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Die werdende Formensprache des Trauerspiels kann durchweg als Ent-
faltung der Kontemplativen Notwendigkeiten gelten, die in der theolo-
gischen Situation der Epoche beschlossen liegen. Und deren eine, wie
der Ausfall aller Eschatologie sie mit sich bringt, ist der Versuch, Trost
im Verzicht auf einen Gnadenstand im Rückfall auf den bloßen Schöp-
fungsstand zu finden. Hier wie in anderen Lebenssphären des Barock
ist die Umsetzung der ursprünglich zeitlichen Daten in eine räumliche
Uneigentlichkeit und Simultaneität bestimmend. Sie führt tief ins Ge-
füge dieser Dramenform hinein. Wo das Mittelalter die Hinfälligkeit
des Weltgeschehens und die Vergänglichkeit der Kreatur als Stationen
des Heilswegs zur Schau stellt, vergräbt das deutsche Trauerspiel sich
ganz in die Trostlosigkeit der irdischen Verfassung. Kennt es eine Er-
lösung, so liegt sie mehr in der Tiefe dieser Verhängnisse selbst als im
Vollzuge eines göttlichen Heilsplans. Die Abkehr von der Eschatologie
der geistlichen Spiele kennzeichnet das neue Drama in ganz Europa;
nichtsdestoweniger ist die besinnungslose Flucht in eine unbegnadete
Natur spezifisch deutsch.
24
Aquí aparece de manera clara que la escatología, asociada a
la salvación trascendente en el más allá, que es la figura de la es-
catología en la historia sacra, y que procede del cristianismo me-
dieval, ha caído. Esta forma medieval, orientada por la redención
[Erlösung] trascendente como respuesta a la caducidad del mundo
profano, será luego retomada por los románticos, pero con un háli-
to de duda: el segundo Fausto de Goethe se termina precisamente
con el célebre pasaje atribuido al coro de ángeles que, ante la vista
del alma de Fausto, pronuncia con un ligero aire de vacilación la
sentencia clave de esta figura de la redención [Erlösung]: “Wer im-
mer strebend sich bemuht, den könen wir erlösen” [A quien siempre se
ha esforzado tanto, podemos redimirlo].
25
Esta conocida vacilación
final ante el alma de Fausto, que según Max Brod suministra luego
la clave fallida en torno a la que fracasa el protagonista del Proceso
[Das Prozess] y del Castillo [Das Schloss] de Kafka,
26
encalla ya en
el drama Barroco del siglo xvii, donde la respuesta a la caducidad
profana del mundo no es la redención [Erlösung] ultraterrena en el
más allá, bajo el régimen de la simbología medieval de la redención
victoriosa de los santos, sino la expresión melancólica de la historia
como ruina, bajo el régimen opuesto de la alegoría:
Mientras que en el símbolo –escribe Benjamin en el Trauerspielbuch–
con la transfiguración de la decadencia, el rostro transformado de la na-
turaleza se revela fugazmente a la luz de la redención, en la alegoría la
facies hippocratica de la historia se ofrece a los ojos del observador como
24. Walter Benjamin, “Ursprung des deutschen Trauerspiels”, en op. cit., pp. 259-260.
Para la traducción española: “En su proceso de formación, el lenguaje formal del
Trauerspiel puede ser perfectamente visto como el desarrollo de las necesida-
des contemplativas inherentes a la situación teológica de la época. Una de esas
necesidades, resultante de la merma [
Ausfall, Caída] de toda escatología, es el
intento de hallar consuelo para la renuncia a un estado de gracia en la regresión
a un mero estado creatural. Aquí, como en otras esferas de la vida barroca, es
decisiva la conversión de los datos originariamente temporales en una incon-
gruencia y simultaneidad temporales. Tal transposición nos introduce de lleno
en la estructura de esta forma dramática. Mientras que la Edad Media presenta la
precariedad de la historia y la caducidad de la criatura como etapas en el camino
de la salvación, el
Trauerspiel alemán se sume por completo en el desconsuelo
de la condición terrena. Si admite la posibilidad de redencióin, dicha posibilidad
reside en lo profundo de esta misma fatalidad, más que en el cumplimiento de
un plan divino de salvación. El alejamiento [
Abkehr , “Abandono”] de la escato-
logía por parte del teatro religioso caracteriza al nuevo drama en toda Europa;
la huida irreflexiva a una naturaleza abandonada por la gracia es, sin embargo,
específicamente alemana.”. Véase Walter Benjamin,
El origen del drama Barroco
alemán, op. cit., p. 66.
25. Johann Wolfgang von Goethe, Faust. Erster und zweiter Teil, Múnich, Deutscher
Taschenbuch Verlag gmbh & Co. kg, 2010, p. 346.
26. Max Brod, “Postface à la première édition de Le château”, en, Franz Kafka, Le
château, París, Gallimard, 1965.
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pasaje primordial petrificado. Todo lo que la historia desde el principio
tiene de intempestivo, de doloroso, de fallido, se plasma en un rostro;
o, mejor dicho: en una calavera. Y, si bien es cierto que ésta carece de
toda libertad “simbólica” de expresión, de toda armonía formal clásica,
de todo rasgo humano, sin embargo, en esta figura suya (la más sujeta
a la naturaleza) se expresa plenamente y como enigma, no sólo la con-
dición de la existencia humana en general, sino también la historicidad
biográfica de un individuo. Tal es el núcleo de la visión alegórica, de
la exposición barroca y secular de la historia en cuanto historia de los
padecimientos del mundo, el cual sólo es significativo en las fases de su
decadencia.
27
Por ende, el Barroco opera una supresión de la escatología de
redención, propia del cristianismo medieval, en provecho de una
condición de caducidad, propia de una figura caída de la naturaleza
y la historia profanas, que se articulan alegóricamente en el drama
Barroco alemán. Es esto lo que Gershom Scholem recoge escueta-
mente en su respuesta a Tiedemann del 10 de julio de 1963, ante la
consulta del editor alemán a propósito de la escatología barroca, en
la que Tiedemann le señalaba las páginas de los pasajes que acaba-
mos de reproducir:
Estimadísimo Señor Tiedemann, con respecto a su consulta le comuni-
co que estoy convencido de que en los pasajes del libro de Benjamin ci-
tados por Usted (p. 56 de la edición impresa) debe decir ninguna (como
Usted lo concibe) y que se encuentra en las pruebas de impresión pa-
sadas por alto. Precisamente la continuación de la frase del mesianismo
[inmanente] que se vuelve visible en el transcurso de la creación […],
deja afuera la transición a la salvación, como el libro lo demuestra. No
creo que pueda tomárselo de otro modo. La idea del estar caído de
la creación a-escatológico inmanente atraviesa el libro, en efecto, como
un pensamiento fundamental continuamente recurrente. Su devoto.
G. Scholem [10 de julio de 1963].
28
Esto demuestra que Giorgio Agamben, en su erudita e incluso
brillante reconstrucción filológica y filosófica de la cuestión del
debate entre Benjamin y Schmitt, ha dejado sin embargo de lado
una pieza decisiva, que le pudo haber jugado en contra de su acusa-
ción contra Tiedemann y Scheweppenhäuser. Podríamos entonces
devolver contra Agamben el propio método filológico-dramático
que él emplea contra los editores: ¿por qué esta laguna decisiva?
Porque quizá Agamben pre-interpreta el barroco benjaminiano
en el sentido del tiempo mesiánico paulino, y, más allá, en el sen-
tido del tiempo-ahora [Jetztzeit] de las Thesen sobre el concep-
to de historia. Pero confundir el barroco y el kairos paulino, más
allá de las afinidades y parentescos que puedan existir desde el án-
gulo del estado de excepción que tematiza Agamben, sería como
generalizar la temporalidad barroca a la totalidad del tiempo histó-
rico, cuando el barroco debía para Benjamin acotarse a una conste-
lación de estructura y forma singulares. Y si el Angelus Novus de la
Tesis 9 “Sobre el concepto de historia” (1940) abona la imagen de
una temporalidad caída, válida para la historia universal, también
hay en el Benjamin tardío un principio materialista histórico de
interrupción temporal que demarca la temporalidad revolucionaria
de la temporalidad barroca de la catástrofe continua. No por azar
Benjamin señaló tardíamente que su ensayo sobre el Barroco, aun-
que dialéctico, no era materialista, contrariamente a su ensayo sobre
los Passagen parisinos.
27. Walter Benjamin, El origen del drama Barroco alemán, op. cit., p. 159.
28. Citada en Thomas Meyer, op. cit., p. 107.
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