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asistía a sus clases y se movía en el círculo de sus allegados. Co-
mo primer filósofo de la modernidad urbana, Simmel identifi-
có tempranamente al dinero no sólo como un elemento dentro
de una creciente racionalización de la vida moderna, sino como
un denominador común a todas las relaciones humanas, que media
todos los intercambios, tanto los económicos como los no-econó-
micos: “el dinero se cuela entre hombre y hombre, entre el hombre
y la mercancía, como una instancia mediadora, un denominador
común al que todo valor debe ser reconducido para poder aplicarse
luego a otros valores”.
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La economía monetaria y los intercambios
sociales que se dan en ella se desarrollan según Simmel en el “me-
dium del dinero”, en el que todo cobra su valor e interés. Incluso la
satisfacción que un objeto puede brindarnos varía según su precio,
y depende paradójicamente de su relación con algo que no posee
en sí mismo ningún tipo de cualidades ni caracteres.
A su vez, Gustav Landauer escribe en la página de
Aufruf zum
Sozialismus citada por Benjamin:
El dinero ha devorado relaciones y es por eso más que una cosa. El
distintivo de una cosa objetiva, que ha sido elaborada artificialmente de
la naturaleza, es que no crezca más, que no sea capaz de recibir del am-
biente materias o fuerzas, sino que espere en calma el consumo y que se
corrompa en un plazo mayor o menor si no es utilizada. Lo que tiene
crecimiento, movimiento propio, autocreación, es un organismo. Y así
el dinero es un organismo artificial; crece, da a luz hijos, se acrecienta
en todas partes donde existe, y es inmortal […] ¿Pero quién no ve,
quién no ve hoy todavía que el dinero, que no es otra cosa que el dios,
el espíritu surgido de los hombres y convertido en cosa viviente, en
absurdo, en el sentido de nuestra vida trocado en locura? […] El dinero
tiene sus fuerzas y su vida de alguna parte; no puede tenerlas más que
de nosotros y tanto cuanto hemos hecho rico y capaz de reproducirse
al dinero, tanto nos hemos empobrecido y desecado nosotros todos.
Textualmente se sabe que centenares de millares de mujeres no pueden
ser madres porque el horripilante dinero existe y el duro metal absorbe
de las venas a hombres y mujeres el calor animal y la sangre como
un vampiro. Somos mendigos y tontos y locos porque el dinero se ha
vuelto dios, porque el dinero se ha vuelto antropófago.
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Benjamin ha sido permeable a este tipo de reflexiones y de-
nuncias de la función preponderante que iba adquiriendo el dinero
al moldear y mediar todas las relaciones humanas, hasta convertir-
se, como afirma Landauer, en un dios-monstruo que devora a los
humanos. Así, en el texto “Panorama imperial” de
Dirección única,
puede leerse:
Todas las relaciones humanas de cierta intimidad son iluminadas por
una penetrante y casi intolerable evidencia, ante la cual apenas logran
mantenerse firmes. Pues al ocupar el dinero de forma devastadora el
centro de todos los intereses vitales, por un lado, y constituir justamen-
te, por el otro, la barrera ante la que fracasan casi todas las relaciones
humanas, van desapareciendo más y más tanto en el ámbito de la natu-
raleza como en el de las costumbres, la confianza espontánea, la calma
y la salud.
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El socialismo libertario de Landauer se presentaba como un
“nuevo comienzo”, incitaba a la recuperación del lazo que había
David Frisby, David,
Georg Simmel, México, Fondo de Cultura Económica (fce),
1990.
55. Georg Simmel, “Soziologische Ästhetik”, en Maximilian Harden (ed.), Die Zukunft,
vol. 17, núm. 5, Berlín, Verlag Georg Stilke, 1896, p. 216.
56. Gustav Landauer, Aufruf zum Sozialismus, Berlín, Paul Cassirer, 1920, p. 144.
57. Walter Benjamin, Gesammelte
Schriften, libro iv, op. cit., p. 96.
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