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- INMORTALIDAD Y SUPERVIVENCIA



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14 - INMORTALIDAD Y SUPERVIVENCIA


La inmortalidad es la participación en el eterno ahora de la divina Base; la supervivencia es la persistencia en una de las formas del tiempo. La inmortalidad es resulta­do de la liberación total. La supervivencia es la suerte de aquellos que se hallan parcialmente libertados en algún cielo, o que no están libertados, pero se encuentran, por la ley de su propia naturaleza intrascendida, obligados a escoger una servidumbre de purgatorio o encarnación todavía más penosa que la que acaban de abandonar.

La bondad y la virtud hacen a los hombres conocer y amar, creer y deleitarse en su inmortalidad. Cuando el alma es purgada y esclarecida por la verdadera santidad, es más capaz de estas divinas irradiaciones, por las cuales se siente en conjunción con Dios. Sabe que el todopoderoso Amor, por ei que vive, es más fuerte que la muerte. Sabe que Dios no abandonará nunca Su propia vida, que Él suscitó en el alma. Ese alentar y jadear por una eterna participación en Él no es más que la energía de Su propio aliento en nosotros.



John Smith, el platonista

He sostenido antes y todavía sostengo que ya poseo todo lo que se me concede en la eternidad. Pues Dios en la plenitud de su Divinidad reside eternamente en Su imagen —el alma.



Eckhart
Turbada o quieta, el agua es siempre agua. ¿Qué diferencia puede producir la encarnación o desencarna­ción para los libertados? En la calma o la tormenta, la identidad del Océano no sufre cambio.

Yogavasistha

A la pregunta: "¿Dónde va el alma cuando el cuerpo muere?", Jacob Boehme contestó: "No tiene necesi­dad de ir a ninguna parte."

La palabra Tathagata (uno de los nombres del Buda) significa uno que no va a ningún sitio ni viene de ningún sitio; y por ello es llamado Tathagata (Así-ido), santo y plenamente iluminado.

Sutra Diamante

Viéndole a Él solo, se trasciende la muerte, no hay otra manera.



Suetasvatara Upanishad

Morí mineral y me convertí en planta.

Morí planta y me levanté animal.

Morí animal y fui un hombre.

¿Por qué temería? ¿Cuándo mengüé muriendo?

Una vez más moriré como hombre y me elevaré

con los benditos ángeles, mas también de la angélica

condición pasaré. Todo, salvo Dios, perece.

Cuando haya sacrificado mi alma de ángel,

me tornaré en aquello que ninguna mente jamás ha

concebido.

¡Oh, no exista yo! Pues la No Existencia proclama:

"A Él volveremos."

Jalal-uddin Rumi
Hay acuerdo general, en Oriente y Occidente, en que la vida en un cuerpo ofrece oportunidades óptimas para lograr la salvación o liberación. La doctrina católica y la del budismo mahayánico coinciden en insistir en que el alma, en su desencarnada condición después de la muer­te, no puede adquirir mérito, sino que meramente sufre en el purgatorio las consecuencias de sus actos pasados. Pero, mientras la ortodoxia católica declara que no hay posibilidad de progreso en el otro mundo, y que el grado de beatitud del alma es determinado únicamente por lo que hizo y pensó en su vida terrenal, los escatólogos orientales afirman que existen ciertas condiciones postu­mas en que las almas meritorias pueden avanzar desde un cielo de feliz supervivencia personal a la auténtica inmortalidad en unión de la eterna Divinidad sin tiempo. Y, por supuesto, hay también la posibilidad (y, para la mayoría de individuos, la necesidad) de volver a alguna forma de vida encarnada, en que el progreso hacia la beatificación completa, o liberación por el esclarecimien­to, pueda ser continuado. Entretanto, el haber nacido en un cuerpo humano es una de las cosas por que, dice Shankara, deberían darse diarias gracias a Dios.

La criatura espiritual que somos tiene necesidad de un cuerpo, sin el cual no podría en modo alguno alcanzar ese conocimiento que obtiene como único modo de aproximación a las cosas por el conocimiento de las cuales llega a ser bendita.

San Bernardo

Habiendo logrado nacer humano, rara y bendita encarnación, el hombre prudente, dejando toda vani­dad a los que son vanos, debería esforzarse en conocer a Dios, y sólo a Él, antes de que la vida pase a la muerte.



Srimad Bhagavatam
Los hombres buenos espiritualizan su cuerpo; los hombres malos encarnan sus almas.

Benjamín Whichcote

Más precisamente, los hombres buenos espiritualizan su cuerpo mental; los hombres malos encarnan y mentalizan su espíritu. El cuerpo mental completamente espiritualizado es un Tathagata, que no va a ningún sitio cuando muere, por la buena razón de que ya está, real y conscientemente, donde cada uno ha estado siempre en potencia sin saberlo. La persona que, en esta vida, no ha entrado en la Asidad, en el eterno principio de todos los estados del ser, entra en la muerte en algún estado parti­cular sea purgatorial o paradisíaco. En las Escrituras hin­dúes y sus comentarios, se distinguen diferentes clases de salvación postuma. El alma "así-ida" está totalmente li­bertada en la unión completa con la divina Base; pero también es posible alcanzar otra clase de mukti, o libera­ción, aun reteniendo una forma de depurada conciencia del yo. La naturaleza de la liberación de un individuo después de la muerte depende de tres factores: el grado de santidad logrado por él estando en el cuerpo, el deter­minado aspecto de la Realidad divina a que fue principal­mente fiel, y la ruta que eligió. Análogamente, en la Divina Comedia, el Paraíso tiene sus diversos círculos; pero, mientras que, en las escatologías orientales, el alma salvada puede pasar aun de una individualidad sublima­da, aun de la supervivencia en alguna especie de tiempo celestial, a una liberación completa en lo eterno, las almas de Dante permanecen para siempre donde (des­pués de pasar por los no meritorios sufrimientos del pur­gatorio) se hallan en consecuencia de su única encarna­ción. La doctrina cristiana ortodoxa no admite la posibili­dad, sea en estado postumo o en alguna otra encarna­ción, de ningún nuevo desarrollo hacia la perfección final de una total unión con la Divinidad. Pero, en las versiones hindúes y budistas de la Filosofía Perenne, la misericordia divina es igualada por la paciencia divina: ambas son infinitas. Para los teólogos orientales, no hay condena­ción eterna; hay sólo purgatorios y luego una serie indefi­nida de segundas ocasiones para avanzar hacia el fin último, no sólo del hombre, sino de la creación entera —la reunión total con la Base de todo ser.

La preocupación por la liberación postuma no es uno de los medios conducentes a tal liberación; y en realidad puede convertirse fácilmente en un obstáculo en el cami­no de avance hacia ella. No hay la más mínima razón para suponer que es más probable que se salven los ardientes espiritistas que aquellos que nunca asistieron a una sesión ni se familiarizaron con la literatura espiritista especulativa o de pruebas. Mi intención aquí no es au­mentar tal literatura, sino más bien dar un resumen es­cueto de lo que se ha escrito sobre la supervivencia dentro de las diversas tradiciones religiosas.

En las discusiones orientales sobre el tema, lo que sobrevive a la muerte no es la personalidad. El budismo acepta la doctrina de la reencarnación; pero no es un alma lo que continúa (el budismo niega la existencia del alma); es el carácter. Lo que nosotros decidimos hacer de nuestra constitución mental y física en el curso de nuestra vida en la tierra afecta el medio psíquico donde las men­tes individuales llevan una parte al menos de su anfibia existencia, y esta modificación del medio da por resulta­do, después de la muerte del cuerpo, la iniciación de una nueva existencia sea en el cielo, el purgatorio u otro cuerpo.

En la cosmología vedántica existe, por encima del Atman o Yo espiritual, idéntico con la divina Base, algo de carácter anímico que se reencarna en un cuerpo grose­ro o sutil, o se manifiesta en algún estado incorpóreo. Esta alma no es la personalidad del difunto, sino más bien la particularizada conciencia del yo de la cual surge la personalidad.

Cada uno de estos conceptos de la supervivencia tiene consistencia lógica, y puede hacerse que "salve las apa­riencias"; en otras palabras, que se ajuste a los raros y oscuros hechos de la investigación psíquica. Las únicas personalidades con las que tenemos algún trato directo son seres encarnados, compuestos de cuerpo y alguna desconocida x. Pero si x más un cuerpo es igual a perso­nalidad, es imposible que x menos un cuerpo sea igual a lo mismo. Las entidades aparentemente personales que la investigación psíquica parece descubrir a veces sólo pue­den considerarse como seudopersonalidades compuestas de x y el cuerpo del médium.

Estas dos concepciones no son mutuamente exclusi­vas, y la supervivencia podría ser el producto conjunto de una conciencia persistente y una modificación del medio psíquico. Si ello es así, es posible que un determinado ser humano sobreviva en más de una forma postuma. Su "alma" —la base y principio no personal de pasadas y futuras personalidades— puede ir avanzando en un modo de existencia, mientras que los rastros dejados por sus pensamientos y voliciones en el medio psíquico pue­den convertirse en origen de nuevas existencias individualizadas, con modos de ser completamente dis­tintos.


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