Debe convenirse que aquella tendencia del género humano
se ve en mucho contrariada,
especialmente en nuestra patria, por la funesta inclinación que es fruto de la enseñanza
clásica, común a todos los intelectuales, de colocarse fuera de la humanidad para arreglarla,
organizarla e instituirla a su capricho.
TIRANIA FILANTROPICA
Mientras que la sociedad se agita para alcanzar la libertad, los grandes hombres que se
colocan a su cabeza, imbuidos de los principios de los siglos XVII y XVIII no piensan sino en
doblegarla bajo el filantrópico despotismo de sus invenciones sociales y en hacerla soportar
dócilmente -según la expresión de Rousseau- el yugo de la facilidad pública, tal cual ellos la
han imaginado.
Bien se vio eso en 1789. Apenas quedó destruido el antiguo régimen legal, se presentó la
preocupación y la tarea de someter la nueva sociedad a otros arreglos artificiales, partiendo
siempre de esta base convenida: la omnipotencia de la ley.
Saint Just: "El legislador domina el porvenir. Es él quien debe disponer el bien de la
humanidad. El es quien debe hacer que los hombres sean como él desea".
Billaud-Varenne: "Es necesario volver a moldear un pueblo al que se le quiere devolver la
libertad. Se quiere la destrucción de viejos prejuicios, cambiar antiguas costumbres,
perfeccionar afectos depravados, restringir necesidades superfluas y extirpar vicios
inveterados; se requiere acción fuerte, acción vehemente... Ciudadanos, la inflexible austeridad
de Licurgo se tornó en Esparta la base inconmovible de la república; el carácter débil y
confiado de Solón volvió a surgir a Atenas en la esclavitud. Este paralelo encierra toda la
ciencia del gobierno".
Robespierre'>Robespierre: "La función del gobierno está en dirigir las fuerzas físicas y morales de la nación
hacia la meta para la cual ha sido instituida".
Lepéletier:"Considerando hasta qué punto se encuentra degradada la especie humana, me he
convencido de la necesidad de operar una total regeneración, y si puedo expresarme así, de
crear un nuevo pueblo".
LOS SOCIALISTAS QUIEREN LA DICTADURA
Como se ve a sus ojos, los hombres no son mas que vil materia prima. No les corresponde
querer el bien; son incapaces de ello; le corresponde al legislador, según Saint Just. Los
hombres no son sino lo que él quiere que sean.
Para Robespierre, que copia literalmente a Rousseau, el legislador empieza por asignar la
finalidad para la cual se instituye la Nación. Luego, los gobiernos no tienen más que dirigir
hacia aquella finalidad todas las fuerzas físicas y morales. La nación en sí permanece siempre
pasiva en todo eso y Billaud-Varenne nos enseña que la gente no debe tener sino los
prejuicios, las costumbres, los afectos y las necesidades, que el legislador autorice. Llega hasta
decir que la inflexible austeridad de un hombre, es la base de una república.
Se ha visto que en el caso de que el mal sea tan grande que no puedan remediarlo los
magistrados comunes, Mably aconseja la dictadura para hacer que florezca la virtud: "Recurrid"
dice, "a una magistratura extraordinaria, cuya duración sea corta y el poder considerable". "Es
necesario impresionar la imaginación de los ciudadanos".
No ha quedado perdida aquella doctrina; escuchemos a Robespierre:
"El principio de gobierno republicano está en la virtud y su medio - de acción mientras
se establece, en el terror. Queremos que sustituya en nuestro país, la moral al egoísmo, la
probidad al honor, los principios a las costumbres, los deberes a las formalidades decorosas, el
desprecio al vicio al menosprecio de la desgracia, la dignidad a la insolencia, la grandeza de
alma a la vanidad, el amor por la gloria al amor al dinero, la gente buena a la gente agradable,
el mérito a la intriga, el genio al ingenio, la verdad a la apariencia brillante, el encanto de la
felicidad a los trastornos de la voluptuosidad, la grandeza del hombre a la pequeñez de los
grandes, un pueblo magnánimo, poderoso y feliz a un pueblo amable, frívolo y miserable: es
decir, todas las virtudes y todos los milagros de la República a todos los vicios y a todas las
ridiculeces de la monarquía".
ARROGANCIA DICTATORIAL
¡A qué altura por encima de la humanidad se coloca aquí Robespierre! Y nótese las
circunstancias en que habla. No se limita a expresar el deseo de una gran renovación del
corazón humano. Ni siquiera espera qué habrá de resultar de un gobierno normal. No; quiere él
operarlo por sí mismo y por medio del terror. El discurso, de que se ha extraído aquel pueril y
laborioso amasijo de antítesis tenía por objeto exponer los principios de moral que deben dirigir
a un gobierno revolucionario. Nótese que cuando Robespierre viene a pedir la dictadura, no es
solamente para rechazar al extranjero o para combatir las facciones; es más bien para hacer
prevalecer, por el terror sus principios propios de moral, en tanto se establece una nueva
Constitución. Su pretensión llega a nada menos que a querer extirpar del país, por el terror:
egoísmo, honor, costumbres, formalidades de decoro, moda, vanidad, amor al dinero,
distinción, intriga, espiritualidad, voluptuosidad y miseria. Sólo después de que
él, Robespierre, haya realizado aquellos milagros -como con razón los llama-, permitirá que las
leyes recobren su imperio. ¡Ea! miserables que tan grandes os creéis, que juzgáis a la
humanidad tan pequeña, que todo lo queréis reformar. Reformáos vosotros mismos; con esa
tarea os basta.
DESPOTISMO INDIRECTO
En general, sin embargo, los señores reformadores, legisladores e intelectuales no reclaman
ejercitar sobre la humanidad un despotismo directo. No; son demasiado moderados y
demasiado filántropos para eso. No piden más que el despotismo, absolutismo y
omnipotencia por medio de la ley. Solamente pretenden dictar ellos la ley.
Para mostrar cuán universal ha sido en Francia esa extraña disposición de los espíritus, así
como me habría sido necesario reproducir por entero a Mably, a Raynal, a Rousseau y a
Fenelón, con largos extractos de Bossuet y Montesquieu, tendría también que reproducir la
versión completa de las sesiones de la Convención. De ello me guardaré bien, remitiendo al
lector a dicha versión.
NAPOLEON QUERIA UNA HUMANIDAD PASIVA