en dos niveles, el primero es el de la sociedad y la religión a un nivel, y el segundo el de la psique
del individuo y su desarrollo. Freud plantea un desarrollo común de todas las religiones paralelo al
desarrollo ontogénico de la psique humana. Esto nos lleva a una definición de la religión
esencialista, que ve el origen de la religión en un determinado aspecto propio de la naturaleza
humana. Aunque los análisis de Freud no se sostienen empíricamente y han sido desechados por el
pensamiento moderno, pero abren el camino a aproximaciones más abstractas basadas en procesos
cognitivos e inconscientes. En definitiva, la aportación de Freud sería señalar que los elementos
psicológicos juegan un papel constituyente en lo que entendemos como religión.
Freud y Jung comparten algunas ideas acerca de la religión. Los dos admiten la existencia de
la unidad psíquica de la humanidad y señalan al subconsciente como la base de la religión.
Al contrario que Jung, Freud veía la sociedad alejándose poco a poco de la religión, mientras Jung
parte de una aproximación más positiva hacia la religión. Para comprender su postura respecto a la
religión debemos tener en cuenta unas ideas generales sobre su forma de entender la psique
humana. Para Jung, la psique humana es esencialmente dinámica, compuesta de diversos elementos
que se relacionan entre sí de manera distinta. Como Freud, Jung distingue también entre una
dimensión consciente y otra subconsciente del individuo, pero añade un nivel que trasciende al
individuo: el subconsciente colectivo.
El subconsciente colectivo se forma de pensamientos abstractos denominados arquetipos.
Estos arquetipos, según Jung, universales, están presentes en todas las sociedades, y este trasfondo
es el origen de la base común compartida por todas las religiones. Los arquetipos son en cierto
modo externos al individuo, pues residen en el subconsciente colectivo, pero al mismo tiempo son
también realidades psicológicas individuales desarrolladas a partir de realidades colectivas.
Algunas ideas de Jung (Díez 2005) se presentan controvertidas: la idea de recapitulación,
entendida como reproducción abstracta en nuestra psique paralela a los procesos ontogénicos, la
idea de que los “primitivos” tenían una psique diferente es más que discutible. El concepto de
“primitivo” tiene una larga y problemática historia en la antropología, pero se puede zanjar la
cuestión recurriendo al pensamiento moderno y a su postura basada en que todo individuo
perteneciente a nuestra especie tiene las mismas posibilidades pero distintos desarrollos
dependientes de nuestros procesos de socialización y ontogenia. Del mismo modo, la evidencia
empírica demuestra que todas las sociedades tiene sus propias formas de racionalidad y de enfocar
sus habilidades interaccionando racionalmente con su medio.
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Las ideas de subconsciente colectivo y de arquetipos son también problemáticas. Jung
plantea estas ideas como universales, como parte de nuestra herencia natural. En cierto modo, esto
presupone que este subconsciente reside en nuestra herencia genética. El problema es que el
subconsciente colectivo se compone de experiencias y aprendizajes, y los caracteres adquiridos no
se heredan. Jung propone una especie de entidad mística externa al ser humano y universalmente
compartida. Esta propuesta ya no es científica, pues requiere de un acto de fe y se acerca más a la
pseudociencia que a la sociología.
Si intentamos mantenernos dentro de un marco científico, deberíamos suponer que, en el
caso de existir el denominado subconsciente colectivo debería hacerlo en términos de interrelación
entre una sociedad específica y los individuos de dicha sociedad. Esto supone que el subconsciente
colectivo no es universal y que varía en términos de espacio y también de tiempo. Estas reflexiones
nos permiten repensar el concepto de arquetipo como constructos culturales que pueden estar
presentes o no en distintas sociedades o momentos, variando su rango de relevancia en
determinadas sociedades. Por lo tanto, la simbología de los mitos, creencias o distintos
componentes culturales no debería ser ni constante ni universal, al contrario de lo que Jung
propone.
Desde la psicología, Joseph Campbell (2006) plantea la religión como un equilibrio entre lo
racional y lo irracional, prestando mayor atención a esto último. La parte irracional recae sobre el
concepto de lo sagrado. Lo sagrado no es tangible, se percibe y se extrae de la propia experiencia
religiosa y debe ser comprendido en sus propios términos específicos, estableciendo de este modo
una barrera entre la religión y otros constructos sociales. Esta aproximación es demasiado
esencialista, plantea la religión como un fenómeno único que sólo puede ser analizado en sus
propios términos. Creemos que un estudio de los elementos religiosos en relación con su contexto
cultural puede ser más productivo.
Dentro de la teorías sociológicas modernas encontramos las de Berger y Luckmann (1989),
que desarrollan las ideas de Weber y Durkheim. Su análisis se centra en la idea de la religión como
una construcción social y de la interrelación continua entre religión y sociedad. La religión ocupa
un papel destacado en nuestra forma de construir el mundo y en el mantenimiento de estas ideas.
Berger define tres procesos: externalización, objetivización e internalización. Mediante el proceso
de externalización imponemos un orden de significados al mundo. Se trata de un proceso propio de
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