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política-estética disruptiva e inquietante que Benjamin cifra en la
poesía de Baudelaire, tiene su expresión nítida en la “táctica meto-
dológica” que plantea para la labor del historiador materialista en el
Libro de los pasajes:
Es muy fácil establecer en cada época dicotomías en distintos
«terrenos» según determinados puntos de vista, de modo que de un
lado quede la parte «fructífera», «preñada de futuro», «viva», «posi-
tiva» de esa época, y del otro la inútil, atrasada y muerta. Incluso
únicamente podrá perfilarse con claridad el contorno de esa parte
positiva si se la contrasta con la negativa. Pero toda negación, por
otro parte, vale sólo como fondo para perfilar lo vivo, lo positivo.
De ahí que tenga decisiva importancia volver a efectuar una di-
visión en esa parte negativa y excluida de antemano, de tal modo
que con desplazar el ángulo de visión […] salga de nuevo a la luz
del día, también aquí, algo positivo y distinto a lo anteriormente
señalado.
55
De esta forma, el poeta materialista podía entenderse como
el doble del historiador materialista. Si Baudelaire incorpora en su
poesía a los olvidados, marginados, rechazados y humillados por la
sociedad y el discurso del progreso social, y, de esa forma, en su ne-
gatividad rescata la parte positiva, viva y preñada de consecuencias
políticas, Benjamin extiende el procedimiento interruptor, crítico y
disruptivo, a la historia y sus separaciones, divisiones, cortes y edi-
ficación de huecos monumentos.
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Peinar la historia a contrapelo
significara hacer aparecer a esos tipos sociales que la sociedad se
niega a reconocer y quebrar la homogeneidad política y social pro-
movida por el progreso. Aquí es donde la concentración semántica
de la historia y la política, expresada en el aforismo bejaminiano de
“la política obtienen el primado sobre la historia”
57
y despliega toda
su fuerza conceptual y programática. Porque al interpretar la poesía
de Baudelaire desde una filosofía materialista de la historia que se
opone a la estética fisiognómica y a la estética del arte puro, posibi-
litaba abrir coyunturas políticas para interrumpir el historicismo de
una política estandarizada, homogénea y operada por el demolibe-
ralismo que se incrusta con el empobrecimiento de la experiencia
política y los despliegues ocultadores de lo que se considera como
“inútil, atrasado y muerto”.
Conviene insistir en que Benjamin no se limita a establecer
los paralelismos entre mercado y poesía, comerciante y escritor,
mercancía y poema,
58
sino que sostiene que Baudelaire desarrolló
una actitud disolvente usando sus poemas como cargas expansivas
que se colocaban dentro de los aquietados fenómenos de la expe-
riencia moderna. La alegoría –es conocido– relaciona dos planos
de la realidad: el literal y el sugerido, el cual desplaza al primero.
Sólo que en Baudelaire la alegoría no tenía únicamente la función
de desplazar la representación de un objeto hacia una cosa o idea
abstracta, sino de separar, quebrar y arrancar la habitualidad ador-
mecida de la experiencia.
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Los poemas de Baudelaire en los que
recupera imágenes urbanas de mujeres desnudas que se trasmutan
en carcasas engusanadas y fétidas, fungirán como potenciales medios
inquietadores e interruptores de los discursos higienetistas y del or-
den y progreso. Según afirma Benjamin en El París del Segundo Im-
perio, es a través de esta semántica jacobina prohijada en Las flores del
mal y que incluso en 1857 se consideraba innoble para el lenguaje
55. Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p. 461.
56. Para calibrar la relación interna entre los ensayos sobre Baudelaire y el Libro de
los pasajes habría que recordar que los trabajos sobre el primero eran el modelo
en miniatura de lo que pretendía realizar en el segundo. Ver Walter Benjamin y
Gershom Scholem,
Correspondencia. 1933-1940, Madrid, Trotta, 2011.
57. Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p. 394
58. Rolf Tiedemann, “Baudelaire, un testigo en contra de la clase burguesa”, op. cit.
59. Walter Benjamin, “Parque central”, op. cit., p. 273.
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poético,
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como Baudelaire logra cierta efectividad y salva al poe-
ma de su devaluación mercantil, al tiempo que cumplía una fun-
ción crítica alegorizante. Frente a la fantasmagoría que introducía
el mundo de las mercancías, el poema alegórico funcionaba como
un contrapunto crítico y develador; por ello, cumplía la función de
desestabilizar las “creaciones armónicas”,
61
los ordenes creados, la
creencia en el progreso y el mundo de las mercancías, con su recu-
brimiento de terciopelo y su publicidad consumista, para volver a
situar lo finito del hombre, hacer posible la experiencia y recuperar
ese pasado “inútil, atrasado y muerto” por el optimismo del pro-
greso.
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En este sentido, el poema baudeleriano era el dispositivo
interruptor (para usar una expresión foucaultiana) de la apacible
fantasmagoría del mundo moderno.
PUERTA(S) DE SALIDA
La crisis del arte y, en el fondo, de la experiencia moderna que
Benjamin supo captar a través de la poesía de Baudelaire parece ser
de largo alcance y no tener fin. Con todo y la admiración de Ben-
jamin por Baudelaire, es difícil no incluirlo en su tembloroso epita-
fio de la tesis VII de Sobre el concepto de historia: “No hay documento
de cultura que no lo sea al mismo tiempo de la barbarie”.
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Porque
si Baudelaire es un poeta clave para la constitución de la estética
moderna, su obra también avista las barbaries del siglo xx con sus
cadáveres engusanados, sus viejos decrépitos y sus prostitutas sifilí-
ticas, imágenes que bien podrían leerse como “índices secretos” de
un lento despertar histórico.
El permanente repliegue del arte puro a una “torre de mar-
fil”, la difusión del arte reproductivo por la universalización de la
técnica, la vacuidad del “arte conceptual”, los espasmos frívolos del
“performance artístico”, la homogeneización de los talentos y la
poderosa “reflexividad” del capitalismo, han terminado por disol-
ver cierta capacidad del arte para repolitizar positivamente la ex-
periencia y erosionar las formas que lo agotan. Más aún, todas esas
expresiones tienden a fortalecer la imagen de un arte trivial, dócil
y neutralizado como espectáculo y mercancía. Aquí hemos argu-
mentado que, según la interpretación de Benjamin, la respuesta de
Baudelaire a este problema se expresó en un doble movimiento:
introducir en la poesía elementos inquietadores y usar los poemas
como cargas expansivas para interrumpir la linealidad de la expe-
riencia y liberarla. Lo que en Baudelaire era una propuesta estética
con consecuencias políticas, el capitalismo reflexivo ha transforma-
do lo extraordinario en ordinario, lo perturbador en espectáculo, lo
fragmentado en superzoom cinematográfico y el olvido en “nubes
de memoria” ciberespaciales.
En medio de esa reflexividad de la ultramodernidad y de su
reformismo político (como astuto operario que engulle a sus ene-
migos y los torna mansos aliados), el arte no parece contar ya con
los medios estéticos y técnicos para introducir dispositivos inquie-
tadores, interruptores y formas de pasar el “peine a contrapelo” a
las prácticas encubridoras y neutralizadoras de la política. Porque
tan pronto el arte muestra formas críticas, el capitalismo lo recubre
con el velo encantador de la mercancía y trasforma el disenso en
una deriva del dialogismo y el entretenimiento interactivo. Así, hac-
kear una cuenta o servidor en internet parece dispensarnos del radi-
cal hackeo de la experiencia, de la misma manera que el juego etéreo
y alegre del ratón Mickey, del que hablaba Benjamin, pretende
eximir de cualquier responsabilidad. Con todo, la “organización del
pesimismo” significa que en los umbrales de esas políticas de expro-
60. Walter Benjamin, “Charles Baudelaire. Un lírico en la época del altocapitalismo”,
op. cit., p. 200.
61. Walter Benjamin, “Parque central”, op. cit., p. 278.
62. Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p. 461.
63. Walter Benjamin, “Sobre el concepto de historia”, en, Obras, libro i, vol. 2, Madrid,
2008.
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