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el avance parto, al menos lo consiguió temporalmente, y puede ser considerado como
uno de los reyes seléucidas de más éxito.
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LOS MÉTODOS DE CONTROL
Unidad versus regionalismo
Los Seléucidas se encontraron con dificultades debido a la distancia
geográfica y la diversidad étnica de los centros de poder tradicionales y nuevos; pero
gobernaron con enérgica ambición y explotaron los recursos de su imperio con éxito
considerable. En esta sección veremos que habían aprendido de sus predecesores
aquémenidas a gobernar por medios que no implicaran un costoso abuso de la fuerza.
Cuando Alejandro derrotó a Darío asumió el sistema existente de provincias
gobernadas por sátrapas, que eran por lo general persas aunque a veces eran nobles
locales. Alejandro designó como tales a los macedonios y también ocasionalmente a
los persas; Seleuco continuó con esta práctica.
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El sistema persa había sido
concebido para asegurar la lealtad de una provincia (lo que en realidad significaba de
la élite dominante) como fuente confiable de tributo y, si era necesario, de fuerzas
militares en las raras ocasiones de una leva general. Esta limitada concepción
significaba que los persas no tenían que crear una compleja administración
intervencionista; en efecto, parecían no haber tenido afanes de cambiar la economía o
la sociedad de una provincia, sino tan sólo extraer lo que deseaban. Sin embargo, el
sistema ofrecía al sátrapa muchas oportunidades de aumentar su propio poder,
incluso hasta el extremo de negarse a pagar el tributo y reivindicar la independencia.
Si esto ocurría, una provincia sólo podía ser recuperada mediante la acción militar
del rey, de modo que un sátrapa podía evitar pagar el tributo por un largo tiempo. La
mejor táctica para el rey era escoger a sus sátrapas con cuidado y vigilarlos
estrechamente poniendo funcionarios designados desde la capital en el palacio
provincial.
Heródoto, en el siglo V, ofrece una útil indicación del potencial ingreso del
gobierno cuando anota los montos del tributo presuntamente recibido por Darío I a
finales del siglo VI de cada comarca de su imperio (3. 89-95), y aunque no sabemos
si son exactos, o si son las sumas realmente enviadas, su cuenta indica qué satrapías
eran consideradas las más importantes. De las áreas, que posteriormente formaron
parte del territorio seléucida, la que pagaba más era Babilonia-Asiria (1.000 talentos
de plata), seguida por el golfo Pérsico (600), Cilicia (500), Media (450) y las áreas
griegas vecinas del Asia Menor occidental (400), aunque toda el Asia Menor
excluyendo a Cilicia pagaba 1.060 talentos. Fenicia, Siria, Palestina y Chipre
aparecen pagando sólo 350 entre todas, pero esto puede deberse a que
proporcionaban naves de guerra; también podría ser que, en relación con la población
310
de estas pequeñas comarcas, su contribución fuera alta. Bactriana sola pagaba 360,
pero los partos, corasmianos, sogdianos y arianos juntos pagaban sólo 300. Dando
por hecho que no había habido un cambio socioeconómico radical en estas zonas, las
cifras de Heródoto pueden ser tomadas como una guía general de la relativa
importancia de las satrapías seléucidas.
Los principales rasgos del sistema satrápico persa se reflejaron en el imperio
seléucida: el cuidadoso escrutinio de los posibles sátrapas, prolongados períodos de
no intervención, y ocasionales expediciones militares del rey para hacerle recordar
sus obligaciones al gobernante local. A la variedad de paisajes se sumaba la variedad
de los sistemas administrativos locales: los reyes locales y los «dinastas» nativos, los
sátrapas designados por el poder central y las ciudades griegas independientes,
exactamente igual que en el imperio aqúeménida. Las principales preocupaciones del
rey y sus consejeros eran, aparte de resistir los ataques, maximizar el ingreso de
tributos en todas las formas y la capacidad de movilizar un importante ejército
cuando fuera necesario. Un corolario del sistema es que, como bajo los persas, la
«independencia» de una provincia rara vez significaba una hostilidad abierta o una
amenaza militar para el rey; un sátrapa podía formalmente reconocer la soberanía,
por ejemplo a través de la moneda acuñada. Si incumplía con pagar el tributo,
proclamándose rey, entonces el rey superior, tendría que actuar, como hizo Seleuco
II contra Diodoto; pero es notable que cuando Antíoco III atacó a Eutidemo de
Bactriana no llevó su victoria hasta el punto de destruir al sátrapa, sino que llegó a un
compromiso diplomático. Sólo en casos en que un miembro de la familia real o un
general del rey optaba por la ruptura, planteando una amenaza a la dinastía, se
tomaban crueles medidas después de la victoria, como contra Acayo.
Otra importante faceta del imperio fue el uso de las antiguas lenguas del
Oriente Próximo, en la administración. Los estudiosos ya no creen que el griego
fuera promovido como la única lengua oficial. La burocracia era tan complicada
como bajo los persas, y la mayor parte de ella siguió funcionando como antes. En las
zonas no griegas, las lenguas escritas, como el arameo, siguieron siendo usadas en
los archivos oficiales, mientras que el acadio cuneiforme también fue utilizado, como
en la inscripción del templo de Ezida fundado por Antíoco I en Borsipa cerca de
Babilonia en 268:
80
Antíoco, el gran rey, el poderoso/legítimo rey, rey del mundo, rey
de
Babilonia, rey de los países, guardián de Esagila y Ezida, primogénito
de Seleuco, el rey, el macedonio, rey de Babilonia, soy yo.
Cuando decidí edificar Esagila y Ezida, los ladrillos para Esagila
y Ezida moldee con mis manos puras (usando) aceite fino en la tierra de
Hatti y para poner los cimientos de Esagila y Ezida (los) traje. En el mes
de Addaru, en el día veinteavo, año 43, el cimiento de Ezida, el verdadero
templo, la casa de Nabú que está en Borsippa, puse.
Oh Nabú, supremo hijo, sabio entre los dioses, orgulloso, digno
de alabanza, el hijo más noble de Marduk, prole de Erua, la reina, que
creó a la humanidad, míra(me) con gozo y, a tu elevado mando que es
perenne, pueda la ruina de los países de mis enemigos, el triunfo en mis
designios guerreros contra mis enemigos, victorias permanentes, una
realeza justa, años de alegría, hijos en abundancia, ser (tu) don para el
reinado de Antíoco y Seleuco, el rey, su hijo, para siempre.
[Sigue otra plegaria, después una tercera:]