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compartida.
9
En “Experiencia y pobreza” (1933), Benjamin ya
apuntaba que, hacia comienzos del siglo xx, “la cotización de la ex-
periencia se ha venido abajo”
10
y que en su lugar habían cobrado
relevancia las vivencias subjetivas [Erlebnis].
11
La crisis de la expe-
riencia es entonces para Benjamin una crisis del mundo común
y de la práctica social compartida de la narración. Así, en relación
con la Guerra Mundial, Benjamin se preguntaba: “¿no se advirtió
que la gente volvía enmudecida del campo de batalla? No más rica,
sino más pobre en experiencia comunicable”.
12
A pesar de esta crisis y de la degradación de la experiencia,
consideramos que para Benjamin la Erfahrung todavía es posible en
el mundo moderno,
14
y, por tanto –a diferencia de la lectura de
Robles Oyarzún–,
14
entendemos que el proceso de destrucción de
la narración no es total ni definitivo. En este punto encontramos
asimismo un contrapunto con Adorno, quien manifestaba enfáti-
camente “que el narrar ya no es posible”.
15
Adorno adjudicó esta
posición también a Benjamin, asimilando así la concepción de
éste último a la suya propia, produciendo una consecuente invisibi-
lización del carácter productivo y las potencialidades críticas de la
narración en Benjamin.
16
En este sentido, cabe destacar que en sus
“Borradores sobre novela y narración”, Benjamin sostiene que “el
narrar todavía perdurará. Pero no en su forma ‘eterna’, en la secreta,
magnífica calidez, sino en formas descaradas, atrevidas, de las que
aún no sabemos nada”.
17
A partir de esto, consideramos que si bien
Benjamin anuncia que “el arte de narrar ha llegado a su fin”,
18
se
refiere a la forma tradicional de la narración oral; y, aunque ésta
se extinga, procura al mismo tiempo delinear cómo sería posible re-
cuperar una forma transfigurada de narración que permita dar
cuenta de la moderna fragmentación de la experiencia.
En su ensayo, Benjamin analiza especialmente la tradición de
la narración oral y escrita de cuentos [Märchen], que supone una
9. Walter Benjamin, El narrador, op. cit., p. 60.
10. Walter Benjamin, Obras, libro ii, vol. 1, Rolf Tiedemann y Hermann Schwep-
penhäuser (eds.), Theodor W. Adorno y Gershom Scholem (colabs.), Juan Barja,
Félix Duque y Fernando Guerrero (trads.), Madrid, Abada, 2007, p. 217.
11. Respecto de la distinción entre Erfahrung y Erlebnis, nos remitimos al texto
de Walter Benjamin “El retorno del flâneur”,
Gesammelte Schriften, libros i-vii,
Rolf Tiedemann y Hermann Schweppenhäuser (eds.), Theodor W. Adorno y
Gershom Scholem (colabs.), Fráncfort del Meno, Suhrkamp, 1991, publicada
originalmente en 1929 y que constituye una reseña del libro
Paseos por Berlin,
de Franz Hessel, y a su ensayo “Sobre algunos temas en Baudelaire” de 1939.
En este último, Benjamin sostiene: “Cuanto mayor sea la participación de los
momentos de
shock en cada impresión, cuanto más incansablemente deba
hacer aparición la conciencia como protección ante los estímulos, cuanto mayor
sea el éxito con que opere, menos impresiones ingresarán en la
experiencia;
más bien corresponderán al concepto de
vivencia”. Véase Walter Benjamin, El
París de Baudelaire, Mariana Dimópulos (trad.), Buenos Aires, Eterna Cadencia,
2012, p. 195. (Las cursivas son mías).
12. Walter Benjamin, El narrador, op. cit., p. 60.
13. Amengual sostiene que Benjamin propone “ampliar el concepto de experiencia
a través de la memoria […] El
nuevo concepto de experiencia habrá de integrar
y articular la dimensión de la memoria tanto en su dimensión individual como
colectiva”. Véase Gabriel Amengual, “Pérdida de la experiencia y ruptura de la
tradición. La experiencia en el pensamiento de Walter Benjamin”, en Gabriel
Amengual, Mateu Cabot y Juan Vermal (eds.),
Ruptura de la tradición. Estudios
sobre Walter Benjamin y Martin Heidegger, Madrid, Trotta, 2008, p. 59. Respecto
de la persistencia de la experiencia, consultar Martin Jay,
op. cit., p. 386.
14. Pablo Robles Oyarzún, op. cit., p. 9.
15. Theodor W. Adorno, Sobre Walter Benjamin, op. cit., p. 147.
16. Remitimos especialmente la carta que Adorno le envía a Benjamin en relación
con “El narrador” el 6 de septiembre de 1936. Véase Theodor W. Adorno,
Sobre
Walter Benjamin, op. cit., pp. 147-148. Al respecto, se puede consultar también la
referencia de Rolf Wiggershaus (
La Escuela de Fráncfort, Marcos Romano Hassán
[trad.], Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica [fce], 2010, p. 243) a Adorno
como “instancia de control” de Benjamin; y el libro de Susan Buck-Morss,
Origen
de la dialéctica negativa. Theodor W. Adorno, Walter Benjamin y el Instituto de
Frankfurt, Nora Rabotnikof (trad.), México, Siglo xxi, 1981, pp. 274-357.
17. Walter Benjamin, El narrador, op. cit., p. 132.
18. Ibid., p. 60.
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dialéctica entre el narrador y la escucha de los oyentes o de los
lectores. Por lo que dicha tradición se encuentra inmersa en una
práctica social y abre posibilidades de recreación del sentido cada
vez que se actualiza la narración. En este contexto, Benjamin pone
como ejemplo paradigmático de narrador a Heródoto, y trae a co-
lación su relato del rey egipcio Psaménito
19
que cuando fue derro-
tado y capturado por el rey persa Cambises, permaneció inmutable
ante las diversas humillaciones a las que fue sometido en el cortejo
triunfal persa. Así se mantiene imperturbable incluso cuando ve pa-
sar a su hija como criada y a su hijo camino a la ejecución, pero
cuando reconoce a uno de sus criados anciano y pobre, reacciona
desconsoladamente. Benjamin señala que esta narración “no se des-
gasta. Mantiene su fuerza acumulada, y es capaz de desplegarse aún
después de largo tiempo. Así es como Montaigne volvió a la historia
del rey egipcio, preguntándose: ¿por qué sólo se lamenta ante la vi-
sión del criado?”.
20
Benjamin muestra que esto puede ser respondi-
do de una manera distinta cada vez que se plantea, por lo que “esta
historia del antiguo Egipto está en condiciones, después de miles de
años, de suscitar asombro y reflexión”.
21
De este modo, la narración
se caracterizaría por a) ser una práctica social que engendra sentido
compartido, b) poseer un carácter no clausurado que reside en las
actualizaciones de su sentido, y c) tener una dinámica movilizadora
del oyente-lector orientada a suscitar asombro y reflexión.
La narración como práctica social se diferencia radicalmente
de la novela moderna, por un lado, y de la prensa, por otro lado.
22
Con la novela moderna se produce el repliegue de la narración
como práctica social compartida en la práctica individual de lectura.
La novela constituye así la manifestación de un proceso de indivi-
duación que erosiona el narrar y su potencial generador de sentido
compartido. Citamos en extenso a Benjamin respecto de la delimi-
tación entre la narración y la novela:
El más temprano indicio de un proceso en cuyo término está el ocaso
de la narración es el advenimiento de la novela a comienzos de la época
moderna. Lo que separa a la novela de la narración (y de lo épico en
sentido estricto), es su dependencia esencial del libro. La propagación
de la novela sólo se hace posible con la invención de la imprenta. Lo
oralmente transmisible, patrimonio de la épica, es de otra índole que
aquello que constituye el haber de una novela. Destaca a la novela fren-
te a todas las demás formas de literatura en prosa –fábula, leyenda, nove-
la corta, incluso– el que no provenga de la tradición oral ni se integre a
ella. Pero sobre todo la destaca frente al narrar. El narrador toma lo que
narra de la experiencia; [de] la suya propia o la referida. Y la convierte
a su vez en experiencia de aquellos que escuchan su historia. El novelis-
ta se ha segregado. La cámara de nacimiento de la novela es el individuo
en su soledad, que ya no puede expresarse de manera ejemplar sobre
sus aspiraciones importantes, que carece de consejo y no puede darlo.
Escribir una novela significa llevar al ápice lo inconmensurable en la
representación de la vida humana. En medio de la plenitud, la novela
notifica la profunda perplejidad del viviente.
23
19. Ibid., p. 68. Encontramos otro ejemplo en el relato de Potemkin. Véase Walter
Benjamin,
Obras, libro ii, vol. 2, Rolf Tiedemann y Hermann Schweppenhäuser
(eds.), Theodor W. Adorno y Gershom Scholem (colabs.), Juan Barja, Félix Duque
y Fernando Guerrero (trads.), Madrid, Abada, 2009, pp. 9-10.
20. Ibid., pp. 68-69.
21. Ibid., p. 70.
22. Para un análisis de las críticas que Benjamin hace de las formas tradicionales
de narración, especialmente de la novela, la historiografía y la prensa. Véase
Francisco Naishtat,
op. cit., pp. 33-55.
23. Walter Benjamin, El narrador, op. cit., p. 65.
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