prestigio sobre hombres libres, les permitió vencer prejuicios y pasiones y así, conducir a sus
pueblos por nuevos senderos".
"El Paraguay puede proporcionamos otro ejemplo. Se ha pretendido imputar como un crimen
contra la sociedad, el considerar el placer del mando como el único bien de la vida. Pero será
siempre hermoso gobernar a los hombres haciéndolos más felices... "
>"Quienes quieran establecer instituciones semejantes deberán implantar la comunidad
de bienes de la república de Platón, como también el respeto que reclamaba para los dioses,
el aislamiento con respecto a los extranjeros a fin de preservar las costumbres, y que el
comercio sea practicado por el Estado y no por los ciudadanos; (tales legisladores) deberán
darnos nuestras artes sin nuestro lujo y satisfacer nuestras necesidades y no nuestros deseos".
UNA IDEA HORRIPILANTE
Por más que el entusiasmo vulgar haga exclamar: "¡Es de Montesquieu, luego es magnífico!
¡Es sublime!" Yo tendré el valor de mi opinión para decir:
¡Cómo tenéis el descaro de encontrar eso hermoso!
¡Porque es horrible! ¡Es abominable! Y estos extractos, que podría multiplicar, demuestran que,
según las ideas de Montesquieu, las personas, las libertades, las propiedades y la humanidad
entera, no son otra cosa que materiales adecuados para que el legislador ejercite su sabiduría.
EL CAMPEON DE LOS DEMOCRATICOS
Examinemos a Rousseau. Aun cuando este autor, suprema autoridad para los democráticos,
haga descansar el edificio social sobre la voluntad general, nadie ha admitido tanto como él la
hipótesis de la total pasividad del género humano en presencia del legislador.
"Si es verdad que un gran príncipe es algo excepcional, ¿qué será tratándose de un gran
legislador? El primero no tiene más que seguir el modelo que el otro debe proponer. Es éste el
ingeniero que inventa la máquina, mientras que aquél no es más que el operario que la arma
y la hace funcionar".
¿Y en todo eso qué son los hombres?
¡La máquina que se arma y hace funcionar, o más bien el material en bruto, con el cual se hace
la máquina¡
Es así que entre el legislador y el príncipe, entre el príncipe y sus súbditos, existen las mismas
relaciones que entre el agrónomo y el agricultor, el agricultor y la tierra. A qué altura se coloca
entonces por encima de la humanidad al autor que rige los mismos legisladores y les enseña
su oficio en estos términos imperativos:
"¿Se quiere dar consistencia al Estado? Acérquense los grados extremos lo más posible. No se
tolere que existan los opulentos ni los pobretones. Si la tierra es ingrata o estéril, volveos hacia
la industria y las artes, cuya producción podría ser intercambiada por los artículos que falten...
En buenas tierras, si os falta población, debe darse toda la atención y cuidados a la agricultura,
que multiplica los hombres y desalojad las artes, que no harían otra cosa que terminar de
despoblar el país... Ocupáos de las riberas dilatadas y cómodas, cubrid el mar de
embarcaciones, y tendréis una existencia brillante y corta. Si no baña el mar en vuestras costas
otra cosa que rocas inaccesibles, mantenéos bárbaros e ictiófagos, y viviréis así más
tranquilos, tal vez mejores y con seguridad más felices. En una palabra, además de las
máximas comunes para todos, cada pueblo encierra en sí alguna causa que ordena aquellas
máximas de una manera especial y hace que su legislación sea adecuada sólo para él. Es así
que en otro tiempo los hebreos y recientemente los árabes, han tenido como objetivo principal
la religión, los atenienses las letras; Cartago y Tiro, el comercio, Rodas, la marina: Esparta, la
guerra, y Roma la virtud. El autor del Espíritu de las Leyes ha demostrado con qué arte el
legislador dirige la institución hacia cada uno de aquellos objetivos... Pero si equivocándose en
su finalidad, el legislador parte de un principio diferente del que nace de la naturaleza de las
cosas, si uno apunta a la servidumbre y otro a la libertad; uno a la riqueza y otro a la población;
uno a la paz y otro a la conquista, se verá que las leyes se debilitan insensiblemente, y que la
constitución se altera y el Estado no cesará de encontrarse agitado hasta quedar destruido o
cambiado y hasta que la invencible naturaleza haya recuperado su imperio".
Pero si la naturaleza es suficientemente invencible como para recuperar su imperio, ¿por
quéRousseau no admite que no tenía necesidad del legislador para tener aquel imperio desde
el principio? ¿Por qué no admite que obedeciendo a su propia iniciativa los hombres habrían de
volverse por si mismos hacia el comercio en riberas dilatadas y cómodas sin que un Licurgo, un
Solón o un Rousseau se entremetan, a riesgo de equivocarse?
LOS SOCIALISTAS QUIEREN LA CONFORMIDAD FORZADA
Como quiera que sea, se comprende la responsabilidad terrible cuyo peso hace gravitar
Rousseau sobre los inventores, fundadores, conductores, legisladores y manipuladores de
sociedades. Es así que con respeto a ellos se manifiesta muy exigente.
"Aquel que se atreva a emprender la tarea de dar instituciones a un pueblo, debe sentirse
capaz, para decirlo así, de cambiar la naturaleza humana, de transformar a todo individuo -el
que de por sí es un todo perfecto y solitario- en una parte de un todo mayor, del cual el
individuo reciba total o parcialmente su vida y su ser, de alterar la constitución del hombre para
reforzarla: de sustituir una existencia parcial y moral a la existencia física e independiente que
hemos recibido todos de la naturaleza. Es necesario, en una palabra, que se retire de los
hombres sus fuerzas propias, para darles las que le son extrañas".
Pobre especie humana. ¿Qué harían con la dignidad los adeptos de Rousseau?
LOS LEGISLADORES PRETENDEN MOLDEAR LA HUMANIDAD
Raynal: "El clima, es decir el cielo y la tierra, es la primera regia para el legislador. Sus recursos
le dictan sus deberes. Lo que debe consultar en primer lugar es su posición local. Una
población colocada sobre costas marítimas tendrá leyes relativas a la navegación... Si la
colonia es llevada al interior, debe el legislador prever el tipo y grado de fecundidad de las
tierras".
"Por encima de todo, es en la distribución de las tierras donde habrá de brillar la sabiduría de la
legislación. En general en todos los países del mundo, cuando se funda una colonia, debe
darse a todos los hombres, es decir a cada uno de ellos, una extensión suficiente para el
mantenimiento de una familia...".