cuanto al pueblo , sino un sistema de exterminio y para !a burguesía, causa de ruina? ¿Será
por eso que los pueblos quedan tanto más exterminados y arruinados cuanto más libres son,
viendo como testimonio a Suiza, Holanda, Inglaterra y los Estados Unidos? ¿Se ignora que
según Louis Blanc, la competencia conduce al monopolio y que, por la misma razón de
baratura conduce a la exageración de precios? ¿Cree que la competencia tiende a secar las
fuentes del consumo y empuja a la producción hacia una actividad devoradora?
¿Acaso la competencia obliga al aumento de la producción y a la disminución en el
consumo? De ello se concluiría que los pueblos libres producen para no consumir; que la
competencia constituye a la vez opresión y demencia; y que es absolutamente necesario
queLouis Blanc tome cartas en el asunto.
LOS SOCIALISTAS TEMEN TODAS LAS LIBERTADES
Pues bien, para ellos, ¿qué libertad podría dejarse a los hombres? ¿Se trataría de la libertad de
conciencia? ¿No se vería entonces que todos aprovechan el permiso para volverse ateos? ¿La
libertad de enseñanza? ¿Los padres no se apresurarían a pagar profesores para que enseñen
a sus hijos la inmoralidad y el error? Si se creyera a Thiers, de dejarse la enseñanza en manos
de la libertad nacional, cesaría de ser nacional y educaríamos a nuestros niños siguiendo las
ideas de los turcos o hindúes, en lugar de que, gracias al despotismo legal de la universidad,
tengan la felicidad dé recibir enseñanza de acuerdo con las nobles ideas de los romanos. ¿La
libertad de trabajo? Pero eso sería competencia, que tiene por efecto dejar sin consumir los
productos, exterminar al pueblo y arruinar la burguesía. ¿La libertad de intercambio? Ellos
creen que los proteccionistas han demostrado hasta la saciedad que un hombre se arruina
cuando intercambia libremente y que para enriquecerse hay que 'intercambiar sin libertad. ¿La
libertad de asociación? Según la doctrina socialista, libertad y asociación son entre sí
excluyentes ya que precisamente no se aspira a arrebatar a los hombres su libertad más que
para forzarlos a asociarse.
Bien se ve que los demócratas socialistas, en toda conciencia no pueden dejar a los hombres
ninguna libertad, puesto que por naturaleza propia -y a menos que los señores socialistas
intervengan para poner orden en todo sentido- las tendencias naturales de la gente los llevan a
toda clase de degradación y falta de moral.
Habría que adivinar en tal caso, con qué fundamento ellos mismos son quienes reclaman, con
tanta insistencia, el sufragio universal.
LA IDEA DEL SUPERHOMBRE
Las pretensiones de los organizadores dan lugar a otra pregunta, que a menudo les he
formulado y a la cual, que yo sepa, jamás han dado respuesta.
Desde que las tendencias naturales de la humanidad son tan malas como para que deba
privárseles de la libertad, ¿cómo resulta que las tendencias de los organizadores puedan ser
buenas? ¿Acaso los legisladores y sus agentes no forman parte del género humano? ¿Es que
se creen amasados con barro diferentes del que sirvió para el resto de los hombres? Dicen que
la sociedad, abandonada a sí misma, corre fatalmente al abismo porque sus instintos son
perversos. Pretenden detenerla en esa pendiente, imprimiéndole una nueva dirección. Luego,
ellos han recibido del cielo inteligencia y virtudes que los colocan fuera y por encima de la
humanidad; pues que nos muestren sus títulos. Quieren ser pastores, quieren que seamos
rebaño. Tal arreglo presupone en ellos una superioridad de naturaleza,
con respecto a la cual
tenemos todo el derecho de pedir previamente la prueba.
LOS SOCIALISTAS RECHAZAN LA LIBRE ELECCION
Nótese que lo que pongo en duda no es el derecho de inventar combinaciones sociales, de
propagarlas, aconsejarlas y experimentarlas en ellos mismos a su costo y riesgo; lo que
disputo es el derecho de imponernos todo eso por intermedio de la ley, es decir por la
fuerza y obligamos a pagarlo con nuestros impuestos.
Pido que los Cabetistas, Fourieristas, Proudhonianos, Universalistas y Proteccionistas
renuncien, no a sus ideas particulares sino a la idea que les es común de sometemos por la
fuerza a sus grupos y seres, a sus talleres socializados, a su banca gratuita, a su moral
greco-romana y a sus trabas comerciales. Lo que reclamo de ellos es que nos dejen la
facultad de juzgar sus planes y la libertad de no asociarnos a ellos, directa o indirectamente, si
es que encontramos que dañan nuestros intereses, o que repugnan a nuestra conciencia.
Porque la pretensión de hacer intervenir al poder y al impuesto, además de ser opresiva y
expoliativa, Implica aun esta hipótesis de prejuicio: la incompetencia de la humanidad y la
infalibilidad del planificador.
Y siendo la humanidad incompetente para formar juicio por sí misma, ¿por que viene a
hablársenos de sufragio universal?
CAUSA DE LAS REVOLUCIONES EN FRANCIA:
EL INMENSO PODER DEL GOBIERNO
Aquella contradicción en las ideas desgraciadamente se ha reproducido en los hechos y
mientras el pueblo francés se ha adelantado a todos los demás en la conquista de sus
derechos, o más bien de sus garantías políticas, no por eso ha dejado de permanecer como el
más gobernado, dirigido, administrado, grabado, trabado y explotado de todos los pueblos de
Europa.
También es de todos los pueblos de Europa aquel en el cual las revoluciones son más
inminentes, y tiene que ser así.
Ya que se parte de la idea, admitida por todos nuestros intelectuales y expresada con tanta
energía por Louis Blanc con estas palabras: "La sociedad recibe la impulsión del poder
público". Y, así continuará mientras consideren a los hombres como sensibles pero pasivos,
incapaces de elevarse por propio discernimiento y por energía propia hasta ningún grado de
moralidad o bienestar, quedando reducidos a esperarlo todo de la ley. En breve, cuando
admiten que las relaciones con el Estado son las que median entre rebaño y pastor, queda en
claro que la responsabilidad del poder gubernativo es inmensa. Bienes y males, virtudes y
vicios, igualdad y desigualdad, opulencia y miseria, todo emana de él. Está a cargo de todo,
todo lo mantiene, lo hace todo; luego es responsable por todo. Si somos felices, con todo
derecho, el Estado reclama nuestro reconocimiento; pero si nos vemos en la miseria, ¿no es
sólo a él a quien podemos acusar? ¿Acaso no dispone, en principio, de nuestras personas y de
nuestros bienes? ¿No es la ley omnipotente? Al crear el monopolio universitario, se ha hecho
cargo de responder a las esperanzas de los padres de familia, privados de su libertad; si
aquellas esperanzas se ven fallidas, ¿quién tiene la culpa? Al reglamentar la producción, se ha