El escepticismo antiguo


Aulo Gelio: distinción entre pirrónicos y académicos



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3. Aulo Gelio: distinción entre pirrónicos y académicos.
Si bien es cierto que la importancia de Aulo Gelio para el estudio del escepticismo de Pirrón es poco significativa, creemos conveniente su estudio por representar un jalón de referencia obligado en la clarificación del pirronismo. Gelio, que nace hacia el 130 después de Cristo y es alumno del africano Sulpicio Apolinario, redacta para uso de sus alumnos un libro Noctes Atticae, «Las Noches Áticas», que, según explica en el prefacio, fue la distracción que ocupó sus noches de invierno en tierra del Ática69. Después del anónimo de Filón (10 a.C.-40), el testimonio de Aulo Gelio es el más antiguo que poseemos sobre los métodos y pretensiones del escepticismo. Su mérito consiste en exponer algunas diferencias entre las dos corrientes del escepticismo: pirrónicos y académicos y la aparición por primera vez para nosotros del término «skeptik_V» con un uso técnico.

Gelio es un escritor muy diferente del autor de las Académicas. Se le tiene por un autor menor, aunque no falto de ingenio, elegancia o gusto. Para nosotros, su importancia radica en la convicción que tiene de que Pirrón es el iniciador del escepticismo antiguo. Quizá este cambio, fundamental con respecto a Cicerón, se debe a que las fuentes consultadas fueron diferentes. De ahí, la importancia que tiene este autor, pues es la fuente más antigua, después del anónimo en el que se basa Filón de Alejandría, para conocer correctamente el escepticismo.

Su obra, Las Noches Áticas, está formada por una sucesión de capítulos que no tienen mucho en común. No existe ningún tipo de nexo por razón de los contenidos o de los problemas que se presentan en el libro. Como es de suponer por el carácter escolar de la obra, la mayoría de esos temas están dedicados a cuestiones gramaticales o, en su defecto, a la lengua latina en general. Sin embargo, Gelio está interesado por casi todo: asuntos de tipo jurídico, político, moral o filosófico. Leyendo estos últimos tenemos la sensación de que los capítulos que dedica a algunos filósofos están inconclusos o son resúmenes de otros más amplios. Podemos citar entre ellos los siguientes: «Favorino distingue el estilo de Lisias y Platón» (II, V), «Sobre los tres estilos y sobre los tres filósofos que han sido enviados en embajada al Senado romano a la manera socrática (IV, I), «Crisipo y la providencia» (VII, I), «Diferencias entre pirrónicos y académicos» (XI, V) «Una discusión sobre el valor de las palabras (XI, XII) etc.

Parece, según lo anterior, que Las Noches Áticas no se proponen nada más que servir de noticia, motivación y enseñanza a unos lectores en proceso de formación intelectual. El carácter pedagógico del libro determina, por tanto, el tratamiento y la profundidad de los problemas estudiados. Ésta es la razón de la gran cantidad de temas tratados y de su disparidad, recopilados sin la existencia de una idea rectora que pudiera dar unidad al conjunto. De ahí que los capítulos se sucedan unos a otros sin regla premeditada70.

La exuberancia de temas y autores que aparecen en la obra de Gelio revela la tarea de un maestro que intenta educar a sus alumnos con clara idea pedagógica. En la parte dedicada a la filosofía una de las fuentes principales es Favorino que es una pieza insustituible en la recomposición del escepticismo. Nació en Arlés, en la Provenza, vivió entre el 80-150 después de Cristo y se distinguió por ser un buen transmisor de las doctrinas de los filósofos coetáneos. Más que por una gran significación filosófica, Favorino es importante por su erudición literaria e histórica. Fue primero discípulo de Epicteto, aunque, posteriormente, debatió contra los estoicos; después, siguió las enseñanzas de Enesidemo escribiendo Sobre los Modos (o Tropos) pirrónicos71. La colaboración de Favorino con Gelio no fue la única, puesto que descubrimos también un cierto conocimiento de Plutarco (45-120) y de Herodes Ático, que le pudieron haber dado acceso a otros autores más antiguos. Por otra parte, la abundancia de elementos estoicos y escépticos, que reconocemos en su libro, prueban que era bastante sensible al clima de polémica y controversia que presidía las relaciones entre la filosofía académica y el escepticismo en general.

De una cosa podemos estar seguros: Favorino es una de las fuentes más utilizadas por Gelio72, y por otros autores como Filóstrato73 o Diógenes Laercio en sus Vidas de filósofos74. Hasta es posible que sea el causante, en parte, de las notas breves que leemos en la obra de Gelio sobre los problemas filosóficos que propone. Esto explicaría la especial atención que evidencia por el problema de la representación y por el «status» de la phantasía o visum que parece uno de los problemas más tratados por Favorino en sus libros. No obstante, hay algo que tiene mayor importancia que esto. Si Favorino, basándose en Enesidemo, es la fuente respecto a estoicos, epicúreos, pirrónicos y académicos y si, además, todos los problemas referentes a estos movimientos filosóficos tienen un carácter más bien epistemológico, se puede pensar que en su época ya se había rescatado otra lectura de carácter más gnoseológica y teórica de Pirrón. Advertimos, pues, la apertura del escepticismo hacia problemas relacionados con el conocimiento que no eran reconocibles por Cicerón, quedando únicamente los problemas morales75.



Las Noches Áticas es un texto poco representativo del escepticismo antiguo, aunque el nombre de Pirrón se encuentra atestiguado en él y este extremo es importante para un estudio que no sólo se ocupa de Pirrón de Elis sino de su papel como radical productor de la conciencia escéptica griega. El pasaje substancial sobre el pirronismo aparece en el libro XI, capítulo V; el título reza así: «Algunas observaciones, someras, sobre los filósofos pirrónicos de una parte, y sobre los académicos de otra, así como sobre lo que les distingue»76; citamos el texto por extenso:
«LLamamos filósofos pirrónicos a los que se aplica en griego la denominación «skeptikoí»: esto significa aproximadamente algo así como «buscadores» y «examinadores»(«id ferme significat quasi «quaesitores» et «consideratores»). Pues nada deciden, nada establecen (nihil enim decernunt, nihil constituunt), sino que están siempre buscando y examinando qué puede decidirse y establecerse. Y ellos piensan que no ven ni oyen correctamente, sino que sufren afecciones tales como si viesen y oyesen; y dudan y tratan de averiguar cuáles y de qué manera son las cosas mismas que les provocan sus afecciones; afirman que a causa de la mezcla y de la confusión de los signos de lo verdadero y de lo falso, la verdad aparece hasta tal punto inaprehensible que cualquiera que no se precipite ni sea demasiado fácil en el juicio debe usar estas palabras, las cuales dicen utilizó Pirrón, el fundador de esta filosofía: «no es más de este modo que de aquel modo o que de ninguno de ellos (o_ m_llon o_twV _cei t_de _ _ke_nwV _ o_qet_rwV)». Pues dicen que no es posible conocer ni percibir los indicios o las propiedades reales de cualquier cosa, y eso mismo intentan enseñarlo y mostrarlo en muchos modos. Sobre esta cuestión también Favorino escribió diez libros de manera muy sutil y aguda, a los que llama «Sobre los tropos pirrónicos». Es una cuestión antigua tratada por numerosos autores griegos qué separa y en qué medida a los filósofos pirrónicos de los filósofos académicos (Vetus autem quaestio, et a multis scriptoribus Graecis tractata est, an quid et quantum inter pyrrhonios et academicos philosophos intersit). Unos y otros llevan el título de skeptikoí, ephektikoí, aporetikoí, puesto que unos y otros no afirman nada y piensan que nada puede ser comprendido, sino que dicen que de todas las cosas se producen una especie de visiones, a las cuales llaman fantasías, pues no son según la naturaleza de esas mismas cosas, sino según es la disposición anímica y corporal de éstos a los que llegan las cosas que se ven. Así pues todas las cosas que mueven los sentidos de los hombres dicen que son t¢n pr_V ti, esta palabra significa que no hay nada que tenga consistencia por sí misma, ni que tenga fuerza y naturaleza propia sino que todas las cosas son referidas a otra cosa y parece que son tal como es su apariencia mientras son contempladas, tales como son creadas en los sentidos a los que han llegado no en sí, en su origen. Sin embargo, aunque sobre este tema los pirrónicos y los académicos están de acuerdo, no obstante se considera que difieren entre ellos por otros motivos y, especialmente, porque los académicos «quasi» comprenden esto mismo: que nada puede ser comprendido (nihil posse comprehendi), y «quasi» deciden que nada puede ser decidido (nihil posse decerni). Los pirrónicos ni siquiera dicen que parece, en absoluto, verdadero eso de que nada parece ser verdadero (pyrrhonii ne id quidem ullo pacto videri verum dicunt, quod nihil esse verum videtur77.
Las consideraciones que hacemos sobre el texto, no pretenden ser de contenidos concretos, que dejamos para los capítulos siguientes, sino más bien de carácter general.

La primera observación sobre este pasaje deriva de la calificación que el propio Gelio proporciona de las noticias (quaedam strictim notata) que presenta: habla de algunas observaciones someras sobre los filósofos pirrónicos y sobre los Académicos, así como sobre lo que les distingue. Frente al problema que examina, advertimos, previamente, una intención más explicativa que rigurosamente exhaustiva. Gelio sólo intenta distinguir y establecer diferencias entre pirrónicos y académicos mediante un examen crítico y comprensivo (sin amplitud ni detalle) de la situación en la que se encuentran. Otro apunte de la intención no minuciosa del autor es el testimonio final del texto: Aulo Gelio indica que existen diferencias entre los pirrónicos y los académicos, pero no tiene intención de ser preciso, y dice que difieren entre ellos por otros motivos, (propter alia quaedam) que no explicita78. Aquí, lo mismo que en el título, el empleo de quaedam manifesta un tono deliberadamente impreciso. Posiblemente, esto responda a la actitud escolar que tiene el libro, eficaz si lo entendemos como una especie de manual para los alumnos, que apuesta más por descubrir nuevos problemas que por solucionar en profundidad algunos de los ya planteados.

Otro aspecto que destaca en esta fuente se refiere a la cuestión terminológica. A partir de Gelio existe cierta unidad que se mantiene también en Sexto Empírico. Así, aunque no atestiguamos en esta fuente la aplicación a Pirrón de la idea de investigación metodológica, tal como es perfilada por el escepticismo posterior y la medicina empírica, sí que descubrimos el reconocimiento de una clara intención gnoseológica como procedimiento para obtener una vida feliz: un fundamento gnoseológico como soporte del comportamiento moral. Este proyecto podemos apreciarlo en el primer párrafo de este capítulo de las Noches Áticas, cuando al hablar de los filósofos pirrónicos comenta de ellos: «sino que están siempre buscando y examinando qué puede decidirse y establecerse»79. El carácter fundamental del pirronismo se despliega en la investigación, en la búsqueda y en el examen de la naturaleza, llegando como conclusión a la suspensión. Esta actitud caracteriza al movimiento escéptico, y queda claro, para Aulo Gelio, que el fundador de esta actitud escéptica fue Pirrón de Elis: «las cuales (palabras) dicen utilizó Pirrón, el fundador de esta filosofía: «no es más de este modo que de aquel modo o que de ninguno de ellos».

La aplicación de esta idea se prefigura en las primeras líneas del texto. Gelio define, allí, a los pirrónicos con un término filosóficamente muy valioso: skeptikoí. Este vocablo, que tendrá bastante éxito en la historia de la filosofía, se emplea por primera vez aquí con un uso técnico. Aulo Gelio, siguiendo a Favorino que toma como base a Enesidemo, explica que el término «skeptikoí» designa tanto a los pirrónicos como a los académicos, lo cual es sorprendente pues sabemos que cuando escribe Sexto Empírico, «sképsis» o «skeptik_ philosophía» ya parece ser la designación normalizada de la filosofía pirrónica, pero no de la académica que el propio Sexto distingue de la escéptica80. Sin embargo, en Gelio la situación no está tan clara, pues, llama indistintamente skeptikoí a académicos y pirrónicos, quizá como forma de reducirlos a una sola tendencia81. Notemos, sin embargo, que en un primer momento son los pirrónicos, «Quos pyrrhonios philosophos vocamus», no los académicos los referidos en el texto con este nombre, como si de un cognomen griego se tratara. Un poco más abajo, sin embargo, aplica los términos de «skeptikoí», «ephektikoí» y «apor_tikoí», tanto a los pirrónicos como a los académicos. La cuestión es interesante porque aunque esta etiqueta, para Gelio, es correcta para definir tanto la filosofía de los pirrónicos como la de los académicos, no parece que haya duda de que los primeros en tener este nombre, skeptikoí, son los pirrónicos, nombre que conviene también a los académicos. Por eso, pensamos que esta segunda utilización del nombre es una explicación y ampliación del ámbito de referencia de la palabra «escéptico» con lo que Gelio quiere dejar zanjada la cuestión de la diferencia entre estos dos tipos de pensamiento.

Si relacionamos los dos textos donde aparecen los términos griegos que designan a los pirrónicos y académicos vemos que tanto el significado del término griego «skeptikoí», como los significados de los términos latinos «quaesitores et consideratores», pueden aplicarse, en rigor, tanto a los filósofos «apor_tikoí» y «ephektikoí»; el término latino dicuntur sugiere que esta descripción era regularmente usada para los académicos, probablemente en la numerosa literatura que se había creado concerniendo a las diferencias entre las dos escuelas y que es mencionada por Gelio un poco antes (Vetus autem quaestio, et a multis scriptoribus Graecis tractata est). Una posible solución propuesta por Tarrant82, es que podríamos entender el término «escéptico» como un nombre sólo para los pirrónicos, pero también como una adecuada descripción para los académicos83.

Según un pasaje de Diógenes, Enesidemo podría haber usado el término «sképseis» para referirse a las investigaciones84 de los pirrónicos; así Diógenes introduce la frase «a_ _n ta_V sk_yesin _ntiq_seiV»85, siendo, al parecer Enesidemo la fuente. Esto significa que skêpsis es más una manera de hacer una investigación, (sentido unido al primitivo de examinar o buscar) utilizada por los pirrónicos, que un título oficial dado por Enesidemo a sus propios seguidores o predecesores cuando los compara con los académicos. Poco a poco el adjetivo «escéptico» pudo haber desarrollado un especial uso, refiriéndose a aquellos que emplean el método antitético como camino a la suspensión del juicio.

Por eso, a pesar de esta casi identificación entre ambos movimientos en cuanto a los nombres, existen entre ellos, como ya hemos visto, claras diferencias. A juicio de Gelio la más clara distinción entre académicos y pirrónicos viene dada en el ámbito del conocimiento: los académicos «casi» (quasi) comprenden que nada puede ser comprendido, y «casi» (quasi) deciden que nada puede ser decidido; mientras que los pirrónicos ni siquiera afirman con carácter dogmático que parezca, en absoluto, verdadero el que nada parezca verdadero: la afirmación académica es tajante y los pirrónicos no pueden estar de acuerdo con ella. La diferencia entre los dos viene dada, principalmente, por una cuestión de énfasis86; en el caso de los académicos, la negación de la comprensión de algo se convierte en positiva, ya que al menos la verdad de la sentencia misma, «nada puede ser comprendido», no la ponen en duda; mientras que en los pirrónicos se establece la indefinición más radical, pues ni siquiera son capaces de saber si esa afirmación, «nada puede ser comprendido», que sirve de punto de partida, puede ser sostenida con seguridad87. Lo que parece fundar y legitimar la actitud pirrónica es el argumento de la relación88, según el cual constatamos que todo es relativo y nos abstenemos acerca de la naturaleza de las cosas. Esta distinción conecta con el texto de Timón, citado por Aristocles, y con otro presentado por Sexto Empírico en las Hipotiposis. En este pasaje se define a la corriente escéptica como investigadora, por su continua búsqueda, suspensiva por el estado que provoca en el investigador una vez que finaliza la búsqueda y no tiene más remedio que suspender su juicio y dubitativa por el hábito que adquiere el investigador de dudar y buscar sobre todas las cosas89.

Estos tres términos refieren no sólo una actitud cognoscitiva sino también moral. El escéptico busca, cuestiona, se da cuenta que no puede afirmar nada acerca de las cosas y suspende el juicio, en ese momento consigue la felicidad. Existe, pues, un intento de determinar de alguna manera en qué consiste la realidad, la naturaleza de las cosas, pero también nos encontramos con un cierto vacío, una abstención como postura crítica ante todo criterio dado de conocimiento y por ampliación ante toda conducta. Gelio también recoge esa línea ética que para Cicerón era la única existente en el pirronismo, junto a la línea de preocupación por el conocimiento que también inquietó a Pirrón. Según Gelio, Pirrón se ocupa de los dos planos más importantes del hombre: el cognoscitivo y el ético. El primero es fundamental para el segundo, pues del enfrentamiento con la realidad que se realiza a través del conocimiento, el pirrónico concluye la abstención.

En definitiva, estos apuntes sobre el pirronismo que deja Gelio equilibran y desarrollan los datos aportados por Cicerón. En éste último, el pensamiento de Pirrón sólo reflejaba una actitud ética que orienta toda su filosofía; en Gelio, se aportan nuevos elementos que definen a Pirrón y al pirronismo como un movimiento no sólo orientado por cierto comportamiento moral, sino también por una preocupación gnoseológica en la que la investigación, el conocimiento de la naturaleza de las cosas, al ser relativo a cada hombre, es inestable en sí mismo: sin fuerza propia e incapaz de determinar lo que son las cosas.

Por tanto, la claridad con que Gelio afirma que los pirrónicos son, inequívocamente, los verdaderos iniciadores del movimiento escéptico, indica que la restauración iniciada por Enesidemo llega con toda claridad, a través de Favorino, a este latino. Así, el pasaje de Las Noches Áticas, después del testimonio de Timón, citado por Aristocles, y del anónimo de Filón, es la declaración más antigua que poseemos sobre la diferencia de ideas y de procedimientos del pirronismo y el escepticismo de los académicos.



4. Sexto Empírico: la fidelidad de un historiador de la filosofía.
Sexto Empírico es, sin duda, uno de los más ricos informadores sobre el escepticismo. Su testimonio es el punto donde confluyen todas las líneas de interpretación de este movimiento, sobre todo por el carácter histórico que tienen sus escritos. Esta preocupación por la historia le lleva a la conclusión de que la disparidad existente entre los diferentes pueblos y épocas justifican un relativismo escéptico en todas las cuestiones no sólo de carácter moral, sino de carácter epistemológico. Estas irregularidades y contradicciones que el pensamiento ha causado a lo largo de la historia llevan a Sexto, ante la imposibilidad de encontrar algo seguro y verdadero, a suspender el juicio, actitud que ya antes hemos visto que es propia del pirronismo.

Sexto Empírico90 realiza la primera gran síntesis del escepticismo como movimiento filosófico. La intención de Sexto en su exposición del escepticismo no es otra que hacer una reconstrucción de este movimiento desde sus más antiguos iniciadores, a los que ni siquiera se les puede denominar, estrictamente, escépticos. Así pues, Sexto va a ir rastreando en toda la filosofía anterior a Pirrón, la existencia de elementos que pueden ser caracterizados como principios escépticos para, posteriormente, estudiar en qué circunstancias fueron paulatinamente constituyendo el núcleo del escepticismo griego. De Pirrón dice, directamente, pocas cosas, pero aporta un dato fundamental y es que, a su juicio, fue el primero en estar ligado de forma más manifiesta que sus predecesores al escepticismo.

A partir de aquí, el «escepticismo» adquiere cabalmente el sentido de escuela, con el significado de «tener un modo común de pensar» o «un actuar propio a un grupo de filósofos». Diógenes Laercio, autor que escribe un poco después de Sexto, aclara convenientemente que el escepticismo no es una escuela si entendemos por escuela la adhesión a doctrinas desarrolladas coherentemente, pero si entendemos, simplemente, la que sigue o parece seguir un razonamiento según los fenómenos, entonces sí es una escuela: «Así pues, la mayoría no admite que los pirrónicos sean una escuela, por la falta de claridad (de su doctrina); algunos dicen que en algún sentido es una escuela, en otro no lo es; parece, sin embargo, que es una escuela, pues llamamos escuela a la que sigue (_kolouqo_san) o parece seguir (doko_san _kolouqe_n) un modo de pensar según los fenómenos (kat_ t_ _ain_menon), por lo cual es razonable que llamemos escuela a la Escéptica; pero si por escuela entendemos la adhesión a doctrinas desarrolladas coherentemente, entonces de ningún modo se podrá ya llamar escuela, pues no se apoyan en doctrinas (o_ g_r _cei d_gmata)»91.

Diógenes parece identificar aquí el pirronismo con la escuela escéptica. Según Adorno92, este texto de Diógenes tiene como referencia otro de las Hipotiposis de Sexto, según el cual el escéptico tiene una escuela si entendemos por ella, no la adhesión a doctrinas dogmáticas, sino el seguimiento de una instrucción de acuerdo con un determinado modo de pensar como, por ejemplo, aquél que muestra cómo es posible vivir rectamente93. A partir de Sexto los escépticos son considerados como un grupo de filósofos con un modo de actuar propio. Este actuar, está compuesto por un camino (hódos) mediante el cual (metá) es posible una búsqueda, una investigación (sképsis) que siempre está abierta. Una investigación que no cristaliza en una serie de enseñanzas que crean el corpus de una doctrina, sino que se caracteriza por una continua búsqueda e indagación de qué es la realidad.

A diferencia de su vida que parece un poco oscura (se cree que vivió en torno a la mitad de la segunda centuria), la obra de Sexto es de una claridad que sorprende; apenas plantea problemas historiográficos. Al ser, en cierto modo, un resumen de gran parte de la cultura clásica tiene una gran proyección en todo el Renacimiento y en la época moderna. Paradójicamente, esta influencia también se deja sentir en la Edad Media, pues sirve por defecto a las necesidades de la Fe: dudar de la razón supone confiar en la creencia y dejar expedito el campo a la Fe. Por eso, desde Pico de la Mirándola a Charrón, Fabricio y Cousin el escepticismo ha sido contemplado como llave de la Fe.

Sexto escribe con un deseo explícito de combatir el dogmatismo, tanto en sus orígenes como en la influencia que ejerció en las posteriores escuelas que se crearon a su amparo. Esta tarea es ardua si pensamos que casi todas las doctrinas filosóficas pueden ser calificadas como dogmáticas, y que sólo el escepticismo, y no todos los tipos, se salvan de esta caracterización.

La escuela escéptica de la que Sexto Empírico parece ser el máximo representante en su tiempo, deriva indirectamente, según un testimonio de Diógenes Laercio, de Pirrón: «[Timón, discípulo de Pirrón] Éste no tuvo sucesor, como dice Menódoto, sino que la dirección quedó abandonada, hasta que la restauró Tolomeo de Cirene...A Heráclide oyó Enesidemo Gnosio, que escribió ocho libros sobre las razones pirrónicas. De éste (fue discípulo) Zeuxipo polites; de éste Zeuxis Goniopo; de éste, Antíoco Laodiceno, natural de Lico. De éste Menódoto Nicomediense, médico empírico, y Tiodas Laodiceno. De Menódoto, Heródoto, hijo de Arieo de Tarso; de Heródoto fue discípulo Sexto el empírico, autor de los diez libros acerca de los escépticos y de otros muy excelentes. De Sexto fue discípulo Saturnino Citenas, empírico también él»94. La secta pirrónica parece que se perdió después de Pirrón (recordemos los testimonios de Cicerón y Séneca) y fue restaurada por Tolomeo de Cirene, y a partir de él se suceden una serie ininterrumpida de maestros pirrónicos (la mayoría médicos) que enlazan con Sexto Empírico95, que se erige en representante erudito y original de una larga tradición en cuyo desarrollo se habían producido diversas modificaciones doctrinales, que tratará de recoger.

Centrándonos en la obra de Sexto, encontramos varios libros ordenados en dos grandes obras: las Hipotiposis Pirrónicas (Purr;neioi _potup;seiV)96 que son una introducción general sobre el escepticismo en tres libros, y un grupo de once libros conocidos colectivamente bajo el epígrafe de Contra los Matemáticos (Pr_V Maqhmatiko_V)97. Diógenes Laercio (D.L., IX, 116.), testigo de excepción, dice que Sexto es autor de «Los diez libros de los escépticos y de otros muy excelentes, (t_ d_ka t¢n Skeptik¢n ka_ _lla k_llista). Esto ha dado lugar a varias hipótesis, pues se creyó en un primer momento que se trataba de alguna obra filosófica diferente de la que conocemos. Pero después de los trabajos de Mutschmann98, se tiende a pensar que los diez libros que Diógenes apunta son los dos grupos que ya hemos citado más arriba.

Así pues, el segundo grupo denominado Pròs Math_matikoús, a su vez, está dividido en dos partes: una comúnmente denominada Contra los Dogmáticos que se compone de cinco libros:

- Contra los Lógicos (Pr_V Logiko_V), 2 libros.

- Contra los Físicos (Pr_V Fusiko_V), 2 libros.

- Contra los Éticos (Pr_V _Hqiko_V), 1 libro.

Y otra titulada por Sexto Pròs Math_matikoús, aunque quizá el título no se refiera tanto a los matemáticos cuanto a todos los profesores, es decir todos aquellos que enseñan las ciencias y las artes. Esta obra se compone de seis libros:

- Contra los Gramáticos (Pr_V Grammatiko_V).

- Contra los Retóricos (Pr_V _R_toraV).

- Contra los Geómetras (Pr_V Gewm_traV).

- Contra los Aritméticos (Pr_V _Ariqmhtiko_V).

- Contra los Astrólogos (Pr_V _Astrologo_V).

- Contra los Músicos (Pr_V Mousiko_V).

Los títulos que estamos citando son los que aparecen en la obra de Sexto. Según Brochard99 existen datos que pueden llevar a reconstruir el orden en el que se escribieron estos libros. En primer lugar, se escribieron las Hipotiposis Pirrónicas, después Contra los Dogmáticos y por último Contra los Profesores. Por citar algún ejemplo, podemos decir que la edición que hace Bury también adopta este orden. El primer volumen está dedicado a las Hipotiposis, los volúmenes II y III dedicados a los lógicos, físicos y éticos (que forman el Contra los Dogmáticos) y el volumen IV, dedicado a los profesores (gramáticos, retóricos, geómetras, aritméticos, astrólogos y músicos)100.

No sabemos con seguridad si fueron éstos todos los libros que escribió Sexto o hubo algunos más. El propio Sexto declara haber probado que el alma no es nada, en unos supuestos »comentarios» que realizó a propósito de este tema. No sabemos con seguridad si esto puede entenderse como que escribió algún «Tratado sobre el alma» (referencia que encontramos en su libro Pròs Mousikoús101), o como dice en otro lugar de unas «Memorias médicas»102. Pero como ya hemos dicho hablar sobre estas obras sólo sería conjeturar sobre ellas103.

Contamos, todavía, con otro problema adicional que es el siguiente: las consideraciones de Sexto con respecto al escepticismo, son bastante parcas sobre Pirrón. El espacio que ocupa este filósofo en la obra del Empírico es mínimo. Es nombrado pocas veces; para ser más exactos: en las Hipotiposis, aparte de la cita indirecta del verso de Aristón de Quíos sobre la influencia que tuvo en Arcesilao («Platón por delante, Pirrón por detrás, en medio Diodoro» H.P., I, 235), es citado directamente una sola vez en I, 7; y en Contra los Matemáticos, es nombrado en cuatro ocasiones, todas ellas en el primer libro de Contra los Gramáticos104.

Bastante pobre sería el informe de Sexto sobre Pirrón, si sólo se circunscribiera a estos pasajes que hemos presentado. Además de estas referencias directas a Pirrón encontramos otras indirectas tan interesantes como las primeras. Si pensamos que los versos de Timón en sus Indalmoi se refieren a Pirrón sin nombrarlo, como parece hoy aceptado, entonces Sexto Empírico se refiere a Pirrón en cinco pasajes más de Contra los Éticos105, en los que cita los versos de Timón y en uno de Contra los Lógicos106.

Cuando Sexto tiene que hablar del escepticismo con carácter técnico utiliza como ayuda los fragmentos de Timón en sus Indalmoí. Así ocurre, por ejemplo, cuando se refiere a la perfecta diáthesis escéptica, utiliza los textos de Timón, pero evita con mucho cuidado nombrar a Pirrón en estos pasajes. Cuando lo nombra es en situaciones que no aportan ningún tipo de conocimiento interesante para la filiación escéptica del pirronismo. ¿Cuál es la razón de esta aparente desatención? La justificación de estas dos actitudes contrapuestas la encontramos en un texto de las Hipotiposis de Sexto. En él define y confirma los nombres que tiene la escuela escéptica. En primer lugar, presenta el escepticismo en el libro I; para ello, distingue tres tipos de filosofía: dogmática, académica y escéptica:


«Así pues, parece razonable pensar que los principales tipos de filosofía son tres (a_ _nwt_tw _iloso__ai tre_V e_nai): la dogmática, la académica y la escéptica (dogmatik_ _Akadhmaïk_ skeptik_)»107.
Sexto intenta referirse a la filosofía con una actitud aséptica, como un historiador que pretende hacer un estudio de lo que ha significado y significa el escepticismo. Nos presenta en su obra dos tipos de tratados, es decir de argumentaciones: una es general, en la que expone el carácter del escepticismo, y otra es especial, donde intenta destruir mediante argumentos todos los aspectos de la filosofía dogmática.

Así pues, el escepticismo puede calificarse de tres formas respecto de su actitud o función:

1. zhthtik_, por su actitud investigadora y de descubrimiento frente a las cosas.

2. __ektik_, suspensiva, por el estado producido en la mente del investigador después de investigar y no encontrar algo de lo que no se pueda dudar.

3. _porhtik_, dubitativa, viene de su hábito de duda e indeterminación108.

Además de estas tres calificaciones de la corriente escéptica respecto de su función, Sexto observa, por último, que también se la llama «pirrónica», debido a Pirrón, siguiendo en esto una tradición anterior, que surge, como sabemos, de Enesidemo: «y pirrónica por el hecho de que nos parece (_a_nesqai _m_n) que Pirrón ha llegado a encarnar (swmatik;teron) la escéptica con más ahinco y de modo más manifiesto (_pi_an_steron) que sus predecesores»109.

Este pasaje nos parece valioso para entender la posición que mantiene Sexto con respecto a Pirrón. Primero debemos llamar la atención sobre dos términos del texto phaínesthai y epiphanésteron. Estos términos, según Decleva Caizzi, aluden no tanto a la fama de Pirrón sino más bien a lo que se manifiesta, a lo que conocemos de su vida y su pensamiento; al fenómeno relativo a él110. Sutilmente Sexto expresa una afirmación ciertamente matizada por el verbo phaínesthai. Pirrón aparece, así, como integrante de un grupo de autores que han contribuido históricamente a la filosofía escéptica; y de todos ellos el que mejor ha encarnado y de forma más manifiesta este movimiento ha sido Pirrón. Llama la atención el esfuerzo de Sexto por no hacer a ninguno de estos autores el creador del movimiento escéptico, ya que esto hubiese significado hacer de alguien el fundador de una doctrina cuyos dogmas habrían pasado de maestro a discípulo, y esto es lo más lejano al escepticismo. Por eso, el adjetivo «pirrónica» que se aplica a la corriente escéptica junto a otras calificaciones (investigadora, suspensiva y dubitativa) no debe ser entendido comparativamente sino más bien como si la corriente escéptica, cuyo origen es bastante antiguo111, hubiese dado un salto cualitativo con Pirrón. Así, mientras que los otros filósofos que precedieron a Pirrón y que aportaron algún elemento escéptico no llevaron estos principios hasta sus últimas consecuencias, Pirrón sí que lo hizo.

Pero Sexto deja claro que nadie que quiera llamarse escéptico puede dogmatizar mínimamente y, por eso, no identifica absolutamente el origen del escepticismo con Pirrón112. En primer lugar, porque es comprometido reconocerle al escepticismo un fundador en algún autor determinado. Y segundo, y más importante, porque quiere evitar la objeción que hace Teodosio sobre lo difícil que es conocer lo que dijo verdaderamente Pirrón o si éste es o no el creador del escepticismo.113 La utilización del adjetivo «epiphanésteron» salva y deja sin efecto la crítica de Teodosio, pues aunque no podemos ciertamente conocer la disposición mental de Pirrón, sí que podemos hacer alusión a lo que se nos manifiesta de ella, y en este sentido creemos que Pirrón fue el que de forma más evidente representó los fundamentos escépticos. Por tanto, no es que Pirrón fuese fundador del escepticismo, sino que encarnó la escéptica de un modo más manifiesto que sus predecesores. Y esto se nos muestra ostensiblemente. Sexto sabe, pues, que el escepticismo está intrínsecamente en el acto de pensar; es una disposición y no una doctrina, por lo que reivindicar a una figura, sea la que sea, como maestro es una contradicción. El escepticismo no es una escuela como las demás, sino una actitud, y por eso es absurdo atribuirle un único iniciador, un e_ret_V114.

En resumen, podemos concluir que si bien la obra de Sexto Empírico es, estrictamente hablando, la obra del mejor representante del escepticismo, no puede ser usada exclusivamente para el estudio de Pirrón y el pirronismo. No podemos olvidar que los argumentos escépticos se han ido cargando, con el tiempo, de un carácter técnico que, posiblemente, no tenían en Pirrón; y tampoco podemos olvidar que la tarea de un historiador como Sexto, no se circunscribe solamente a Pirrón sino a todo el escepticismo griego, con la amplitud de temas y de desarrollos que esto supone. Por tanto, aunque los pocos textos referidos a Pirrón coinciden con la imagen que de este escéptico nos dejan otros autores como por ejemplo Diógenes Laercio (lo cual es una muestra de su fiabilidad en este aspecto), será conveniente, en nuestra investigación, emplear cuidadosamente los textos de Sexto; sobre todo, para no cometer anacronismos innecesarios. Así pues, si bien no podemos eludir o soslayar la importancia de la obra de Sexto, no debemos olvidar los problemas que pueden derivarse de su uso indiscriminado para el estudio de Pirrón y el pirronismo. Su función va a consistir en complementar, extraordinariamente, aquellas fuentes más cercanas al iniciador del escepticismo griego. En este sentido, y con la autoridad que da la distancia histórica, creo que Sexto aporta un dato fundamental sobre Pirrón, y es la consideración del filósofo de Elis como el iniciador de un cambio crucial en el escepticismo, pues es la primera vez que los principios escépticos orientan una vida práctica determinada. A partir de Pirrón la actitud escéptica se hace autónoma de cualquier concepción filosófica y adquiere un desarrollo y una importancia que no pasa desapercibida a sus adversarios.


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