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la Historia”.
41
La atención por los materiales concretos y la histo-
ria en ellos concentrada se articula con el montaje de múltiples
objetos.
En definitiva, al jugar, el niño barre con lo establecido, y, en
su pequeño entorno, inicia una escena completamente inédita. De
alguna manera, la figura del niño posee cercanías con la del nuevo
bárbaro, al cual se refiere Benjamin en Experiencia y pobreza: “‘un
nuevo género de barbarie’. ¿Barbarie? En efecto. Pero lo decimos
para introducir un concepto nuevo de barbarie, positivo ¿Adónde
lleva el bárbaro esa su pobreza de experiencia? A comenzar de nue-
vo y desde el principio, a tener que arreglárselas con poco y mirando
siempre hacia delante. Entre los grandes creadores siempre ha habi-
do los implacables que han hecho tabula rasa”.
42
El nuevo género de
barbarie se contrapone a la barbarie que signa a los documentos
de la cultura; introduce una cesura en su aparente persistencia.
Los niños, atentos a los objetos que los rodean y que les de-
vuelven la mirada, despliegan una suerte de montaje, de collage por
el cual reúnen aquello que la opinión costumbrista estima como
incongruente. El reordenamiento de elementos aparece, a su vez,
como un procedimiento clave, según se expresa en las “Palabras
preliminares sobre teoría del conocimiento” del Origen del “Trauers-
piel” alemán. Ahí, se vincula la atención a los fenómenos concretos
con el plano trascendente.
Esto ocurre cuando los elementos de la realidad empírica abandonan
el ámbito al que actualmente pertenecen –corrompido por lo aparente
[Schein] y conformado como una falsa unificación– e ingresan, redi-
midos, en una constelación nueva: esta ruptura del continuum y reor-
denación de los elementos que, disgregados como elementos cósicos
[dinglich], se ven liberados de la apariencia, es el lugar de mediación
entre el mundo ideal y el fenoménico.
43
El despojamiento de las mercancías de su ubicación habitual
en los anaqueles del capital, y su reordenamiento en pos de la dota-
ción de un nuevo significado, dan cuenta del carácter propiamente
político del modelo del collage intrínseco al juego infantil. Precisa-
mente, el collage se ubica en un sitio preponderante en el proceso
por el que el nuevo bárbaro hace tabula rasa. En su segunda “Car-
ta desde París”, escrita en 1936 e intitulada “Pintura y fotografía”,
Benjamin cita a Aragon, desplegando palabras que se vuelven par-
ticularmente sugerentes si tenemos como hipótesis que habría una
proximidad entre el niño que juega y monta como en un collage a
un objeto sobre otro y el nuevo bárbaro. Así, Aragon afirma que
“‘esta técnica del collage se lleva a cabo con pobreza de medios. Pero
su valor tardará todavía en ser reconocido’”.
44
De acuerdo con lo expuesto por Benjamin, cabe considerar
a “los niños como representantes del paraíso”.
45
Ello permitiría
apuntar que, en una relación con los objetos, que no se rige por
el dominio unilateral del sujeto, tampoco hay lugar para una con-
cepción instrumental del lenguaje. Afirma Benjamin que “no cabe
duda de que las frases que un niño construye a partir de las palabras
se parecen más a los textos sagrados que al lenguaje cotidiano de
los adultos”.
46
El lenguaje de los niños guarda cierta cercanía con el
41. Walter Benjamin, Imaginación y sociedad. Iluminaciones i, op. cit., p. 125.
42. Walter Benjamin, Obras completas. Escritos de juventud; escritos metafísicos y
de filosofía de la historia; ensayos de crítica literaria, op. cit., p. 208.
43. Walter Benjamin, Origen del “Trauerspiel alemán”, Buenos Aires, Gorla, 2012,
p. 17.
44. Walter Benjamin, Sobre la fotografía, Valencia, Pre-Textos, 2007, p. 82.
45. Walter Benjamin, La dialéctica en suspenso, op. cit., p. 93.
46. Walter Benjamin, Denkbilder, op. cit., p. 158. De acuerdo con lo señalado por
Benjamin, en el juego, el niño se encuentra estrechamente ligado a los objetos.
Sin embargo, el planteo del autor deja un hiato para asumir que el juego, los
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lenguaje adámico de los nombres que, según el trabajo “Sobre
el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los humanos”, se di-
ferencia de la concepción burguesa que supone al lenguaje como
instrumento que se hace coincidir arbitrariamente con la cosa. En
el lenguaje de los niños, como en el lenguaje adámico, subyace la
armonía entre sujeto y objeto.
VI
De la figura del niño que juega se pueden construir puentes, por un
lado, con la del flâneur, “que necesita del ámbito de juego y que no
quiere privarse de su vida privada”,
47
y, por otro, con la de Kafka,
que “a sus ademanes de terror les favorece el espléndido ámbito de
juego que la catástrofe no conocerá”.
48
Todas ellas, en cierto modo,
reniegan de un mundo en el cual el progreso técnico ha sometido
al desarrollo de la sensibilidad.
Los trabajos de Benjamin, protagonizados por sus aprecia-
ciones sobre juguetes, contienen, en parte, ligeros preludios a sus
reflexiones sobre los dispositivos técnicos de producción y repro-
ducción de imágenes. En “Juguetes antiguos” advierte:
Nos introducen en los misterios del mundo lúdicro las cámaras oscuras
y los dioramas, mirioramas y panoramas, cuyas imágenes solían fabri-
carse en Augsburgo. ‘Esas cosas ya no se ven’, se oye decir a menudo
al adulto ante la vista de los viejos juguetes. Por lo general, cree esto
sólo porque se ha vuelto indiferente frente a tales cosas, mientras que el
niño las percibe a cada paso. Pero en este caso, con respecto a los juegos
panorámicos, tiene razón. Son productos del siglo xix, que se desvane-
cieron junto con él y no pueden separarse de sus peculiaridades.
49
Los juguetes ópticos, como precursores de la fotografía y el
cine, concentrarían las potencialidades de modificar la percepción
y producir mundos antes inexistentes. Lejos de habituar al niño
al conjunto de shocks que lo invadirían en el espacio urbano, los
juguetes contribuirían con la observación de lo cotidiano como
extraño. La cualidad de crear imágenes que agiganten lo que ha-
bitualmente es pequeño y empequeñezcan lo que habitualmente
es gigante, los define como elementos de señalada relevancia. En el
“Konvolut N: Teoría del conocimiento, teoría del progreso” del Libro
de los pasajes poseen un lugar engañosamente breve ciertas líneas en
las que afirma el autor la “faceta pedagógica de este proyecto: ‘To-
mar el medio creador plástico y educarlo en la visión estereoscópica
juguetes, y, con ellos, el empleo lúdico de objetos llevan consigo una paradoja
irreductible. La relación directa con los elementos concretos en el ámbito de
juego habría de posibilitar el desarrollo de procesos cognitivos que, precisa-
mente, se abstraigan del mundo material. Cabe hacer algunas disquisiciones
al respecto. Ya sea desde la mirada psicoanalítica de Donald Winnicott en
Rea-
lidad y juego y la consideración del juego como fenómeno transicional (véase
Donal Winnicott,
Realidad y juego, Buenos Aires, Gedisa, 2011), desde la teoría
socio-histórica de Lev Vygotski y el lugar clave del juego en el desarrollo de los
procesos psicológicos superiores (véase Lev Vygotski,
El desarrollo de los proce-
sos psicológicos superiores, Buenos Aires, Crítica, 2009.) o desde la epistemolo-
gía genética de Jean Piaget y la gradual evolución de los juegos en consonancia
con los estadios de la inteligencia (véase Jean Piaget,
op. cit.), se sostiene que el
uso de materiales en el juego tendría que tener como consecuencia el desarro-
llo progresivo de funciones cognitivas que se alejen de lo concreto. No obstante,
la abstracción y el distanciamiento de lo material potencialmente conllevan al
olvido del mundo sensible. Susan Buck-Morss considera que, desde la posición
de Benjamin, “el triunfo de esta forma de cognición en los adultos marca al mis-
mo tiempo su derrota como sujetos revolucionarios”. Véase Susan Buck-Morss,
op. cit., p. 291.
47. Walter Benjamin, Poesía y capitalismo. Iluminaciones ii, Madrid, Taurus, 1999,
p. 70.
48. Walter Benjamin, Imaginación y sociedad. Iluminaciones i, op. cit., p. 206.
49. Walter Benjamin, Reflexiones sobre niños, juguetes, libros infantiles, jóvenes y
educación, op. cit., p. 64.
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