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Benjamin evoca aquí un tipo particular de cronista que se
caracteriza por recoger todo, detallando tanto los acontecimientos
significativos en la historia como aquellos que a nadie interesan.
El cronista no puede establecer
a priori qué recoger y qué no, lo que
lo lleva a considerar todo. Esta idea de recoger todo es la misma
con que se caracteriza al Juicio Final, figura bíblica que refiere al fi-
nal de la historia, al día en que todo es reunido para ser juzgado, el
día de la Justicia Universal. En efecto, y con el ánimo de responder
la pregunta anterior, podemos decir que aquello que el cronista y el
Juicio Final tienen en común es el poder incluir todo, el no dejar
ningún elemento marginado.
En vista de interpretar la totalidad histórica a la que refiere la
figura del cronista, propongo poner a esta última en relación con
la Tesis xvii, siendo que si en la Tesis iii hay una idea de totalidad
que es reivindicada, en la Tesis xvii Benjamin critica la idea de uni-
versalidad por no ser totalidad. Esta tesis comienza con la siguiente
cifra: “El historicismo culmina, con razón, en la historia universal.
De ella se diferencia la historiografía materialista metodológica-
mente quizá con más nitidez que de cualquier otra. Aquella carece
de armazón teórica. Su proceder es aditivo: suministra la masa de
hechos para llenar el tiempo homogéneo y vacío”.
33
Tanto el historicismo como la historia universal trabajan con
datos del pasado que son reunidos en una temporalidad continua,
por tanto su universalidad no sería sino adición de hechos. Ésta es
una falsa universalidad, y aquí radica la diferencia metodológica con
el materialismo histórico, pues la historia universal sólo incluye los
grandes acontecimientos de la historia y no atiende aquello que
ha sido dejado al costado del camino. Frente a esto, Benjamin in-
troduce el concepto de “mónada”
para referirse a cierta capacidad
universalizadora de lo particular: “el resultado de su proceder (del
materialista histórico) consiste en que en la obra [determinada] está
[a la vez] conservada y suprimida la obra de [toda] una vida, en la
obra de [toda] una vida la época y en la época el entero curso de
la historia”.
34
Así, la Tesis xvii es elemental para entender la posibi-
lidad de que a la humanidad redimida –que a juzgar por las demás
tesis es aquella que salva el pasado incumplido y pequeño– le con-
cierna la “totalidad” de su pasado.
En la Tesis iii, la figura de la humanidad redimida alude al Jui-
cio Final, es decir, al fin de los tiempos, al último día. La posibilidad
de una redención, a diferencia de las tesis anteriormente analizadas,
aparece aquí bajo la forma de la totalidad: la redención de toda la
humanidad, coincidente con el fin de la historia. La figura del Jui-
cio Final remite pues a una redención que no es
en la historia, sino
que es la posibilidad latente de una salvación que se da al final de la
historia, que la consuma. Cabe entonces preguntar: ¿Benjamin esta-
ría postulando que es necesario aguardar al Juicio Final para alcan-
zar la redención de la humanidad? ¿Tendremos que abandonarnos
a la catastrófica historia natural hasta el último día en que sere-
mos salvados?
La respuesta es negativa, y se funda en el
Fragmento teológico
político –en adelante,
Fragmento–.
35
De este escrito nos interesa la
34. Ibid., p. 51. (Los
corchetes son del autor; los paréntesis son propios).
35. Walter
Benjamin, “Fragmento teológico-político”, en op. cit. Este fragmento, muy
breve, pero de enorme densidad, ha sido intitulado no por Benjamin sino por
Theodor W. Adorno. Incluso existió una discusión respecto de la fecha en que
Benjamin redactó estas líneas: mientras Adorno lo fechaba en el año 1938 (en
el contexto de las
Tesis) los editores de la obra completa de Benjamin –Rolf Tie-
demann y Hermann Schweppenhäuser– aseguran que fue escrito entre 1920 y
1921 (contemporáneo al ensayo “Para una crítica de la violencia”). Sin embar-
go, la discusión actualmente parece cerrada a favor del año 1921, en virtud del
lenguaje con el que fue redactado el texto, propio de los años de juventud
de Benjamin.
33. Ibid., p. 50.
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distinción entre meta y fin que Benjamin establece respecto del
vínculo entre el Reino de Dios y la historia. El
Fragmento comienza
con las siguientes líneas:
Solo el Mesías consuma /vollenden/ todo acontecer histórico y, en este
sentido, libera /erlosen/ su remisión a lo mesiánico, la consuma, la crea.
Por eso, nada histórico puede querer remitir por sí mismo a lo mesiá-
nico. Por eso, el Reino de Dios no es el
telos de la
dynais histórica; no
puede ser propuesto como una meta /Ziel/. Visto históricamente, no es
meta, sino un fin /Ende/. Por eso, el orden de lo profano no puede ser
constituido en el pensamiento del Reino de Dios. Y, por eso, la teocra-
cia no tiene un sentido político, sino sólo uno religioso.
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Cabe aquí reflexionar sobre la relación de Benjamin con la
teología a partir de un dato puramente biográfico que introdu-
ce Erdmut Wizisla, quien señala que –a diferencia de Brecht– “no
puede hablarse de una socialización religiosa en la casa Benjamin,
donde dominaba un espíritu liberal (los padres eran judíos asimi-
lados). Sólo después de los veinte años descubrió Benjamin, en el
marco del movimiento juvenil, qué significa ser judío”.
37
Según
Wizisla, si bien no puede declararse como deísta el pensamiento
tardío de Benjamin, no se puede negar que “está marcado por un
cuño teológico”.
38
Respecto de esto, Wizisla recuerda un pasaje de
una carta que Benjamin escribe a Max Rychner en 1931: “nunca
he podido investigar y pensar sino en un sentido –si puedo de-
cirlo así– teológico; a saber, de acuerdo con la doctrina talmúdica
de los cuarenta y nueve niveles de sentido para cada pasaje de la
Thora”.
39
Apoyándose en Sebastian Kleinschmidt, Wizisla senten-
cia: “Brecht era el ateo de la revolución, pero era religioso, mientras
que Benjamin, el teólogo de la revolución, era antirreligioso”.
40
A partir de aquí podemos entender con más claridad aquello
que afirma Benjamin; esto es, que el Reino de Dios no puede ser
meta de lo profano: quedaría descartada la posibilidad de pensar
que Benjamin aspiraba efectivamente a la salvación de la huma-
nidad por vía divina. Sin embargo, no creo que el debate sobre el
final de la historia pueda ser zanjado definitivamente, puesto que
si bien descartamos la salvación divina, debemos poder dilucidar el
porqué de la referencia de Benjamin a un último día.
Para ello, y siguiendo a Michael Löwy,
41
propongo interpretar
al Juicio Final como una “apocatástasis” en el sentido de que lo en-
tienden ciertas corrientes de la Iglesia ortodoxa, esto es, la salvación
final de todas las almas sin excepción. A través de Gershom Scho-
lem, Löwy cumple en dilucidar al
tikkun como el equivalente judío,
mesiánico y cabalístico de la apocatástasis:
Según Scholem, el
tikkun designa, en el lenguaje cabalístico, la restitu-
ción, el restablecimiento del orden cósmico previsto por la providencia
divina, gracias a la redención mesiánica. El derrumbe de la fuerza del
mal y el
final catastrófico del orden histórico, no son sino
el reverso de la
redención. El pecado original de Adán sólo puede ser abolido por el ad-
venimiento del Reino mesiánico, gracias al cual las cosas volverán a su
lugar inicial:
Ha-Shavat Kol ha-Devarim le-Havaiatam, cuyo equivalente
cristiano sería
el concepto de apocatástasis.
42
39. Idem.
40. Ibid., 154.
41. Michael Löwy, op. cit.
42. Michael Löwy, op. cit., p. 64. (Las cursivas son del autor).
36. Walter Benjamin, “Fragmento teológico-político”, en op. cit., p. 64. (Las cursivas
son del autor).
37. Erdmut Wizisla, op. cit., p. 150. (Los paréntesis son del autor).
38. Ibid., p. 151.
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