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III
En este contexto general de las condiciones de producción capi-
talista, Benjamin incrusta al literato en el mercado y bosqueja ana-
logías entre el escritor y el comerciante.
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Esta operación la realiza
en dos momentos complementarios: primero, esboza las ligadu-
ras del escritor con el mercado y destaca a Baudelaire como el más
aventajado vendedor de artefactos lingüísticos (poemas); segundo,
interpreta los poemas de Baudelaire como condensaciones epocales
de las contradicciones materiales de la sociedad, y, particularmente,
del proletariado con la burguesía. Esta doble dimensión interpreta-
tiva de la poesía posibilitará, a su vez, una tercera explicación que,
según la cual, el mismo poeta, consciente de la crisis incubada en la
modernidad, elabora una estrategia para resistir ante lo que parecía
la inevitable caída de la condición privilegiada del poeta y la crisis
de la experiencia. Era una estrategia contradictoria, oscilante e in-
consistente la del poeta, pero que Benjamin interpreta como la ca-
pacidad alegorizante de la poesía y que además deriva en un doble
efecto: el fracaso de la vida misma del poeta
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y la excepcionalidad
de Les Fleurs du Mal. Esta excepcionalidad no quedó reducida a la
influencia de esta obra en la posterioridad literaria y a la defensa
de la autonomía artística; se trata, en realidad, de salvar la experien-
cia, la memoria y el pasado mediante los procedimientos alegóricos
de la poesía y de producir un efecto choqueante e inquietante en la
empobrecida experiencia y la deteriorada capacidad narrativa, se-
gún argumentaba en “Experiencia y pobreza”.
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De acuerdo con Benjamin, Baudelaire era consciente de que
el poeta había perdido el privilegio gozado en el periodo previo a
la consolidación de la burguesía.
27
La burguesía, más orientada a lo
útil y al rendimiento, excluye al poeta de la zona de confort y
lo obliga a vender sus productos como cualquier mercachifle. Los
historiadores de la lectura del siglo xix han resaltado que la novela
se convirtió en la “forma de expresión literaria propia de la socie-
dad burguesa en ascenso”.
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En el contexto del auge de la prensa,
de los anuncios publicitarios, de los folletines y de las novelas por
entregas, los escritores tuvieron que competir entre sí para colocar
comercialmente y de la mejor forma sus obras literarias. Al igual
que la mercancía era adornada y envuelta en terciopelo para neu-
tralizar su frialdad y simular la ganancia, el escritor también tuvo
que recubrir su trabajo de misterio y excepcionalidad para desper-
tar el interés del lector.
Los escritores también se plegaron a las crecientes demandas
de la burguesía y de los nuevos lectores (mujeres, niños, trabajado-
res, artesanos) a los que las revistas y los periódicos ofrecían no sólo
ficciones baratas, sino “historias sensacionalistas, seriales, anécdotas,
cartas de lectores, páginas de crucigramas y recetas”.
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De la misma
forma que la prensa necesitaba de informaciones novedosas, sensa-
cionalistas y útiles para entretener al público, el escritor incursiona
en lo que Benjamin denominó como “literatura panorámica”.
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Ésta era una clase de literatura dedicada a realizar descripciones
físicas y psicológicas tanto de las personas como de las ciudades; in-
24. Walter Benjamin, “Charles Baudelaire. Un lírico en la época del altocapitalismo”,
en
Obras, libro i, vol. 2, Madrid, Adaba, 2008, p. 272.
25. Françoise Porché, Baudelaire. La biografía, Buenos Aires, Taurus, 1997. Sobre
este punto, basta recordar la trágica vida de Baudelaire: murió a los 46 años en
la miseria, enfermo y afásico; él, que era un cantor, un poeta, murió sin voz.
26. Walter Benjamin, “Experiencia y pobreza”, en Obras, libro ii, vol. 1, Madrid,
Abada, 2007.
27. Walter Benjamin, “Parque central”, op. cit., p..272.
28. Martin Lyons, “Los nuevos lectores del siglo XIX: mujeres, niños, obreros”, en
Historia de la lectura en el mundo occidental, México, Taurus, 2006, p. 476.
29. Ibid., p. 477.
30. Walter Benjamin, “Charles Baudelaire. Un lírico en la época del altocapitalismo”,
op. cit., p. 123.
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formar sobre sus costumbres, gustos y rutinas; y destinada a la venta
callejera, a las entregas semanales y a hacer de la novedad y de lo in-
mediato de sus descripciones, el suave momento tranquilizador del
entretenimiento: un tipo de literatura con el que el buen burgués
se arrullaba después de las ajetreadas horas de trabajo. La búsqueda
de la novedad en las informaciones no era, pues, sólo una necesi-
dad de la prensa, sino también de los consumidores de literatura, y,
particularmente, de los lectores de “novelas baratas”.
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Para cumplir con estas nuevas exigencias, el poeta tenía que
recorrer las calles y bulevares de la ciudad, no sólo para extraer de
estos lugares a sus personajes, dramas y motivos, sino también para
colocar en el mercado sus poemas. Benjamin sostuvo en la confe-
rencia de 1939, “Notas sobre los cuadros parisinos de Baudelaire”,
que Baudelaire fue el primero en “realizar la experiencia poética”
de París.
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Según esta idea, el poeta recuperó las tensiones vitales y
materiales de las grandes urbes, que en el siglo xix ya eran densas
zonas de intercambios en múltiples sentidos (humanos, comerciales,
urbanos, sociales, culturales). No hay que olvidar que el París de la
época de Baudelaire estaba sufriendo profundos cambios por los
procesos de industrialización y modernización: pasó, por ejemplo,
de 657 172 habitantes cuando nació Baudelaire (1821) a 1 174 346
en 1856 (un año antes de la publicación de Las flores del mal).
Además, las congestiones de tráfico, el hacinamiento, las enfermeda-
des, la delincuencia, la prostitución, la insalubridad y el descontento
social hacían latente las insurrecciones y las barricadas; problemas
que, de cierta manera, influyeron en las grandes remodelacio-
nes que Hausmann ordenó a partir de 1852.
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Benjamin señala que estas transformaciones urbanas fueron
importantes porque la asimilación del literato al capitalismo en gran
medida pasó por las ciudades y los nuevos bulevares que se abrie-
ron en el periodo del gobierno de Hausmann
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y dieron pie a ese
“tipo social” que será central en su interpretación de Baudelaire:
el flâneur. Esta expresión Benjamin posiblemente la tomó del mis-
mo Baudelaire. En el ensayo 1863, “Le Peintre de la vie moderne”,
Baudelaire describe al dandy: el dandy es el perfecto flâneur, suele
deambular, inmiscuirse en la multitud, pasar de incognito y hacer de
esa muchedumbre su domicilio ondeante y fugitivo.
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Según Bau-
delaire, el dandy surge en las épocas transitorias, justo en el momen-
to de aparición de la democracia y desaparición de la aristocracia,
cuando ésta ha venido a menos y por sus grietas brota esa minoría
elegante, excepcional y orgullosa. Aun cuando esto no sea del todo
exacto, pues la palabra aparece en Inglaterra en el siglo xviii,
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lo
que conviene destacar es que para Baudelaire el dandismo es una
actitud estética de oposición y rebeldía contra las coordenadas de la
burguesía y la incipiente horma política de la democracia; y porque
supuestamente descansa en la elegancia, en el buen vestir, en el des-
precio al trabajo y en el culto al ocio intelectual, su locus es aparecer
en el bulevar y su recorrido es a la manera de la flânerie. En este
sentido es que Schiffer ha podido concluir que el dandismo es una
filosofía que se encuentra también en filósofos como Kierkegaard,
Nietzsche y Sartre.
31. Martin Lyons, op. cit., p. 476.
32. Walter Benjamin, “Notas sobre los Cuadros parisinos de Baudelaire” en Obras,
libro i, vol. 2, Madrid, Abada, p.356.
33. Daniel Quijano, “Causas y consecuencias de los Grands Travaux de Hausmann
en París”, en
Clío, núm. 37, disponible en: quijano2011.pdf>.
34. Walter Benjamin, “Charles Baudelaire. Un lírico en la época del altocapitalismo”,
op. cit., p. 113.
35. Charles Baudelaire, Écrits sur l’art, París, Librairie Générale Françoise, 1999, pp.
513-514.
36. Daniel Salvatore Schiffer, Filosofía del dandinismo, Buenos Aires, Nueva Visión,
2009.
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