Historia de Roma Libro IV la revolución Los países sujetos hasta el tiempo de los Gracos



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(La Ciotat), Olvia (Hyeres), Antípolis (Antibes) y Nixa (Niza), asegura­ban el cabotaje por mar y la ruta por tierra entre las dos cadenas de montañas. Por lo demás, sus relaciones mercantiles y políticas penetraban en el interior del país mucho más allá. En el año 600, en parte por instigación y en parte por interés propio, los romanos habían dirigido una expedición en el seno de los Alpes, al norte de Antípolis y de Nicea, hacia el país de los ligurios de Oxibius y de los Decietas. Allí libraron muchos combates serios y a veces con grandes pérdidas, pero finalmente habían obligado a los montañeses a entregar a Masalia rehenes perma­nentes y a pagarles un tributo anual. Puede admitirse como verosímil que en esta misma época, y en todo el país que reconocía como soberana a la ciudad aliada de Roma, se había suprimido el cultivo de la vid y del olivo en interés de los grandes propietarios y comerciantes italianos.1 Este cultivo, sin embargo, había florecido allí en un principio, tomado sin duda de la agricultura masaliota. Con un fin especulativo mercantil es como los romanos, conducidos por el cónsul Apio Claudio, hicieron la guerra a los salasas en el año 611. La causa de la lucha no fue otra que las minas y las arenas auríferas de Victumulo (en el país de Berceil y de Bard, y en todo el valle del Duria). La gran extensión de estos lavaderos de metales, que arrebataban a los habitantes de la llanura inferior las aguas 'necesarias para la agricultura, fue causa de que Roma intentase un arreglo pacífico y verificase después una intervención armada. Como todas la guerras de aquel siglo, esta comenzó con una derrota de los romanos y terminó con la completa sumisión del pueblo salasa, con lo cual la región de los criaderos de oro vino a ser propiedad del Tesoro. Unos cuarenta años después (en 654), se fundó en el territorio conquistado la colonia de Eporedia (Ibrea), que tenía por misión cerrar los pasos del oeste, así como Aquilea dominaba los pasos orientales de los Alpes.ACONTECIMIENTOS EN EL PAÍS TRANSALPINO. LOS ARVERNOSPero las expediciones a los Alpes tomaron un aspecto más serio cuando Marco Fulvio Placeo, el fiel aliado de Cayo Graco, y cónsul en el año 629, vino a esta región con el mando supremo. Fue el primero que entró en el camino de las conquistas más allá de la gran cadena. En esta época, la nación de los viturigos había perdido su antigua y real hegemonía entre174

LOS PUEBLOS DEL NORTElos celtas, que estaban divididos en numerosos pueblos. En realidad esta nación no había conservado más que una especie de precedencia honoraria, pues el predominio en toda la región que media entre los Pirineos, el Mediterráneo y el Rin pertenecía en la actualidad a los ar-vernos.2 No se exagera nada al decir que, gracias a esto, podían poner en campaña hasta ciento ochenta mil hombres. Los eduos (Hoedui, país de Autum) les disputaban la supremacía, aunque eran desiguales en fuerzas. Al norte de los gaulas, los reyes de los suesiones (Soisons) reunían bajo su protectorado toda la confederación de los belgas, y se extendían hasta la Bretaña. Los viajeros griegos referían maravillas acerca de la magnificencia de la corte del rey arverno Luern (Luerius). Lo habían visto recorrer las ciudades de su reino rodeado de un séquito brillante, hombres de tribu, cazadores con jaurías de perros y bandas de cantores errantes; iba montado sobre su carro recamado de plata arrojando a las masas el oro a manos llenas, hecho que alegraba sobre todo el corazón de sus poetas, sobre quienes caía la dorada lluvia. Tenía mesa franca en una habitación de mil quinientos pasos cuadrados; allí todo pasajero era convidado a sus festines, que eran verdaderas bodas de Camacho. Lo que hay de cierto es que se han conservado hasta hoy muchas monedas de pro del país, que atestiguan entre los arvernos una riqueza no muy común, al mismo tiempo que una civilización relativamente adelantada.GUERRA CONTRA LOS ALÓBROGES Y LOS ARVERNOSEl primer ataque de Placeo no se dirigió contra ellos, sino contra los pueblos de la región entre los Alpes y el Ródano. Allí, los aborígenes ligurios estaban mezclados con las bandas célticas que habían llegado en una época posterior, y juntos habían formado una nación celticoli-guria, parecida a la nación celtíbera. En un principio luchó con éxito (629 y 630) contra los salios o saluvios, establecidos en las inmediaciones de Aix y en el valle del Duranzo, y contra sus vecinos del norte, los voconces (departamentos de Baucluse y del Droma). Su sucesor, Cayo Sextio Calvino (631 y 632), marchó contra los alóbroges, poderosa tribu céltica del valle del Iser que había bajado en masa a ruegos de Tutomotulo, rey de los salios expulsado por los romanos, y que quería ayudarlo a reconquistar su reino. Pero, a su pesar, fueron derrotados en las imne'75

diaciones de Aix. Ahora bien, como se rehusaran a entregar al tránsfuga, se vieron invadidos por Gneo Domicio, sucesor de Calvino. Hasta este momento la nación reina entre los celtas había presenciado impasible los progresos de los romanos. El rey arverno Vituito, hijo de Luern, pare­cía cuidarse poco de entrar en las complicaciones de una guerra formal por el solo interés de su inseguro protectorado sobre los pueblos del este. Pero cuando los romanos amenazaron con ir a buscar a los alóbroges hasta en su propio territorio, ofreció su mediación, que fue rechazada por Roma. Fue entonces cuando, luego de reunir todas sus fuerzas, marchó en socorro de los alóbroges; los eduos, por el contrario, se colocaron al lado de los romanos. A la nueva de este levantamiento, la República envió a Quinto Fabio Máximo, cónsul electo para el año 633, quien debía hacer frente a la tempestad uniéndose con Domicio. El 8 de agosto del año 633, y en el límite sur del cantón de los alóbroges, en la confluencia del Iser y del Ródano, tuvo lugar el choque que decidió la suerte de la Galia meridional. El rey Bituito, al ver el puente de barcas que había mandado echar sobre el Ródano, sucesivamente cubierto por las innumerables hordas de las tribus que habían acudido a su llama­miento, miró con desprecio el ejército romano, tres veces menor que el suyo y colocado en línea de batalla en la otra orilla: "No es suficiente -exclamó- para hartar a los perros de mis galos". Pero sus galos tenían que habérselas con un nieto del vencedor de Pidna. Máximo obtuvo una victoria decisiva; y, como el puente se rompió bajo el peso de los fugitivos, pereció la mayor parte de las bandas arvernas. El rey se declaró impotente para auxiliar eficazmente en adelante a los alóbroges, y hasta los invitó a hacer la paz con Máximo. A consecuencia de esto se sometieron, y el cónsul, condecorado con el sobrenombre de Alobrógico, se volvió a Italia, dejando a Domicio el cuidado de terminar la guerra. La tarea era fácil, pero, irritado porque Bituito había aconsejado a los alóbroges que se sometiesen al cónsul y no a él mismo, se apoderó a traición del arverno y lo mandó a Roma. Allí, el Senado, a pesar de censurar la vio­lación de la fe jurada, retuvo a la víctima y llegó a exigir además la entrega de Congonetiac, hijo de Bituito. Inmediatamente, y por esta causa, se renovó la guerra que estaba ya casi extinguida, y llegaron a las manos por segunda vez no lejos de Vindalium (más arriba de Aviñón), en la desembocadura del Sorga. Esta batalla fue también desfavorable para los arvernos, pues no pudieron resistir el choque de las legiones, y, sobre176

LOS PUEBLOS DEL NORTEtodo, el de los elefantes de África. Por último, pidieron la paz, y se res­tableció la tranquilidad en las Galias.3PROVINCIA DE NARBONA. ESTABLECIMIENTOS ROMANOS EN LA REGIÓN DEL RÓDANOTodas estas operaciones militares tuvieron como consecuencia el establecimiento de una nueva provincia romana entre los Alpes marítimos y los Pirineos. Las poblaciones al este del Ródano cayeron bajo la soberanía de la República; y probablemente desde este día debieron pagarle un tributo, a menos que se lo pagasen a Masalia. Los arvernos permanecieron libres en la región entre el Ródano y los Pirineos, sin pagar ningún tributo a los romanos, pero tuvieron que abandonar la parte meridional de su territorio, es decir, toda la zona situada al mediodía de los Cevennes hasta el mar y todo el curso superior del Carona hasta Tolosa. Como al exigir el abandono los romanos se habían propuesto unir España con Italia, ocuparon inmediatamente el país y se pusieron sin demora a construir buenos caminos a lo largo de la costa. Con este objeto asignaron a Masalia, que ya era propietaria de una línea de estaciones marítimas en este punto, una zona de ribera de una anchura que variaba de tres a cuatro kilómetros, y que iba desde el pie de los Alpes hasta el Ródano, con la misión de conservar la calzada en buen estado. Desde el Ródano hasta los Pirineos establecieron por sí mismos una vía militar que se llamó vía Domiciana, proveniente del nombre de su fundador, Domicio. Como era costumbre, con la construcción de las vías iban edificándose nuevas fortalezas. Al este eligieron para una el lugar mismo donde Cayo Sextio había derrotado a los galos. La belleza y fertilidad del país, y las fuentes de agua fría y de aguas termales invitaban y atraían a aquel sitio a los emigrantes, así que no tardó en levantarse allí la ciudad romana de los baños de Sextio (Aquae Sextiae). En el oeste se establecieron colonos en Narbona, antigua ciudad céltica, situada a poca distancia del mar sobre la ribera de un río navegable, el Atax (Aude). Esta ciudad ya había sido citada por Mecateo como importante y rivalizando con Masalia desde antes de la llegada de los romanos, por el comercio que se hacía en ella con el estaño británico. Aix no tuvo derecho municipal, sino que fue una simple estación militar.4 Narbona,'77

uttoivpor el contrario, como puesto de avanzada y fundada para tener a raya a los galos, pero dedicado particularmente a Marte (Narbo Martius), recibió el título de colonia romana (colonia civium romanorum). Fue residencia habitual del gobernador de la nueva provincia transalpina, provincia narbonense, para darle el nombre con que es más conocida.DETENCIÓN DEL PROGRESO DE LAS ARMAS ROMANAS POR LA RESTAURACIÓNTodas estas extensiones de territorio habían sido promovidas por los
Gracos y su partido con el fin evidente de abrir un nuevo e inagotable
campo a los proyectos de colonización. Se hubieran encontrado aquí
las mismas ventajas que en Sicilia y en África, pero además sería mucho
más fácil quitar la tierra a los indígenas, que a los capitalistas italianos
los fértiles campos de Libia y Sicilia. La caída de Cayo Graco influyó
en los asuntos de la región transalpina, pues la conquista se limitó y no
se continuó fundando nuevas ciudades. Sin embargo, si bien no se
perseveró en la realización de la primera idea, no dejó de subsistir la
importancia de lo hecho. El país sometido a las armas de Roma y la edi­
ficación de Narbona, a la cual el Senado había preparado la suerte de
la colonia de Cartago, quedaron como piedras fundamentales mostrando
a los futuros sucesores de Graco el camino que debían seguir y el mo­
numento que debían acabar. No puede dudarse de que la clase de los
mercaderes, que no podía asistir al comercio galobritánico de Masalia
sino en Narbona, defendió el nuevo establecimiento contra la malevolencia
de los aristócratas. , ,\REGIONES ILIRIAS, LOS DÁLMATAS. SU SUMISIÓNEl papel impuesto en Roma al noreste de Italia era el mismo que al noroeste. Pero por este lado, aunque sin despreciarlo enteramente, lo realizó solo de una manera imperfecta e hizo aún menos que en otras partes. Con la fundación de Aquilea (año 571) se había asegurado la posesión de la península de Istria (volumen II, libro tercero, pág. 209). Epiro y el antiguo reino de Escodra obedecían a Roma en gran parte178

LOS PUEBLOS DEL NORTEdesde hacía mucho tiempo. Pero su dominación no penetraba por nin­gún lado en el interior, y solo era nominal a lo largo de aquella costa inhospitalaria que va de Istria a Epiro, en medio de aquellas cadenas de montañas y de aquellas profundas hoyas enlazadas unas con otras, sin valles, sin ríos, sin playas y protegidas por el largo archipiélago de esca­brosas islas, que en este punto separan a Grecia de Italia, en vez de aproximarlas. La ciudad de Delmium servía en esta región de centro a la confederación de los dálmetas o dálmatas. De costumbres tan rudas como sus montañas, mientras los pueblos cercanos habían alcanzado ya un alto grado de civilización, aún se ignoraba en Dalmacia el uso de la moneda, y, como no estaba en uso la propiedad privada, se hacía cada ocho años la distribución de los campos entre los diversos miembros de la comunidad. El único oficio indígena que allí existía era la piratería por mar y tierra. Los pueblos dálmatas habían vivido en tiempos anteriores unidos con Escodra, por un lazo poco fuerte de soberanía, pero las expediciones romanas contra la reina Teuta y Demetrio de Paros solo los habían tocado como de paso. Con el advenimiento de Gentíos se habían emancipado, y de este modo se habían sustraído a la condición impuesta a Iliria, que había caído bajo la supremacía romana después de la desmembración del reino de Macedonia. En un principio la República también abandonó este país, pues en él no había nada que pudiese tentarla. Pero bien pronto le fue necesario oír las quejas de sus subditos de Iliria, particularmente de los daorsios, que vivían en las orillas del Narenta al sur de Dalmacia, y de los habitantes de la isla de Issa (Lissa), cuyos establecimientos continentales de Tragirion (Trau) y de Epetion (no lejos de Espálate) tenían que sufrirlos diariamente. Roma envió, por tanto, una embajada que volvió muy pronto con esta respuesta: "Que los dál­matas no se habían cuidado nunca de los romanos para nada, ni querían ocuparse de ellos en adelante". En el año 598 desembarcó en aquella costa un ejército de legionarios con el cónsul Cayo Marcio Figulo a la cabeza. Penetró en el país, pero tuvo que volverse muy pronto a las posesiones romanas. Finalmente, su sucesor, Publio Escipión Násica, pudo apoderarse de la grande y fuerte plaza de Delmión, después de lo cual la confederación se sometió. Pero como el país era muy pobre para merecer un administrador especial, se encargó de regirlo desde Italia el gobernador de la Galia cisalpina. De la misma manera se había hecho ya con las posesiones de Epiro, y su situación se perpetuó aun después de179

.HISTORIA D!la conversión de Macedonia en provincia romana y del deslinde de sv
frontera al norte de Escodra.5 '•*LOS ROMANOS EN MACEDONIA Y EN TESALIA4Como quiera que fuese, la transformación del antiguo reino de Perseo en país inmediato y sujeto dio una gran importancia a las relaciones de Roma con los pueblos del noreste. Se impuso la obligación de defender de las tribus bárbaras vecinas la frontera septentrional y oriental de su nuevo imperio. Al poco tiempo (año 621), con la adquisición del Quersoneso de Tracia (península de Gallípoli), anexo antes al reino de los Atálidas, heredó el deber, aceptado tiempo atrás por los reyes de Pérgamo, de defender a Lisimaquia de los tracios.PUEBLOS ENTRE EL RIN Y EL DANUBIOLOS HELVECIOS. LOS BOYOS. LOS TAURISCOS Y LOS CARNIOS LOS RETIOS, EUGANEOS Y VÉNETOSCon esta doble base del valle del Po y de Macedonia, los romanos podían dirigir ahora sí sus operaciones sobre las fuentes del Rin y del Danubio, y hacerse dueños de las montañas del norte, en el límite y según las necesidades que su seguridad exigiera. La nación más poderosa que estaba allí era la nación céltica. Según la tradición local (volumen I, libro segun­do, págs. 346-347), las hordas de los galos que habían partido de las regiones occidentales y de las playas del océano se habían extendido al mismo tiempo por el valle del Po, al sur de la gran cadena, y al norte, en las regiones del Rin superior y del Danubio. Una de estas tribus célticas se había establecido sobre las orillas del primero de estos dos ríos. Ricos y poderosos, los helvecios vivían en paz y en alianza con Roma, con cuyos dominios no limitaban por ninguna parte, y se extendían desde las orillas del Leman al Mein, ocupando los territorios de la Suiza, la Suabia y la Franconia modernas. Después de estos, y en sus confines, venían los boyas, que ocupaban la Baviera y la Bohemia de nuestros días.'' Aún más al sudeste había una raza céltica, reconocida primero con el nombre de tauriscos y más tarde con el de noricos, situada en Estiria y en Carintia,180

LOS PUEBLOS DEL NORTEy otra en Friul, en Carniola y en Istria, con el nombre de carnios. Su ciudad Noreia (no lejos de Saint Vit, al norte de Klagenfurt) era floreciente y célebre por sus minas de hierro activamente trabajadas en el país. Pero lo que atraía allí a los italianos eran las ricas minas de oro que se habían descubierto recientemente. Los indígenas expulsaron a todos los extranjeros y guardaron para ellos solos su California. Según su costumbre, al invadir las dos vertientes de los Alpes, los galos no habían ocupado más que las llanuras y las primeras colinas. En cuanto a la montaña y a la región del Adigio y del Po inferior, las habían despreciado, y estaban abandonadas a los indígenas más antiguos, cuya nacionalidad no ha podido aún descubrir la historia. Allí estaban los retios, acantonados en las rocas de la Suiza oriental y del Tirol, y los euganeos y vénetos, en el país de Padua y de Venecia. Por lo demás, en los extremos de su do­ble corriente casi se tocaba la invasión céltica, y una estrecha línea de poblaciones locales era lo que separaba a los galos cenomanos de Briscia (Brescia), de los galos cárnicos del Friul. Hacía mucho tiempo que los romanos tenían amigos y subditos entre los euganeos y los vénetos, pero los pueblos alpinos eran todavía libres y bajaban constantemente de sus montañas para entregarse a continuas incursiones en la llanura al norte del Po. Allí saqueaban, quemaban y cometían mil atrocidades en las ciudades de las que se apoderaban, degollaban a toda la población mas­culina, incluso a los niños, en las que debían ser sin duda las represalias terribles contra las razzias de los romanos en sus valles. Podrá formarse una idea de los peligros a que estaba expuesta la región transpadana, recordando que en el año 66o una horda retía destruyó completamente la gran ciudad de Común.PUEBLOS ILIRIOS. LOS YAPIDAS. LOS ESCORDISCOSCuando se ven mezclarse de este modo al norte y en el centro de los Alpes a las tribus célticas con las que no lo eran, se comprende qué inmensas mezclas de pueblos se habrían también verificado en las orillas del bajo Danubio. No había aquí ninguna montaña o muralla natural que los separase. Entre los ilirios, cuyo último resto parecen ser los albaneses de nuestros días, la población había sufrido un gran impulso de sangre gala, principalmente en el interior: las armas y la táctica militar eran en181

todas partes las mismas que usaban los galos. Con los tauriscos limitaban los yapidas, establecidos en los Alpes Julios, en la actual Croacia, y hacia Fiume y Zerg. Ilirios por su origen, se habían convertido en semi-celtas. Después de estos venían los dálmatas de los que ya hemos hablado; no parece que los galos hayan penetrado alguna vez en sus ásperas montañas. En la meseta interior habitaban los escordiscos, también celtas, que habían exterminado el pueblo de los tribales, antes muy poderosos; también habían desempeñado el principal papel en las expediciones de los galos contra Delfos. Eran dueños del país del bajo Sava hasta el Morava (Bosnia y Servia), y se extendían a través de la Mesia, Tracia y Macedonia. Se hacían relatos espantosos de su bravura y de su crueldad, y tenían por principal plaza de armas a Segéstica o Siscia, en la desembocadura del Kulpa en el Sava.Respecto de las poblaciones de la Hungría, Valaquia y Bulgaria de nuestros días, no se conocían aún: en el límite oriental de Macedonia solo estaban los romanos en contacto con los tracios, en las cordilleras del Rodopa (Despoto Dag).COMBATES EN LAS FRONTERAS: EN LOS ALPES, EN TRACIA,EN ILIRIA. LOS ROMANOS TRANSPONEN LOS ALPES ORIENTALESLOS ROMANOS EN LA REGIÓN DEL DANUBIOAnte estas vastas regiones bárbaras, un gobierno más enérgico que lo que era entonces el de la República hubiera procurado organizar la defensa regular y eficaz de la frontera; pero lo que hizo la restauración en semejante asunto no respondía a las más insignificantes exigencias. No quiere decir esto que no se dirigiesen muchas expediciones contra los pueblos de los Alpes. En el año 636, Roma asistió a un triunfo por una victoria sobre los estreñios, que, según se cree, estaban situados en la montaña, encima de Verona. En el año 659, el cónsul Lucio Craso recorrió los valles en todos los sentidos y pasó a cuchillo a sus habitantes; sin embargo, parece que no mató bastantes como para conseguir el triunfo y reunir de este modo los laureles militares a su gloria de orador. Pero como todo esto no eran más que simples correrías, que montaban en cólera a los indígenas sin quitarles el medio de dañar, y como después de cada incursión las tropas se retiraban inmediatamente, en realidad la182

LOS PUEBLOS DEL NORTEcondición de la región transpadana no mejoró. En el otro extremo de su imperio, en el este, parece que la República no se preocupó en lo más mínimo de sus vecinos. Apenas si oímos hablar de algunos combates contra los tracios en el año 651, y contra los medios, en la cadena que separaba a Macedonia de Tracia, en el año 657. En Iliria las batallas fueron más serias y frecuentes. Los turbulentos dálmatas suscitaban a cada paso quejas de sus vecinos y de los marinos que navegaban en las aguas del Adriático; y en la frontera del norte de Macedonia, que según la expresión pintoresca de un romano cesaba allí donde no alcanzaban la espada y la lanza del soldado de la República, los combates no terminan jamás. En el año 619 (135 a.C.), un ejército marchó contra los ardios, los vardeos y los plareos o paralianos, tribu dálmata colocada al norte de las bocas del Narenta, que no cesaba de molestar en el mar y en las costas vecinas. Roma le ordenó que fuese a establecerse en el interior. Se marchó entonces a lo que es hoy la Herzegovina y comenzó a cultivar la tierra, pero, como no pudo acostumbrarse a semejante vida en el rudo país que se le había asignado, no tardó en desaparecer. Por esta misma época se dirigió una expedición desde Macedonia contra los escordiscos, que habían hecho sin duda causa común con los bandidos de la costa. Un poco después (año 625), el cónsul Tuditano, de acuerdo con Décimo Bruto, el enérgico conquistador de los galaicos (gallegos) españoles, atacó a los yapidas, y aunque fue derrotado en el primer encuentro, los batió después y penetró en el interior de Dalmacia hasta las orillas del Kerka, a unas veinticinco millas alemanas de Aquilea. De ahí en adelante los yapidas vivieron en relaciones pacíficas con los romanos. Pero diez años después se sublevaron de nuevo los dálmatas, apoyados por un movimiento de los escordiscos. Mientras que el cónsul Lucio Cotta marchó contra estos últimos y penetró hasta Segéstica, su colega Lucio Mételo, segundo hermano del Numídico y que se llamará después el Dalmático, se arrojó sobre los otros. Los derrotó y pasó el invierno en Salona (Espalato), que desde aquel día fue la principal plaza de armas de los romanos. También puede fijarse en esta misma fecha la construcción de la vía Gabinia, que iba desde Salona al país del este, por Andetrium y otros puntos. La expedición del cónsul Marco Emilio Escauro contra los tauriscos en el año 63 g7 parece más bien una guerra hecha con miras de conquista. Escauro fue entre los romanos el primero que atravesó los Alpes orientales por la parte menos elevada, entre Trieste y Laybach. Impuso al enemigo un tratado183

HISTORIA DMHKA, LIBRO IVde amistad y de hospitalidad que daba grandes seguridades al activo comercio que se hacía entre Roma y aquella región, aunque sin comprometer la República en las complicaciones que traía consigo el movimiento de los pueblos situados al norte de la gran cordillera, como hubiera sucedido con una sujeción formal. En cuanto a los recono­cimientos hechos desde Macedonia y dirigidos hacia el Danubio, no dieron en un principio más que malos resultados. El cónsul Cayo Porcio Catón se dejó sorprender por los escordiscos en los montes Serbios en el año 640: su ejército fue completamente aniquilado, y él huyó vergon­zosamente con algunos hombres. En consecuencia, costó gran trabajo al portador Marco Didio cubrir y defender la frontera. Más afortunados fueron los cónsules que sucedieron a Catón. Citaremos a Mételo Caprario, a Marco Livio Druso, el primer general romano que llegó hasta el Danu­bio, y por último a Marco Minucio, que llevó sus armas hasta el Morava8 y causó tal derrota a los escordiscos, que no ha vuelto a hacerse más mención de ellos. Ocupó entonces su lugar otra tribu, los dardanios (en Serbia), destinados a hacer el principal papel en toda la región que media entre Macedonia y el Danubio.LOS CIMBRIOS < >Pero todas estas victorias tuvieron consecuencias que los vencedores estaban muy lejos de presentir. Hacía ya mucho tiempo que vagaba "un pueblo errante" en la zona septentrional de las regiones ocupadas por los celtas en ambas orillas del Danubio. Este pueblo se denominaba "los cimbrios" o Quenfo (los hazañosos o los valientes, o, según la tra­ducción de sus enemigos, "los ladrones"). Es probable que esta deno­minación fuese utilizada ya antes del éxodo, para referirse a todo un pueblo. Procedían del Septentrión. Los primeros galos contra quienes chocaron parece que fueron los boyos de Bohemia. Nada nos dicen con precisión los contemporáneos acerca de la causa de su partida y de la dirección de su movimiento. Sería imposible además suplirlo por la vía de la inducción, pues están ocultos por completo a nuestras miradas los sucesos contemporáneos que ocurrían al norte de Bohemia y del Main, y al este del Rin inferior.9 En cambio los hechos más patentes demuestran que el núcleo de los cimbrios y el de las hordas análogas de184


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