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El inicio del período vio una gran emigración de Grecia, que puede haber
generado una disminución demográfica en la península y, sin duda, llevó al
asentamiento de griegos y macedonios en las nuevas ciudades y en los antiguos
territorios conquistados en todo el Oriente Próximo. Los efectos de estos y otros
cambios globales sobre el paisaje geográfico y humano del mundo griego antiguo y
del nuevo apenas se están comenzando a comprender, pero se ha vuelto un axioma
entre los historiadores que ninguna serie de fenómenos universales puede darse por
sentada. La variabilidad demográfica parece haber sido confirmada con toda
seguridad, incluso en un nivel muy local, con los resultados de los sondeos en la
«Antigua Grecia».
En cuanto a los paisajes culturales, se puede inferir que hubo una bajada en la
actividad de los santuarios rurales, lo cual sugiere un cambio en la relación entre las
colectividades urbanas y rurales.
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El asentamiento rural, no obstante, parece haberse
intensificado en ciertas partes de la Grecia peninsular y en algunas islas. En la
Argólida meridional hay un aumento del número de pequeños yacimientos rurales
entre c. 350 y c. 250 a. C, así como en la proporción de las vasijas de
almacenamiento en aquéllos; estos datos sugieren la intensificación de la
agricultura.
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Un patrón similar se aprecia poco después en Etolia,
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un área donde
las ciudades se agruparon juntas en un poderoso estado federal durante el siglo III y
posiblemente prosperaron a causa de ello. En Acaya, el examen ha revelado una
significativa recolonización del paisaje rural.
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En Metana, el número de yacimientos
aumentó en los inicios del período helenístico, un fenómeno que los investigadores
relacionan con la existencia de una base naval ptolemaica.
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A la inversa, en otras áreas parece haber habido un uso menos intensivo del
paisaje. En este punto, sin embargo, debemos primero tomar en cuenta una serie de
enunciados en las fuentes que nos estarían informando de las condiciones
económicas y sociales de ciertas áreas. A inicios o mediados del siglo III el autor de
una descripción algo satírica de la Grecia central describe a los pueblos beocios en
términos positivos:
La ciudad (de Tanagra) está situada en un promontorio escarpado
... La entrada de las casas y las pinturas que tienen le dan a la ciudad una
bella apariencia. La ciudad no goza de una abundante producción
agrícola, pero es la primera en Beocia por su vino. Los habitantes, aunque
ricos, tienen un sencillo estilo de vida; son todos agricultores y no
jornaleros. Saben respetar la justicia, la buena fe y la hospitalidad...
La ciudad (de Tebas) está situada en el centro de Beocia ...
Aunque es una ciudad antigua, el trazado de sus calles es de una moderna
concepción ... toda la tierra tiene abundancia de agua, es verde y cubierta
de montes, y tiene más jardines que cualquier otra ciudad de Grecia.
(«Heráclides de Creta», 1, 8-9, 12; Austin 83)
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En cambio, Polibio declara que la cosa pública en Beocia durante finales del
siglo III y comienzos del siglo II estaba por los suelos, y que las fortunas familiares
se dilapidaban en un consumo notorio, antes que pasar a los legados (20, 6, 1-6;
Austin 84). A primera vista esto indica un cambio para peor en la sociedad beocia;
pero su relato está casi con seguridad empañado por el prejuicio.
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De modo
parecido, sus referencias a la estrechez de miras de la gente de Elis en el Peloponeso
noroccidental, que delegaban las funciones cívicas tales como la administración de
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justicia al campo con el resultado de que los ricos descuidaban la vida en la ciudad
(4, 73, 5-74, 2, Austin 85), parecen estar teñidas de retórica y en todo caso se refieren
sólo a la élite. Finalmente, es difícil saber qué valor de prueba debe atribuirse a los
enunciados de Polibio que implican que la Grecia de su época estaba sufriendo un
descenso demográfico debido a que las familias no se reproducían (36, 17, 5-10;
Austin 81).
Sería ingenuo suponer que puede confiarse en alguno de nuestros autores
como científico: incluso cabe sospechar del aparentemente optimista «Heráclides»
por tener un propósito retórico. Dedica el epílogo de su obra a demostrar, por
ejemplo, que la Hélade propiamente dicha se extiende hasta Tesalia pero no más allá,
excluyendo específicamente Macedonia. Sus enunciados sobre el cambio social,
aunque deben considerarse seriamente, no deberían predeterminar la interpretación
de los datos arqueológicos, a los cuales ahora volvemos.
En Beocia los datos de prospección efectivamente indican un amplio
abandono de asentamientos durante el siglo III o después, incluidas dos ciudades;
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pero más que a la deficiencia moral o a la insensatez de los lugareños, como Polibio
podría hacernos pensar, esto podría ser debido a hechos tales como la violenta
destrucción y la subsiguiente reedificación de Tebas a finales del siglo IV.
Parecidas precauciones deben aplicarse al Ática. Los datos arqueológicos
referentes a los cambios en el asentamiento rural se encuentran todavía en un estado
tal que es difícil sacar conclusiones, pese al optimismo de algunos estudiosos. Se
considera por lo general que los testimonios epigráficos y textuales indican un ligero
descenso de la población, pero los datos son difíciles de interpretar. Había, de hecho,
emigración a Alejandría, pero el reducido número de inscripciones de demes (aldeas
constituyentes de la polis ateniense) podría deberse a la falta de fondos antes que a
una población decreciente. El descenso del número de lápidas inscritas áticas y de las
de metecos (extranjeros residentes) podría explicarse por los cambios en las prácticas
conmemorativas; el reducido número de efebos (aprendices militares de élite), por
los cambios en el reclutamiento. Contra la probabilidad de emigración neta, debemos
subrayar el hecho de que los atenienses no parecen haber tenido problemas para
designar bouleutai (consejeros), incluso cuando el boulê (consejo) había aumentado
de tamaño a finales del siglo III.
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En el campo arqueológico se necesita mucho más
trabajo antes de poder afirmar con seguridad la despoblación rural para el Ática.
En Kea (Ceas, Zea o Zia) noroccidental, el abandono del asentamiento está
claramente fechado en el siglo III; los expertos sugieren que esto puede deberse a la
fusión de tenencias para formar grandes propiedades, que promovió y a su vez fue
promovida por la desaparición de la polis de Coressos.
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En Melos el cuadro es mixto: en la transición clásico-helenística hay
continuidad en algunos asentamientos, pero también una continuación de la
tendencia clásica a asentarse en núcleos; estos cambios pueden indicar la
despoblación rural y el creciente predominio de la ciudad principal.
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Finalmente, los datos del reconocimiento de Laconia indican una ligera
bajada del número total de yacimientos; pero esta generalización oculta dos
tendencias contradictorias. Partes del área reconocida más cercanas a Esparta y a la
llanura del Eurotas generan indicios de muchos establecimientos agrícolas pequeños
a inicios y mediados del período helenístico, mientras que las zonas del área de
reconocimiento situadas lejos de Esparta parecen haber experimentado una
concentración de asentamientos en sitios más pequeños y prósperos.
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Aquí, también,