100
ciudad de Mileto ultimó un tratado con Cnosos, por el cual un ciudadano de una de
estas poleis no podía comprar una persona libre o esclava de la otra; la inscripción
registra que otras diecinueve ciudades cretenses habían tomado decisiones parecidas
(Austin 89).
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También en el siglo III, la ciudad insular de Amorgos honró a dos de
sus ciudadanos que contribuyeron a rescatar «más de treinta niñas, mujeres y otras
personas, libres y esclavas» de los piratas (peiratai; Austin 87, Syll3 521).
54
En tales
casos se supone que los secuestradores estaban haciendo lo que normalmente hacían:
ganarse el sustento según su modo tradicional, aunque poco aceptable para las
comunidades políticas de Grecia. Sin embargo, cuando los atenienses en 217/216
honraron a un cretense por haber rescatado a personas capturadas por los etolios
(Austin 88, Syll3 535),
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podemos preguntarnos si no se trataba de una actividad
belicosa, quizá vinculada a la guerra de Filipo V contra los etolios; es digno de
mención que el término «pirata» no fuera usado en este decreto (un caso similar es
Austin 50).
Las medidas contra la piratería habían sido probablemente previstas en los
estatutos de la liga griega fundada en el 302 por Antígono I. Después los rodios
asumieron el papel de controlar la piratería, en especial de las ciudades cretenses
(sobre el ejercicio del poder cretense en Creta oriental c. 200 a.C, véase Austin 95,
Syll3 581, su tratado con Hierapitna).
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La primera intervención romana en los
asuntos griegos, en Iliria desde el 229 a.C, estuvo parcialmente motivada por la
preocupación de los barcos mercantes itálicos que eran víctimas de los ataque ilirios.
En los doscientos años que siguieron, las campañas contra los «piratas» en el sur de
Asia Menor, el Egeo y las costas sirias fueron una preocupación periódica de los
romanos. La piratería de diversos tipos, entonces, aunque a veces es difícil de
distinguir de las acciones periféricas de las campañas militares, era a veces un
peligro para los viajeros en el mar y podía involucrar a individuos o colectividades
en subidos pagos de rescate. Por otra parte, puede haber arreciado a la sombra de
conflictos más amplios, haciendo peligrar los asentamientos costeros antes que las
embarcaciones marinas. La piratería, en el sentido de robo por barco, era un
fenómeno real pero no necesariamente tan difundido ni tan homogéneo como para
explicar la generalidad de casos en que la asilia fue buscada y concedida.
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Un estudio reciente señala que las demandas de ayuda militar forman un
grupo reducido de los documentos de
asilia; en la mayoría de los casos no hay una
explicación pragmática convincente. Un caso extremo: cuando los habitantes de Cos
demandaron que la ciudad griega de Neápolis (Nápoles) en Italia reconociera la
inviolabilidad de su santuario de Asclepio, es inconcebible que se previera una
efectiva ayuda militar. Parece probable, por tanto, que se trate de un intercambio de
reconocimiento y prestigio, cosas que, aunque en cierto nivel no tienen eficacia
práctica, son importantes indicadores de valor y puede suponerse que entrañasen
ventajas intangibles o a largo plazo como resultado del realce que daban a las
ciudades y los santuarios.
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Además de disfrutar (a juzgar por las inscripciones) de lazos diplomáticos y
ceremoniales con mayor asiduidad, las ciudades pueden haberse hecho menos
impermeables en ciertos aspectos. Practicaban con más frecuencia la ciudadanía
compartida, por ejemplo, mediante la simpoliteia (vg. Austin 134, Syll2 641, entre las
ciudades focianas de Stiris y Medeon en el siglo II) o la homopoliteia (documentada
sólo entre las poleis insulares de Cos y Calimnos a finales del siglo III; Austin
133).
59
La ciudadanía compartida está también documentada a inicios del siglo III
101
entre Hierapitna y Praisos en Creta (Austin 132).
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Las ciudades estaban más
dispuestas a recibir a extranjeros y a aquellos de parentela mixta. A finales del
período helenístico, en que la dominación romana llevó a diluir los valores
ciudadanos, se permitió a veces a las mujeres actuar casi como magistrados y
benefactores.
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Las mercedes reales y la monumentalización
Los griegos tenían una amplia experiencia en construir entornos
arquitectónicos para uso público en las ciudades y los santuarios existentes, o
después de la fundación de una nueva ciudad. Los primeros aristócratas y tiranos
expresaban su ambición y poderío edificando suntuosos monumentos para las
ciudades; el más importante de los recientes monarcas dinásticos griegos, Mausolo
(latinizado como Mausolus), sátrapa de Caria, al suroeste del Asia Menor, creó un
palacio de estilo griego en Halicarnaso. Se atribuye a Filipo II haber fundado o
renovado una serie de ciudades en el norte de Grecia.
Se esperaba que los reyes como sus predecesores macedonios y griegos
fueran ricos
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y que edificaran espléndidamente. Ptolomeo adornó Alejandría por ser
el lugar de reposo de Alejandro y la nueva capital cultural del mundo griego. Los
Antigónidas embellecieron Pella; más tarde, los Atálidas dieron a Pérgamo su nueva
acrópolis, pero los más grandes fundadores de ciudades fueron los Seléucidas,
aunque la lista de Apiano de las ciudades creadas por Seleuco es una exageración. La
fundación de ciudades podría haber tenido repercusiones sobre ciertos aspectos de las
culturas locales. En el norte de Siria la aparición de cuatro grandes ciudades nuevas
(véase Estrabón) generó un entorno multicultural; los detalles de las adaptaciones a
largo plazo y los préstamos de una cultura a otra, particularmente en el terreno
cultual, no son todavía claros, pero se ha advertido que hasta finales del siglo IV d.C.
no hay documentos ni monedas de esta área que tengan escritura semítica, sólo
griega (aunque sin duda se hablaban muchas lenguas).
63
En Egipto, Alejandro fundó una nueva capital en Alejandría. En Asia, él y sus
sucesores crearon una red relativamente densa de nuevos centros urbanos, aunque el
número de las fundaciones de Alejandro en el antiguo imperio persa ha sido a veces
sobreestimada.
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No todas fueron grandes ciudades —algunas fueron poco más que
un pequeño mercado o ciudades de guarnición, generalmente asentamientos para
soldados macedonios veteranos—, pero son una afirmación resonante del poder del
nuevo orden para transformar el paisaje. La construcción de Ai Janum en Bactriana
aunque incorpora elementos de la arquitectura no griega, es el más sorprendente
ejemplo (aunque sólo sea por ser el más lejano) de la imposición de la forma urbana
griega sobre un paisaje extraño.
Más cerca de su tierra natal, la intervención real en las estructuras
fundamentales de las ciudades podía ser beneficiosa material y socialmente, además
de ser una muestra de poder. Parte de la ciudad de Samos fue planeada dos veces en
el siglo III, con un nuevo ordenamiento de calles y nuevos edificios; estas
operaciones pueden haber sido financiadas por los reyes que gobernaron Samos,
quizá los Ptolomeos en cada ocasión.
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Cuando Filipo respondió a un pedido de la