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Bloch, por su parte, dedicó tres amplios ensayos de Herencia de
esta época a una explícita discusión con estos autores, más allá de las
reiteradas menciones aisladas que encontramos en el resto del libro.
En lo que sigue, intentaremos reponer la poco conocida Auseinan-
dersetzung blochiana con Klages y Jung, para evaluar sus afinidades
con el abordaje benjaminiano.
Dos observaciones preliminares: por un lado, es importante
destacar que Bloch discute básicamente con los mismos libros con
los que se midió Benjamin: Vom kosmogonischen Eros (Sobre el eros
cosmogónico, 1922) de Klages, y Seelenprobleme der Gegenwart (Proble-
mas espirituales del presente, 1932), de Jung. Por otro lado, el conjun-
to de su abordaje de estos dos autores está cargado por la misma
tensa ambigüedad que domina en la recepción benjaminiana: de
un lado, una afinidad sobre todo a nivel de la teoría antropológica
y epistemológica, de otro, un profundo rechazo del conservaduris-
mo político y de la visión de la historia de estos autores.
En cuanto a Klages, Bloch realiza una operación de varias
dimensiones. En primer lugar, subraya que un “Urmensch”, hu-
manidad primitiva, nunca existió. La real sustancia del hombre y
del mundo sólo se realiza “en la luz de la historia, no en el ‘co-
mienzo’”.
27
Es por esto que “sólo la clase con futuro podrá también
utilizar y poseer un pasado dionisíaco. Sólo este futuro extraerá de
la intoxicación [Rausch] no la bestia o el cliché, sino fermentación
aún posible”.
28
Aquí vemos un doble criterio histórico y de clase,
claramente marxista, para delimitar el sentido emancipatorio de la
recuperación de aquella “ebriedad” que también Benjamin intenta-
ba rescatar en su ensayo sobre el surrealismo.
Por otro lado, Bloch sitúa en la cuestión de la imagen el eje
de la teoría de Klages, de su visión del conocimiento auténtico. El
contrapunto entre concepto e imagen, que se asocia al contrapun-
to entre conocimiento y verdad, entre signo y nombre, da cuenta
de una suerte de epistemología vitalista compartida por Bloch, y
fue a su vez central en la recepción benjaminiana de Klages.
29
Sin
embargo Bloch critica un rasgo clave de la noción de imagen de
Klages: la distancia, la pretensión de mantener las imágenes de deseo
y felicidad a distancia de los hombres (la cuestión del acercamiento,
lo sabemos, es central en el ensayo benjaminiano sobre la obra de
arte). Ésta sería la marca de esta “sentencia de muerte dionisíaca
de la cultura burguesa”,
30
muy diversa al romanticismo, en el que la
distancia aún hablaba de un futuro, de una felicidad alcanzable.
Por último, y en relación con este carácter inasequible de la
imagen, plantea (en sorprendente paralelo con Benjamin) la dis-
tinción fundamental entre imágenes arcaicas e imágenes genuinas,
dialécticas. Dada la importancia de este paralelo, nos permitimos
citar in extenso:
La facultad cognitiva de amplio alcance [de las imágenes –lg], tras la
retirada del cálculo, está cerca y a la mano. […] Las imágenes de un
Klages, meramente arcaicas [bloß archaichen (…) Bilder], y sobre todo
mantenidas como contemplativamente arcaicas, no son adecuadas para
esto, sino más bien las imágenes genuinas […] ellas emergen de la in-
quietud de la dialéctica [Unruhe der Dialektik] […]. Si uno pregunta
27. Ernst Bloch, Erbschaft dieser Zeit, op. cit., p. 336; Ernst Bloch, Heritage of Our
Times, op. cit., p. 305
28. Ibid., p. 336; ibid., p. 306.
29. Estos tres registros son los que desarrolla el importante trabajo de Michael
Pauen sobre la relación entre Benjamin y Klages. Véase Michael Pauen, “Eros der
Ferne. Walter Benjamin und Ludwig Klages”, en Klaus Garber y Ludger Rehm,
Global benjamin. Internationaler Walter-Benjamin-Kongress 1992, Múnich, Fink,
1999, pp. 693-716.
30. Ernst Bloch, Erbschaft dieser Zeit, op. cit., p. 342; Ernst Bloch, Heritage of our
times, op. cit., p. 310.
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por estas imágenes genuinas […] ellas son ya las imágenes de deseo
[Wunschbilder] contenidas en los cuentos de hadas [Märchen], son sobre
todo las imágenes de esperanza [Hoffnungsbilder] de asombro atónito
[…], son también esas “formas” de lo sublime [Erhabenheit] que, como
dice Kant, transmiten una premonición de nuestra futura libertad.
Y precisamente estas imágenes se vuelven concretamente visibles sólo
desde las alturas de la conciencia andante, desde la posición de lo más
nuevo que sólo lleva consigo lo “más antiguo” para –en total vigilia
[Wachheit]– disolverlo y heredarlo–.
31
Pasajes como éstos no sólo testimonian la sorprendente afi-
nidad, incluso terminológica, con los planteos metodológicos de
Benjamin, sino que sirven también para esclarecer, con base en esta
afinidad, los propios desarrollos benjaminianos. Por un lado, se en-
lazan en un mismo trazo un conjunto de motivos que en Benjamin
los encontramos de manera menos articulada, y muchas veces en
textos raramente pensados de manera conjunta (aquí la “imagen
dialéctica” se asocia no sólo a las imágenes de deseo y a la idea del
despertar [aquí Wachheit, en Benjamin Erwachen], sino también al
Märchen y a la idea kantiana de lo sublime –desplegadas por Benja-
min en otros contextos, como el ensayo sobre el narrador o el otro
sobre Las afinidades electivas de Goethe–). Por otro lado, encontramos
precisiones útiles para el esclarecimiento del planteo benjaminiano.
Por ejemplo, la afirmación de que la imagen arcaica plantea una
relación contemplativa con la imagen, dando por supuesto la ligazón
entre imagen y acción; o también la idea de que la “disolución” de
“lo más antiguo” (la “disolución de la mitología en el espacio de la
historia”, decía Benjamin)
32
es también la condición, precisa Bloch,
para su “herencia”.
En cuanto a Jung, la lectura de Bloch también muestra diversas
dimensiones. Antes que nada, Freud es señalado como modelo, es
propuesto como parámetro de su crítica a Jung: “ciertamente, Freud
también fue hacia abajo, de hecho tomó primeramente el sueño
como camino. De manera más decisiva, situó el instinto como la
base y el intelecto como reflejo; también su mundo es oscuro y el
instinto como libido es suficientemente ‘irracional’. Pero si Freud
demolió hacia la base [baute Freud auf den Grund ab], esto no ocurrió
con los medios de la base, sino con la conciencia más lúcida y analí-
tica”.
33
Nuevamente, una coincidencia fundamental con Benjamin,
que ya en su correspondencia con Adorno comienza a plantear la
necesidad de contrarrestar la tendencia arcaizante de Jung desde una
apropiación del psicoanálisis freudiano.
34
En Bloch esta estrategia pa-
rece más consolidada para esos años, y más desarrollada en su texto.
En segundo lugar, se muestra el modo en que las propuestas
de Jung y Klages pueden ser entendidas como una avanzada contra
el psicoanálisis freudiano:
Los amantes de la oscuridad onírica están atacando esto hoy, los Prin-
zhorn, los Jung, los Klages, los fascistas abiertos o crípticos de la psico-
31. Ibid., pp. 342-343; ibid., p. 310-311.
32. Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p. 460.
33. Ernst Bloch, Erbschaft dieser Zeit, op. cit., p. 344; Ernst Bloch, Heritage of our
times, op. cit., p. 312.
34. Véase, por ejemplo, la carta de Adorno del 5 de diciembre de 1934: “Freud
somete a Jung precisamente a esa dura prueba nominalista que posiblemente
resulte necesaria para acceder a la protohistoria del siglo xix […] la crítica
individualista, pero dialéctica, de Freud podría contribuir a romper con el
arcaísmo de aquella gente”. Véase Theodor W. Adorno y Walter Benjamin,
op.
cit., p. 74. Poco después Benjamin (en carta del 10 de junio de 1935) asumirá
este contrapunto e inquirirá a su amigo por las alternativas de un “psicoanálisis
del despertar”. Véase
ibid., p. 107. Dadas las fechas de este intercambio con
Adorno, podemos ya suponer que uno de los motivos del interés benjaminiano
por Freud haya provenido, también, de su lectura del libro de Bloch, en ese
momento ya realizada.
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