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rialista histórica. Como sabemos, Benjamin nunca pudo realizar su
anhelado estudio, y aunque nos quedaron reflexiones importantes
del tema (sobre todo en el primer
exposé, titulado “París, capital del
siglo xix”, en las discusiones con Adorno, además de las carpetas K
y N del inconcluso
Passagenwerk), no disponemos de una reflexión
suficiente sobre el asunto, si acaso el tema más delicado de su pro-
yecto: nada menos que su “fundamentación epistemológica”, para
nombrarlo con sus propias palabras. Bloch, por su parte, sí publicó
su propia “protohistoria de la modernidad”,
Herencia de esta época, e
incluyó ahí ensayos estratégicos sobre Klages y sobre Jung. Alenta-
dos por el hecho de que, entre las pocas notas que nos dejó Ben-
jamin sobre el particular, se incluyen, precisamente, importantes
pasajes de estos ensayos blochianos,
4
sugerimos entonces la hipóte-
sis de que quizá el estudio de una obra tan próxima y surgida en un
clima tan afín nos ofrezca elementos para complejizar y desplegar
las intuiciones benjaminianas.
Y así pasamos a nuestra hipótesis filosófica. Ella se abre en el
espacio de un particular planteo de la relación entre imaginación
colectiva y política, que podría ser presentado en términos de un
pensamiento del mito. Territorio complejo e irregular, donde se aspira
a una operación singular, menos próxima de la “crítica ideológica”
que de una “crítica salvadora”,
5
pero modulada como
interpretación
de los sueños de la historia. De eso trataremos en lo que sigue; pero
para anticiparlo desde ya, podríamos decir que en el cruce entre
estas dos obras se inscribe la tarea de una
refuncionalización anti-mítica
del mito. Para expresarlo de modo menos paradójico puede ser per-
tinente recurrir a una famosa expresión de Gilles Deleuze y Felix
Guattari, para arriesgar: si hay un hilo teórico-político compartido
por
Herencia de esta época y el proyecto de los pasajes, podría des-
cribirse como la experimentación con un
devenir-menor del mito.
6
Por supuesto, lo que este “devenir-menor” pudiera significar, de-
bería ser aclarado. Sólo nos atrevemos a indicar por ahora que es
un modo posible de nombrar el espacio de una oscilación: aquella
que se mueve entre la
refuncionalización socialista del mito y la
sobria
interrupción del mito, y que encuentra su eje de basculación en un
punto de equilibrio muy preciso: el
colportaje surrealista.
7
En cual-
quier caso se plantea el reclamo de Deleuze y Guattari de operar en
la propia “literatura mayor”, en el propio terreno enemigo, hacien-
do un
uso menor de una lengua mayor, en nuestro caso, de la lengua
en sentido enfático, del
Mythos. No se trataría de una iluminista
desmitologización, sino más bien de “encontrar
su propio punto de
subdesarrollo, su propia jerga, su propio tercer mundo, su propio
4. Véase
Walter Benjamin, Libro
de los pasajes, op. cit., pp. 398 s.
5. Jürgen
Habermas, Perfiles filosófico-políticos, Madrid, Taurus, 1986.
6. Deleuze y Guattari plantean un tal devenir menor de la literatura. Véase Gilles
Deleuze y Félix Guattari,
Kafka. Por
una literatura menor, México, Era, 1978.
7. Traducimos el alemán Kolportage como “colportaje”. Kolportage proviene del
francés
colportage, que designaba la venta ambulante de literatura popular en
el siglo xix. Dado que el término alemán ha recibido traducciones tan disímiles
como “literatura a domicilio”, “novela por entregas”, “literatura vulgar”, “vulgari-
zación” o simplemente “colportaje”, creemos prudente decidirnos por esta últi-
ma opción. Por otra parte, el modo en que Bloch y Benjamin utilizan esta palabra
incluye todos los sentidos anteriores y los excede también, en una notable proxi-
midad al sentido que Deleuze y Guattari atribuyen al “devenir menor”, esto es,
aluden con ella a una operación de “vulgarización” que subvierte las jerarquías y
que toma partido por lo bajo y despreciado. Ello puede darse en el ámbito de lo
literario o más allá. Así, por ejemplo, Benjamin llega a hablar de un “fenómeno
de la vulgarización del espacio” [
Kolportagephänomen des Raumes] como “la
experiencia fundamental del
flâneur” (véase Walter Benjamin, Libro de los pa-
sajes, op. cit., p. 424.), expandiendo la categoría hacia una fenomenología de la
experiencia ampliada. Por todo ello, preferimos no aludir a lo literario, y mante-
ner, además, la resonancia con el original francés. De los pocos tratamientos del
problema del
Kolportage, véase Brigid Doherty, “‘The Colportage Phenomenon
of Space’ and the Place of Montage in
The Arcades Project”, en The Germanic
Review:
Literature, Culture, Theory, vol. 81, núm. 1, Routledge, 2006.
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desierto”.
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En este sentido se podría anticipar:
el surrealismo es el “ter-
cer mundo” del mito en Bloch y Benjamin. Un devenir menor del mito
sub specie surrealista involucra un desplazamiento general del mito a su
propio margen, un proceso, decía Benjamin tempranamente (en
su ensayo “Dos poemas de Friedrich Hölderlin” de 1914-1915), de
“desplazamiento de lo mitológico” [
Verlagerung des Mythologischen]
9
que podemos leer en términos de una desterritorialización de sus
fuerzas centrípetas y de una movilización de sus energías en sentido
no fundante: el mito es en ambos autores el corazón anárquico sin
el cual el comunismo se convertiría en la maquinaria estalinista en
la que finalmente devino. Consideramos que es éste el sentido que
pudo tener en Bloch y en Benjamin la importancia estratégica que le
asignaban a la riesgosa apropiación, selectiva y crítica, de ciertos as-
pectos de las teorías del inconsciente colectivo, del mito, de los
arquetipos, etcetera, de autores reaccionarios como Klages o Jung:
adentrarse en el terreno del mito para desactivar
desde dentro su iner-
cia demónica y rescatar su fuerza disruptiva, mostrando la posibilidad
de un
uso menor de la “lengua mayor”, dejando ver la extranjería alo-
jada en la propia lengua, lo
des-fundante
inscripto en todo Mythos.
II
Las afinidades entre
Herencia de esta época y la inconclusa obra de los
pasajes tienen su base fundamental en la intensa y singular recepción
del surrealismo francés por parte de estos dos ensayistas alemanes.
No debemos olvidar que, tal como lo recordará más tarde Bloch,
el punto más intenso de la relación se da precisamente en París,
y nada menos que en el año 1926,
10
es decir, un año después del
primer ensayo de Benjamin sobre el surrealismo (“Traumkitsch”,
que será fundamental para la concepción blochiana del surrea-
lismo), el mismo año en que Benjamin lee
El paisano de París, de
Aragon (que, según referirá más tarde, estuvo en el origen del pro-
yecto de los Pasajes), y a un año de las primeras anotaciones que
se incorporaron al complejo del
Passagenwerk. La centralidad del
surrealismo para la génesis del proyecto de los pasajes ya ha sido
destacada por muchos, comenzando por el propio Benjamin. En
cuanto a
Herencia de esta época, el surrealismo es nada menos que el
mirador filosófico desde el que es juzgado el vasto panorama histó-
rico-cultural desplegado a lo largo de la obra. “Denkende Surrealis-
mus” [“Surrealismo pensante”] es el título de la última sección del
libro, en la que el surrealismo como método filosófico es erigido en
la única actitud adecuada al objetivo básico del volumen:
el rescate
transformador de las ruinas de la cultura burguesa en una fase de transición
hacia un mundo poscapitalista. El ensayo inicial de esta sección es, jus-
tamente, una versión modificada de la reseña que Bloch escribiera
en 1928 sobre
Einbahnstrasse [
Calle de dirección única], de Benjamin,
en el que presenta el pensamiento de su amigo nada menos que
como “modelo de pensamiento surrealista”.
11
Bloch llega a hablar,
8. Gilles Deleuze y Félix Guattari, op. cit., p. 31.
9. Walter Benjamin, Obras, libro ii, vol. 1, Rolf Tiedemann y Hermann Schweppen-
häuser (eds.), Jorge Navarro Pérez (trad.), Madrid, Abada, 2010, p. 120.
10. Escribía Bloch en sus “Recuerdos de Walter Benjamin”: “experimentamos en
París en 1926 una verdadera simbiosis por espacio de medio año. Llegamos a
intimar bastante, nos veíamos todos los días, o, mejor dicho, todas las noches.
De hecho, intimamos tanto que, como suele suceder con la proximidad excesi-
va y la interdependencia obligada en una gran ciudad […] nuestra amistad dio
paso a una especie de fiebre de las trincheras, o al menos esto fue lo que ocurrió
en nuestra relación. Teníamos demasiado el uno del otro debido a esta forzo-
sa proximidad”.Véase Ernst Bloch, “Recollections of Walter Benjamin”, en Gary
Smith, (ed.),
On Walter Benjamin. Critical Essays and Recollections, Cambridge,
Massachusetts Institute of Technology (mit), 1991. Casi todo está aquí: París, la
profunda afinidad y los simultáneos recelos.
11. Ernst Bloch, Erbschaft dieser Zeit, Fráncfort del Meno, Suhrkamp, 1985, p. 368;
Ernst Bloch,
Heritage of Our Times, Neville y Stephen Plaice (trads.), Cambridge,
Polity Press, 1991, p. 334. En las citas de
Herencia de esta época indicamos
primero la paginación de la edición alemana y después la inglesa.
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