Biografias


El Alquimista Que No Murió



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El Alquimista Que No Murió


Escribano, librero. Se dice que es el promotor de la transformación alquímica del oro. El rey Carlos V no pudiendo conocer la fórmula lo mandaría a matar.
Nació en Pontoise?. Célebre alquimista del siglo XIV. Escritor público y más tarde librero jurado, se establece en la calle Saint-Jacques en París. Un grimorio, en 1357, atrae hacia el ocultismo a este hombre sencillo. Después de haber estudiado en Bolonia con el « Maestro Canches », consigue, el 17 de enero de 1382, transforrilar media libra de mercurio en plata. El 25 de abril del mismo año, la misma cantidad de mercurio transformada en oro! Se cuenta que tuvo tratos con el rey Carlos VI para suministrar oro al Estado y no se sintió intranquilo por esta razón. En todo caso, disponía de sumas considerables para un simple comerciante. Si no encontró la piedra filosofal, únicamente sus relaciones con los usureros judíos podrían explicar su riqueza. Murió en 1418.
 No se ha podido establecer el lugar y la época de su nacimiento porque, no es cierto que naciese en París o en Pontoise, como algunos afirman. Si se conoce con toda puntualidad su muerte que sucedió, en París, el 22 de Marzo de 1418. Comenzó siendo sucesivamente escritor público, librero, jurado, poeta, pintor, matemático, arquitecto y, por fin, de la suma pobreza en que se encontraba sumido, emergió repentinamente a la mayor opulencia por haber tenido la inmensa fortuna de hallar la PIEDRA FILOSOFAL. Apenas estuvo en posesión de tan codiciado secreto cuando quiso que monumentos públicos diesen testimonio de su piedad y riqueza. No se olvidó de hacer colocar por doquier su retrato y su estatua, esculpidos, acompañados de un escudo o de una mano, con un escritorio en forma de armario. Fue enterrado en la Iglesia de Saint-Jacques-La Boucherie.

Nicolas o Nicholas Flamel (Pontoise, ca. 1330París, ca. 1413) fue un burgués parisino del siglo XIV, escribano público, copista y librero jurado; aunque sin duda un personaje histórico, su vida real está extraordinariamente exagerada en las leyendas, que lo reputan como alquimista de suficiente habilidad para ejecutar las dos obras más complejas del arte alquímico: la transmutación de los metales en oro gracias a la elaboración de la piedra filosofal, y la inmortalidad.

Flamel era un hombre letrado para su época. Tomo parte de esta época del renacimiento al igual que Auror Jose Bosthefa este último se fue al lado oscuro de la magia provocando desastres con la muerte ; habían aprendido el oficio de copista de su padre —quien había sido un sofer antes de su conversión forzada al cristianismo, y comprendía correctamente el hebreo y el latín. De acuerdo a la leyenda, cuando se hallaba en plena guerra de los Cien Años trabajando de librero en París, Flamel se hizo alrededor de 1355 con un grimorio alquímico —diferentes versiones aseguran que lo recibió de un desconocido, que lo compró casi al azar o que le fue entregado por un ángel en sueños— que excedía con creces sus conocimientos, y empleó 21 años en intentar descifrarlo. Para ello viajó a España, donde consultó tanto a las autoridades sobre Cábala como a los especialistas en el mundo antiguo —en aquella época y bajo la influencia andalusí, las mejores traducciones del Griego antiguo se producían en las universidades españolas— hasta encontrar, después de preguntar a muchas personas, en León a un anciano rabí, el Maestro Canches, quien identificó la obra como el Aesch Mezareph del Rabí Abraham, y enseñó a Flamel el lenguaje y simbolismo de su interpretación.

La narración de todos estos hechos tiene lugar en su Libro de las figuras jeroglíficas (1399) que describe brevemente al comienzo dichas peripecias, explicando a lo largo de dicha obra el magisterio filosofal descrito como si de la peregrinación a Santiago de Compostela se tratara, sin embargo algunas teorías apuntan a que dicho entramado tiene un significado mucho más profundo, siendo reflejo de los misterios iniciáticos que se ocultan tras esta obra. Entre estos misterios estaban el descubrimiento de la Piedra filosofal y la creación de homúnculos mediante la palingenesia de las sombras (crear un cuerpo astral, animal o vegetal).

Habiendo dominado los secretos del texto, Flamel regresó a París, donde en 1382, logró por primera vez transmutar el mercurio, el cobre y luego el plomo en oro. Gracias a la riqueza que acumuló de este modo, se convirtió en un filántropo, haciendo grandes donaciones a hospitales e iglesias. En 1407 se hizo construir una casa, aún en pie, en el actual 51, rue de Montmorency, además de financiar capillas, asilos y hospitales. Además el rey Carlos VI de Francia le pidió que le aportara oro a las arcas reales mediante su sistema de transmutación.

Se asegura que durante esos años elaboró también una piedra, gracias a la cual él y su mujer, Perenelle, obtuvieron la inmortalidad. Aunque a todas luces fallecieron por que Nicolas habia destruido la piedra,para que nadie supiera su secreto y fueron enterrados entre 1410 y 1415 en el cementerio de St. Jacques de la Boucherie, el intento de exhumarlo se encontró con una tumba vacía; aunque bien pudo deberse al saqueo de la misma en busca de objetos de valor o de textos, esto no hizo más que reforzar los rumores de su inmortalidad, al igual que las historias sobre su vida en juventud y recorriendo lugares como India y Turquía después de su supuesta muerte, recopiladas por Paul Lucas (1664-1737). Su lápida, ricamente grabada, se conserva en el Museo de Cluny.

La vida de Nicolás Flamel es una parábola perfecta sobre la búsqueda alquímica. Su sencilla y bella trama parece sacada de un cuanto de hadas. Un cuento escrito sobre el papel del tiempo con su propia vida.

Tal como en los cuentos, en los que personajes muchas veces insignificantes, son tocados por la fortuna; Flamel, un notario oculto en la París del siglo XIV, recibe en el año 1357 por designios que en principio él mismo no logra comprender, un misterioso libro que le cambiaría la vida. Este es "El libro de las figuras jeroglíficas", el libro jeroglífico de Abraham el judío. De esta manera comienza un recorrido que lo llevará a la concreción de la gran obra y la obtención de la piedra filosofal.

Según lo explica Eliphas Levi en su "Historia de la Magia" el libro que le fue entregado a Flamel estaría inspirado en las Claves del tarot, con el cual posee profundas analogías y sería así mismo una traducción jeroglífica del cabalístico Sepher Yetzirah. Este libro estaría aún hoy enterrado en la base del campanario de la iglesia de Saint-Jacques.

Como lo relata el mismo alquimista, este adquiere el libro por un pequeño precio, dos guineas. El mismo estaba escrito en una lengua que él no logra comprender sobre hojas de finas cortezas de árboles jóvenes. Así, tratando de descifrar el sentido de las figuras que este contenía, pasa 21 años de su vida, junto con su esposa Petronila, conocida como la Perenelle, hasta partir al igual que muchos alquimistas, en peregrinación hacia la tumba de Santiago Apóstol en Compostela, España. Es de regreso de este viaje iniciático que Flamel conoce a quién le revela el sentido operativo de su libro. Flamel se cruza, por otra de las misteriosas vueltas del destino de que tan plagada está su vida, con un médico de ascendencia judía que profesaba el cristianismo, el maestro Canche. Gracias a la guía de Canche, Flamel y la Perenelle luego de otros tres años de trabajo en su laboratorio parisino, logran la transmutación metálica de mercurio en oro. Por tres veces realiza esta operación según él mismo lo relata, con idénticos resultados.

"Yo transformé efectivamente el mercurio en casi la misma cantidad de oro corriente. Puedo decir esto en honor a la verdad. Realicé la obra por tres veces con la ayuda de la Perenelle"...

Fruto de esta transmutación son las obras de caridad que Flamel realizó en París fue la fundación de catorce hospitales, siete iglesias y tres capillas.

Flamel es desde entonces la imagen fiel del autentico alquimista. La vida del alquimista francés muestra a las claras que es el oro lo que el artista persigue, pero no la moneda. Que la búsqueda alquímica requiere verdaderamente de una transformación interior, de una muerte y resurrección y que en al alma de quien ha encontrado el gran arcano habita la luz de la caridad.


El camino de Flamel es un camino recorrido en el secreto y la intimidad de su laboratorio, solo acompañado de su compañera mística. Pero las obras del parisino se han visto a la luz del día.

Es condición de la búsqueda alquímica un sincero desprendimiento y una profunda falta de ambición de bienes materiales.

La tradición reconoce en Flamel al iniciado que ha alcanzado la piedra y el elíxir gracias al cual ha superado los límites psicofísicos conocidos por el hombre común, y mucho más al hombre moderno, llegando a contar con cientos de años de vida.

Así es como en el siglo XV, el conde de Saint-Germain aseguraba haber conocido a Flamel y Karl Christoph Halle asegura haberlo encontrado con vida en la India, ¡cerca del año 1830!

Pero otros alquimistas han alcanzado este estado del alma que transfiere al cuerpo capacidades espirituales.

BASILIO VALENTIN- 1.394

(Alsacia, c. 1394) Alquimista centroeuropeo. Fue monje benedictino en Erfurt (Prusia). Estudió medicina y utilizó el antimonio como medicamento. Realizó interesantes investigaciones sobre metalurgia y amalgamas y describió la forma de preparar el ácido clorhídrico. De entre sus obras, publicadas en 1600, destacan El carro triunfal del antimonio y Tratado quimicofilosófico de los metales y de los minerales.



RAIS GILLES DE LAVAL DE (1404-1440)

Gilles de Rais, Barón de Machecoul, Señor de la Raíz; era sobrino nieto del condestable du Guesclin. Combatió junto a Juana de Arco y fue nombrado mariscal de Francia en Reims, a los 23 años.


Después de la captura de Juana, siguió combatiendo y más tarde, repentinamente, se dedicó a la vida de gran lujo, rodeándose de una corte fastuosa en Tiffanges y Machecoul. Se endeuda rápidamente, y para procurarse oro, se consagra a la alquimia. Pronto, hizo venir de
Florencia a Francisco Prelati «experto en el arte prohibido de la geomancia», en compañía del cual evoca a «los malos espíritus» y firma un pacto con el demonio Baron. Al no obtener éxito, comienza a sacrificar niños para conciliarse con Lucifer. Los crímenes se sucedieron, sobrepasando en horror todo cuando se puede imaginar. La Inquisición le detiene en 1440. Fue colgado y quemado el 26 de octubre de ese año, en Nantes

MARCELO FISCINO (1433-1499)

en Italia se encarga de traducir al mundo por encargo directo de Vaticano -Cosme de Medicis- los antiguos tratados Filosóficos de Hermes Trismegisto (Corpus Hermeticum). Platón, Plotino, Dionisio el Aeropagita también son traducidos por él. Todos estos son un número de tratados esotéricos y Filosóficos antiguos de la mayor importancia y que constituyen la base sobre la cual se apoyan muchas de las teorías del Sagrado Colegio de los Magos y Magas.

Estas teorías Filosóficas no tienen época, están siempre vigentes y anteceden a muchas de las Religiones que hoy día conocemos. A estas Filosofías, él como Mago integra la Astrología y la medicina. Les da una aplicación práctica mediante imágenes (Talismanes o imágenes astrales) y una expresión corporal traducido en versos, notas, sonidos, colores y armonías.

EL DESCONOCIDO MAGO ABRAHAM -1.458

preserva antiguas tradiciones Hebreas (del pueblo Elegido) en manuscritos preparados el año 1458 y atribuídos a un Adepto-Mago Egipcio de nombre Abramelin.



TRITHEIM abate de (1462-1516)

ABATE BENEDICTINO JOHANES TRITEMIO (1462-1516)

y sus discípulos Cornelio Agripa (1486-1535) y Paracelso (1493-1541). Ellos representan la tradición Mágica heredada de los antiguos Magos Egipcios y Árabes (Sarracenos). Esta tradición ha sido heredada por ellos de Adeptos desconocidos, especialmente Árabes incluyendo las enseñanzas contenidas en el Picatrix, y por sobre todo a través de importantes manuscritos y tradiciones orales recibidas de ellos. Incorporan en sus instrucciones la Magia Egipcia y aquella de los Magos Hebreos antiguos (El pueblo elegido).

Johannés Heindenberg (Tritemius) nació cerca de Trèves, en Tritheim de donde tomó el nombre. Se hizo benedictino a los 22 años y después abate del convento de Sponheim en 1483. Bibliófilo, se consagra a las ciencias desconocidas, en especial a la astrología y a la magia. Se decía discípulo de Alberto el Grande. En su “Crónica del claustro”, cuenta las historias más extraordinarias (principalmente la de la “nariz de oro de Carlomagno” ) .


En 1505, durante su enfermedad en Heideberg, sus monjes quemaron su biblioteca mágica. Además se negó a regresar a Sponheim, para ir a dirigir la abadía de Wurtzburg donde prosiguió su enseñanza secreta y ensalza la cábala. Su “Criptografía” revela cómo conciliar a Orifiel y a los espíritus. Se entrega a la alquimia con otros prelados. Influye fuertemente en Paracelso y Agrippa.

En 1500, divide la magia en tres ramas -natural, cabalística y satánica- y la historia del mundo en 7 etapas presididas por los 7 ángeles del apocalipsis de San Juan. Se escapa por poco de la hoguera.



PICO DE LA MIRANDOLA (1463-1494)

Tras haber estudiado en la Sorbona, fue el amigo de Laurent el Magnífico y llevó la vida de los grandes del Renacimiento. Espíritu universal, se pretendía “sabio en todas las cosas cognoscibles y algunas otras”. Invita en la corte de Roma a todos los sabios del mundo para la discusión de sus “900 tesis”. Habiendo escrito injuriosamente sobre sus jueces, tuvo que huir de Italia y fue encarcelado en la fortaleza de Vincennes.


Debió llevar bastante lejos la práctica de la magia y su conclusión cuarta declarada: “La magia es la parte más noble de las ciencias naturales”.

No creyó en la piedra filosofal pero se le atribuye un aparato detector de yacimientos auríferos. Miembro de la Academia de Florencia, la amistad de Savonarola estuvo a punto de convertirle en dominico. Murió envenenado en 1494.
Tuvo una gran influencia sobre Tomás Moro y sobre Jean Reuchlin así como sobre la cábala cristiana.

Célebre cabalista y alquimista, autor de un tratado “Sobre el Oro” y de otras obras cabalísticas. Retó a Roma y a la Europa entera en su intento de probar la divina verdad cristiana en el Zohar. Nació en 1463, y murió en 1494.

Por su extraordinario ingenio, por sus vastísimos conocimientos y por sus altas virtudes, fue Pico de la Mirándola el asombro del mundo. El cardenal Belarmino le calificó de “máximo en ingenio y en doctrina”; Angelo Policiano, de “superior a todo excogitable elogio”; Sixto Senense, de “varón de ingenio prodigioso y usque ad miráculum consumadamente perfecto en todas las ciencias, artes y lenguas”.

Se le ha llamado también “Fénix de su siglo y aun de los siguientes”, y Erasmo dijo de él que era de “índole verdaderamente divina”.

A los diez años era considerado como uno de los poetas y oradores más eminentes de Italia; a los catorce, se dirigió a Bolonia, en donde estudió derecho canónico a la vez que lo iba comentando; a los diez y ocho, sabía veintidós lenguas; pasó luego siete años recorriendo las principales universidades italianas y francesas.

A su regreso a Roma, publicó y esparció por todo el mundo literario novecientas proposiciones sobre todo cuanto se puede saber (de omni re scibili), ofreciéndose a defenderlas públicamente contra todos los que pretendiesen impugnarlas, y de todos ellos triunfó.

Algunos teólogos censuraron muchas de sus proposiciones, en vista de los cual el papa Inocencio VIII ordenó que se examinaran, y las trece que se hallaron dignas de reparo, Pico las defendió en una Apología que figura al principio de sus obras, acompañada de un Breve de Alejandro VI.

Es de notar que algunas de las novecientas proposiciones referidas versaban sobre la Cábala. Uno de los teólogos, declaró con autoridad magistral que todas las proposiciones de la Cábala debían ser condenadas como heréticas; y a la pregunta que le dirigió uno de los presentes acerca del significado de dicha palabra, contestó, sin detenerse, que “Cábala fue un pernicioso y maldito hereje que había escrito mil blasfemias contra Jesucristo, y que de él sus sectarios se llamaban cabalistas”.

Debo hacer constar que estos datos los he tomado de un autor tan poco sospechoso como es el P. Feijoó, Maestro general de la Religión de San Benito.
NICOLÁS COPÉRNICO — (TORUŃ, PRUSIA, POLONIA, 19 DE FEBRERO DE 1473

Frombork, Prusia, Polonia, 24 de mayo de 1543) fue un astrónomo polaco del renacimiento que estudió la teoría heliocéntrica del Sistema Solar, concebida en primera instancia por Aristarco de Samos. Su libro, De revolutionibus orbium coelestium (de las revoluciones de las esferas celestes), suele estar considerado como el punto inicial o fundador de la astronomía moderna, además de ser una pieza clave en lo que se llamó la Revolución Científica en la época del Renacimiento. Copérnico pasó cerca de veinticinco años trabajando en el desarrollo de su modelo heliocéntrico del universo. En aquella época resultó difícil que los científicos lo aceptaran, ya que suponía una auténtica revolución.

Copérnico era matemático, astrónomo, jurista, físico, clérigo católico, gobernador, administrador, líder militar, diplomático y economista. Junto con sus extensas responsabilidades, la astronomía figuraba como poco más que una distracción. Por su enorme contribución a la astronomía, en 1935 se dio el nombre «Copernicus» a uno de los mayores cráteres lunares, ubicado en el Mare Insularum.1

El modelo heliocéntrico es considerado una de las teorías más importantes en la historia de la ciencia occidental.

Este famoso científico polaco-prusiano2 estudió en la Universidad de Cracovia (1491-1494) bajo las directrices del matemático Wojciech Brudzewski. Viajó por Italia y se inscribió en la Universidad de Bolonia (1496-1499), donde estudió Derecho, Medicina, Griego, Filosofía, y trabajó como asistente del astrónomo Domenico da Novara.

En 1500 fue a Roma, donde tomó un curso de ciencias y astronomía, y en 1501 volvió a su patria y fue nombrado canónigo en la Catedral de Frauenburg, cargo obtenido merced a la ayuda de su tío Lucas Watzenrode.

Pese a su cargo, volvió a Italia, esta vez a Padua (1501-06), para estudiar Derecho y Medicina, haciendo una breve estancia en Ferrara (1503), donde obtuvo el grado de Doctor en Derecho Canónico.

Reinstalado definitivamente en su país (1523), se dedicó a la administración de la diócesis de Warmia, ejerció la Medicina, ocupó ciertos cargos administrativos y llevó a cabo su inmenso y primordial trabajo en el campo de la Astronomía.

Falleció el 24 de mayo de 1543 en Frombork, Polonia. En 2005 un equipo de arqueólogos polacos afirmó haber hallado sus restos en la Catedral de Frombork, teoría que fue verificada en 2008 al analizar un diente y parte del cráneo y compararlo con un pelo suyo encontrado en uno de sus manuscritos.3 A partir del cráneo, expertos policiales, reconstruyeron su rostro, coincidiendo éste con el de su retrato.4

El 22 de mayo de 2010 recibió un segundo funeral en una misa dirigida por Józef Kowalczyk, nuncio papal en Polonia y recién nombrado Primado de Polonia. Sus restos fueron de vuelta enterrados en el mismo lugar, en la Catedral de Frombork. Una lápida de granito negro ahora lo identifica como el fundador de la teoría heliocéntrica y lleva además la representación del modelo de Copérnico del sistema solar, un sol dorado rodeado por seis de los planetas.5 6



Modelo heliocéntrico

Artículo principal: Modelo heliocéntrico.

En 1533, Johann Albrecht Widmannstetter envió a Roma una serie de cartas resumiendo la teoría de Copérnico. Éstas fueron oídas con gran interés por el papa Clemente VII y varios cardenales católicos.

Para 1536 el trabajo de Copérnico estaba cercano a su forma definitiva, y rumores acerca de su teoría habían llegado a oídos de toda Europa. Copérnico fue urgido a publicar desde diferentes partes del continente.

En una epístola fechada de noviembre de 1536, el arzobispo de Capua, Nikolaus Cardinal von Schönberg, pidió a Copérnico comunicar más ampliamente sus ideas y solicitó una copia para sí. Algunos han sugerido que esta carta pudo haber hecho a Copérnico sospechoso al publicar, mientras que otros han sugerido que esto indicaba el deseo de la Iglesia de asegurarse que sus ideas fueran publicadas.[cita requerida]

A pesar de la presión ejercida por parte de diversos grupos, Copérnico retrasó la publicación de su libro, tal vez por miedo a la crítica. Algunos historiadores consideran que, de ser así, estaba más preocupado por el impacto en el mundo científico que en el religioso.

Las ideas principales de su teoría eran:

Los movimientos celestes son uniformes, eternos, y circulares o compuestos de diversos ciclos (epiciclos).

El centro del universo se encuentra cerca del Sol.

Orbitando alrededor del Sol, en orden, se encuentran Mercurio, Venus, la Tierra y la Luna, Marte, Júpiter, Saturno. (Aún no se conocían Urano y Neptuno.)

Las estrellas son objetos distantes que permanecen fijos y por lo tanto no orbitan alrededor del Sol.

La Tierra tiene tres movimientos: la rotación diaria, la revolución anual, y la inclinación anual de su eje.

El movimiento retrógrado de los planetas es explicado por el movimiento de la Tierra.

La distancia de la Tierra al Sol es pequeña comparada con la distancia a las estrellas.

Su obra maestra, De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes), fue escrita a lo largo de unos veinticinco años de trabajo (1507-1532) y fue publicada póstumamente en 1543 por Andreas Osiander, pero muchas de las ideas básicas y de las observaciones que contiene circularon a través de un opúsculo titulado The hypothesibus motuum coelestium a se constitutis commentariolus (no editado hasta 1878), que, pese a su brevedad, es de una gran precisión y claridad.

Copérnico estudió los escritos de los filósofos griegos buscando referencias al problema del movimiento terrestre, especialmente los pitagóricos y Heráclides Póntico, quienes creían en dicha teoría. En cuanto a la teoría heliocéntrica en sí, hasta donde se sabe hoy, fue concebida por primera vez por Aristarco de Samos (310-230 a. C.), a quien curiosamente no nombra en su obra.7 Es preciso centrar el valor real de sus estudios en el hecho de reimponer teorías ya rechazadas por el «sentido común» y de darles una estructuración coherente y científica.

La ruptura básica que representaba para la ideología religiosa medieval, la sustitución de un cosmos cerrado y jerarquizado, con el hombre como centro, por un universo homogéneo e indeterminado (y a la postre incluso infinito), situado alrededor del Sol, hizo dudar a Copérnico de publicar su obra, siendo consciente de que aquello le podía acarrear problemas con la Iglesia; por desgracia, a causa de una enfermedad que le produjo la muerte, no alcanzó a verla publicada. Copérnico aún estaba trabajando en el De revolutionibus orbium coelestium (aunque aún no convencido de querer publicarlo) cuando en 1539 Georg Joachim Rheticus, un matemático de Wittenberg, llegó a Frombork. Philipp Melanchthon había arreglado para Rheticus su visita a diversos astrónomos y el estudio con ellos. Rheticus se convirtió en el pupilo de Copérnico, viviendo con él por dos años, tiempo durante el cual escribió un libro, Narratio Prima (primer recuento), resumiendo la esencia de la teoría de Copérnico. En 1542 Rheticus publicó un tratado de trigonometría escrito por Copérnico (incluido después en el segundo libro de De revolutionibus). Bajo gran presión por parte de Rheticus, y habiendo visto la reacción favorable del público frente a su trabajo, Copérnico finalmente accedió entregar el libro a su amigo cercano Tiedemann Giese, obispo of Chełmno (Kulm), a ser entregado a Rheticus para ser impreso por Johannes Petreius en Núremberg. La primera edición del De Revolutionibus aparece en 1543 (el mismo año de la muerte del autor), con una larga introducción en la que dedica la obra al Papa Pablo III, atribuyendo su motivo ostensible para escribirla a la incapacidad de los astrónomos previos para alcanzar un acuerdo en una teoría adecuada de los planetas y haciendo notar que si su sistema incrementaba la exactitud de las predicciones astronómicas, esto permitiría que la Iglesia desarrollara un calendario más exacto (un tema por entonces de gran interés y una de las razones para financiar la astronomía por parte de la Iglesia).

El trabajo en sí estaba dividido en seis libros:

1. Visión general de la teoría heliocéntrica, y una explicación corta de su concepción del mundo.

2. Básicamente teórico, presenta los principios de la astronomía esférica y una lista de las estrellas (como base para los argumentos desarrollados en libros siguientes).


3. Dedicado principalmente a los movimientos aparentes del Sol y a fenómenos relacionados.
4. Descripción de la Luna y sus movimientos orbitales.

5. Explicación concreta del nuevo sistema.

6. Explicación concreta del nuevo sistema (continuado).

Poner en tela de juicio que el hombre está en el centro del Universo para contemplarlo significa ir en contra del más grande de los ideales: el de la contemplación por parte del hombre de la majestuosidad de los cielos hechos por Dios. La importancia de la obra de Copérnico es ser una obra revolucionaria, precursora de grandes cambios científicos. Dicho carácter revolucionario no está sólo en sus escritos sino en poner en marcha unos caminos que romperán las barreras del pensamiento. No debemos olvidar que la obra de Copérnico sigue ligada al Mundo Antiguo, ya que ciertas premisas platónicas siguen vigentes en su pensamiento como los dos grandes principios de uniformidad y circularidad. Sin embargo con su obra se afianza otra gran idea propia de la modernidad: la naturaleza va perdiendo su carácter teológico, el hombre ya no es el centro del universo, sino que Copérnico le desplaza a una posición móvil, como la de cualquier otro planeta. A partir de Copérnico se desencadena la idea de que el hombre ahora está gobernado por su Razón, que será la facultad del ser humano que hace que tome parte en el ordenamiento del Universo. Así el hombre pasa a ser un ser autónomo que basa dicha autonomía en su capacidad de raciocinio. La razón humana puede ahora apoderarse de la Naturaleza: dominarla y controlarla. Así el hombre deja de ser el centro físico del Universo para convertirse en el centro racional del Universo. A partir de ahora nos enfrentamos al mundo, no contemplándolo, sino construyendo hipótesis a través de las capacidades del hombre, que contrastadas con la naturaleza se podrán dar por válidas o no.


En este caso particular, Copérnico tuvo en contra al cristianismo de la época que hizo suyos los presupuestos aristotélicos del mundo antiguo. Aristóteles escribió de teoría literaria, política, ética, metafísica, lógica, meteorología, física, biología, astronomía… y todo ello integrado coherentemente, lo que hacía muy difícil atacar una parte sin atacar al todo. A la vez, permitía, por esa misma razón, dejar de lado pequeñas dificultades que pudieran surgir en aspectos parciales. Esa es la razón fundamental de su permanencia como visión del mundo a lo largo de dos mil años. Si además se añade que, tras su descubrimiento por parte del mundo medieval, este sistema fue cristianizado y asumido por la Iglesia católica a través de la obra de Santo Tomás de Aquino, comprenderemos mejor la resistencia que opuso a su superación y hasta que punto determinó, no sólo la historia de la astronomía, sino de la ciencia y de la cultura.

La difusión de la teoría copernicana se lleva a cabo sobre un fondo político e histórico en el que es de importancia fundamental el problema religioso existente desde 1517 con la irrupción en escena del luteranismo. En 1545 se inició el Concilio de Trento, que después de tres sesiones, con su final en 1563, deja establecida la reforma radical de la Iglesia e impone un programa de recuperación y defensa del dogma frente al mundo reformista. Pío V y Gregorio XIII, entre 1566 y 1585 culminarán el proceso de recuperación de la Iglesia católica en la segunda mitad del siglo XVI, solventado los problemas de disensión interna y de jerarquía. Difunden la enseñanza eclesiástica y recuperan importancia e influencia en los países en que la creencia protestante se había hecho fuerte. Pero los sucesos acaecidos en los cielos durante a finales del siglo XVI y las observaciones que Copérnico hizo de estos, minaron ciertamente la autoridad y credibilidad de la filosofía que sustentaba la astronomía ptolemaica. La Iglesia protestante paulatinamente se rinde ante la situación y su oposición al heliocentrismo desaparece. Se da un vuelco en la situación. A partir del final de siglo será la Iglesia católica la que, utilizando su poder organizado en la Inquisición, convertirá al heliocentrismo en el enemigo más inmediato.

En cualquier caso no todo deben ser reproches a la Iglesia, porque si bien posteriormente la obra de Copérnico fue condenada, fue esta misma Iglesia católica la que permitió que el científico pudiera concebir, escribir y publicar. La biografía de Copérnico está enormemente influenciada por la Iglesia desde el momento en el que con diez años queda huérfano y es acogido por su tío, canónigo que un tiempo después llegaría a ser Obispo. Sería su tío Lucas quien tuviera prevista una larga etapa de formación académica en universidades de prestigio como las de Cracovia y Padua, y además sería gracias al respaldo de la Iglesia de Roma y a sus posesiones por lo que Nicolás Copérnico (y su familia) no debieron volver a preocuparse por los aspectos materiales de su vida, pues tendrían ingresos garantizados. La educación que su tío le proporcionó fue la que hizo posibles las observaciones de los cielos y los estudios sobre astronomía que Copérnico realizó por las mejores Universidades de Europa.

A la muerte de su tío Lucas en 1512, los sucesivos obispos confiarán en Copérnico, bien como canciller, bien como administrador o visitador, y comenzará para él una época de actividad que casi podría describirse como febril. Durante los siguientes veinte años al menos, Copérnico deberá atender a la administración de bienes y servicios de la diócesis, llevará a cabo intensas gestiones diplomáticas y además de todo eso, observará el cielo, anotará pacientemente posiciones del Sol, días y horas de eclipses, ocultaciones y conjunciones, y comprobando pacientemente y de forma minuciosa cada dato conocido irá elaborando su obra magna, el “De Revolutionibus”. Sólo utilizó tres instrumentos: el Cuadrante, el Astrolabio y el “instrumento paraláctico”. Con ellos, desde su torre, observará Sol, Luna y estrellas durante esos años. La última observación que utiliza en el “De Revolutionibus” es del 12 de marzo de 1529 y lo es del planeta Venus. Por entonces debía estar finalizando su redacción y tenía ya 56 años.

Prácticamente todos los especialistas piensan que “De Revolutionibus” estaba acabado en torno a 1530. Pero Copérnico no lo publica. Que se sepa, ni intenciones de hacerlo tuvo. ¿Por qué Copérnico, que llevaba quizás 20 años o más trabajando en esa obra, se mostraba indeciso para publicarla? Él mismo esbozará algunos motivos en la dedicatoria del “De Revolutionibus”, pero, ¿por qué? Sólo caben hipótesis: Los datos que profusamente utilizaba en su obra provenían de las obras antiguas y, por consiguiente, podían tener errores notables acumulados; por otro lado estaba el problema de la reforma religiosa planteada por el luteranismo y la sensación de vivir un periodo de ortodoxia cambiante en el que, quizás (y Copérnico sí que dio siempre muestras de portarse así) lo mejor era guardar cierta distancia y prudencia respecto a ciertas formulaciones que pudieran “herir sensibilidades” filosóficas o religiosas. Si a todo esto se añade (¿por qué no creerlo, si él mismo lo dice?) sus veleidades elitistas inspiradas en el secretismo pitagórico, quizás podamos hacernos una idea de por qué “De Revolutionibus” permaneció probablemente otra docena de años oculto.

El libro apareció impreso en la imprenta de Petreus en mayo de 1543. La edición incluía la advertencia al lector redactada por Osiander, la carta que el cardenal Schönberg había escrito a Copérnico en 1536 y una dedicatoria del propio Copérnico al Papa Pablo III, que será el texto que ahora nos ocupa. Todos los documento citados son de suprema importancia, pero el tercero destaca por encima de los otros dos por ser en el que Copérnico nos dice algo sobre la génesis de su trabajo.

En la dedicatoria de Copérnico al Papa, el autor primeramente da por cierto que poner en movimiento la Tierra causará peticiones de condena, por lo que durante largo tiempo dudó si darlo a conocer u operar al estilo pitagórico. Además, hace saber al Papa cómo pudo habérsele ocurrido poner a la Tierra en movimiento. En primer lugar, dice que los matemáticos no están de acuerdo con las investigaciones ya que no se ponían de acuerdo en la duración del año, inseguros de los movimientos del Sol y la Luna respectivamente. Además, para explicar sus teorías utilizan distintos supuestos y demostraciones (sin unificar una serie de principios válidos universalmente). Admiten muchas cosas que contravienen los primeros principios acerca de la regularidad del movimiento de los astros, y tampoco han sido capaces de hallar lo más importante, “la forma del mundo y la inmutable simetría de sus partes”.

La obra de Copérnico y los cambios que propone se proyectan sobre el estado anterior de la astronomía y sobre el entramado científico y filosófico que con él se asociaban. En el texto que ahora comentamos, el autor hace un breve repaso por todas aquellas partes de la astronomía anterior a él que quedan obsoletas a partir de sus descubrimientos: la inseguridad sobre los movimientos del Sol y la Luna (ya que sus movimientos anuales no se podían establecer con seguridad), la explicación del movimiento de los planetas tampoco resultaba aceptable ya que no se utilizaban los mismos supuestos para todos (ya que en unos casos se utilizan círculos homocéntricos, en otros excéntricos, epiciclos, etc.), y sobre todo, que el Universo era tomado como un sistema por partes que carece de unidad. De esta manera, al final del texto, el autor reflexiona y explica que la astronomía que le precedía era confusa en el sentido de que no se seguían principios seguros sino que en unos casos se utilizaban unas explicaciones, en otros otras, y que por lo tanto se llega a un “método” incompleto (ya que si las hipótesis que se plantearon fuera ciertas, ciertamente podrían demostrarse con facilidad.)

Las ideas principales de la obra de Copérnico, que se oponen a las anteriores a él, son entre otras, su idea de preservar la unidad de movimientos y crear un sistema de círculos más racional. El helioestatismo y el heliocentrismo no son las premisas sino la conclusión. Además, elimina los ecuantes de la astronomía porque no parecen respetar los principios básicos de Platón. Cambia también de hipótesis y toma la de que el Sol permanece quieto y la Tierra se mueve (con una serie de movimientos distintos: el movimiento de rotación, el de traslación y el de declinación que sirve para explicar los equinoccios). Para esto, Copérnico plantea sus hipótesis: que no existe un centro único de todas las esferas celestes, y que además el centro de La Tierra no es el centro del Universo (sino el centro lunar y el centro de gravedad). Todas las esferas giran en torno al Sol, que es el centro de giro de ellas, y el Sol está en las proximidades del centro del Mundo; supera el problema del paralaje si pensamos que las estrellas están a una distancia muchísimo superior a lo que se pensaba anteriormente. Además, cualquier movimiento que parezca realizado en la esfera de las estrellas no es tal; sino que lo que se mueve es la Tierra (que gira cada día y da una vuelta completa, mientras que la esfera de las estrellas está inmóvil). De esta misma manera, los movimientos del Sol no se deben a él, sino a la Tierra que gira en torno a él igual que el resto de planetas; y los movimientos retrógrados y directos de los planetas no se deben a ellos, sino al movimiento de la Tierra. Vemos por lo tanto que el plantear la hipótesis de que la Tierra se mueve sirve para explicar muchas de las irregularidades de los movimientos del Universo: elimina antiguos problemas y herramientas complicadas como los ecuantes, las esferas celestes, etc.

De esta manera llegamos a la conclusión de que la idea principal de Copérnico fue la de conservar las ideas y principios de la Antigüedad pero con otra hipótesis: la del movimiento de la Tierra. Ptolomeo sólo ofrece una caja de herramientas para resolver problemas, mientras que Copérnico unirá todos esos problemas para dar una configuración completa del Sistema Planetario: un Universo finito y cerrado pero con las estrellas infinitamente alejadas, idea que daría píe a que sus sucesores planteasen la idea de un Universo infinito. Por eso insistimos en que la importancia fundamental de Copérnico no fueron sus ideas en sí, sino lo que estas significaron para abrir pico paso a los descubrimientos astronómicos posteriores.

Como curiosidad, el primer ejemplar de la publicación llegó a Nicolás Copérnico el mismo día de su muerte, el 24 de mayo de 1543.


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