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La Misión De La Iglesia 
F-1.03 
F-1.0302b–F-1.0302d 
Libro de Orden 2017/2019 

b.  La santidad de la Iglesia 
La santidad es un regalo de Dios para la Iglesia en Jesucristo. A través de Cristo, por el poder del 
Espíritu, Dios borra el pecado del mundo. La santidad de la Iglesia viene de Cristo, quien la llama a 
testificar de su amor, y no desde la pureza de su doctrina o de la justicia de sus acciones.  
La Iglesia, su membresía, y aquellas personas en ministerios ordenados se esfuerzan por vivir vidas 
dignas del Evangelio que proclamamos porque en Cristo la Iglesia es santa. En agradecimiento a la obra 
redentora de Cristo, confiamos en que el Espíritu de Dios, por medio de la Escritura y su gracia (W-
1.0106) forme a cada creyente y comunidad en esta vida de santidad. Confesamos el constante pecado en 
nuestras vidas corporativas e individuales. Al mismo tiempo, también confesamos que somos 
perdonados/as por Cristo y llamados/as una y otra vez a la pureza, la rectitud y la verdad revelada a 
nosotros(as) en Jesucristo y prometida a toda persona en la nueva creación de Dios. 
c.  La Iglesia universal 
La universalidad es un regalo de Dios a la Iglesia en Jesucristo. En la vida, muerte y resurrección de 
Cristo, por el poder del Espíritu, Dios vence nuestra separación y repara nuestra división. La Iglesia se 
esfuerza en todas partes por testificar que Cristo incluye a los hombres, las mujeres, los niños y las niñas, 
de todos los tiempos, lugares, razas, naciones, edades, condiciones y circunstancias de la vida, porque en 
Cristo la Iglesia es universal. La universalidad de la Iglesia le llama a una fe más profunda, a una 
esperanza más grande y a un amor más completo mientras testifica la gracia de Dios. 
d.  La Iglesia apostólica 
El apostolado es un don de Dios para la Iglesia en Jesucristo. En Cristo, por medio del poder del 
Espíritu Santo, Dios envía a la Iglesia al mundo para compartir el evangelio de redención de Dios para 
todas las cosas y todas las personas.  
La Iglesia se esfuerza en proclamar este evangelio fielmente porque en Cristo la Iglesia es universal. 
La Iglesia recibe las buenas nuevas de salvación en Jesucristo por medio del testimonio de quienes Dios 
envió, las personas a quienes llamamos apóstoles, y las personas a quienes Cristo ha llamado a lo largo de 
la historia de su Iglesia. La Iglesia ha sido y aun es llamada por Jesucristo al mundo para dar ese 
testimonio. La Iglesia testifica en palabras y hechos que, en Cristo, la nueva creación ha comenzado y que 
Dios, quien crea la vida, también libera a las personas atadas, perdona el pecado, reconcilia lo que está 
quebrantado, hace todas las cosas nuevas, y aún obra en el mundo. Ser miembros del cuerpo de Cristo es 
ser enviados/as a continuar la misión de Dios y participar en la nueva creación de Dios, que es su reino 
acercándose al presente. La Iglesia Presbiteriana (EE.UU.) afirma el evangelio de Jesucristo según fue 
recibido por los profetas y apóstoles, y se mantiene en continuidad con la misión de Dios a través de las 
edades.  
La Iglesia se esfuerza por ser fiel a las buenas nuevas que ha recibido y por ser responsable ante las 
normas de las confesiones. La Iglesia procura presentar los reclamos de Jesucristo, guiando a las personas 
al arrepentimiento, a la aceptación de Cristo como único Salvador y Señor, y a una nueva vida como sus 
discípulos y discípulas.  
La Iglesia es enviada a ser la fiel evangelista de Cristo: 
haciendo discípulos y discípulas de todas las naciones en el nombre del Padre, del Hijo y del 
Espíritu Santo; 


F-1.03 
Las Bases del Gobierno Presbiteriano 
F-1.0302d–F-1.304 

Libro de Orden 2017/2019 
compartiendo con otras personas una vida profunda de adoración, oración, compañerismo y 
servicio, y 
participando en la misión de Dios de cuidar de las necesidades de la persona enferma, pobre, y 
desamparada; de liberar a la gente del pecado y la opresión; y de establecer el gobierno justo 
amoroso y pacífico de Cristo en el mundo.  
F-1.0303  Las marcas de la iglesia reformada
3
  
Donde está Cristo, ahí está la verdadera Iglesia. Desde los primeros tiempos de la Reforma, la 
comunidad cristiana reformada ha mostrado la presencia de la verdadera Iglesia donde quiera que  
la Palabra de Dios es verdaderamente predicada y escuchada 
los Sacramentos son debidamente administrados, y  
la disciplina eclesiástica es correctamente ministrada 
En nuestro propio tiempo afirmamos que, en el poder del Espíritu, la Iglesia es fiel a la misión de 
Cristo cuando: 
Proclama y testifica la Palabra de Dios, 
respondiendo a la promesa de la nueva creación de Dios en Cristo, e 
invitando a todas las personas a participar en esa nueva creación; 
Administra y recibe los Sacramentos
recibiendo a quienes están injertados en Cristo, 
testificando de la muerte y resurrección salvadora de Cristo, 
anticipando el banquete celestial que está por venir, y 
comprometiéndose a sí misma en solidaridad con la persona marginada y hambrienta; y 
Nutriendo a la comunidad del pacto de discípulos y discípulas de Cristo
viviendo en la fortaleza de la promesa de Dios y 
dándose a sí misma en servicio a la misión de Dios 
F-1.0304  Los grandes fines de la Iglesia 
Los grandes fines de la Iglesia son: 
la proclamación del evangelio para la salvación de la humanidad;  
el amparo, la educación, y la confraternidad espiritual de las criaturas de Dios;  
el mantenimiento de la adoración divina;  
la preservación de la verdad;  
la promoción de la justicia social; y  
la manifestación del reino de los cielos al mundo.
4
 
                                                 
3
 
Ver La Confesión Escocesa, capítulo XVIII (Libro de Confesiones, 3.18)
 
4
Esta declaración de los grandes fines de la iglesia vino de la Iglesia Presbiteriana Unida de Norte América, la cual se unió con la 
Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos de América en 1958. La declaración era parte de la Constitución de la Iglesia Presbi-
teriana Unida de los Estados Unidos de América. Esta declaración, ahora clásica, fue adoptada por la Iglesia Presbiteriana Unida 
de Norte América en 1910, después de varias acciones entre el 1904 y 1910, en espera de la Constitución de la iglesia.
 
 


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