mano a la riqueza adquirida por todas las clases
para aumentar la de una clase, a veces la de
los agricultores, en otros casos la de los manufactureros, negociantes, armadores, artistas o
comerciantes. ¡Oh!, por cierto en ese caso, no hay clase que no pretenda -con razón- echar
mano a la ley también ella; que no reivindique curiosamente su derecho de elegir y ser elegida,
y que no esté dispuesta a trastornar la sociedad antes de renunciar a sus pretensiones. Los
mismos mendigos y vagabundos probarán que tienen títulos incontestables. Dirán: "Nunca
compramos vino, ni tabaco, ni sal, sin pagar impuestos, y una parte de tales impuestos se da
por vía legislativa en forma de primas y subvenciones a hombres más ricos que nosotros. Hay
otros que hacen servir la ley para elevar artificialmente el precio del pan, de la carne, del hierro
y del paño. Ya que cada uno explota la ley en provecho propio, también nosotros queremos
explotarla".
Queremos sacar de ahí el derecho a la beneficencia, que es la parte del pobre en la
expoliación. Para ello, es necesario que seamos electores y legisladores, a fin de que
organicemos en gran escala la limosna para nuestra clase, tal como se ha organizado en gran
escala la protección para la clase pudiente. No se nos diga que se nos dará nuestra parte, que
nos será arrojada -según la propuesta de Mimerel- una suma de 600,000 francos para
hacemos callar, como un hueso para roer. ¡Tenemos otras pretensiones, y en todo caso,
queremos dictar preceptos en nuestro beneficio, así como otras clases lo hicieron en provecho
suyo!
LA PERVERSION DE LA LEY PROVOCA CONFLICTO
¿Qué puede contestarse a esos argumentos? Mientras sea admitido en principio que puede
desviarse la ley de su misión verdadera, que aquella puede violar los derechos de propiedad en
lugar de garantizarlos, cada clase querrá hacer la ley, sea para defenderse contra la
expoliación, sea para organizarla también en provecho propio. La cuestión política prevalecerá
sobre la justicia, será dominante y absorbente; en una palabra se luchará en las puertas del
palacio legislativo. La lucha adentro no será menos encarnizada. Para convencerse de ello,
sólo es necesario observar lo que ocurre en las legislaturas en Francia y en Inglaterra; basta
saber cómo queda planteado el asunto.
¿Hay necesidad de probar que esa odiosa perversión de la ley es perpetua causa de odio y de
discordia, que puede llegar hasta la desorganización social?
Mirad hacia los Estados Unidos. De todo el mundo es el país donde la ley se mantiene más
adentro de su papel, que es el de garantizar a cada uno su libertad y su propiedad. También es
el país de todo el mundo donde el orden social parece descansar sobre las bases más
estables. Con todo, también en los Estados Unidos existen dos cuestiones -no hay más que
dos- que desde el principio han puesto en peligro varias veces el orden político.
LA ESCLAVITUD Y LAS TARIFAS ADUANERAS SON EXPOLIACION
¿Y cuáles son esos dos asuntos? El de la esclavitud y el de las tarifas aduaneras; es decir,
precisamente las dos únicas cuestiones en las cuales, contrariamente al espíritu general de
aquella república, la ley ha tomado el carácter expoliativo. La esclavitud es una violación
consagrada por la ley, a los derechos de la persona. El proteccionismo es una violación,
cometida por la ley, del derecho de propiedad; y ciertamente es muy de notar que en medio de
tantos otros debates, aquel doble azote legal, triste herencia del antiguo mundo, sea el único
que puede traer, y que traerá tal vez la ruptura de la unión americana. Es que en efecto, no
podrá imaginarse en el seno de una sociedad, un hecho más digno de consideración que el
siguiente: La ley transformada en instrumento de injusticia. Y si tal hecho engendra tan
formidables consecuencias en los Estados Unidos, donde no constituye más que una
excepción, ¿qué debe ser en nuestra Europa, donde constituye un principio, un sistema?
DOS CLASES DE EXPOLIACION
Montalembert, apropiándose del pensamiento contenido en una famosa proclama
de Carlierdecía: hay que hacerle la guerra al socialismo. Y, por socialismo, Charles Dupin,
entendía referirse a la expoliación.
¿Pero a qué expoliación se refería? Porque hay dos clases: la expoliación extra-legal y la
legal.
En cuanto a la extra-legal, la que se llama robo, estafa, la que define, prevé y castiga el Código
Penal, en verdad no creo que pueda decorársela con el nombre de socialismo. No es la que
amenaza sistemáticamente a la Sociedad en sus fundamentos. Por otra parte, la guerra contra
esa clase de expoliación no ha esperado la señal de Montalembert o deCarlier. Se ha dado
desde el comienzo del mundo; Francia había tomado medidas al respecto mucho antes de la
Revolución de Febrero de 1848, mucho antes de la aparición del socialismo, por medio de todo
un aparato de justicia, policía, gendarmería, prisiones, presidios y patíbulos. La ley misma es la
que conduce a está guerra y para mí lo que sería de desear, sería que la ley conservara
siempre esta actitud con respecto a la expoliación.
LA LEY DEFENDIENDO A LA EXPOLIACION
Pero no ocurre así. La ley a veces defiende y participa en la expoliación. A veces la lleva a
cabo por su propia mano a fin de ahorrarle al beneficiario la vergѼenza, el peligro y el
escrúpulo. A veces pone todo aquel aparato de juzgados, policía, gendarmería y prisión, al
servicio del expoliador, tratando como criminal al expoliado que se defiende. En una palabra,
existe la expoliación legal, que es sin duda la mencionada por Montalembert.
Tal expoliación puede ser en la legislatura de un pueblo, nada más que una mancha
excepcional -y en ese caso, lo mejor que puede hacerse, sin tantas declamaciones y
jeremiadas, es borrarla lo más pronto posible, a pesar de los clamores de los interesados.
COMO IDENTIFICAR LA EXPOLIACION LEGAL
¿Cómo reconocerla? Es muy sencillo. Hay que examinar si la ley quita a algunos lo que les
pertenece, para dar a otros lo que no les pertenece. Hay que examinar si la ley realiza, en
provecho de un ciudadano y en perjuicio de los demás un acto que aquel ciudadano no
podría realizar por si sin incurrir en criminalidad. Perentoriamente debe derogarse tal ley;
no constituye solamente una iniquidad, sino que es ella fuente fecunda de iniquidades; porque
provoca represalias, y de no tenerse cuidado, el hecho excepcional habrá de extenderse y
multiplicarse, transformarse en algo sistemático. Sin duda el beneficiario chillará: invocará los
derechos adquirimos. Dirá que el Estado debe protección y fomento a su industria; alegará que
es bueno que el Estado lo enriquezca, porque siendo rico, gastará más, derramando así una
lluvia de salarios sobre los obreros pobres. Hay que guardarse de escuchar a este sofista,,