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navegación más allá del estrecho de Gibraltar, quizá hasta el sur de Marruecos, bajo
la égida de Escipión Emiliano (si tal es el sentido de Plinio, HN 5.9).
Los generales romanos, como los reyes griegos, tenían sus propias razones
para desear acumular conocimientos sobre las regiones remotas y de su potencial
para el comercio y el saqueo. A la vez, la polémica entre los escritores griegos sobre
temas geográficos, que eran como mínimo tan violentas como en cualquier otro
campo del trabajo intelectual, indican el grado en que el conocimiento de expertos
estaba comprometido con el estatus de la élite y la reputación internacional.
CONCLUSIÓN
Experimentación versus especulación
En este capítulo ya se ha mencionado la idea de que los pensadores griegos
gustaban mucho de teorizar y se dedicaban escasamente al proceso experimental que
habría sido necesario para comprobar sus teorías. Es bastante exacto que la mano de
obra era demasiado barata como para que hubiera un amplio programa para
aprovechar la tecnología y reestructurar la producción.
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Sin embargo, imaginar que
las cosas podrían haber sido de otro modo, o lamentar que no lo fueran, es
anacrónico; habría sido difícil encontrar un griego educado que pensara que la
esclavitud o la explotación de los no griegos era injusta (laoi). La afirmación también
es refutada por los testimonios de experimentación e innovación tecnológica,
103
que
permitieron aplicar al medio y a sus elementos un grado creciente de control. El
período clásico final tuvo su parte en éstos; Teofrasto, por ejemplo, describe los
descubrimientos recientes, como los métodos para producir almagre y extraer
cinabrio (Sobre las piedras, 53, 58-59). Además de los ensayos sistemáticos de Filón
con catapultas, tenemos la famosa declaración de Erasístrato, referida por Galeno,
sobre la persistencia en la investigación:
El hombre que está habituado a investigar explora todas las
posibilidades cuando realiza su investigación, y considera toda posible
dirección; y lejos de dejar de investigar durante el día, no cesa su
búsqueda en toda su vida. Dirigiendo su atención a una idea y luego a
otra que está vinculada a lo que se investiga, persiste hasta que llega a su
meta.
(Galeno,
Sobre los hábitos, 1)
No hay duda que en el siglo IV el fermento de la experimentación continuaba
y se aceleraba.
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Sería poco razonable quejarse de un fracaso en descartar las teorías
incorrectas cuando, en comparación a la época actual, muy pocos tipos de
instrumentos de medición eran concebibles o accesibles. Los datos precisos no
fueron descuidados: hay muchos ejemplos de cálculos nuevos e instrumentos
mejorados.
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Hiparco era consciente de la necesidad de instrumentos direccionales
más precisos, pero usaba procedimientos perfectamente válidos para medir la
duración del mes lunar con una aproximación de un segundo (Ptolomeo, Syntaxis, 4.
2. 270-271) y para calcular las distancias del sol y la luna. Según Pappus, también
vio la necesidad de nuevas mediciones con las cuales determinar con mayor
exactitud la distancia de la luna desde la tierra.
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Hemos ya advertido los aparatos
mejorados
para medir el tiempo, las altitudes y observar los cielos.
Aunque los científicos podían ser conscientes de la necesidad de mediciones
precisas, estaban menos deseosos de descartar convicciones arraigadas. La ciencia es
una actividad social; entonces, como ahora, uno tiene que justificar sus opiniones
ante los demás.
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Las explicaciones de los fenómenos naturales con el argumento de
la analogía o en términos de los efectos simpáticos (sympatheia) eran muy
aceptables. Para los astrónomos, lo deseable era explicar los movimientos de los
planetas en términos del movimiento circular, ya que antiguos filósofos como Platón
así lo habían exigido; de aquí la adopción de la teoría epicíclica. Los astrónomos
estaban, por consiguiente, más inclinados a mejorar los viejos modelos que a buscar
otros nuevos —como han hecho la mayoría de los científicos en casi todas las
épocas.
El discurso predominante a menudo reprimió las visiones alternativas, como
ocurre en mayor o menor grado en cualquier cultura. La hipótesis heliocéntrica de
Aristarco fue rechazada. Thomas Kuhn, en La estructura de las revoluciones
científicas, ha explorado el modo en que los «cambios de paradigma» —
sustituciones globales con nuevos términos fundamentales de referencia, como la
relatividad o la teoría cuántica— han sido necesarios para los avances importantes
del conocimiento científico.
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Algunos cambios en la ciencia del período helenístico
podrían ser descritos como cambios de paradigma, como la sustitución de los
epiciclos por las esferas celestes o los modos en que la magia fue criticada por
científicos aun cuando seguía siendo practicada en toda la sociedad. Quizá estos dos
ejemplos son atípicos, pero hubo muchas otras mejoras y sistematización de la teoría
y la observación. Es posible ser lógico mientras se usan los términos de un discurso
cuya racionalidad es distinta a la nuestra.
¿Una época de logros?
La primera parte del período helenístico, básicamente el siglo III, nos da
nombres, y a veces personalidades y escritos, de un gran número de individuos
realmente importantes que aplicaron sus mentes creativas al mundo natural con más
éxito que en cualquier otro período de la antigüedad griega o romana, como es
evidente por la deuda que con ellos tienen épocas posteriores. Es incluso sostenible
que algunos campos de la ciencia se estancaron después del 200;
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sin embargo, esto
quizá no se debió a que el nivel bajara sino a que pocos hombres estaban dedicados a
la «investigación». ¿Qué sugiere esto sobre la sociedad griega?