Historia de Roma Libro IV la revolución Los países sujetos hasta el tiempo de los Gracos



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EL ORIENTE Y EL REY MITRÍDATESfue a su vez conquistada, y Pérgamo cayó en poder del enemigo. El Bosforo fue ocupado, y el rey se apoderó de los buques que allí encontró. Después de cada victoria, Mitrídates ponía en libertad a todos los prisioneros que hacía sobre las milicias de Asia, y no omitía diligencia alguna para aumentar las simpatías nacionales, bastante inclinadas ya hacia él. Dueño del país hasta el Meandro, a excepción de algunas plazas, supo que en aquellos momentos había estallado una nueva revolución en Roma. El cónsul Sila, designado para ir contra él, había marchado sobre la capital en vez de embarcarse, en tanto los generales de la República, ocupados en sangrientos combates, se disputaban el mando del ejército destinado a la expedición de Asia. Roma parecía precipitarse por sí misma en el fondo del abismo: ¿qué hay de extraño en que los pocos partidarios con que contaba en Asia Menor estuviesen como agobiados bajo las masas populares que se echaban en brazos de Mitrídates? Helenos e indígenas, todos lo aclamaban como su libertador, y, comparándolo con el divino vencedor de los indos, lo saludaban con el nombre de "nuevo Dionisos". Las ciudades y las islas mandaban a su encuentro embajadas al "dios salvador" para invitarlo a que se dignase visitarlas, y las poblaciones, en traje de gala, salían en masa a recibirlo fuera de las puertas. En algunas ciudades incluso se llegó a entregarle ahorcados a los oficiales romanos que se habían descuidado. Laodicea le entregó a Quinto Oppio, y Mitelene de Lesbos, al consular Aquilio.5 ¿Quién no conoce el furor del bárbaro cuando la suerte de las armas lo hace dueño de aquel que lo ha hecho temblar? Este furor se descargó cruelmente sobre el desgraciado pro­motor de las hostilidades. Encadenado y siguiendo a pie al fuerte Bastarna, que iba sobre su ligero caballo, o montado sobre un asno y obligado a proclamar muy alto su nombre, el viejo romano fue paseado por toda el Asia Menor hasta que finalmente después de este triste espectáculo llegó a Pérgamo, donde a la sazón se hallaba Mitrídates. Para castigar su avaricia, causa única de la guerra, el rey dispuso que se le engargantase oro fundido, y murió en medio de los más terribles tormentos. Pero no era la ironía salvaje de semejante suplicio la que debía colocar el nombre de Mitrídates en la lista de los grandes y nobles caracteres. Desde Éfeso mandó a todos sus sátrapas y a todas las ciudades la orden de matar en el mismo día, a la misma hora y sin distinción de edad ni de sexo, a todos los italianos residentes en el país, libres o esclavos. Deberá castigarse despiadadamente a aquel que les preste socorro; sus cadáveres serán303

abandonados para servir de pasto a los buitres, y sus bienes confisca­dos se distribuirán en dos porciones iguales, una para los asesinos y otra para el rey. En todas partes, excepto en algunos raros distritos, como por ejemplo en la isla de Cos, se ejecutó puntualmente la orden aterra­dora. En un mismo día fueron degollados a sangre fría en Asia Menor, según unos, ochenta mil, y según otros, cincuenta mil hombres, mujeres y niños, todos desarmados, si es que no inocentes. Obra de horrible carnicería que daba rienda suelta no solo a la sed de venganza, que pudiera ser excusable en cierto modo, sino también, y sobre todo, a la mala fe de los deudores, que aprovechaban la ocasión para deshacerse de sus acreedores, y al servilismo de los asiáticos, siempre dispuestos a desempeñar el oficio de verdugos a la más leve señal de su sultán. Por otra parte, era una crueldad políticamente insensata y sin objeto: ¿acaso Mitrídates necesitaba sangre para enriquecer su tesoro? ¿O podía la conciencia de tan repugnante crimen convertir en guerrero al habitante del Asia Menor? En realidad esta crueldad era contraproducente, porque impelía al Senado a hacer la guerra de una manera enérgica, si es que aún era capaz de energía, y porque hería a la vez a los romanos y a los italianos no romanos, aliados naturales de Mitrídates. La sentencia de muerte lanzada desde Efeso no era más que un acto de venganza ciega y bestial. Y si aún parece que va unida a él no sé qué falsa apariencia de grandeza salvaje, no puede verse en ella más que la ilusión creada por las colosales perspectivas de la manifestación del poder absoluto de un sultán de Oriente.ORGANIZACIÓN DEL PAÍS CONQUISTADOSea como fuese, Mitrídates se había llenado con una soberbia alegría. Había comenzado la guerra por desesperación, pero sus fáciles e ines­peradas victorias, así como el retraso de la partida de Sila, hacían que abrigase en su alma las más vastas ambiciones. Si bien tenía su morada en el Asia citerior, había hecho de Pérgamo, residencia habitual del magistrado romano, su nueva capital. Dejó a su hijo, que tenía su mismo nombre, el antiguo reino de Sinope, y organizó Capadocia, Frigia y Bitinia en satrapías pónticas. Los grandes del reino y sus favoritos se veían enriquecidos o provistos de grandes feudos, y en todas las ciudades se304

EL ORIENTE Y EL REY MITRÍDATESperdonaron los impuestos atrasados y los venideros por espacio de cinco años. Esta medida fue tan funesta como el asesinato de los residentes romanos, si es que el rey pretendía ganarse de este modo la fidelidad de los asiáticos. Es verdad que su tesoro estaba repleto con las enormes sumas procedentes de los despojos de los italianos y de las confiscaciones; solo de la isla de Cos había arrebatado ochocientos talentos, que los judíos habían dejado en depósito. Todo el norte de la península asiática y la mayor parte de las islas vecinas estaban en su poder. A excepción de los insignificantes dinastas de Paflagonia, no había ningún jefe que fuese adicto a Roma; sus escuadras eran dueñas de todos los puntos del mar Egeo. Solo al sudoeste le negaban su homenaje las ligas de las ciudades carias y licias, y la gran ciudad de Rodas. En Caria sometió a Estratonicea por la fuerza de las armas; pero Magnesia, sobre el Meandro, sostuvo valerosamente un sitio largo y sangriento, en el que Arquelao, el mejor de los generales del rey, se dejó vencer y hasta fue gravemente herido. Rodas fue a su vez atacada por mar y por tierra, pues allí se habían refugiado con el pretor Lucio Casio todos los romanos fugitivos. Parecía que iba a sucumbir ante las enormes fuerzas enviadas contra ella, pero por más que los marinos de Mitrídates cumpliesen con su deber en presencia de su rey, en realidad no eran más que unos torpes novicios. Las escuadras rodias derrotaron a las de Ponto, cuatro veces más nu­merosas, y entraron en el puerto con los buques que habían capturado. No iba mejor el sitio por la parte de tierra, y Mitrídates abandonó la empresa después de haber visto destruidos una gran parte de sus trabajos. Esta importantísima isla y la parte del continente que da frente a ella quedaron en poder de los romanos.INVASIÓN EN EUROPA. ALGARADAS DE LOS TRACIOSLOS SOLDADOS DE MITRÍDATES OCUPAN LA TRACIAY MACEDONIA. LA ESCUADRA DE PONTO EN EL MAR EGEOLAS TROPAS DE PONTO EN GRECIANo contento con la conquista de casi toda la provincia de Asia, Mitrí­dates se aprovechó de las funestas consecuencias de la revolución sulpiciana y de los desórdenes interiores ocurridos en mala hora en la República, y dirigió también sus ataques contra Europa. Desde el año 662,305

los bárbaros de las fronteras de Macedonia habían renovado sus incur­siones en el norte y el este, con una persistencia y una violencia increí­bles. En el 664 y el 665, los tracios devastaron toda la Macedonia y el Epiro, y saquearon el templo de Dodona. Cosa aún más extraña, a estas incursiones iba unida una tentativa de restauración macedónica en la persona de un pretendiente llamado Eufeno. Seguramente el rey de Ponto no era extraño a estos movimientos, pues estaba en comunicación con los tracios a través de Crimea. El pretor Cayo Sencio resistió como mejor pudo con el auxilio de otros tracios, los denteletes, pero no tardaron en acudir otros enemigos a los que no podía hacer frente. Entusiasmado con sus triunfos, Mitrídates había concebido, como antes Antioco, el audaz proyecto de hacer teatro de la guerra el Asia y toda la Grecia. En consecuencia, dirigió todas sus fuerzas de mar y tierra sobre Europa. Su hijo Ariarato atravesó la Tracia y penetró en Macedonia, y a su paso fue subyugando a todo el país y dividiéndolo en satrapías asiáticas. Abdera y Filipos fueron las dos principales ciudadelas de Ponto en Europa. La escuadra, conducida siempre por el capitán más sabio del rey, por Ar-quelao, apareció en el mar Egeo, donde apenas los romanos podían contar con un buque. Délos sucumbió y allí fueron degollados certa de veinte mil hombres, italianos en su mayor parte. También se sometió Eubea, y al poco tiempo estaban en poder del enemigo casi todas las islas si­tuadas al este del cabo Maleo. Nada impedía ya la invasión de la Grecia continental. En estos momentos las escuadras del rey se dirigían contra la importante plaza de Demetriade; pero su ataque fue rechazado por el valiente Brucio Sura, lugarteniente del pretor de Macedonia, quien con un puñado de hombres y algunos buques, reunidos con gran precipitación, los batió y recobró la isla de Esciatos. Sin embargo, no pudo impedir que el enemigo se estableciese en tierra firme. Mitrídates apoyaba la obra de sus armas con la propaganda de las ideas de nacionalidad. En Atenas tenía por principal instrumento a un cierto Aristión, esclavo ateniense de nacimiento y sofista de oficio que había explicado ya lecciones de epi­cureismo. Había hecho un viaje fastuoso a la corte, y había aprendido a arrojar el polvo a los ojos del pueblo; allí anunció con singular aplomo que Cartago iba a venir en auxilio de Mitrídates. ¡Cartago, convertida en ruinas hacía treinta años! Los discursos del nuevo Feríeles y la promesa hecha por Mitrídates de devolverles la antigua posesión de Délos inflamaron a los atenienses. Algunos de los más prudentes emprendieron306

EL ORIENTE Y EL REY MITRÍDATESla huida; pero el populacho y unos cuantos retóricos medio locos repudiaron solemnemente la soberanía de Roma. Después el ex filósofo, transformado en sátrapa y asistido por una horda de soldados de Ponto, inauguró un régimen de imprudencia y de sangre. El Píreo se convirtió en puerto de desembarco de la escuadra del Ponto. A medida que sus tropas invadían el continente, se entregaban a Mitrídates todos los pe­queños Estados llamados libres: aqueos, laconios y beocios, hasta las fronteras tesalianas. Como Sura había recibido algunos auxilios de Macedonia, penetró en Beocia intentando socorrer a Tespies. Durante tres días se batió en Queronea contra Arquelao y Aristión sin resultado decisivo; sin embargo, tuvo que retirarse cuando se aproximaron las tropas reales, que acudieron desde el fondo del Peloponeso (a fines del año 666 y principios del 667). La superioridad de Mitrídates en el continente y sobre todo en el mar era tal, que los insurrectos italianos le mandaron embajadores rogándole que hiciese un desembarco en la península; pero, como la insurrección estaba vencida en parte, la exigencia fue rechazada.SITUACIÓN DE LOS ROMANOS. DESEMBARCO DE SILA REOCUPACIÓN DE GRECIAEl imperio continental de Roma corría más de un peligro. El Asia Me­nor y Grecia estaban totalmente perdidas, y Macedonia estaba ocupada en parte por el enemigo. El pabellón de Mitrídates dominaba sin rival en todos los mares de Oriente; y, en Italia, la insurrección, aunque herida en el corazón, era dueña de vastos países. En el interior, por su parte, tenían una revolución apaciguada la víspera, pero cuyo incendio amena­zaba reproducirse a cada instante. Por último, Roma atravesaba una terrible crisis comercial y financiera, consecuencia de los trastornos de Italia y de las enormes pérdidas experimentadas en Asia por los capita­listas; pero, sobre todo, había una carencia total de soldados. Esa era la situación. La República necesitaba tres ejércitos: uno en Roma para contener la revolución, otro en Italia para acabar con la insurrección, y un tercero para la guerra de Asia. Y en realidad no había más ejército que el de Sila, pues las divisiones del Norte, que estaban en las manos poco seguras de Gneo Estrabón, eran más bien un embarazo que una307

HISTORIA DE ROMA,fuerza. Sila tenía que decidirse por uno de los tres partidos, ya hemos visto que se decidió por la guerra de Asia. Resolución importante y quizás un gran acto de patriotismo. En el conflicto de los intereses generales de la República y de sus intereses privados, Sila dio preferencia a los primeros. A pesar de los peligros que su alejamiento iba a traer a las nuevas instituciones y a su partido, se hizo a la vela y desembarcó en Epiro en los primeros días del año 667. No iba con el aparato con que otras veces solía ir el general en jefe de Roma. Su ejército, que contaba con cinco legiones o unos treinta mil hombres,6 no era más considerable que un ejército consular ordinario. Pero aún hay más. En las épocas de las antiguas guerras de Oriente, Roma nunca había dejado a su ejército sin escuadra, y siempre había dominado los mares. En la actualidad, Sila iba a reconquistar dos continentes y las islas del mar Egeo, y llegaba sin un solo buque de línea. En otro tiempo, el general romano desem­barcaba siempre con sus cajas llenas, y sacaba de Roma todas las pro­visiones que necesitaba por mar y tierra. Ahora, en cambio, Sila llegó con las cajas vacías, pues había gastado en Italia las sumas sacadas con mucho trabajo para la campaña del año 666, y necesitaba vivir de requisas. Antes, el general iba a buscar en el campamento de los con­trarios al enemigo que debía combatir; y después de la lucha de los órdenes en Roma, todas las facciones de la ciudad se reunían para ir a luchar contra el enemigo. En la actualidad había romanos notables bajo las banderas de Mitrídates, y muchos grandes pueblos de Italia querían formar alianza con él. ¿Había acaso seguridad de que el parti­do democrático siguiera el noble ejemplo de Sila, y diera tregua a su hostilidad mientras este desenvainaba la espada contra el rey de Asia? Pero el intrépido capitán, sobre quien pesaban todas estas dificultades, no se preocupaba de estos peligros lejanos, pues tenía sobre sí otro más inmediato. Ofreció la paz al rey mediante el regreso al statu quo ante bellum; y como aquel la rehusase, apenas desembarcó marchó desde los puertos de Epiro hacia Beocia. Batió a los generales de Mitrídates, Arquelao y Aristión, cerca del monte Tilfusios, y se apoderó inmedia­tamente, y casi sin resistencia, de todo el continente griego a excepción de Atenas y del Pireo, donde se concentró el enemigo. Un golpe de mano intentado sobre estos dos puntos fracasó por completo. Una división mandada por Lucio Hortensio reocupó la Tesalia y llegó hasta Macedonia; otra, bajo Munacio, se apostó delante de Calcis de Eubea308

EL ORIENTE Y EL REY MITRÍDATESy cerró el paso al ejército de Neoptolomeo. Por último, Sila estableció su campamento cerca de Eleusis y de Megara; desde allí dominó la Grecia y el Peloponeso sin dejar de proseguir el sitio de Atenas y de su puerto. Las ciudades griegas, esclavas como siempre del temor próximo, se sometieron a discreción, y se tuvieron por felices al obtener el perdón mediante suministros de hombres, municiones y dinero.SE PROLONGAN LOS SITIOS DE ATENAS Y DE EL PÍREO CAÍDA DE ATENASPero los asedios en Ática marcharon con menos rapidez. Sila se vio obligado a construir todo el pesado material de sitio necesario en aque­llos tiempos, y para ello se sirvió de los árboles de los jardines de la Academia y del Liceo. Por su parte, Arquelao defendía la ciudad con tanta actividad como inteligencia. Armó a todos los marineros que había desembarcado y así reconquistó la superioridad numérica; gracias a este refuerzo, rechazó fácilmente los ataques del enemigo e hizo salidas frecuentes y afortunadas. Al poco tiempo llegó y fue derrotado bajo los muros de Atenas un segundo ejército guiado por Dromicaetes. La lucha fue ruda y sangrienta, y en ella ganó gran renombre Lucio Licinio Murena, lugarteniente de Sila. Pero, a pesar de todo, el sitio adelantaba muy poco. De Macedonia, lugar donde se habían establecido definitivamente los capadocios, llegaban por mar muchos socorros regulares, a los que Sila no podía cerrar El Pirco. Respecto de Atenas, y aunque las municiones comenzaban a disminuir, la proximidad de ambas plazas permitía a Arquelao intentar el aprovisionamiento de una por otra, y más de una vez lo conseguía. El invierno que fue del año 667 al 668 pasó en esta situación fatigosa y sin resultado. En cuanto lo permitió la estación, Sila se arrojó de nuevo sobre El Píreo. La impetuosidad de su ataque, sus máquinas de guerra y sus minas consiguieron al fin abrir brecha en la poderosa muralla de Pericles, y los romanos dieron el asalto. Rechazados la primera vez, cuando volvieron a la carga hallaron detrás del lienzo de muro derribado un segundo terraplén en forma de media luna. Los sitiadores fueron acribillados por las flechas que les arrojaban por los tres costados, no pudieron sostenerse y se batieron en retirada. El sitio activo cesó, y se convirtió en bloqueo. Durante este tiempo Atenas había agotado309

) 13todos sus víveres, y la guarnición ofreció capitular. Pero Sila despidió a los mensajeros que le trajeron las proposiciones diciendo: "Que él no había venido como estudiante, sino como general, y que no aceptaría más que una entrega a discreción". Aristión vaciló aún, porque sabía la suerte que le esperaba. Sila hizo arrojar las escalas y la ciudad fue tomada, casi sin hacer resistencia, el i de marzo del año 668. Aristión se encerró en la Acrópolis, pero se entregó a su vez muy pronto. El romano dio rienda suelta a los soldados, que se entregaron al degüello y al pillaje; y los principales agitadores fueron ajusticiados. Después restituyó a la ciudad sus antiguas libertades, y hasta la misma Délos, que ya le había dado Mitrídates. Atenas se salvó una vez más por consideración a sus ilustres antepasados.: FALSA POSICIÓN DE SILA. LE FALTAN NAVESVencido el filósofo epicúreo, no por esto Sila se sentía en un terreno menos malo y vacilante. Hacía un año o más que luchaba sin haber conseguido una victoria brillante, ni haber podido hacer serios progresos. Todos sus esfuerzos acababan de estrellarse contra una plaza marítima. Durante este tiempo, el Asia estaba abandonada a sí misma, y los lugartenientes de Mitrídates acababan de redondear la conquista de Macedonia con la toma de Anfípolis. Cada día era más patente que sin escuadra no podía asegurar las comunicaciones ni los aprovisionamientos en medio del enjambre de buques enemigos y piratas, como tampoco podía tomar El Píreo. Y esto sin contar con las islas ni con el Asia. Por lo tanto, ¿cómo procurarse estas naves tan necesarias? Durante el invierno del 667 al 668 había mandado a Lucio Licinio Lúculo, el más capaz y hábil de sus oficiales, con la misión de recorrer todos los países del este y reunir en ellos una marina a toda costa. Lúculo volvía con algunas embarcaciones sin puentes que le habían suministrado los rodios y otras ciudades menores, cuando se encontró con una escuadra de piratas; solo se escapó por una feliz casualidad y perdió casi toda su flotilla. Cambió de buque, y engañando al enemigo, pasó por Creta y Cirene, y fue a Alejandría. La corte de Egipto negó cortés, pero rotundamente, los auxilios que se le pedían. ¡Cuánto había decaído el poder de Roma! En otros tiempos, cuando los reyes de Egipto ponían todas sus escuadras a su servicio, se310

EL ORIENTE Y EL REY MITRÍDATESles daban las gracias. En la actualidad, los hombres de Estado de Alejandría no les entregaban ni una vela. Unid a esto las dificultades del dinero. Sila había gastado ya los tesoros del Júpiter de Olimpia, del Apolo deifico y del Asklepios de Epidauro, y, para indemnizar a los dioses, les había cedido la mitad del territorio confiscado a Tebas. Sin embargo, por graves que fuesen estas dificultades militares y financieras, no llegaban en lo más mínimo al mal producido a consecuencia de los trastornos de Roma. Aquí, la ruina venía precipitada e inmensa, arrastrándolo todo y pasando los límites de las más tristes aprensiones. La revolución se había apoderado del poder, había destituido a Sila y nombrado en su lugar, para el mando del ejército de Asia, al cónsul demócrata Marco Valerio Flacco. Todos los días se esperaba su llegada a Grecia. El soldado se inclinaba ante Sila, que había hecho todo lo posible para mantenerlo en buenas disposiciones; pero faltándole los víveres y el dinero, y siendo un general destituido, ¿qué podía esperar de semejante situación? Y esto sin contar con que la guerra se prolongaba indefinidamente, y que el enemigo era tenaz y dueño de los mares.LOS EJÉRCITOS DEL PONTO EN GRECIA EVACUACIÓN DE EL PÍREOMitrídates tomó a su cargo sacar de aquella situación a Sila. Al menos según todas las apariencias, fue él quien, luego de censurar el sistema de la prudente defensiva de sus generales, les dio orden de venir a las manos y vencer inmediatamente al enemigo. Ya en el 667, su hijo Ariarato había marchado contra Sila al lanzarse desde Macedonia sobre Grecia, pero como el príncipe murió repentinamente cerca del cabo Tiseo, en Tesalia, la expedición había tenido que retroceder. Pero he aquí que apareció su sucesor Taxila, quien persiguió a la división romana que había quedado en el país y llegó a las Termopilas con cien mil infantes y diez mil caballos. Además se le había unido Dromicaetes. Por su parte Arquelao, más por obedecer al rey que obligado por las armas romanas, evacuó El Píreo, primero en parte y después en totalidad, y fue a reunirse con el ejército del Ponto en las llanuras de Beocia. Después de haber destruido El Pireo y sus magníficas murallas, Sila se puso a su vez en camino con objeto de alcanzar a los soldados de Mitrídates y dar una

batalla decisiva antes de la llegada de Placeo. En vano Arquelao aconsejó a los suyos no pelear. Según él, valía más ocupar las costas del mar y dejar a Sila para que se fuese consumiendo. Los orientales se precipitaron al combate de la misma manera que lo habían hecho antes con Antioco y Dario: aglomerados, ciegos, como animales rabiosos que se arrojan al incendio. Locura más imperdonable que ninguna otra. De haber esperado algunos meses, hubieran podido asistir como espectadores a la batalla entre Placeo y Sila.BATALLA DE QUERONEASea como fuese, el encuentro entre ambos ejércitos se verificó en la llanura de Cefisa, no lejos de Queronea, en marzo del año 668. El ejército roma­no, aunque aumentado con una división procedente de Tesalia, que por fortuna había podido efectuar su unión con el cuerpo principal, y con los contingentes de los griegos, tenía frente a sí fuerzas tres veces más poderosas. La caballería de Mitrídates, sobre todo, era muy superior a la de Sila. La configuración del terreno la hacía muy peligrosa;'así es que Sila tuvo que cubrir sus flancos con fosos y empalizadas. Por el frente, unas hileras de palos colocados paralelamente entre sus dos líneas lo protegían de los carros con hoces. En cuanto los carros se aproximaron, el combate comenzó y la primera línea de los romanos se retiró inme­diatamente detrás de su muralla de estacas, con lo cual los carros vinieron a estrellarse contra ellas. Su desorden aumentó bajo la granizada de piedras de los honderos y la nube de flechas de los arqueros romanos. Retrocedieron precipitadamente, pero, al arrojarse sobre su propio ejér­cito, sembraron la confusión y el desorden hasta en la falange de los macedonios y en el cuerpo de los tránsfugas itálicos. Entonces Arquelao trajo su caballería de los flancos al centro, y la precipitó sobre los romanos para dar a la infantería tiempo de reponerse. Atacó furiosamente, y pe­netró hasta en las filas de los legionarios; pero Sila los formó inmedia­tamente en masas cerradas contra las que se estrellaron todos los esfuerzos de la caballería enemiga. Después, poniéndose él mismo al frente de su caballería, fue a arrojarse sobre el flanco descubierto del enemigo; los asiáticos cedieron sin pelear, y al retroceder desordenaron su propia caballería. Fue entonces cuando, aprovechando el momento de vacilación312

EL ORIENTE Y EL REY MITRfDATESque había paralizado a esta última, un ataque general de la infantería romana decidió la victoria. En vano Arquelao había mandado cerrar las puertas del campamento, pues no consiguió más que aumentar la matanza; y, cuando por último se abrieron las barreras, los romanos entraron revueltos con los asiáticos. Se dice que Arquelao volvió a entrar en Caléis con doce hombres. Sila lo había perseguido hasta el Euripo, pero no pudo pasar el estrecho.ESCASAS CONSECUENCIAS DE LA VICTORIA SILA Y FLACCOLa victoria había sido grande, pero sus consecuencias fueron insig­nificantes. ¿Qué hacer sin escuadra? Además el vencedor, en vez de per­seguir al asiático, tenía que defenderse de sus compatriotas. En los mares solo se veían escuadras del Ponto que navegaban aún más allá del cabo Maleo. Al día siguiente de la batalla de Queronea, Arquelao desembar­caba en Zacinto con tropas e intentaba alojarse en ella. Por otra parte, Lucio Placeo ya había llegado a Epiro con dos legiones, no sin haber perdido mucha gente en el camino por la tempestad y por los cruceros del enemigo en el Adriático. Ya sus tropas ocupaban toda Tesalia; y fue necesario que Sila marchase inmediatamente a su encuentro. Los dos ejércitos romanos habían acampado uno frente a otro en Melita, en la orilla septentrional del Othrys: el choque parecía inevitable. Pero como Placeo se había convencido de que los soldados de su adversario no estaban en manera alguna dispuestos a abandonar a su general victorioso por un demócrata desconocido, y que hasta sus avanzadas comenzaban a desertar hacia el campamento de Sila, rehusó el combate por desigual. Fue hacia el norte, y ganó el Asia por Macedonia y por Tracia. Mítrídates, derrotado, esperaba aún ver renovarse el curso de triunfos decisivos. Concibo que la conducta de Sila sorprenda a un juez exclusivamente militar: en efecto, dejó que se escapase un enemigo más débil y, en lugar de perseguirlo, se volvió a Atenas donde parece que pasó todo el invierno del año 668 al 669. Sin embargo, hay que reconocer que tal decisión obedecía a graves motivos políticos. Veía las cosas con bastante moderación y patriotismo como para ponerse a luchar y vencer a un general romano, mientras aún tenía enfrente a los asiáticos. En aquellos313


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