato, Aristócrates me sigue debiendo
[10 dracmas] de mi salario, (pero) al reclamárselos no me los [entregó],
despreciándome a causa de mi] debilidad, y es posible que me quiera
engañar. Por tanto, os pido, Rey, mandes a Diofanes, el stratego, que
es[criba a Fiti]ades e[l epis]tate (que debería hacer) que le envíen a
Aristócrates, y si las cosas que escribo son ciertas, [lo] obligue a darme
los 10 drs. y cancelar (?) el contrato mío para que yo no sea estafado por
él, de modo que a través de vos, Rey, pueda yo obtener socorro.
(P Enteuxeis, 119-121, n.° 48)
Pisto tiene un nombre y patronímico griegos, pero se define como un «persa
de la epigonê»; el significado de este título es dudoso, pero no excluye la identidad
étnica griega.
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Además de los clerucos y soldados profesionales había una clase de prósperos
griegos no militares, muchos de los cuales comenzaron de la nada pero hicieron
fortunas considerables. Aquellos que estaban al servicio del rey recibieron bellas
casas en Alejandría, a veces grandes haciendas en Egipto, e incluso las rentas de
pueblos en Asia Menor; pueden haber recibido salarios o haberse mantenido del
dinero que podían sacar del pueblo con que negociaban. Un hombre de ese tipo fue
Cleón el ingeniero real responsable de las obras públicas del nomo Arsinoita (El
Fayum), como las canteras y la manutención del sistema de irrigación.
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Un caso comparable es el de Zenón, escritor de uno de los más famosos
«archivos» descubiertos en época moderna, que contiene cerca de dos mil
documentos y se conservó donde estuvo su casa en Filadelfia en El Fayum, hasta que
fue encontrado en la década de 1910.
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Gran parte de su correspondencia era con
Apolonio, el
dioiketes (dieceta). Habiendo llegado desde Caria y entrado al servicio
de Ptolomeo II en 261, cinco años después Zenón fue puesto a cargo de una
propiedad de 10.000 aroura (2.500 hectáreas) cedida a Apolonio por el rey. Se
trataba evidentemente de un cargo excepcional, pero Zenón tal vez sea poco
representativo de toda la clase de inmigrantes griegos. Aunque no todos los griegos
en Alejandría eran ricos, para algunos Egipto representó una oportunidad de ascenso.
Separación versus integración
En la cima de la escala social la dominación de los grecohablantes parece
completa. La cultura de la corte era totalmente griega» y particularmente bajo
Filadelfo y sus sucesores no se sabe de egipcios que hubieran tenido altos cargos o el
mando militar (aunque es necesario tratar con prudencia el testimonio de los
nombres).
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Es difícil detectar el prejuicio racial, pero un personaje femenino del
décimo quinto
Idilio de Teócrito parece tener un bajo concepto de los nativos. El
poema tiene como escenario Alejandría y describe a dos mujeres de Siracusa que en
su camino al festival de Adonis, van hablando de sus criaturas, los tenderos que
estafan a sus maridos, las calles atestadas y los bellos tapices del palacio real.