6. HIDROQU´
IMICA ELEMENTAL E
ISOT ´
OPICA Y G ´
ENESIS DE TOBAS
parajes. Frecuentemente, las aguas contienen cloruros, nitratos y sulfatos, mientras que fosfatos y
nitritos no suelen estar presentes en ambientes no contaminados (Root et al., 2004). Resulta dif´ıcil
precisar la composici´
on elemental de las aguas de lluvia, la del vapor atmosf´
erico, as´ı como la de
cada lugar. Concentraciones de cloruros en las aguas mete´
oricas, se correlacionan, generalmente,
con la proximidad de las aguas marinas.
Los niveles de δ
18
O dependen de la localizaci´
on geogr´
afica, la altitud y latitud de la zona donde
se producen las lluvias (Andrews, 2006), as´ı como de la distancia al oc´
eano suministrador del agua
evaporada (Root et al., 2004). La composici´
on isot´
opica del ox´ıgeno est´
a determinada por:
los procesos de evaporaci´
on en ´
ambitos oce´
anicos;
la precipitaci´
on mete´
orica debida a un enfriamiento del vapor a medida que los accidentes
orogr´
aficos y la latitud intervienen haciendo descender la temperatura del aire provocando
con ello, la condensaci´
on del vapor de agua atmosf´
erico aportado por los vientos hacia los
continentes.
Como consecuencia de todo ello se producen procesos de fraccionamiento isot´
opico en la interfase
vapor ↔ l´ıquido, que pueden dejar una se˜
nal isot´
opica capaz de caracterizar y, en su caso, detectar
su origen. Esta estela isot´
opica, reflejo de las condiciones clim´
aticas y geogr´
aficas, se incorpora
directa o indirectamente a los minerales precipitados en las aguas mete´
oricas, o a los esqueletos o
restos metab´
olicos de seres vivos, pudiendo ser usados en estudios de tipo clim´
atico o hidrol´
ogico
(Bowen and Revenaugh, 2003). La composici´
on isot´
opica del agua de lluvia puede permitir, tambi´
en,
la identificaci´
on del tipo de nube de la que proced´ıa (Hoefs, 1997).
Los is´
otopos de hidr´
ogeno y los de ox´ıgeno est´
an correlacionados en las aguas de acuerdo con
la ecuaci´
on de Craig (1961) (en Hoefs, 1997) y la denominada “L´ınea de las Aguas Mete´
oricas”,
basada en la ecuaci´
on δD = 8δ
18
O + 10, que ha sido objeto de ajustes, conforme se incrementaban
las bases de datos. Existen redes importantes de adquisici´
on de datos a nivel mundial y entre
ellas la International Atomic Energy Agency-World Meteorological Organization Global Network for
Isotopes in Precipitation (2013). Hace a˜
nos se elabor´
o un mapa (Fig. 6.2) indicando la distribuci´
on
de los valores de δ
18
O en las aguas de lluvia de la Pen´ınsula Ib´
erica (Plata, 1994).
Figura 6.2: Distribuci´
on de los valores de δ
18
O en las aguas de lluvia de la Pen´ınsula Ib´
erica (Plata, 1994).
77
LAS TOBAS EN ESPA ˜
NA
2.
HIDROQU´
IMICA ELEMENTAL E ISOT ´
OPICA DE LAS AGUAS DEL
SUELO Y DE RECARGA DE ACU´
IFEROS
Parece aceptado que la composici´
on de las aguas de los acu´ıferos es el resultado de procesos
edafogen´
eticos y su interacci´
on con las aguas mete´
oricas. En los componentes de las aguas del
suelo influye la disoluci´
on y la alteraci´
on de otros minerales como los silicatos y, por supuesto en
nuestro caso y de modo fundamental, la disoluci´
on de los carbonatos. Estos procesos de alteraci´
on,
junto a la remoci´
on de los nutrientes por las ra´ıces y, sobre todo, las reacciones metab´
olicas que
intervienen en la g´
enesis de las sustancias h´
umicas, son los factores determinantes de la presencia
y la composici´
on del di´
oxido de carbono. El aire en los intersticios del suelo es com´
unmente 10-100
veces m´
as rico en CO
2
que el atmosf´
erico (Hem, 1985). En efecto, los valores de CO
2
medidos en la
atm´
osfera del suelo se integran principalmente en el rango de 10-1.3 y 10-2.69 (Brook et al., 1983).
Sin embargo, Pentecost (2005) asegur´
o que los valores de la presi´
on de CO
2
, son demasiado
dispersos para proporcionar una interpretaci´
on convincente, y ´
esta se complica por la p´
erdida de
CO
2
del suelo, elevando el pH, o por funcionar los dispositivos ed´
aficos como un sistema cerrado
respecto del CO
2
. Las aguas “mete´
ogenas”, en la nomenclatura de Pentecost y Viles (1994), tienen
una composici´
on espec´ıfica en las fuentes k´
arsticas, donde el agua de lluvia se ha filtrado a trav´
es de
un horizonte ed´
afico desarrollado sobre un roquedo carbon´
atico, calc´
areo-dolom´ıtico y/o dolom´ıtico-
yes´ıfero. El total de s´
olidos disueltos raramente excede 1g/L, siendo muy com´
un rangos entre 0.1-
0.5 g/L, y en general es muy abundante el i´
on calcio y el i´
on bicarbonato (Hem, 1985; Pentecost,
2005). La interpretaci´
on se enmara˜
na probablemente por las diferencias existentes en los tipos de
vegetaci´
on presentes en las zonas de infiltraci´
on y de captaci´
on que, a su vez, est´
an influenciadas
por la altitud. As´ı por ejemplo, las cuencas del Reino Unido con altitudes bajas son m´
as boscosas
y ello conforma suelos m´
as espesos y m´
as productivos, independientemente de la temperatura del
aire.
Hace algunas d´
ecadas se efectuaron estudios sobre el CO
2
en el suelo, relacionando su presencia
con el ambiente (humedad y orientaci´
on) del paraje as´ı como con la naturaleza de la vegetaci´
on
(Jakucs, 1977). En ellos se advirti´
o c´
omo la capacidad de un suelo para retener el CO
2
depend´ıa
de su humedad, muchas veces condicionada por la exposici´
on. As´ı, en el hemisferio septentrional
una ladera orientada al norte experimenta temperaturas m´
as bajas lo que permite conservar a sus
suelos la humedad durante m´
as tiempo, reduciendo la transferencia de CO
2
a la atm´
osfera. La
cubierta vegetal tambi´
en influye en los niveles del anh´ıdrido carb´
onico. En los suelos forestales
se encuentran las mayores concentraciones de CO
2
(hasta un 10 % en volumen), mientras que en
los pastizales pueden alcanzarse hasta cinco veces menos. Per´ıodos de alta precipitaci´
on mete´
orica
reducen significativamente la pCO
2
del suelo como consecuencia de su lixiviado en el perfil ed´
afico
(Rightmire, 1978). Recientemente, se ha se˜
nalado que el contenido de CO
2
, del suelo est´
a relacionado
con la “costra biol´
ogica superficial” (BSC), muy com´
un en suelos de zonas ´
aridas y semi´
aridas,
formada por un biofilm con proporciones variables de cianobacterias, algas, l´ıquenes y musgos
(Mager and Thomas, 2011). Adem´
as de para la respiraci´
on, la BSC parece muy importante para
mantener la humedad y reducir la erosionabilidad. As´ı mismo, la propia supervivencia de las costras
est´
a relacionada con las cianobacterias, con la producci´
on de “polisac´
aridos extracelulares” (EPS),
que permiten la regeneraci´
on de estos biofilms cuando las condiciones son favorables.
La fijaci´
on fotosint´
etica del CO
2
atmosf´
erico produce un importante fraccionamiento del is´
otopo
12
C, que se incorpora preferentemente en los tejidos vegetales. En esta l´ınea Deines (1980) revis´
o
la variaci´
on del δ
13
C en el carbono de las plantas. Los valores de δ
13
C obtenidos en dispositivos
vegetales (Anderson et al., 1983; Sensula et al., 2006), se correlacionan con el tipo de ciclo foto-
sint´
etico seguido por el organismo. As´ı para las plantas C
3
(la mayor´ıa de las superiores), los valores
de δ
13
C rondan alrededor de -26
mientras que en las plantas C
4
(caracter´ısticas de praderas
tropicales) aquellos se aproximan a -13
; por su parte, las plantas CAM (especies suculentas, con
metabolismo del ´
acido crasul´
aceo que se desarrollan en ambientes con d´
eficit h´ıdrico) presentan
valores isot´
opicos que cubren toda la gama de δ
13
C de las plantas C
3
y C
4
. De igual modo, no
78