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para el prestigio del reino que fueran consideradas como verdaderas entidades
ciudadanas. Un compromiso arquetípico está representado por Amfipolis, que bajo
Filipo conservó una forma democrática de constitución, pero también tenía una
guarnición y un superintendente (epistatês) macedonios.
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La propia fundación de
Filipo, Filipoi (famosa en la historia romana como Filipi) tenía una constitución
democrática, pero las fundaciones de sus sucesores, como Casandrea (Cassandreia),
parecen no haber tenido ni instituciones democráticas ni asambleas populares. Sin
embargo, tenían magistrados tales como los arcontes (magistrados superiores o una
junta formada por ellos), tesoreros (tamiai) e incluso generales (stratêgoi). Sabemos
poco de cómo fueron administradas antes de los siglos III y II; parece que no podían
tomar ninguna decisión importante sin antes consultar al rey, como en el caso de las
cuatro ciudades (Casandrea, Amfipolis, Filipoi y Pella) que, en 242 a.C, buscaron el
reconocimiento de la inmunidad sagrada de Cos, declarando que su decisión se
ajustaba a la política del rey (SEG xii. 373-374).
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Pese a ello eran consideradas
poleis por los demás griegos y admitidas a las festividades panhelénicas.
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Los recursos naturales de Macedonia eran variados. Debido a su clima
húmedo, la tierra baja era capaz de sostener una gama de economías agrícolas y
pastorales más amplia que la de Grecia meridional, mientras que las vastas sierras
tenían abundantes recursos de madera y brea para construir barcos. Una ciudad
incluso era llamada Xylópolis, Ciudad Maderera, y la madera era generalmente
exportada a las ciudades-estado griegas meridionales para la fabricación de barcos.
Se extraía oro y plata; la cercanía a la producción permitía el uso habitual (por parte
de la élite) de grandes recipientes de plata y oro, como los desenterrados en las
excavaciones de tumbas del siglo IV. Fuera de las poleis de la franja litoral quedaban
elementos tradicionalistas; las comunidades pastoriles sedentarias, antes que las
unidades sociales nómadas, eran probablemente predominantes aún en las zonas más
altas.
Incluso antes del período helenístico, se puede decir que la economía había
sido una «economía regia». El suministro de madera y de metales preciosos era
probablemente una prerrogativa real, y parece que se pagaban impuestos sobre las
cosechas cultivadas. En 334 Alejandro concedió a los padres y a los hijos de los
compañeros del rey muertos en la batalla del Gránico «exención de tributos por sus
tierras (chôra), así como de los servicios personales (soma) y de impuestos
especiales (eisphorai) sobre sus posesiones (ktêseis)» (Arr. 1. 16. 5). El impuesto
sobre la tierra afectaba probablemente el producto de la tierra, fuera privada o
perteneciente al rey; los servicios personales probablemente comprendían el trabajo
en las murallas de la ciudad, los caminos y otras obras públicas; la conscripción sólo
debe haberse dado para casos de emergencia, en época de guerra. Plutarco describe a
Alejandro asignando las rentas de determinados puertos y comunidades a individuos
(Alex. 15, Austin 3a), y hubo probablemente un impuesto sobre la transferencia de
bienes.
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Cualquiera que fuese el grado de urbanización en el siglo IV (había más de
cien comunidades nucleadas), Macedonia habría permanecido básicamente rural,
como la mayor parte de Grecia. Tampoco alcanzó después el esplendor de otros
reinos, pese al del palacio de Pella y de las tumbas reales como la de Filipo II en
Aigai (o Aigeai, actual Vergina).
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El mundo helenístico puede haber sido el
heredero del imperio de Alejandro, pero no fue regido desde Macedonia; ni siquiera
sus reyes dominaron Grecia alguna vez. Alejandro y su padre derrotaron a la alianza
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griega meridional, pero no se apoderaron de todas las regiones: el Peloponeso y las
islas, por ejemplo, permanecieron en gran parte fuera de su control. La hegemonía
macedonia estuvo bastante limitada al área que se extiende desde el istmo de Corinto
hacia el norte, y fue preservada por las cuatro guarniciones que más tarde Filipo V
llamaría (según Polibio, 18. 11. 5) «las cadenas de Grecia» (pedai Hellênikaí): en
Acrocorinto (la montaña de la acrópolis de Corinto), El Pireo, Calcis en Eubea y
Demetria en Tesalia (fundada por Demetrio I alrededor de 294). La posesión de estas
plazas fuertes garantizaba el control de la ruta marítima hasta la costa oriental de
Grecia.
Filipo y Alejandro
Filipo II (r. 360/359-338) puso a las poleis griegas de Macedonia bajo su
control y afianzó su poder sobre las regiones montañosas. Su principal logro, sin el
cual conquistar el sur de Grecia habría sido imposible, fue obligar a someterse a los
más lejanos vecinos de Macedonia, especialmente a los ilirios. Para conseguirlo, creó
un nuevo estilo de ejército con una lanza de cinco metros de largo, la sarissa, que sus
contemporáneos consideraron como un arma clave pero que era mucho más que eso.
Puesto que sustituía parcialmente una coraza defensiva costosa, permitió una
participación mucho más amplia en el ejército y por tanto en la vida política.
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Efectivamente, desde la ascensión de Alejandro o antes, una asamblea ordinaria de
los macedonios (como el ejército o el pueblo) se reunió en diferentes ocasiones como
un cuerpo político que ejercía funciones jurídicas y cívicas similares a las de la
asamblea de la ciudad.
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Fue creado un regimiento de élite de compañeros hoplitas
(
pezhetairoi).
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Se copiaron las técnicas de adiestramiento militar de las ciudades
griegas del sur. El sometimiento de la alta Macedonia fue profundizado con la
fortificación de las ciudades comerciales existentes y de los baluartes militares
estratégicos. Filipo concedió mercedes de tierra conquistada a los hombres cuyo
apoyo deseaba asegurarse. Estableció un interés común con el reino oriental de los
molosos epirotas, casándose con Olimpia, la sobrina del rey, quien dio a luz a
Alejandro en 356. Era una de sus siete esposas, con todas las cuales se había casado
obviamente para promover buenas relaciones con los reinos vecinos.
La afirmación de Arriano (o de Alejandro) de que Filipo hizo de los
macedonios habitantes de las ciudades es una exageración. El rey Arquelao (r. 413-
399) había creado una nueva capital en Pella en las tierras bajas; según Tucídides (2.
100) edificó fortalezas y caminos rectos, y gastó mucho en caballos y nuevas
armaduras.
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Estos cambios deben de haber permitido el funcionamiento más
efectivo del poder real desde lejos, incluso en las regiones más remotas. Filipo no
había comenzado con un paisaje vacío, ni todas las ciudades nuevas eran obra suya.
Las dos principales fundaciones tuvieron lugar después de la muerte de Alejandro y
fueron iniciativa de Casandro: la polis costeña de Tesalónica (la actual Thessaloniki,
Salónica) y Casandrea, una ciudad nueva que reemplazaba a Potidea en la península
de Palene en Calcídica. Ambas fueron sinoicizadas a partir de ciudades existentes.
Con todo, la escala de la acción de Filipo fue impresionante. Hay testimonios
de un programa de expansión de las ciudades y de transferencia de población; las
ampliaciones se hacían a menudo a costa de la destrucción de otros asentamientos o