en persona sino por medio de fenómenos atmosféricos como nubes, relámpagos o truenos, o en
forma de animales.
Los chamanes utilizan la danza y los sonidos de tambores como ayuda para lograr sus
estados de trance. Thompson ve de nuevo una similitud con las danzas de los
jurodivye y con la
costumbre de Procopio de Viatka de hacer sonar las campanas de la iglesia. Oinas ve el
comportamiento de los
jurodivye más cercano al espectáculo que al rito. El
jurodivyj busca
escandalizar a los que lo rodean por medio de sus danzas y del ruido, no se trata de un apoyo o de
un medio para alcanzar estados de trance. El chamán no pretende atraer la atención de los
ocasionales espectadores.
Según Oinas el único detalle que puede relacionarse favorablemente entre chamanismo y
jurodstvo es la realización de predicciones y profecías. La predicción de eventos futuros fue una de
las funciones principales de los chamanes. Pero no se trata de una actividad exclusiva: brujos,
magos y otra suerte de adivinos que vagaban por las aldeas también realizaban predicciones. Por lo
tanto, el arte de la adivinación o profetización presente en el
jurodstvo no proviene necesariamente
del chamanismo.
La opinión de Oinas, basándose en los escasos conocimientos actuales sobre las culturas que
han convivido con el pueblo ruso y practicado el chamanismo, es crítica con la propuesta de
Thompson acerca de la procedencia o influencia del chamanismo en ciertos aspectos del
comportamiento adscrito al
jurodstvo. La falta de elementos comunes claros y principalmente el
desconocimiento de las culturas que podrían haber tenido una mayor influencia no permiten cerrar
este apartado con una conclusión firme.
Si bien las ideas de Thompson son discutibles, su contribución es muy interesante al resaltar
el siguiente aspecto del
jurodstvo. Thompson afirma que los
jurodivye no eran vistos como
piadosos y humildes vagabundos sino que se les tenía como poseedores de un poder secreto, que los
mantenía en contacto con lo sobrenatural, como grandes magos o poderosos clarividentes. Eran
temidos y venerados por
sus poderes extraordinarios, no por su caridad cristiana.
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