La funcin del analista en la pubertad



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San Miguel, Tomasa y Monjes, Mariela (2016). La función del analista en la pubertad

Infancia y Pubertad: 
Lacan en 1975 dice que en la infancia se arma el nudo. ¿Qué es 
armar el nudo? Intentando una respuesta, diremos que se trata de 
enlazar lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real, cuerpo, palabra y goce, 
dando lugar a la constitución de un sujeto que en este momento, la 
infancia, se responde por el enigma que comporta el deseo materno.
Incluir la dimensión temporal en la estructura implica el concepto 
de 
trenza
reemplazando al de nudo que se presenta más bien en 
una vertiente sincrónica. Y sobre todo, nos permite pensar los mo-
dos de intervención que cada etapa precisa habilitando al analista 
a servirse de ello.
En la infancia, el nudo constituye al otro, el Otro, el cuerpo, la rea-
lidad, la pulsión y el objeto, cuando está orientado por la funciones 
paterna y materna. El nudo infantil como 
sinthome, 
que mantiene 
unidos a los tres registros, es una respuesta vía el fantasma por el 
deseo de la madre, ya que el niño, en la neurosis, tramita el agujero 
en términos fálicos.
En su texto de 1905, 
“Tres ensayos de teoría sexual”
Freud dice 
que el autoerotismo se constituye por el abandono del objeto oral
se refiere al destete que implica la vuelta de la libido a las zonas del 
cuerpo. Enmarca allí, en un tiempo fundante, lo que la intrusión de 
lalengua
efectúa como fragmentación de un ser vivo, trastocando 
lo imaginario y lo real por incidencia de una letra que circunscribe 
un agujero en términos de vacío.
Lo universal es la pérdida del objeto de la necesidad vía la demanda 
al Otro, palabra que fragmenta el cuerpo y perturba lo imaginario. 
En ese sentido, lo autoerótico responde por esa pérdida y, cuando 
está anudado a la versión del padre, constituye la sexualidad y la 
neurosis infantil, “núcleo y modelo de la neurosis adulta”.
Lo oral como chupeteo según Freud, es resto de goce del viviente.
 
Plantea que en la etapa oral o canibálica la actividad sexual no se 
ha separado de la nutrición. El objeto de una actividad es también 
el de la otra, la meta sexual es la incorporación del objeto, el para-
digma de lo que luego se constituye como identificación.
La pulsión se constituye entonces en el encuentro con el Otro en-
carnado en un otro regulado por las funciones parentales. Frag-
mentación corporal de 
lalengua
velada por el Edipo en el caso de 
las neurosis. Es interesante señalar que en este proceso que im-
plica la neurosis infantil, Freud deja por fuera a la psicosis. Dice: 
“Estudiaremos el proceso de desarrollo de la sexualidad infantil que 
desemboca en la perversión, en la neurosis o en la vida sexual nor-
mal” (Freud, 2005a [1905]: 156).


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Entonces, desde Freud podemos ubicar un pasaje que se orienta 
desde lo universal de la pérdida del objeto de la necesidad, a lo que 
Lacan llamará los “tipos de síntomas”.
Subrayamos que lo que Freud conceptualiza como sexualidad 
infantil es la pulsión articulada a la ley paterna. Ello nos permite 
distinguir el cuerpo y sus bordes, en la neurosis, del autoerotismo 
como fragmentación y retorno de goce en los agujeros del cuerpo 
en algunos tipos de psicosis, donde los
 
agujeros corporales no han 
sido vaciados vía la palabra del padre.
Freud, en una extensa nota del historial del Hombre de las Ratas, 
ubica que el papel del padre como perturbador o seductor otorga 
una versión a la satisfacción pulsional autoerótica. Dice: “Sobre la 
huella correcta de la interpretación, uno es guiado por el discer-
nimiento de que de esas escenas se registra más de una versión 
en la fantasía inconciente de los pacientes (…) los recuerdos de 
infancia se establecen sólo en una edad posterior (casi siempre en 
la pubertad) y entonces son sometidos a un complejo trabajo de re-
fundación (…) el ser humano busca en esas formaciones de la fan-
tasía sobre su primera infancia, borrar la memoria de su quehacer 
autoerótico, elevando sus huellas mnémicas al estadio del amor de 
objeto
 
(…) El contenido de la vida sexual infantil consiste en el que-
hacer autoerótico de los componentes sexuales predominantes, en 
huellas de amor de objeto y en la formación de aquel complejo que 
uno podría llamar el complejo nuclear de las neurosis, que abarca 
las primeras mociones tanto tiernas como hostiles hacia padres y 
hermanos (…)
.
A partir de la uniformidad de este contenido y de la 
constancia de los influjos modificadores posteriores, se explica que 
universalmente se formen las mismas fantasías sobre la infancia, 
no importa cuán grandes o pequeñas contribuciones aporte a ello el 
vivenciar efectivo. Responde por entero al complejo nuclear infantil 
que el padre reciba el papel del oponente sexual y del perturbador 
del quehacer autoerótico, y la realidad efectiva tiene habitualmente 
buena participación en ello” (Freud, 2005b [1909]: 162-163). 
Hasta aquí la elaboración que implica la infancia. Definirá en cam-
bio a la latencia como la instalación de inhibiciones, diques, subli-
maciones que van constituyendo la cultura. Las mociones sexuales 
son inaplicables porque las funciones de la reproducción están 
diferidas. Son perversas, parten de zonas erógenas y producen dis-
placer, por su sofocación vía los diques. Aclara que ella no es com-
pleta, diciendo: “cierta práctica sexual se conserva durante todo el 
período de latencia hasta el estallido reforzado de la pulsión sexual 
en la pubertad” (Freud, 2005a [1905]: 162).
Para Freud la Pubertad implica en cambio el encuentro con lo hete-
ro, la posibilidad de reproducción, la “satisfacción plena” en tanto 
descarga. Pero, según el
 
autor, resta esclarecer dos cuestiones en 
su desarrollo teórico respecto de este momento: por un lado, en la 
sexualidad la tensión no es displacentera, se trata del placer pre-
liminar y por otro, sitúa el encuentro posible con el objeto al que 
define como re-encuentro, ya que depende de las marcas que ha 
dejado la pérdida del objeto de la necesidad y su refundación en el 
Edipo, pero al mismo tiempo propone la posibilidad de una contin-
gencia por fuera de la repetición. 
Comencemos trabajando la segunda de estas cuestiones.
 
Freud 
dice: “Cuando la primerísima satisfacción sexual estaba todavía co-
nectada con la nutrición, la pulsión sexual tenía un objeto fuera del 
cuerpo propio: el pecho materno. Lo perdió sólo más tarde, quizás 
justo en la época en que el niño pudo formarse la representación 
global de la persona a quien pertenecía el órgano que le dispensaba 
satisfacción. Después la pulsión pasa a ser regularmente autoeróti-
ca, y sólo luego de superado el período de latencia se restablece la 
relación originaria. El hallazgo (encuentro) de objeto es propiamente 
un reencuentro”

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