6.9. Consolidación física
El relato del
jurodstvo se construye a través la fijación narrativa de constructos de memoria
que son a su vez componentes de la memoria colectiva rusa. La construcción de la memoria
colectiva se asienta tanto en estos productos materiales como en la fijación de hitos físicos en los
que se apoyan los distintos constructos. Estos hitos pueden ser establecidos en una fase tan
temprana como el proceso ontogénico del
jurodivyj. Sin embargo observamos una tendencia
generalizada a establecerse en torno a su lugar de sepultura, lugar que experimenta los rituales de
continuidad del culto. Los distintos relatos dan fe de cómo estos lugares de culto aparecen y
desaparecen, cayendo en ocasiones en el olvido y siendo recuperados en otras. Las consideraciones
de Halbwachs (1890) y las matizaciones de Assman (1988) son esenciales para entender la
importancia de los hitos físicos de la memoria. El fenómeno del
jurodstvo se muestra
extremadamente sensible a estos procesos. Los lugares de culto, la creación de un icono o la
redacción de la
vita fijan la creencia simbólica permitiendo su transmisión y continuación. Al
mismo tiempo el fenómeno se hace dependiente de estos constructos y en la mayoría de las
ocasiones sufre continuas transformaciones. Los lugares de culto y los objetos que portan la
memoria de los
jurodivye actúan como “figuras de la memoria” (Assman 1988, 129), formando
objetivaciones o cristalizaciones que sientan las bases para la transmisión de la memoria
continuamente heredada y reconstruida por las distintas sociedades que se suceden en el tiempo.
El primer hito
que fija la experiencia del jurodstvo en la memoria colectiva se establece en la
PVL. El relato de Isaac de la Laura de las Grutas de Kíev (MT 1) queda unido a las primeras
comunidades monásticas y a los orígenes del pueblo ruso en su primera crónica histórica.
El relato de Procopio de Ustjug (MT 3) es paradigmático. Los hitos físicos adoptados por el
culto aportan luz sobre la continuidad de un culto significativamente antiguo y su prolongación
hasta la actualidad. El culto se fija a través de la sepultura del santo y posteriormente sobre el lugar
se erige una capilla y después una iglesia. La pronta fijación evita que el culto caiga en un temprano
olvido. Con el tiempo, la redacción de la
vita establece las prácticas de culto dando un nuevo
significado a la iconografía, que adopta un papel principal a pesar de ser un constructo posterior y
ajeno a la experiencia vital del santo.
La
vita de Procopio fija también lugares de memoria sobre el plano físico de la ciudad de
Ustjug y sus alrededores naturales. El
jurodivyj marca sus huellas sobre calles e iglesias. El lugar de
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su muerte, en el extremo de un puente, queda marcado con una cruz de madera que es reemplazada
posteriormente por una de piedra. El paisaje natural junto al río presidido por una piedra sobre la
que se solía sentar el santo fija su sepultura y un posterior lugar de peregrinación. En el caso de
Procopio y
de muchos otros, las prácticas curativas y su relación con milagros efectuados por medio
de elementos físicos, tierra y agua, obtenidos en el lugar de su sepultura fijan un lugar de memoria
estable que sirve de hito para las futuras recreaciones de su memoria.
La narrativa hagiográfica pone en boca de los santos la fijación de estos lugares al ser ellos
mismos quienes solicitan oraciones o misas fúnebres en su tumba como agradecimiento por su
intervención, tal es el caso por ejemplo de Máximo de Tot'ma (MT 18). Motivados por la aparición
milagrosa de los santos en sueños o como estrategia de supervivencia para un culto local, los hitos
físicos requieren de cierta complicidad intencional para ser constituidos y mantenidos. El caso de
Simón de Jur'evec (MT 15) muestra cómo se hace necesario instalar una valla alrededor de su
tumba para que no sea pisoteada. La misma valla señala el lugar que posteriormente será convertido
en sepultura.
Observamos el mismo proceso de fijación física de lugares de memoria en los artículos de la
Pravoslavnaja Enciklopedija, por ejemplo un pozo junto al río Oka en el relato de Evfrosinija
Koljupanovskaja (PE 3), una torre del monasterio en el caso de Andrej Meščovskij (PE 2) o la
montaña de Maura en la que Asenefa (PE 5) da un nuevo significado a una roca ya de carácter
sagrado.
Las mismas
vitae constituyen una fijación de la memoria que se mantiene prácticamente
intacta a lo largo del tiempo aunque la percepción de los lectores cambia inevitablemente. También
el calendario se convierte en un mapa de la memoria al fijarse la festividad de los santos.
Determinados acontecimientos como los concilios en los años 1547 y 1549 establecieron un hito
inamovible en la memoria colectiva de la Ortodoxia rusa. En dicha memoria colectiva se unen la
formación de una ideología mesiánica, el gobierno irracional de Iván el Terrible y la simbología del
jurodstvo. Estos elementos se entrelazan en las reconstrucciones de la memoria y las compilaciones
hagiográficas, los cultos establecidos y, en definitiva, la legitimación del
jurodstvo se convierten en
una pieza fundamental de la cosmovisión rusa de su propio pasado.
Algunos de los hitos físicos resultantes en relación al
jurodstvo tienen un peso excepcional
en la cultura rusa. Tal es el caso de la catedral de San Basilio o el templo de Cristo Salvador de
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