Medstar II: Curandera Jedi Michael Reaves y Steve Perry Versión 1



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El crepúsculo tropical de Drongar ya había caído cuando Jos consiguió salir de la SO. Vio a Uli sentado en un banco bajo un árbol. El chico había dejado el traje en la recicladora y se había puesto un mono del ejército de la República que le quedaba algo grande. Una pequeña nube de chinches ígneos zumbaba a su alrededor, pero era obvio que estaba demasiado cansado para quitárselos de encima de un manotazo.

Jos se acercó lentamente. Sacó de un bolsillo una barra de graniespecias y la alzó.

—Toma. Creo que te vendrá bien.

El chico dudó.

—Vamos, hombre —le dijo Jos—. No pasa nada. Es sólo un revitalizante suave. Te seguirás sintiendo como si te hubieran arrastrado por una mata de espino… boca abajo.

Uli cogió la graniespecia y se la metió en la boca.

—¿Estás bromeando? —le preguntó mientras masticaba—. Cuando era residente, yo vivía a base de esto. Como todos los que me rodeaban.

Jos se sentó.

—Sí, lo recuerdo bien —dijo suspirando—. Estimcafé y graniespecia: la dicta de los campeones. —Señaló con la cabeza a la SO—. Te las has arreglado muy bien. Mejor de lo que yo pensaba, la verdad.

Uli se frotó los ojos. Jos se dio cuenta de que le temblaban levemente las piernas.

—¿Esto es siempre así? Y, por favor, no me digas: «No, normalmente es peor». —Vale, pero es que normalmente es peor.

El chico le miró de perfil con una mirada demasiado anciana para una cara tan joven.

—A mi primer paciente de hoy le habían dado con un agonizador.

Jos asintió muy serio. El agonizador era una nueva arma de mano en fase experimental que atacaba al sistema nervioso con un rayo microsónico de alta colimación que estimulaba formaciones desbocadas de prostaglandina. El resultado era un dolor intenso sin lesiones físicas. No podía bloquearse con somaprina ni ningún otro calmante fuerte, y solía ser tan intenso que el paciente moría de sobrecarga sensorial. La única forma de superarlo era cortar las sinapsis nociceptoras en el córtex talámico. Esto requería una operación muy delicada con neuroláser, justo la clase de operación incompatible con la cirugía carnicera mimn'yet.

—Pero creo que lo hice bastante bien, teniendo en cuenta la situación —dijo Uli con voz hueca—. Detuve el dolor. Por supuesto, padecerá diskinesia grave y ataraxia motora por el resto de sus días…

Jos sonrió amargamente, en un gesto comprensivo. Estuvieron un rato callados.

—Ya me he enterado de lo del doctor Yant —dijo Uli—. Lo siento, Jos.

Ya entiendo por qué no te apetecía cargar con un compañero nuevo.

—A veces me gustaría verme las caras con quien comenzó esta asquerosa guerra y hacerle una neumonectomía con mis propias manos. —¿En serio?

—Pues sí, para empezar.

Uli se rió. Miró a Jos, y éste sonrió al cabo de un momento. Luego, de pronto, los dos empezaron a reírse a carcajada limpia, y no tanto porque se sintieran alegres, sino de pura rabia, por el sentimiento de pérdida, por la frustración…

Al cabo de un minuto, se calmaron un poco. Ya no reía ninguno.

—Sé cómo te sientes —dijo Uli secándose los ojos—. Hace unos años yo perdí a una buena amiga en Mos Espa, en Tatooine. Dos cazarrecompensas se estaban peleando y ella se vio de repente en medio del fuego cruzado —dudó un momento—. No lo superas nunca, ¿verdad?

—No —dijo Jos—. No lo superas, pero aprendes a soportarlo.

—No puedo hacer nada al respecto —dijo Uli.

—Así es. Y tienes que entender que no puedes. Culparte porque no pudiste salvar a tu amiga, o porque no puedes detener esta guerra, es malgastar tu esfuerzo y tu energía. No es culpa tuya, Uli. Nada de esto es culpa tuya.

Jos hizo una pausa, dándose cuenta de que hablaba más para sí mismo que para el chico. Negó otra vez con la cabeza. Era fácil de decir. Pero muy difícil de creer.

Pero quizá, sólo quizá, el tiempo lo hiciera más fácil de soportar.


~
Kaird se sentía inquieto. Las vestiduras que le hacían pasar por Silencioso habían sido incompatibles con aquellas condiciones climáticas, pero el nuevo disfraz era aún peor, ya que ahora debía llevar una fleximás-11M. Pero todas aquellas precauciones eran necesarias. Una de las razones por las que era tan buen agente de Sol Negro, pese a ser alguien que solía destacar en la multitud, era por su habilidad a la hora de camuflarse. Durante sus años de servicio había ocultado sus rasgos distintivos y su Silueta tras varias identidades distintas, y siempre con un éxito notable. En cierta ocasión hasta se disfrazó de hutt, empleando una estructura plastoide de piel y rostro de sintocarne. Por el Huevo Sagrado, eso sí que había sido fuerte. Al lado de eso, la máscara y la túnica de kubaz no eran nada del otro mundo.

Sus propios rasgos limitaban la elección de las especies de las que podía disfrazarse, pero el tabique truncado de una nariz de kubaz ocultaba bastante bien su propia boca en forma de pico, y las gafas que llevaban estos insectívoros para protegerse del exceso de luz solar cubrían sus ojos violeta. Nadie reparó en él en el espaciopuerto. Había kubaz por toda la galaxia.

Kaird esperaba a que aterrizase el último transporte. Junto con los suministros llegaba un equipo de hombres que le habían recomendado encarecidamente. Uno era un umbaran, la otra una falleen. Según Lente, no eran unos chapuzas cualquiera, sino unos maestros de la sutileza y del talento. Eran oportunistas, artistas del timo que se ganaban la vida de planeta en planeta, recorriendo las autopistas espaciales a base de estafas. Según le había contado Lente, eran como la mayoría de los rateros y tenían períodos de solvencia, e incluso de riqueza, seguidos por otros de desesperación. En ese momento atravesaban uno de los últimos.

Lo que significaba que podían resultar útiles para Kaird.

El transporte descendió sobre rayos retropropulsores atravesando las nubes de esporas de color carmesí y cobre, y fue admitido por el campo interruptor de la cúpula para posarse en la plataforma. Los androides y los montacargas binarios empezaron a sacar la mercancía del transporte. Kaird observaba el proceso. Sólo había unos pocos pasajeros en aquel viaje: un kaminoano que llegaba para realizar algún tipo de inspección biológica, y un trío de oficiales humanos para discutir con el coronel Vaetes la cuota de envíos de bota. Unos androides y sus dos empleados potenciales completaban la lista.

Sus dos contactos fueron los últimos en desembarcar, seguidos por un androide «cabezarroja» RC-101 que les llevaba el equipaje. Ninguno parecía molesto por el aire caliente y húmedo, aunque las esporas eran aquel día especialmente desagradables. Kaird les observó cuidadosamente. Eran tan distintos como podían serlo dos humanoides basados en el carbono tan diferentes que resultaba casi ridículo. El umbarano era bajito, de quizá un metro veinte, calvo y pálido. Por su parte, la falleen le sacaba más de una cabeza y llevaba el pelo recogido en una coleta alta. Caminaba altiva, como una guerrera. No llevaba armas, pero el movimiento fluido de sus músculos bajo el ajustado mono de sintotela dejó claro a Kaird que era peligrosa incluso desarmada.

El umbarano, en cambio, daba la impresión de que un fuerte viento lo levantaría por encima de los popárboles, un efecto que se acentuaba por la voluminosa túnica que le tapaba del cuello a los pies. Kaird había investigado sobre ambas especies y sabía que la prenda en cuestión se llamaba hábito de sombra. La mayoría de las especies de humanoides la veían de color Blanco, como la piel del umbarano, pero los demás umbaranos no, ya que su gama de visión estaba en la onda ultravioleta, por debajo de los trescientos nanómetros. Pero Kaird no la veía así, Los depredadores alados que fueron sus antepasados habían tenido acceso a una paleta visual de colores más amplia que la escasa gama de radiación disponible para la mayoría de los ojos, Al cabo de cientos de miles de generaciones, el ojo nediji podía seguir viendo ambos extremos del espectro visible, Para él, la túnica era un torbellino de colores puros que pocos idiomas aparte del suyo tenían nombre: berl, crynor, nusp, onsible… Era realmente bella, A medida que el umbarano caminaba, los dibujos de la tela parecían arremolinarse en sombras y matices insospechados, en un juego constante y caleidoscópico de luces y sombras, Una prenda magnífica, pensó Kaird. Conocía a gobernantes de planetas que se habrían contentado con prendas mucho peores que aquélla, Dio un paso adelante para saludarles, con el chip de vocoder de su máscara imitando el áspero acento kubindi.

—Hunandin, del clan apiida, a su servicio, Nuestro mutuo amigo me pidió que les diera la bienvenida a Drongar. —El amigo «mutuo» era, por supuesto, el espía llamado Lente—. ¿En qué puedo ayudarles?

Los dos le miraron, Kaird sintió una atracción definida por la falleen: ¿nostalgia?, ¿carisma? Sabía qué provocaba aquello, Esos reptiloides emitían un tipo de feromonas con una amplia base química que podía influir sutilmente, o no tanto, en muchos seres, Se preguntó si ella no estaría liberando las fe romanas a propósito o como acto reflejo, Daba igual, mientras fuera consciente de lo que estaba pasando, su mente contaría con la disciplina suficiente para soportarlo, Luego se quedó atónito al oír hablar al umbarano.

—Vuela libre, vuela recto —dijo—. Hermano del Aire, ¡La Bendición del Nido, con la inflexión laringítica adecuada! ¿Cómo? ¿Cómo podía conocerla? Su disfraz era lo bastante bueno como para engañar a cualquiera en el campamento, incluso a otros kubaz, No había forma de que… Un momento, Recordó otra cosa de los umbaranos: al parecer tenían habilidades paramentales que les permitían ver e incluso influir en los pensamientos de los demás. Genial. Otro manipulador mental más en el Uquemer-7. Es un milagro que no nos explote a todos la cabeza.

Era evidente que él no era el único que había hecho los deberes, Había pocos no nediji que conocieran el lenguaje de la Bandada, Lente lo conocía, y ahora estos dos… Habló en voz baja, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie podía oírles.

—Les felicito por vuestra perspicacia, pero os aseguro que nuestro beneficio mutuo dicta que mantengamos la ilusión de…

—Por supuesto —dijo la falleen. La voz del umbarano apenas era un susurro, mientras que la de ella era rica y llena de vida—. Tu identidad secreta está a salvo con nosotros, Hunandin. —Hubo un ligero tono de sarcasmo al decir su nombre—. Y disculpa nuestros modales. Todavía no nos hemos presentado. —Ella se enderezó y Kaird se dio cuenta de que era un poco más alta que él—. Me llamo Thula. —Señaló al umbarano—. Éste es mi socio, Squa Tront.

—Encantado —susurró secamente el umbarano—. ¿Hay algún lugar de este maldito planeta en el que uno pueda tomarse una copa?

Kaird sonrió dentro de su máscara.

—Claro. Venid conmigo. Tenemos mucho de lo que hablar.




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