como todo el mundo sabe, del número de gatos, y el coronel Newman
dice: «Junto, a las aldeas y poblaciones pequeñas he encontrado los nidos
de abejorros en mayor número que en cualquier otra parte, lo que atribu-
yo al número de gatos que destruyen a los ratones.» Por consiguiente, es
completamente verosímil que la presencia de un felino muy abundante
en una comarca pueda determinar, mediante la intervención primero de
los ratones y luego de los himenópteros, la frecuencia de ciertas flores en
aquella comarca.
En cada especie probablemente entran en juego muchos obstáculos di-
ferentes, obrando en diferentes períodos de la vida y durante diferentes
estaciones o años, siendo por lo general un obstáculo, o unos pocos, los
más poderosos, pero concurriendo todos a determinar el promedio de in-
dividuos y aun la existencia de la especie. En algunos casos puede de-
mostrarse que obstáculos muy diferentes actúan sobre la misma especie
en diferentes regiones. Cuando contemplamos las plantas y arbustos que
cubren una intrincada ladera estamos tentados de atribuir sus clases y
número relativo a lo que llamamos casualidad. Pero ¡cuán errónea opi-
nión es ésta! Todo el mundo ha oído que cuando se desmonta un bosque
americano surge una vegetación muy diferente; pero se ha observado
que las antiguas ruinas de los indios en los Estados Unidos del Sur, que
debieron de estar antiguamente desembarazadas de árboles, muestran
ahora la misma diversidad y proporción de especies que la selva virgen
que los rodea. ¡Qué lucha debe de haberse efectuado durante largos si-
glos entre las diferentes especies de árboles esparciendo cada uno sus se-
millas por millares! ¡Qué guerra entre insectos e insectos, entre insectos,
caracoles y otros animales y las aves y mamíferos de presa, esforzándose
todos por aumentar, alimentándose todos unos de otros, o de los árboles,
sus semillas y pimpollos, o de otras plantas que cubrieron antes el suelo
e impidieron así el crecimiento de los árboles! Echese al aire un puñado
de plumas, y todas caen al suelo, según leyes definidas; pero ¡qué senci-
llo es el problema de cómo caerá cada una comparado con el de la acción
y reacción de las innumerables plantas y animales que han determinado
en el transcurso de siglos los números proporcionales y las clases de ár-
boles que crecen actualmente en las antiguas ruinas indias!
La dependencia de un ser orgánico respecto de otro, como la de un pa-
rásito respecto de su víctima, existe generalmente entre seres distantes en
la escala de la naturaleza. En este caso están también a veces los seres de
que puede decirse rigurosamente que luchan entre sí por la existencia,
como en el caso de las diferentes especies de langosta y los cuadrúpedos
herbívoros. Pero la lucha será casi siempre muy severa entre los
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individuos de la misma especie, pues frecuentan las mismas regiones,
necesitan la misma comida y están expuestos a los mismos peligros. En
el caso de variedades de la misma especie, la lucha será por lo general ig-
ualmente severa, y algunas veces vemos pronto decidida la contienda;
por ejemplo: si se siembran juntas diferentes variedades de trigo y la si-
miente mezclada se siembra de nuevo, algunas de las variedades que
mejor se acomoden al suelo y clima, o que sean naturalmente más férti-
les, vencerán a las otras, y producirán así más simiente, y, en consecuen-
cia, suplantarán en pocos años a las otras variedades. Para conservar un
conjunto mezclado, aun cuando sea de variedades tan próximas como
los guisantes de olor de diferentes colores, hay que recoger el fruto sepa-
radamente cada año y mezclar entonces las semillas en la proporción de-
bida; de otro modo, las clases más débiles decrecerían en número invar-
iablemente y desaparecerían. Lo mismo ocurre también con las varieda-
des de ovejas; se ha afirmado que ciertas variedades de monte harían
morir de hambre a otras variedades de monte, de modo que no se les
puede tener juntas. El mismo resultado ha ocurrido por tener juntas dife-
rentes variedades de la sanguijuela medicinal. Hasta puede dudarse si
las variedades de alguna de las plantas o animales domésticos tienen tan
exactamente las mismas fuerza, costumbres y constitución que pudieran
conservarse por media docena de generaciones las proporciones primiti-
vas de un conjunto mezclado -estando evitado el cruzamiento-, si se les
permitiese luchar entre sí, del mismo modo que los seres en estado natu-
ral, y si las semillas o crías no fuesen conservadas anualmente en la debi-
da proporción.
La lucha por la vida es rigurosísima entre individuos y variedades de
la misma especie
Como las especies de un mismo género tienen por lo común -aunque
no, en modo alguno, constantemente- mucha semejanza en costumbres y
constitución y siempre en estructura, la lucha, si entran en mutua compe-
tencia, será, en general, más rigurosa entre ellas, que entre especies de
géneros distintos. Vemos esto en la extensión reciente, por regiones de
los Estados Unidos, de una especie de golondrina que ha causado dimi-
nución de otra especie. El reciente aumento de la charla en regiones de
Escocia ha causado la disminución del zorzal. ¡Con qué frecuencia oímos
decir de una especie de rata que ha ocupado el lugar de otra especie en
climas los más diferentes! En Rusia, la cucaracha pequeña asiática ha ido
empujando ante sí por todas partes a su congénere grande. En Australia,
la abeja común importada está exterminando rápidamente la abeja
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