El experimento de Michelson-Morley
Fue este orden de ideas lo que llevó al experimento de Michelson-Morley, el cual
condujo nuevamente a una revolución científica tan grande, en algunos aspectos,
como la iniciada por Galileo (véase capítulo 8). Aquí también la base matemática
es bastante sencilla.
El experimento fue una tentativa para descubrir el movimiento absoluto de la
Tierra con respecto a un ''éter'' del que se suponía que estaba lleno todo el
espacio que se hallaba en reposo. El razonamiento, una vez finalizado el
experimento, fue el siguiente:
Supongamos que un rayo de luz se envía en la dirección en que la Tierra se está
desplazando por el éter, y que, a una cierta distancia en esa dirección, existe un
espejo inmóvil que refleja la luz, devolviéndola a su fuente. Representemos la
velocidad de la luz como c, la velocidad de la Tierra a través del éter como v, y la
distancia al espejo como d. La luz parte con la velocidad c + v: su propia
velocidad, más la velocidad de la Tierra. (Está viajando con el viento de cola,
podríamos decir.) El tiempo que necesita para alcanzar el espejo es d dividido por
(c + v).
Sin embargo, en el viaje de regreso, la situación se invierte. La luz reflejada ahora
recibe el viento de cara de la velocidad de la Tierra, y su velocidad neta es c - v. El
tiempo que emplea en volver al foco es d dividido por (c - v). El tiempo total para el
viaje completo es:
Combinando algebraicamente los términos, hallamos:
Supongamos ahora que el rayo de luz se envía a un espejo, situado a la misma
distancia, en una dirección perpendicular al movimiento de la Tierra a través del
éter.
El rayo de luz está apuntando desde S (el foco) a M (el espejo) sobre la distancia
d. Sin embargo, durante el tiempo que toma en alcanzar el espejo, el movimiento
de la Tierra ha llevado el espejo desde M a M', de forma que el actual cambio
recorrido por el rayo de luz es desde S a M'. Esta distancia llamémosla x, y la
distancia desde M a M' llamémosla y.
Mientras que la luz se desplaza a través de la distancia x con su velocidad c, el
espejo lo hace a través de la distancia y con la velocidad del movimiento de la
Tierra v. Puesto que ambos, la luz y el espejo, llegan a M' simultáneamente, las
397
distancias recorridas deben ser exactamente proporcionales a las respectivas
velocidades. Por tanto,
Ahora podemos hallar el valor de x mediante el teorema de Pitágoras, que afirma
que la suma de los cuadrados de los catetos de un triángulo rectángulo es igual al
cuadrado de la hipotenusa. En el triángulo SMM', por tanto, sustituyendo
por y:
La luz se refleja desde el espejo situado en M' al foco, que, mientras tanto, se ha
desplazado a S'. Puesto que la distancia S'S'' es igual a SS', la distancia M'S'' es
igual a x. El camino total recorrido por el rayo de luz es, por tanto, 2x o
El tiempo empleado por el rayo de luz para recorrer esta
distancia con su velocidad c es:
¿Cómo debemos comparar esto con el tiempo que la luz invierte en el viaje
completo en la dirección del movimiento de la Tierra? Dividamos el tiempo en el
caso paralelo por el tiempo en el caso perpendicular
Ahora bien, cada número dividido por su raíz cuadrada da la misma raíz cuadrada
como cociente, es decir Recíprocamente, . De forma que la
última ecuación se simplifica en:
Esta expresión puede simplificarse más, si multiplicamos a la vez el numerador y
el denominador por (que es igual a ).
398
Y éste es el punto a donde queríamos llegar. Es decir la razón del tiempo que la
luz emplearía viajando en la dirección del movimiento de la Tierra, comparada con
el tiempo que necesitaría si lo hiciera en la dirección perpendicular al movimiento
terrestre. Para cada valor de v mayor que cero, la expresión es mayor
que 1. Por tanto, si la Tierra se desplaza por un éter en reposo, la luz
precisaría más tiempo viajando en la dirección del movimiento de la Tierra que en
la dirección perpendicular. (En realidad, el movimiento paralelo consumiría el
máximo de tiempo y el movimiento perpendicular el mínimo de tiempo.)
Michelson y Morley realizaron su experimento para intentar descubrir las
diferencias direccionales en el tiempo de recorrido de la luz. Lanzando su rayo de
luz en todas direcciones, y midiendo el tiempo de retorno mediante su
increíblemente preciso interferómetro, creyeron que debían encontrar diferencias
en la velocidad aparente. La dirección en la que hallaron que la velocidad sería
mínima debía ser paralela al movimiento absoluto de la Tierra, y la dirección en
que la velocidad debería ser un máximo sería perpendicular al movimiento de la
Tierra. A partir de la diferencia en velocidad, podría calcularse el valor (así como la
dirección) del movimiento absoluto de la Tierra.
¡No hallaron diferencias en la velocidad de la luz a pesar de los cambios de
dirección! Dicho de otra manera, la velocidad de la luz era siempre igual a c,
independientemente, del movimiento del foco -una clara contradicción de las leyes
del movimiento de Newton-. Intentando medir el movimiento absoluto de la Tierra,
Michelson y Morley habían logrado así plantear dudas, no sólo sobre la existencia
del éter, sino también sobre el concepto total de reposo absoluto y de movimiento
absoluto, y sobre la verdadera base del sistema newtoniano del Universo.
La ecuación de FitzGerald
El físico irlandés G. F. FitzGerald concibió una forma de salvar la situación. Sugirió
que todos los objetos disminuyen en longitud, en la dirección en que se mueven,
en una cantidad igual a . Asi:
donde L' es la longitud del cuerpo que se mueve, en la dirección de su
movimiento, y L es la longitud que debería tener si estuviera en reposo.
La fracción contractora , según mostró FitzGerald, simplificaría
precisamente la razón , que indica las velocidades máxima y mínima
de la luz, en el experimento de Michelson-Morley. La razón se convertiría en la
unidad, y la velocidad de la luz aparecería a nuestros instrumentos y órganos
sensoriales contraídos como igual en todas direcciones, independientemente del
movimiento del foco de la luz por el éter.
En condiciones ordinarias, el valor de la contracción es muy pequeña. Incluso si
un cuerpo se desplaza con una décima parte de la velocidad de la luz, o 30.000
km por segundo, su longitud se contraería sólo ligeramente, de acuerdo con las
399
ecuaciones de FitzGerald. Considerando la velocidad dela luz igual a 1, la
ecuación dice:
Así, L' vuelve a ser aproximadamente igual a 0,995 L, una contracción de
alrededor del 1 por ciento.
Para cuerpos móviles, velocidades semejantes a ésta tienen lugar solamente en el
reino de las partículas subatómicas. La contracción de un avión que viaja a una
velocidad de 3.200 km por hora es infinitesimal, como puede calcularse fácilmente.
¿A qué velocidad se contraerá un objeto hasta alcanzar la mitad de la longitud que
tiene en reposo? Con L' igual a un medio de L, la ecuación de FitzGerald es:
o, dividiendo por L:
Elevando al cuadrado ambos miembros de la ecuación:
Puesto que la velocidad de la luz en el vacío es de 300.000 km por segundo, la
velocidad a la cual un objeto se contrae a mitad de su longitud es 0,866 veces
300.000, o sea, aproximadamente, 259.800 km por segundo.
Si un cuerpo se mueve con la velocidad de la luz, de forma que v sea igual a c, la
ecuación de FitzGerald se transforma en
A la velocidad de la luz, por tanto, la longitud en la dirección del movimiento queda
cero. Se sigue, en consecuencia, que ninguna velocidad mayor que la de la luz es
posible, porque aparecería una longitud negativa, lo cual carece de sentido en el
mundo físico.
La ecuación de Lorentz
En la década siguiente a la formulación de la ecuación de FitzGerald, fue
descubierto el electrón, y los científicos empezaron a examinar las propiedades de
las minúsculas partículas cargadas. Lorentz elaboró una teoría de que la masa de
una partícula con una carga dada era inversamente proporcional a su radio. En
otras palabras, cuanto más pequeño era el volumen en que una partícula
concentraba su carga, mayor era su masa.
400
Ahora bien, si una partícula está contraída a causa de su movimiento, su radio se
reduce en la dirección del movimiento, de acuerdo con la ecuación de FitzGerald.
Sustituyendo los símbolos R y R' por L y L', escribimos la ecuación:
La masa de una partícula es inversamente proporcional a su radio. Por tanto,
donde M es la masa de la partícula en reposo y M' es su masa cuando está en
movimiento.
Sustituyendo M/M' por R'/R en la precedente ecuación, tenemos:
La ecuación de Lorentz puede manejarse como la ecuación de FitzGerald.
Demuestra, por ejemplo, que para una partícula que se mueve a una velocidad de
30.000 km por segundo (la décima parte de la velocidad de la luz), la masa M'
parecería ser un 0,5 % mayor que la masa en reposo M. A una velocidad de
259.800 km por segundo, la masa aparente de la partícula sería el doble que la
masa en reposo.
Finalmente, para una partícula moviéndose a una velocidad igual a la de la luz, de
forma que v es igual a c, la ecuación de Lorentz se transforma en:
Ahora bien, cuando el denominador de una fracción con un numerador fijo se
vuelve cada vez más pequeño (''tiende a cero''), el valor de la fracción se hace
progresivamente mayor, sin límites. En otras palabras, a partir de la anterior
ecuación, se deduciría que la masa de un objeto que se muéve a una velocidad
aproximándose a la de la luz se convertiría en infinitamente grande. Asimismo, la
velocidad de la luz resultaría ser la máxima posible.
Todo esto condujo a Einstein a refundir las leyes del movimiento y de la
gravitación. Consideró un universo, en otras palabras, en el que los resultados de
los experimentos de Michelson-Morley eran posibles.
Sin embargo, aun siendo así, no hemos puesto todavía el punto final.
Recordemos, por favor, que la ecuación de Lorentz asume para M cierto valor
superior a cero. Esto es aplicable a casi todas las partículas con las que estamos
familiarizados y a todos los cuerpos de átomos y estrellas que están integrados
por tales partículas. No obstante, hay neutrinos y antineutrinos para los cuales M,
la masa en reposo o ''masa-reposo'', es igual a cero. Y esto también es cierto para
los fotones.
Dichas partículas se trasladan a la velocidad de la luz en el vacío, siempre y
cuando se encuentren verdaderamente en un vacío. Apenas se forman, empiezan
a moverse con esa velocidad sin ningún período mensurable de aceleración.
Cabría preguntarse cómo es posible hablar de ''masa-reposo'' de un fotón o un
neutrino si éstos no reposan nunca y sólo pueden existir mientras viajan (en
ausencia de materia interceptadora) a una velocidad constante de 300.000 km/
seg. Por consiguiente, los físicos O. M. Bilaniuk y E. C. G. Sudarshan han
401
sugerido que se haga referencia a M como ''masa propia''. Para una partícula cuya
masa sea mayor que cero, la masa propia es igual a la masa medida cuando la
partícula está en reposo respecto a los instrumentos y al observador que toma la
medida. Para una partícula con una masa igual a cero, se obtiene la masa propia
por medio del razonamiento indirecto. Bilaniuk y Sudarshan sugieren asimismo
que todas las partículas con una masa propia cero se denominen ''luxones''
(palabra latina que significa ''luz''), porque se trasladan a la velocidad de la luz,
mientras que las partículas con masa propia superior a cero deberían llamarse
''tardiones'', porque se trasladan con menos velocidad que la luz, es decir a
''velocidades sublumínicas''.
En 1962, Bilaniuk y Sudarshan iniciaron unos trabajos especulativos sobre las
consecuencias de las velocidades superiores a la de la luz (''velocidades
superlumínicas''). Cualquier partícula trasladándose con esas velocidades tendría
una masa imaginaria. Es decir la masa sería un valor ordinario multiplicado por la
raíz cuadrada de -1.
Supongamos, por ejemplo, una partícula que se traslada a dos veces la velocidad
de la luz, de forma que la ecuación de Lorentz v es igual a 2c. En tal caso:
Esto conduce al hecho de que, mientras estuviese en movimiento, su masa sería
una masa propia (M) dividida por ,. Pero es igual a x , es decir,
1,74 . Por consiguiente, la masa propia M es igual a . Puesto
que cualquier cantidad donde se incluya se llama imaginaria, debemos llegar
a la conclusión de que las partículas con velocidades superlumínicas tienen masas
propias imaginarias.
Las partículas corrientes en nuestro universo ordinario tienen siempre masas que
son cero o positivas. Una masa imaginaria no puede tener un significado
concebible en nuestro universo. ¿Significa esto que las partículas más veloces
que la luz son inexistentes?
No necesariamente. Dando por supuesta la existencia de masas propias
imaginarias, podemos hacer que esas partículas ''más veloces que la luz'' encajen
en todas las ecuaciones de la Teoría Especial de la Relatividad de Einstein. Sin
embargo, tales partículas muestran una propiedad aparentemente paradójica:
cuanto más lento es su movimiento, tanta más energía contienen. Esto es
precisamente el reverso de la situación en nuestro universo y también, quizás, el
significado de la masa imaginaria. Una partícula con una masa imaginaria gana
velocidad cuando encuentra resistencia y la pierde cuando la impulsa hacia
delante alguna fuerza. Al decaer su energía, se traslada cada vez más aprisa, y
alcanza una velocidad infinita cuando esa energía desciende hasta cero. Al
aumentar su energía, se mueve con creciente lentitud, y cuando la energía se
aproxima al infinito, la velocidad se reduce hasta igualar casi la de la luz.
El físico americano Gerald Feinberg ha dado a estas partículas más veloces que la
luz el nombre de ''taquión'' de una palabra griega que significa ''velocidad''.
Podemos imaginar, pues, la existencia de dos universos. Uno, el nuestro, es el
universo ''tardión'', donde todas las partículas marchan a velocidades sublumínicas
y pueden acelerar su marcha hasta alcanzar casi la velocidad de la luz
cuando se incrementa su energía. El otro es el universo ''taquión'', donde todas las
partículas alcanzan velocidades superlumínicas y pueden decelerar hasta igualar
casi la velocidad de la luz cuando aumenta su energía. En medio está la ''pared
luxón'', infinitamente delgada, donde hay partículas cuya velocidad es
402
exactamente lumínica. Podemos considerar que ambos universos comparten la
pared luxón.
Si un taquión es suficientemente energético y, por tanto, se mueve con suficiente
lentitud, tendrá bastante energía y permanecerá en algún lugar durante un período
lo bastante prolongado para permitirle emitir una ráfaga apreciable de fotones.
(Los taquiones dejarían una estela de fotones incluso en el vacío, como una
especie de radiación Cherenkov.) Los científicos se mantienen alerta para captar
esas ráfagas, pero no hay grandes probabilidades de poder emplazar un
instrumento en el lugar preciso donde se muestra durante una trillonésima de
segundo una de esas ráfagas (posibles, pero muy infrecuentes).
Algunos físicos opinan que ''todo cuanto no esté prohibido es compulsivo''. Dicho
de otra forma, cualquier fenómeno que no quebrante una ley de conservación
debe manifestarse en un momento u otro; o, si los taquiones no quebrantan la
relatividad especial, deben existir. No obstante, incluso los físicos tan convencidos
de que esa fórmula es algo así como un ''aseo'' necesario del universo, se
alegrarían (y quizá se tranquilizasen también) si encontraran algunas pruebas
sobre estos taquiones no prohibidos. Hasta ahora no han logrado encontrarlas.
La ecuación de Einstein
Una consecuencia de la ecuación de Lorentz fue deducida por Einstein para crear
la que se ha convertido, tal vez, en la más famosa ecuación científica de todos los
tiempos.
La ecuación de Lorentz puede escribirse en la forma siguiente:
ya que, en notación algebraica puede escribirse . Esto dispone la
ecuación de una forma en que puede desarrollarse (es decir convertirse en una
serie de términos) mediante una fórmula descubierta por Newton, entre otros. La
fórmula es el teorema del binomio.
El número de términos en que puede desarrollarse la ecuación de Lorentz es
infinito, pero, puesto que cada término es menor que el anterior, si tomamos sólo
los dos primeros términos que consideremos aproximadamente correctos, la suma
de todos los restantes es bastante pequeña como para despreciarse.
El desarrollo queda así:
sustituyendo esto en la ecuación de Lorentz, tenernos:
Ahora bien, en física clásica la expresión representa la energía de un cuerpo
en movimiento. Si utilizamos el símbolo e para representar la energía, la ecuación
queda de la forma siguiente:
o
403
El incremento en la masa debido al movimiento (M'-M) puede representarse como
m, así pues:
Fue esta ecuación la que por primera vez indicaba que la masa era una forma de
energía. Einstein llegó a demostrar que la ecuación podía aplicarse a todas las
masas, no solamente al incremento en la masa debido al movimiento.
También aquí la mayor parte de las matemáticas implicadas están solamente a
nivel universitario. Sin embargo, representó para el mundo los comienzos de una
visión del Universo más grande y amplia aún que la de Newton, y también puso de
manifiesto la manera de concretar sus consecuencias. Señaló el camino para el
reactor nuclear y la bomba atómica, por ejemplo.
Dostları ilə paylaş: |