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que dificultan poder contar con un retrato veraz de la situación económica de los
hogares ubicados en la parte superior de la distribución de la renta. La importancia de
algunos de estos problemas, además, ha ido creciendo en el tiempo (Meyer et al., 2015).
Es importante señalar que el uso de fuentes de carácter administrativo puede
arrojar resultados diferentes respecto a los indicadores de desigualdad de los que
ofrecen las encuestas a hogares. En Estados Unidos, por ejemplo, se han encontrado
diferencias significativas en los percentiles con mayor renta en el CPS y los datos del
Internal Revenue Service (Burkhauser et al., 2012), cuestionando el retrato que algunos
autores habían hecho, con bastante seguimiento mediático, de la desigualdad con datos
administrativos (Piketty y Saez, 2003).
Uno de los principales avances en la construcción de sistemas de información
para la medición de la desigualdad es, de hecho, la fusión de los registros
administrativos con los datos de encuestas. Algunos países, como los nórdicos, tienen
una larga tradición en la utilización de este tipo de fuentes combinadas. En otros países
europeos, el desarrollo de modelos de microsimulación ha propiciado también cierta
expansión de las estrategias de fusión de microdatos procedentes de ambos tipos de
fuentes. Aunque la mayoría de los procesos de fusión de datos de encuestas y de
registros administrativos se han centrado en los registros fiscales, una ola creciente de
trabajos han tratado de incorporar a las encuestas tradicionales información procedente
de ficheros de usuarios de prestaciones sociales, encontrando en algunos casos una
mayor mejora de los hogares con menor renta que en el resto, al poder corregir el
habitual problema de la subestimación de ingresos en la parte baja de la distribución de
la renta (Meyer y Mittag, 2015).
En varios países europeos, la fuente de referencia en la medición de la
desigualdad siguen siendo las Encuestas de Presupuestos Familiares. Estas encuestas se
realizan en todos los países para identificar los patrones de consumo de los hogares y
poder definir los sistemas de ponderación de los índices de precios de consumo. Aunque
la Encuesta de Condiciones de Vida ha adquirido mayor popularidad al permitir realizar
comparaciones homogéneas entre países, en algunos países europeos se utilizan
Encuestas de Presupuestos Familiares para reconstruir las tendencias de la desigualdad
en el largo plazo. Es el caso de Francia o Reino Unido. Otros, como los nórdicos,
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disponen desde hace varias décadas de una encuesta dirigida específicamente a recoger
información sobre la distribución de la renta. Algunos países disponen también de
encuestas longitudinales que posibilitan una mejor comprensión de la dinámica de la
desigualdad.
El panorama en España es considerablemente más limitado que en los países de
nuestro entorno. No hay ninguna fuente que cubra completamente lo sucedido en las
cuatro últimas décadas. Existen, sin embargo, distintas fuentes que, aunque no son
suficientemente homogéneas entre sí, permiten cubrir los principales sub-períodos –al
menos los definidos por los cambios de ciclo económico– en ese largo intervalo
temporal.
1.1. Encuestas de Presupuestos Familiares
La principal fuente para el estudio de la desigualdad en España fue, hasta fechas
recientes, la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF). Su publicación en 1973, de
hecho, ha sido considerada por algunos autores como el fin de la etapa “pre-estadística”
en el estudio de la distribución de la renta (Prados de la Escosura, 2008). Aunque hubo
algunas encuestas previas que perseguían objetivos similares (1958 y 1964), fue con la
publicación de esta primera EPF cuando empezaron a utilizarse microdatos con
información sobre las rentas de los hogares españoles. Hasta que dejaron de hacerse, las
EPFs básicas (1973/4, 1980/81, 1990/91) –la encuesta no tenía una periodicidad fija
aunque se publicó con carácter aproximadamente decenal– fueron la base de datos
fundamental en el análisis de la desigualdad en la distribución de la renta de los hogares
españoles.
Aunque se trata de encuestas orientadas a la recogida de información de datos
relacionados con el gasto de los hogares, dado su objetivo prioritario de identificar la
composición de la cesta media de la compra, el hecho de ofrecer también información
sobre los ingresos dota a esta fuente de la gran ventaja de poder analizar
simultáneamente la desigualdad en las dos variables más representativas del bienestar
económico. La riqueza de la información socioeconómica que aportan estas encuestas
permite también relacionar el estudio de los ingresos con las dimensiones más
relevantes del proceso distributivo, como la demográfica, la laboral o la territorial. Este
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último dato es especialmente relevante, ya que la mayoría de las fuentes posteriores, al
disponer de un tamaño muestral claramente inferior al de las EPFs, ofrecían menores
posibilidades de extraer resultados por Comunidades Autónomas. La muestra de las tres
EPFs básicas era superior a los 20.000 hogares.
Como en otras encuestas de ingresos, los principales problemas de las EPFs han
sido, tradicionalmente, la falta de respuesta y la infradeclaración de algunas fuentes de
renta, como las de la propiedad y el capital, las rentas por cuenta propia y, en algunas
olas, las correspondientes a algunas prestaciones sociales. El principal problema en el
caso de España es la ruptura de la serie en 1990, cuando dejaron de realizarse las
encuestas básicas.
Dos desarrollos distintos trataron de cubrir este vacío. El primero fue la puesta
en marcha a mediados de los años ochenta de la Encuesta Continua de Presupuestos
Familiares, que tuvo como precedente la Encuesta Permanente de Consumo, que se
elaboró entre 1977 y 1983. Esta encuesta, con una muestra de unos 3.200 hogares y un
diseño de panel rotante, trató de complementar las encuestas básicas de carácter casi
decenal, con el objetivo de ofrecer información periódica sobre el gasto de los hogares,
lo que permitía contar, además de con la perspectiva estructural que proporcionaban las
encuestas anteriores, con datos trimestrales, que facilitaban el análisis coyuntural. La
gran ventaja de la nueva fuente era ese retrato más actualizado de las diferencias de
gasto, pero realizándose con una muestra mucho más pequeña, lo que limitaba casi
cualquier tipo de análisis desagregado de la desigualdad. En 1997 se intentaron
solventar los problemas de ambas encuestas, que eran la excesiva distancia en el tiempo
en la elaboración de las encuestas básicas y un tamaño muestral muy reducido en las
continuas, con el desarrollo de una nueva Encuesta Continua de Presupuestos
Familiares con una muestra mayor, que mantenía el carácter de panel rotatorio
trimestral. Se pretendía disponer de una encuesta regular que proporcionara información
sobre el gasto de los hogares y que permitiera también medir su evolución.
La principal modificación respecto a la anterior encuesta continua fue el
aumento de la muestra trimestral, que hasta entonces no resultaba representativa a nivel
autonómico, pasando a cubrir la nueva fuente hasta 8.000 hogares. El carácter de panel
rotatorio de la encuesta permitía también su anualización, llegando hasta cerca de
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