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RUINAS,
DESECHOS
Y
JUGUETES.
RECREACIÓN
DE LA
POTENCIALIDAD
TRANSFORMADORA
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WALTER BENJAMIN Y EL MUNDO DE LOS
JUGUETES
ALEXIS CHAUSOVSKY
El 23 de febrero de 1927, desde Moscú, Walter Benjamin le envía
a Siegfried Kracauer una carta en la que se puede leer: “desde hace
varios días estoy trabajando en la clasificación de mi dossier ‘Mos-
cú’. Quizá se encuentre con algunas reseñas menores en la
Litera-
rische Welt. Ahora ya le habrá llegado a casa, a Fráncfort, una bonita
colección de fotos (juguetes de procedencia rusa)”.
1
Las fotografías,
registradas en aquella ciudad en la que, según Benjamin, las aceras
congeladas llevan a retroceder a la infancia para aprender a caminar
de nuevo, y que “rebosa de niños en todos sus distritos”,
2
ponen de
relieve –paradójicamente, entre paréntesis– un motivo que no care-
cería de relevancia entre los objetos observados con atención por el
filósofo berlinés: los juguetes.
Un año después, el 25 de febrero de 1928, a propósito del
proyecto sobre los pasajes de París y de la novela
Ginster de su inter-
locutor, Benjamin comparte con Kracauer:
sé lo que es cargar durante semanas con un tema siendo el único re-
sultado visible, por lo pronto, la incapacidad de ocuparse de cualquier
otra cosa. Tampoco hubiera podido redactar lo que aquí adjunto [
scil.
el artículo ‘Altes Spielzeug’ (…)] si este trabajo parisino no estuviera
precisamente muy próximo al núcleo de mi interés por los juguetes.
Cuando usted encuentre mencionados los dioramas, las cajas mágicas,
etc., ya sabe lo que tiene que pensar de ello.
3
1. Walter Benjamin, Diario de Moscú, Madrid, Taurus, 1990, p. 160.
2. Walter Benjamin, Denkbilder, Buenos Aires, El
Cuenco del Plata, 2011, p. 42.
3. Walter Benjamin, Libro de los pasajes, Madrid, Akal, 2005, p. 895.
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El gesto de complicidad que emerge de los intersticios del
intercambio epistolar muestra, de hecho, que los juguetes se ha-
llarían en un sitio de privilegio en el ambicioso emprendimiento
benjaminiano.
Hurgando en las escrituras de Benjamin, nos encontramos con
artículos, relatos o pequeñas apostillas que se refieren a los juguetes
o a los objetos que los niños emplean para jugar. Basta apenas un
breve recorrido por sus libros para avistar textos como “Juguetes
antiguos”, “Historia cultural del juguete”, “Juguetes y juego” y el
apartado “Juguetes” en
Calle de dirección única de 1928 o “Juguetes
rusos” y “Alabanza de la muñeca” de 1930. Los ensayos radiofónicos
de Benjamin ofrecen un panorama en el que se realizan dos emisio-
nes por una “Ronda de juguetes en Berlín”. Asimismo, el “
Konvolut
Z” del
Libro de los pasajes se denomina, sin ambages, “El muñeco, el
autómata”. En las páginas por venir me propongo explorar ciertos
trabajos de Benjamin que tienen como centro sus observaciones
sobre juguetes. Ajenas a una tarea exclusivamente exegética, procu-
ro buscar elementos que permitan meditar acerca de los juguetes, y,
a la vez, de las articulaciones posibles con la propuesta epistemoló-
gico-crítica y política del filósofo berlinés.
I
Los fragmentos de cartas que dan inicio al presente escrito se hallan
lejos de habilitar un fisgoneo indiscreto por rincones curiosos de
la producción benjaminiana. Desde ya, la carta es un testimonio
del
Fortleben de una persona: “a través de la carta vemos el modo
en el que este se abre, aparece en la vida póstuma con su propia
historia en la vida anterior […] La carta es verdaderamente una
instantánea que ya no puede retocarse una vez puesta en el correo,
tampoco puede destruirse o modificarse”.
4
Las cartas tienen, con
tinta indeleble, rastros de la subjetividad del autor que, así, se niegan
a desaparecer. Podemos permitirnos conjeturar, entonces, que las
alusiones a los juguetes en las cartas de Benjamin –quien por cierto
le dedicó particular atención a la literatura epistolar– no exhiben
meramente las excentricidades de un autor cuya mirada circula por
los bordes de las expresiones culturales legitimadas.
En las cartas a Kracauer se produce una suerte de rescate, no
sólo de los intereses de Benjamin, sino del mundo de los juguetes,
objetos extraterritoriales en los continentes de la filosofía o la his-
toria del arte.
No parece casual, entonces, que Theodor W. Adorno
señale
que Benjamin, a sus cartas:
Les aportó un don de anticuario y desinhibido; algo que se iba se enlaza
con la utopía de su restablecimiento. Lo que le llevaba a escribir cartas
tenía también que ver con su forma de entender la experiencia, en
tanto que veía las formas históricas –y la carta es una de ellas– como
Naturaleza que hay que desentrañar, cuyo mandato hay que seguir. Su
posición como corresponsal se acerca a la del alegórico: las cartas eran
para él imágenes de historia natural de aquello que sobrevive a la ca-
ducidad.
5
En la restitución, por vía epistolar, de los juguetes, residía –aun
levemente– un contenido político. Probablemente, sin trabajos co-
mo el de Benjamin, el mundo de los juguetes hubiera quedado ca-
rente de reflexiones sistemáticas o apreciado como irrelevante.
Entre las cartas de Benjamin está implícita la mirada micro-
lógica –en términos de Adorno–, cuyos polos se tensan entre el
peso específico de la concreción y la atención por el mundo oníri-
co, centrándose en las nimiedades materiales que forman parte del
entramado expresivo del proceso económico-social. Los juguetes
4. Mariana Dimópulos, en Gretel Adorno y Walter Benjamin, Correspondencia
1930-1940, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2011, pp. 18-19.
5. Theodor W. Adorno, Sobre Walter Benjamin, Madrid, Cátedra, 1995, p. 65.
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