Medstar II: Curandera Jedi Michael Reaves y Steve Perry Versión 1



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El anuncio se oía por los altavoces de hipersonido como si una voz tranquila hablara personalmente con cada uno de los seres de la base. Pero el orador, era un ugnaught, y su acento denso, en un Básico destrozado, hacía difícil descifrar las palabras.

—Atención, En tré díah localeh, Ocio HoloRed en, estoooo, colab… colaboración con la Asociación Benéfica del Ejército de la República, leh traerá al Jasod Revoc y su Revista Galáctica, sí, sí. Y el Epoh Bahb, Lili Renalem, Annloc Yerj, Eyar Marath y Figrin D'an y los Nodos Modales.

Uli, que examinaba una lectura de cefaloscáner en su monitor de mano, frunció el ceño y miró a Jos.

—¿Qué ha dicho?

—Que el carnaval viene a la ciudad. Los soldados estarán entretenidos, y en teoría nosotros también. A menos que nos pille metidos aquí, jugando al quién es quién con las vísceras.

Jos hizo una seña al FX-7 que estaba de guardia para que se encargara de la resección del soldado que tenía en la camilla. Había tardado casi cuarenta y cinco minutos en quitarle toda la metralla incrustada en el mediastino. La extracción de metralla era la causa de casi toda la acumulación de trabajo que tenían en el Uquemer. Más que los disparos de lanzacartuchos, las lesiones por disrupción sónica, por vibro cuchillas o por cualquier otro cosa del catálogo letal que había en la jungla. Calculaba haber extraído unos diez kilos de metal retorcido de las entrañas de varios soldados. El daño era siempre terrible. Un pedazo de duracero viajando a una velocidad cercana a la del sonido impactaba contra el torso de un cuerpo como un reek enloquecido por el hambre, y su mordisco era aún peor.

—No sé tú —continuó él—, pero yo necesito desesperadamente echarme unas risas. Según me han dicho, los de Revoc son bastante buenos —sonrió a Uli—. Por supuesto, puede que el tipo de música que tocan te resulte algo indigesto…

—Yo siempre estoy a favor de un buen grupo —dijo Uli—. La saltomusica me encanta. Ahora mi meta es encontrar a alguien con quien ir. A ser posible, una humanoide basada en el carbono, hembra; aunque después de tres semanas aquí estoy aprendiendo a no ser quisquilloso.

Jos asintió pensativo mientras se quitaba los guantes y el delantal en la cámara de postoperatorio. ¿De verdad habían pasado ya tres semanas de la llegada de Uli? Se dio cuenta de que hacía tiempo que no pensaba en Zan y sintió una punzada de remordimiento. ¿Por qué?, se preguntó a sí mismo. Cualquier buen médico sabe que la pérdida acaba por sanar… el dolor es un proceso. Zan lo hubiera querido así, pero seguía sintiendo una culpa oscura. La verdad era que Uli, pese a ser tan joven, era bastante buen compañero. Era limpio y, al ser tan organizado, había inspirado a Jos para estar a su vez un poco más pendiente de su entorno inmediato, para que al menos las paredes no resultaran como peludas al tacto. Lo cierto era que tenían una perspectiva diferente sobre muchas cosas, pero, al contrario que la mayoría de la gente de su edad, Uli no era dogmático en sus creencias, y ambos solían mantener interesantes conversaciones de todo tipo de temas, desde política galáctica hasta sus restaurantes favoritos en Coruscant. Jos prefería el elegante y caro Zotique, mientras que Uli se inclinaba por una tasca grasienta llamada el Comedor de Dex. Sin duda, el nuevo compañero había ayudado a aliviar la falta del antiguo.

Tres semanas. Casi el tiempo que había pasado desde que el almirante Keros tomara el mando. Su tío abuelo todavía no había conocido a Tolk a excepción del breve encuentro en la So. Diversos deberes administrativos habían mantenido a Keros la mayor parte del tiempo en el MedStar que orbitaba el planeta. Aunque Keros era culpable del mismo pecado que Jos pensaba cometer, tenía miedo de que su tío abuelo no aprobara a Tolk, o que a Tolk no le cayera bien su pariente. Sinceramente, no estaba seguro de cual de las dos cosas sería peor.

Bueno, los dos acabarían por encontrarse en el evento social de Ocio Holored. Y no estaba nada seguro de querer estar allí, o en alguna otra parte del mismo hemisferio, cuando eso ocurriera.
~
Columna miró el mensaje descodificado del monitor, sintiéndose algo mareado por el contenido. Los poderes fácticos habían ordenado un curso de acción inminente que conllevaba violencia, por mucho que el espía odiaba la idea.

Y era violencia extrema.

Los separatistas querían el planeta y su valiosa bota. Su intención era desequilibrar en su favor la precaria balanza del poder, y el modo en que pensaban conseguirlo era, en una palabra, despreciable.

Solo pensar en las consecuencias de aquella acción le producía náuseas. Columna no sería el único responsable de realizar aquel sabotaje. Aun así, el espía tendría que instigar un elemento vital del plan en el momento adecuado y el resultado inevitable sería la pérdida de una parte de las fuerzas de la República, quizá de muchos soldados, y una gran cantidad de no combatientes. Si, la mayor parte del personal era militar, pero eso se debía al reclutamiento; Columna había conocido muy pocos médicos que eligieran unirse voluntariamente al ejército o la Marina. Aunque siempre había gente que consideraba válido el servicio militar, todos los que ayudaban a los heridos y a los enfermos, sobre todo los cirujanos, los médicos, las enfermeras y el personal de apoyo técnico, habían sido reclutados. No tenían elección: o te reclutaban o te encarcelaban. Algunos optaban por esto último, pero eran minoría, La guerra acabaría algún día, ganasen o perdiesen, y entonces los presos que sobrevivieran regresarían a casa, de vuelta a sus vidas. Pero elegir la cárcel en lugar del ejército era una decisión que podía acompañar a una persona a lo largo de toda su vida. No era fácil. Antes de que empezase la guerra, untos de que hubiera un agente con el alias de Columna o Lente, la persona que usaba ambos nombres había conocido a objetores de conciencia que se habían posicionado en contra. Algunos pudieron resistir: otros se quebraron bajo el peso de su propia decisión, aplastados como un picotón bajo una bota.

Columna suspiró. En tiempos así, sólo había que pensar en las metas a largo plazo. Las personas y los objetos cercanos estaban borrosos y, al igual que las partes más pequeñas de la materia, no aguantaban un examen detallado. Mirarlos demasiado de cerca, sabiendo lo que iba a ocurrir, era flirtear con la locura. ¿Cómo podía sonreír a los que tenía a su alrededor, interactuar con ellos, compartir sus esperanzas, sus sueños y sus frustraciones, mientras participaba en una confabulación que acabaría con las muertes de al menos algunos de ellos?

No, la fealdad inmediata tenía que ser ignorada. Ya tendría tiempo de lamentarse cuando todo aquello hubiera acabado, cuando la República cayera de un vez por todas y los errores del pasado, antiguos pero no olvidados, fueran subsanados.

A veces los tópicos contienen algo de verdad. Por eso se convierten en tópicos. En ese caso, hay ocasiones en las que el fin justifica completamente los medios, independientemente de lo atroz que puedo parecer entonces.

Así era como había que contemplar el problema. Si cambiaba de perspectiva se quedaría inmovilizado. Y, pasara lo que pasara, la República tenía que perder aquella guerra.

Tenía que perderla.
~
Tolk se sentó en el catre de Jos y se secó el pelo húmedo con una toalla de sintotela.

—El secador sónico de tu baño vuelve a estar averiado —dijo ella. Tumbado en la cama, contemplándola, Jos sonrió.

—No me digas. Haré que el androide mayordomo llame inmediatamente al androide mecánico —dijo él imitando el acento pijo del cuadrante Este de Coruscant—. Espero que no hayas sufrido demasiado en tan terribles y agrestes circunstancias, querida.

Ella le devolvió la sonrisa, se terminó de secar el pelo y le tiró la toalla húmeda a la cara antes de que él pudiera alzar una mano para evitarlo. Él se rió y ella sonrió aún más.

Entonces, de repente, se puso seria.

—¿Qué pasa?

—Nada —hizo amago de levantarse, pero él la obligó a sentarse de nuevo, agarrándola con suavidad.

—No eres la única capaz de interpretar expresiones, ¿sabes? Venga, cuéntaselo al doctor Vondar.

Ella se mordió el labio inferior.

—El director de los Servicios de Enfermería de la MedStar se ha puesto en contacto conmigo.

—¿Y…?

—Quieren que suba a hacer un cursillo de Educación Médica Continuada en cuidados de cama. Seis horas, entre la práctica y la teórica.



Él se rió burlón.

—¿Una clase de EMC de úlceras de cama? ¿Pero a qué idiota se le ocurrió eso? ¡Aquí no tenemos a los pacientes el tiempo suficiente como para que desarrollen ese tipo de lesiones! y con los campos de masaje no es una… —Lo sé. La orden vino directamente del despacho del almirante.

Jos frunció el ceño.

—Entiendo… ¿algo más?

—Según un viejo amigo de los SEQ, desde esta mañana soy la única enfermera del planeta a la que le han ordenado hacer el cursillo. ¿Qué crees que significa eso?

La respuesta era bastante obvia. ¿Por qué iba a salir una orden del despacho del almirante para que una sola enfermera hiciera un curso que, daba la naturaleza del Uquemer, era bastante inútil?

—El tío abuelo Erel —dijo Jos entre dientes—. Quiere inspeccionarte. Y no quiere que yo esté cerca cuando lo haga.

Ella asintió.

—Es lo que yo pensé.

Jos se sentó en la cama.

—Puedo decir a la MedStar que en este momento no podemos prescindir de ti —dijo.

Ella llegó con la cabeza.

—No. Tarde o temprano tendré que hablar con él. Más vale que sea ya.

Llevo aguantando la respiración desde que me dijiste quién era.

—Tolk… no tienes por qué…

Ella se acercó y le silenció poniendo una mano en su boca.

—Calla. Ya soy mayorcita. No me echaré a llorar si tu tío me mira con mala cara. Si vamos a ser familia… —ella se detuvo—. ¿O te estás pensando lo nuestro?

Él le puso una mano en la mejilla.

—Jamás.

Ella sonrió.



—De acuerdo. Entonces iré a ver al tío almirante y veremos qué tripa se le ha roto. Estaré bien.

—¿Seguro?

—Sé leer las caras, Jos. Al menos sabremos a qué atenernos con él.

El seguía preocupado, y ella pudo apreciarlo en su expresión. Tolk sonrió, le cogió la mano que aún seguía acariciándole la mejilla y la besó en la palma. De repente, la preocupación por su tío dejó de ser la prioridad número uno en su lista de cosas pendientes.




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