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16 - LA ORACIÓN


La palabra "oración" se aplica por lo menos a cuatro modos distintos de proceder: petición, intercesión, adora­ción, contemplación. La petición consiste en pedir algo para nosotros mismos. La intercesión en pedir algo para otros. La adoración es el uso del intelecto, sentimiento, voluntad e imaginación en actos de devoción dirigidos a Dios en su aspecto personal o como encarnado en forma humana. La contemplación es el estado de pasividad atenta, en que el alma se expone a la divina Base en el interior y el exterior, a la Divinidad inmanente y trascen­dente.

Psicológicamente, es casi imposible que un ser huma­no practique la contemplación sin prepararse para ello con alguna clase de adoración y sin sentir la necesidad de volver, a intervalos más o menos frecuentes, a la interce­sión y a alguna forma, por lo menos, de la petición. Por otra parte, es a la vez posible y fácil practicar la petición aparte, no sólo de la contemplación, sino también de la adoración y, en raros casos de extremo, no mitigado egoísmo, aun de la intercesión. La oración petitoria e intercesora puede usarse —y aun más, usarse con lo que ordinariamente se consideraría éxito— sin más que una superficialísima referencia a Dios en cualquiera de sus aspectos. Para adquirir la maña de ver atendidas sus peticiones, uno no tiene que conocer o amar a Dios, ni aun conocer o amar la imagen de Dios que haya en su mente. Todo lo que requiere es un sentimiento ardiente de la importancia de su propio yo y sus deseos, junto a una firme convicción de que ahí fuera, en el universo, hay algo que no es él mismo y que puede ser llevado, con el halago o la intimidación, a satisfacer tales deseos. Si yo repito "Hágase mi voluntad" con el necesario grado de fe y persistencia, existe la probabilidad de que, más tarde o más temprano y de uno u otro modo, obtenga lo que deseo. Si mi voluntad coincide con la de Dios, si al obtener lo que deseo obtendré algo que sea espiritual, moral o aun materialmente bueno para mí, son preguntas que no puedo contestar por adelantado. Sólo el tiempo y la eternidad lo dirán. Entretanto, avisados seremos si hacemos caso de las advertencias de la sabiduría popular. Esos anónimos realistas que escribieron los cuentos de hadas del mundo sabían mucho sobre deseos y su cum­plimiento. Sabían, ante todo, que en ciertas circunstan­cias las peticiones se hacen realmente atender; pero tam­bién sabían que no es Dios el único que atiende, y si uno pide algo con equivocada disposición, puede en efecto ser concedido, pero concedido con violencia y no por un Dador divino. Obtener lo que se desea por medio de la petición egoísta es una forma de húbris, que invita su condigna y apropiada némesis. Así, el folklore del indio norteamericano está lleno de historias acerca de gente que ayuna y ora egotísticamente, para obtener más de lo que un hombre razonable debería tener, y que, al recibir lo que pidió, ocasiona con ello su propia caída. Del otro lado del mundo vienen todos los relatos de hombres y mujeres que hacen uso de alguna clase de magia para lograr que sus peticiones sean atendidas —siempre con consecuencias de farsa o de catástrofe. Casi nunca los Tres Deseos de nuestros cuentos de hadas tradicionales conducen a algo que no sea un mal fin para el que logró sus deseos.


Imagínate a Dios diciéndote: "Hijo mío, ¿por qué día tras día te levantas y rezas, y te arrodillas, y aun gol­peas el suelo con la frente, sí, y aun a veces derramas lágrimas, mientras me dices: '¡Padre mío, Dios mío, dame riquezas!' Si te las diera te considerarías impor­tante, creerías haber logrado algo muy grande. Pues las pediste, las tienes. Pero procura hacer buen uso de ellas. Antes de tenerlas, eras humilde; ahora que em­pezaste a ser rico, desdeñas al pobre. ¿Qué clase de bien es este que sólo te hace peor? Porque peor eres pues ya eras malo y tú no sabías que te harías peor; por eso Me las pediste. Te las di y te probé; hallaste —y ¡fuiste descubierto! Pídeme cosas mejores que estas, cosas más grandes que estas. Pídeme cosas espiritua­les. Pídeme a Mí mismo."

San Agustín

¡Oh Señor, yo, un mendigo, Te pido más de lo que pudieran pedirte mil reyes! Cada uno tiene algo que pedirte; yo vine a pedirte que te me des Tú mismo.



Ansari de Herat

Según las palabras de Tomás de Aquino, nos es lícito orar por cualquier cosa que nos sea lícito desear. Hay algunas cosas que nadie tiene derecho de desear —tales como los frutos del crimen o del mal obrar. Otras cosas pueden ser lícitamente deseadas por gente situada en un plano de desarrollo espiritual, pero no deberían serlo (y, en realidad, debería cesarse de desearlas) por los que se encuentran en un plano distinto, más elevado. Así, San Francisco de Sales había llegado al punto de poder decir: "Apenas tengo deseos; pero, si naciera de nuevo, no tendría ninguno. No deberíamos pedir nada ni rehusar nada; sino entregarnos en brazos de la divina Providencia sin perder tiempo en ningún deseo, salvo para querer lo que Dios quiera de nosotros." Pero entretanto, la tercera cláusula del Padrenuestro es repetida diariamente por millones de seres que no tienen la menor intención de dejar que se haga otra voluntad que la suya.


El sabor del vagar por el océano de la vida inmortal me ha librado de todo mi pedir; como en la semilla está el árbol, en este pedir están todos los males.

Kabir

Señor, no sé qué pedirte. Tú solo sabes lo que me conviene. Tú me amas más que no sé yo cómo amar­me. Padre, concede a tu hijo lo que él mismo no sabe cómo pedir. Hiere o sana, humíllame o exáltame. Ado­ro todos tus designios sin conocerlos. Callo; me ofrezco en sacrificio; cédome a Ti; no querría tener otro deseo que el de cumplir tu voluntad. Enséñame a rogar. Ruégate a Ti mismo en mí.



Fénelon

(Un derviche fue tentado por el demonio a cesar de llamar a Alá, por la razón de que Alá nunca contesta­ba: "Aquí estoy." El profeta Kadir se le apareció en una visión con un mensaje de Dios.) ¿No fui Yo quien te llamó a mi servicio?

¿No fui Yo quien te dio ocupación con mi nombre? Tu llamado a Alá ha sido mi "Aquí estoy".

Jalal-uddin Rumi

Ruego a Dios Todopoderoso que nos ponga en las filas de sus elegidos, en el número de aquellos a quie­nes guía por el sendero de la salvación; en quienes inspira fervor, para que no le olviden; a quienes limpia de toda mancha, para que nada pueda quedar en ellos sino Él mismo; sí, de aquellos en quienes Él habita completamente, para que no puedan adorar sino a Él.



AI-Ghazzali

Acerca de la intercesión, como de muchos otros temas, es William Law quien escribe más clara y simplemente, y más a propósito.


Considerándote a ti mismo como abogado, cerca de Dios, de tus vecinos y conocidos, nunca hallarías difícil estar tú mismo en paz con ellos. Te sería fácil soportar y perdonar a aquellos para quienes imploraste especial­mente la misericordia y el perdón divinos.

William Law

La intercesión es el mejor arbitro de todas las dife­rencias, el mejor fomento de la verdadera amistad, la mejor cura y preservativo contra todos los humores malévolos, todas las pasiones de ira y altivez.



William Law

No es posible que muestres mal humor ni observes una conducta rigurosa hacia un hombre por cuyo bien­estar te preocupas hasta ser, privadamente, su aboga­do cerca de Dios. Pues no es posible que desprecies y ridiculices al hombre que tus oraciones privadas reco­miendan al amor y favor de Dios.



William Law

La intercesión, pues, es a la vez el medio para amar al prójimo y la expresión de este amor. Y del mismo modo la adoración es medio para el amor de Dios y la expresión de este amor, que halla su consumación en el conoci­miento unitivo de la Divinidad, que es fruto de la contem­plación. A estas formas superiores de comunión con Dios se refieren los autores de las citas siguientes cuando usan la palabra "oración".


El objeto y fin de la oración es venerar, reconocer y adorar la soberana majestad de Dios, mediante lo que El es en Sí más bien que por lo que es con respecto a nosotros, y más bien para amar su bondad por el amor de esa bondad misma que por lo que nos envía.

Bourgoing

En la oración, él (Charles de Condren) no se detenía en las fronteras de su conocimiento y razonamiento. Adoraba a Dios y sus misterios como son en sí mismos y no como los entendía.

Amelóte

"Lo que Dios es en Sí", "Dios y sus misterios como son en sí mismos", estas frases suenan a Kant. Pero si Kant estaba en lo cierto y la Cosa en sí es inconocible, Bourgoing, De Condren y los demás maestros de la vida espiritual estaban pidiendo peras al olmo. Pero Kant esta­ba en lo cierto solamente en lo que atañe a mentes que todavía no alcanzaron el esclarecimiento y la liberación. Para tales mentes la Realidad, sea material, psíquica o espiritual, se presenta oscurecida, teñida y refractada por el medio de su propia naturaleza individual. Pero, en los que son puros de corazón y pobres de espíritu, no hay deformación de la Realidad, porque no hay en ellos un yo separado que oscurezca o refracte, porque no se interpo­ne ninguna placa de creencias intelectuales e imágenes consagradas que dé color personal e histórico al "blanco esplendor de la Eternidad". Para tales mentes, según dice Olier, "aun la idea de los santos, de la Santísima Virgen y la visión de Jesucristo en su humanidad son obstáculos en el camino de la visión de Dios en su pureza". La Cosa en sí puede ser percibida —pero sólo por el que, en sí mismo, es no cosa.


Por oración no entiendo la petición o súplica que, según las doctrinas de las escuelas, es ejercida princi­palmente por el entendimiento y es expresión de lo que La persona desea recibir de Dios. La oración de que aquí especialmente se trata es oferta y entrega a Dios de todo lo que Él pueda justamente requerir de noso­tros.

Ahora bien, la oración, en su noción general, puede definirse como una elevación de la mente a Dios o, más amplia y expresamente, del modo siguiente: la oración es un movimiento del alma intelectiva hacia Dios, con la expresión, por lo menos implícita, de una entera confianza en Él como autor y fuente de todo bien, la voluntad y disposición de darle lo que se le debe, que no es menos que todo amor, toda obedien­cia, adoración, gloria y culto, mediante la humillación y aniquilamiento del yo y todas las criaturas en Su presencia, y, finalmente, el deseo e intención de aspirar a una unión de espíritu con Él.

De ahí resulta que la oración es el acto más perfecto y divino de que sea capaz un alma racional. Es, de todos los actos y deberes, el más indispensablemente necesario.

Agustine Baker
Señor, enséñame a buscarte y revélate a mí cuando te busco. Pues no puedo buscarte si Tú no me enseñas a hacerlo, ni encontrarte si no Te revelas. Permite que Te busque en mi anhelo, permite que Te anhele en mi búsqueda; deja que Te encuentre en el amor y que Te ame en el hallazgo. Señor, agradecido reconozco que me has creado a imagen Tuya, para que me acuerde de Ti, y piense en Ti y Te ame; pero esa imagen ha sido tan consumida y gastada por los vicios y oscurecida por el humo del mal obrar, que no puede alcanzar aquello para que fue creada, si Tú no la renuevas y recreas. ¿Está la vista del alma oscurecida por su flaqueza o deslumbrada por tu gloria? Sin duda está a la vez oscurecida en sí y deslumbrada por Ti. Señor, ésta es la inabordable Luz en que moras. En verdad no la veo, porque es demasiado brillante para mí; no obstan­te, todo lo que veo, lo veo por ella, como los débiles ojos ven lo que ven por la luz del sol, que en el sol mismo no pueden mirar. ¡Oh suprema e inabordable luz, oh santa y bendita verdad, cuan lejos estás de mí estando yo tan cerca de Ti, cuan apartada estás de mi visión, aunque esté yo tan cerca de la tuya! En Ti me muevo y en Ti tengo mi ser, y no puedo llegar a Ti; estás dentro de mí y en torno mío, y no Te siento.

San Anselmo

¡Oh Señor, no pongas Tu confianza en mí, pues sin duda faltaré a ella si Tú no me sostienes!

San Felipe Neri

Aspirar a la devoción sin gran humildad y renunciación de todos los humores mundanos es pre­tender lo imposible. El que quisiere ser devoto debe primero ser humilde, tener pleno sentimiento de sus propias miserias y faltas y de la vanidad del mundo, y entonces su alma estará llena del anhelo de Dios. Un hombre orgulloso o vano, o lleno de pensamientos mundanos, podrá usar un libro de oraciones; pero no podrá ser devoto, porque la devoción es la aplicación de un corazón humilde a Dios como su única felicidad.

William Law

El espíritu, para trabajar, debe apartar de sí todas las imágenes sensibles, buenas y malas. El principiante, en un curso espiritual, comienza con el uso de imágenes sensibles buenas, y es imposible empezar un buen curso espiritual con los ejercicios del espíritu... Las almas que no tienen propensión a lo interior deben permanecer siempre en los ejercicios en que se usan imágenes sensibles, y estas almas encontrarán los ejer­cicios sensibles muy provechosos para sí mismas y los demás, y agradables a Dios. Y éste es el modo de la vida activa. Pero otros, que tienen la propensión a lo interior, no permanecen siempre en los ejercicios de los sentidos, sino que, después de algún tiempo, cederán el lugar a los ejercicios del espíritu, que son indepen­dientes de los sentidos y la imaginación y consisten simplemente en la elevación de la voluntad del alma intelectiva a Dios... El alma eleva su voluntad hacia Dios, aprehendido por el entendimiento como espíritu y no como cosa imaginaria, y el espíritu humano aspira de este modo a la unión con el Espíritu Divino.



Augustine Baker

Dícesme que no haces nada en la oración. Pero ¿qué quieres hacer en la oración sino lo que haces, esto es, presentar y representar tu nada y tu miseria a Dios? Cuando los mendigos exponen sus llagas y sus necesi­dades a nuestra vista, éste es el mejor llamado que pueden hacer. Mas, por lo que me dices, tú a veces no haces nada de esto sino que estás ahí como una som­bra o una estatua. Ponen estatuas en los palacios sim­plemente para regalar la vista del príncipe. Conténtate con ser esto en la presencia de Dios: Él dará vida a la estatua cuando le plazca.

San Francisco de Sales
He llegado a ver que no limito bastante mi mente a la oración, que siempre quiero hacer yo alguna cosa en ella, en lo cual hago mal... Deseo decididamente separar y apartar mi mente de todo esto, y mantenerla con toda mi fuerza, tanto como pueda, en la sola conside­ración y simple unidad. Permitiendo que el temor de ser ineficaz entre en el estado de oración y deseando realizar algo yo misma, lo echo a perder todo.

Santa Juana de Chantal

Mientras busques la condición de Buda esforzándote concretamente por ella, no habrá logro para ti.



Yung-chia Ta-shih

"¿Cómo se pone uno en armonía con el Tao?" "Estoy ya fuera de armonía."



Shih-T'ou
¿Cómo lo asiré? No lo asgas. Lo que queda cuando no hay más asir es el Yo.

Panchadasi

Te ordeno que permanezcas en Dios o junto a Dios, sin intentar hacer nada allí y sin pedirle nada a El, si Él no lo insta.

San Francisco de Sales

La adoración es una actividad de la individualidad amante, pero todavía separada. La contemplación es el estado de unión con la divina Base de todo ser. La plegaria más alta es la más pasiva. Inevitablemente; pues cuanto menos hay del yo, más hay de Dios. Por esto el camino hacia la contemplación pasiva, o infusa, es tan difícil y, para muchos, tan doloroso —un paso por sucesi­vas o simultáneas Noches Oscuras, en que el peregrino debe morir para la vida de los sentidos como fin en sí misma, para la vida de las ideas y creencias privadas y aun de las consagradas por la tradición, y finalmente para la profunda fuente de toda ignorancia y todo mal, la vida de la separada, individuada voluntad.



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