Historia de Roma Libro IV la revolución Los países sujetos hasta el tiempo de los Gracos



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LIlH$fftlU10 El lujo de las construcciones y de los jardines también iba en aumento. De hecho la magnífica casa de campo del orador Craso (muerto en el 663), célebre sobre todo por sus espléndidos árboles y jardines, estaba valuada en seis millones de sestercios con los árboles incluidos, y en la mitad de esta suma, sin ellos. El precio de una habitación ordinaria en Roma ascendía a sesenta mil sestercios aproximadamente." ¿Quiere saberse sin embargo el increíble aumento de precio de los terrenos destinados al lujo? Citaremos el ejemplo de la quinta del cabo de Misena, adjudicada a Cornelia, madre de los Gracos, en setenta y cinco mil sestercios, y vendida a Lucio Lúculo (cónsul en el 68o), en un precio treinta y tres veces mayor al referido (dos millones cuatrocientos setenta y siete mil sestercios). Las ricas construcciones, la vida del campo y los baños con sus refinamientos hacían de Baia y de toda la costa del golfo de Ñapóles el "Eldorado" de los ociosos elegantes. Los juegos de azar hacían furor, y eso que al parecer les servirían de baraja unas cuantas nue­ces, así como en los buenos tiempos de las tangas itálicas. En el año 639, un edicto del censor reprimió el vicio del juego. Por otra parte, las mujeres, y aun los hombres, comenzaban a despreciar el antiguo vestido de lana:426

LA REPÚBLICA Y LA ECONOMÍA SOCIALse preferían las gasas ligeras y las túnicas de seda, que revelaban las formas en vez de ocultarlas. En vano las leyes prohibieron los gastos insensatos en perfumes procedentes del extranjero. Por lo demás, es en la mesa donde brillaba principalmente el despilfarro de los ricos. Un buen cocinero se pagaba al precio extravagante de cien mil sestercios; en las construc­ciones, la cocina era el objeto principal del edificio. Las casas de campo (villas), inmediatas a la costa, tenían sus estanqzzz ues de agua salada para tener a la mano el pescado vivo y las ostras. Se tenía por comida pobre aquella en que se servían a los convidados los manjares enteros, y no los trozos más suculentos solamente; así como aquella en la que se los obligaba a comer de un plato en vez de no hacer más que degustarlo. Se traían de lejanas regiones, sabe Dios a qué precio, los comestibles más delicados, y los vinos griegos se servían aún en la más modesta comida.12 Alrededor de la mesa se agitaban innumerables esclavos puramente de lujo, cantantes, músicos y bailarines. Mobiliarios elegantes, tapices re­camados de oro o artísticamente bordados, sobremesas de púrpura, antiguos bronces, rica vajilla: todo estaba allí acumulado. ¿Qué podían hacer en cuanto a esto las leyes suntuarias, por minuciosas y frecuentes que fuesen, al prohibir hoy una porción de vinos y manjares delicados, y fijar mañana el máximo de peso y precio; o al determinar ahora la cantidad de vajilla de plata, y designar luego los gastos de una comida ordinaria o de un banquete, en el año 593, de diez a cien sestercios; y en el año 763, de treinta a seiscientos sestercios? En realidad, entre los romanos notables no había quizá ni siquiera tres que siguiesen estas prescripciones (y menos que todos el autor de la ley), si no como ciuda­danos obedientes a la ley del Estado, al menos como verdaderos discí­pulos del pórtico. No será trabajo perdido que digamos algunas palabras sobre la riqueza creciente de la vajilla, a pesar de lo que prescribían los legisladores. En el siglo VI era una excezzz pción una bandeja de plata, además del salero tradicional; de hecho los enviados de Cartago se burlaron al ver que a todas partes donde eran invitados llevaban la misma vajilla. Más tarde, Escipión Emiliano ya poseía treinta libras de plata labrada; y después, su nieto Quinto Fabio (cónsul en 633), tenía ya mil libras. Marco Druso, el tribuno del pueblo del año 663, tenía diez mil libras; y por último, en tiempo de Sila, se contaban en Roma más de ciento cin­cuenta grandes bandejas que pesaban cien libras cada una, y que fueron causa de la proscripción de muchos de sus ricos poseedores. Si se quiere42J

:}»,;*,calcular las sumas gastadas en esto, debemos recordar que el modelarlas costaba entonces extraordinariamente caro. Cayo Graco pagó por su vajilla quince veces más de lo que valía por peso, y Lucio Craso, cónsul en el 650, pagó la suya dieciocho veces más que el valor de su metal. Incluso un día se lo vio pagar cien mil sestercios a un hábil artista por una simple copa; y lo mismo sucedía en todas las cosas.LOS MATRIMONIOSEn cuanto a lo de casarse y tener hijos, era cosa que repugnaba en extremo a los elegantes. Ya la ley agraria de los Gracos daba un premio a los matrimonios que no eran estériles (pág. 97). Si el divorcio en Roma era antes desconocido, vino a ser ahora un acontecimiento natural y frecuente, y, así como en el antiguo derecho el marido compraba a su mujer, se podía proponer a los romanos del día hacer del matrimonio una especie de contrato de alquiler. Mételo el Macedónico fue la admiración de sus conciudadanos por sus virtudes domésticas y sus numerosos hijos. Siendo censor en el 623, quiso recordar al pueblo la santa obligación del ' matrimonio. Ahora bien, ¿en qué razones se apoyaba? "¡Esta es -decía-una carga pública muy pesada, pero una carga que debe sufrir todo buen patriota!"13Había sin embargo algunas excepciones. La población de las ciudades del interior y la mayor parte de los grandes propietarios rurales habían permanecido fieles a la antigua tradición de las costumbres latinas. En Roma, por el contrario, la oposición catoniana no era más que una palabra vana, pues se habían sobrepuesto las tendencias modernas. Para un hombre como Escipión Emiliano, de naturaleza fina a la vez que vigorosa, que sabía unir la moralidad del viejo romano con el refinamiento griego, existía una inmensa muchedumbre cuyo helenismo no significaba otra cosa que la corrupción del sentimiento y de la inteligencia. No se pierda de vista esta gangrena social y su funesta influencia en la esfera política, sin lo cual se corre riesgo de no comprender las revoluciones romanas. ¿Era acaso una cosa indiferente el lenguaje de estos dos ciudadanos nota­bles, censores de las costumbres, que en el año 622 se dirigían mutua­mente el reproche de que uno había llorado una "morena", gloria de sus viveros, y de que el otro había enterrado a tres mujeres sin derramar428

LA REPÚBLICA Y LA ECONOMÍA SOCIALuna lágrima? ¿No era cosa notable oír en el año 593, y en pleno Forum, a un orador trazar el cuadro satírico que a continuación transcribimos, y que hace una clara referencia a un senador jurado que se halla entre copas y buenos tercios en el momento en que se abría la sesión?"Está jugando a los dados, perfumado con un cuidado exquisito y rodeado de mujeres mundanas. Cuando llega la hora décima, llama a un esclavo y lo envía a que pregunte qué ha sucedido en el Forum, quién ha hablado en pro y en contra de la moción; cuántas tribus la han votado y cuántas la han rechazado. Entonces va al comicio para no contravenir las disposiciones vigentes. Por la calle no hay en los rincones de las callejuelas ánforas que no llene; tan repleta de vino lleva la vejiga (qulppe qui vesicam plenam vini habeant). Llega por fin gruñendo y dice: 'Vamos, expóngaseme la causa'. Los litigantes hablan y el juez interroga a los testigos. Mientras estos declaran, va a orinar (it minctum). Vuelve luego y dice que se ha enterado perfectamente. Pide los autos; apenas si el vino le permite abrir los ojos. Por último, cuando va a vo­tar, pronuncia este magnífico discurso: '¿Qué he de hacer yo con todas estas majaderías? ¿Cuánto más vale irnos a beber un trago del meloso vino de Grecia, y a comernos unos tordos y un buen pescado, un buen lupum germanum de entre los dos puentes?'.'"4 Los oyentes ríen a carca­jadas. ¿No es ya un síntoma grave el reírse frente a un juez que hace semejantes proposiciones?429

XII NACIONALIDAD. RELIGIÓN. EDUCACIÓNPREPONDERANCIA EXCLUSIVA DEL LATINISMO Y DEL HELENISMOfn medio de esa gran lucha de nacionalidades que tiene lugar en los inmensos dominios de la República, en el siglo vil de Roma los pue­blos secundarios decaen, o están ya próximos a desaparecer. El más importante de todos, el pueblo fenicio, había recibido el golpe mortal cuando sucumbió Cartago, y fue aniquilándose lentamente. En Italia, las razas que hasta entonces habían conservado sus antiguas costumbres y su lengua, como las de la Etruria y el Samnium, recibieron las más te­rribles heridas con la reacción silana, y se les impuso la nivelación política que pesaba sobre toda la península. También sufrieron, en el dominio y el comercio público, la lengua y las formas latinas, y su antiguo idioma fue poco a poco degenerando en un simple dialecto popular y desapa­reciendo lentamente. En esta época ya no se encontraba en ningún punto del mundo romano una nacionalidad que pudiera luchar ni siquiera un instante contra las nacionalidades griega o latina.EL LATINISMOEn particular la latinidad, más intensa y desbordándose en el interior y en el exterior, adquiere un progreso continuo y notable. Después de la guerra social, todo fondo de tierra itálica lleva consigo el dominium romano en beneficio del italiano que la posee. Toda divinidad itálica puede recibir los dones de la piedad romana, y en toda Italia, a excepción de la región transpadana, está esclusivamente en vigor el derecho romano, que arroja al olvido los estatutos locales de las ciudades y de las campiñas. La lengua de Roma es también la lengua de los negocios, y no tardó en ser la del comercio civilizado en toda la península. Después no se detuvo ante las barreras puestas por la naturaleza. Italia no ofrece ya431

,un campo suficientemente extenso para los inmensos capitales que a ella afluyen, para la riqueza de sus productos, para la inteligencia de sus agrónomos, para la habilidad de sus mercaderes. En consecuencia, los italianos marchan en masa a las provincias llamados por todos estos intereses y por las necesidades del servicio público. Su condición privilegiada proporciona a su lengua y a su derecho los mismos privilegios, incluso en otras relaciones diferentes de las exclusivas de romano a romano (pág. 420). En todas partes se mantienen unidos en masas compactas, puras de toda mezcla y fuertemente organizadas. Los soldados en sus legiones, los negociantes de cada gran ciudad en sus asociaciones particulares, los ciudadanos romanos domiciliados, o simples transeúntes, en las diversas circunscripciones provinciales: todos se acantonan en sus círculos exclusivos (conventm civium Romanorum), con su lista especial de jurados, y, en cierto modo, con su constitución comunal separada. Concedo que estos romanos de provincia volverían tarde o temprano a Italia, pero no por esto dejaban de formar en el punto donde residían una población mixta distinta, puramente romana, o que se apoyaba en la colonia romana. En lo que respecta a España, donde se organizó el primer ejército permanente, ya hemos dicho que allí fue también donde se» establecieron las primeras ciudades provinciales con instituciones libres: Carteya, en el 583 (pág. 12); Valencia, en el 616, y más tarde Palma y Falencia. Pero la civilización se había desarrollado poco a poco en el interior. Si por mucho tiempo los italianos elegantes consideraron al país de los vasceos como la más ruda e inhospitalaria morada, los escritores latinos y las inscripciones atestiguan, por el contrario, que a mediados del siglo VI se hablaba comúnmente la lengua latina en los alrededores de Cartagena y también en toda la costa española. Como quiera que fuese, antes de Cayo Graco nadie había concebido el pensamiento de una colonización sistemática de las provincias, o, mejor dicho, de su transfor­mación romana por medio de la emigración itálica. En cuanto a él, tuvo un plan inmediato y puso atrevidamente mano a su ejecución. A pesar de la sublevación de la oposición conservadora, que destruyó las cons­trucciones comenzadas, o detuvo su continuación, casi en todas partes, quedó en pie la colonia de Narbona, conquista preciosa por sí misma, en cuanto aseguraba por este lado la extensión del dominio de la lengua launa, conquista mucho más importante desde otro punto de vista, pues era a la vez el monumento de una gran concepción y la piedra angular432

NACIONALIDAD. RELIGIÓN. EDUCACIÓNde un poderoso edificio en el porvenir. De aquí procede la antigua civilización de los galos, o, lo que es más apropiado decir, la civilización francesa de nuestros días tiene sus más lejanas y profundas raíces en la creación de Cayo Graco. Pero al mismo tiempo que la nacionalidad latina llenaba la región itálica hasta sus fronteras naturales e incluso comenzaba a franquearlas, se verificaba en ella un profundo movimiento moral. En este momento la vemos en camino de crearse una literatura clásica, una alta escuela de instrucción que le pertenece en propiedad. Y si bien es cierto que el que las compara con el clasicismo y la cultura helénica no se siente muy inclinado a hacer mérito alguno de estas débiles produc­ciones italianas, colocadas como en un invernadero, sin embargo, es ne­cesario confesar que, en interés del progreso histórico, lo más importante era que la literatura clásica y la cultura de los latinos vinieran a colocarse al lado de las de los griegos, cualquiera que fuese el papel que aquellas hiciesen. Además, la Grecia estaba entonces muy bastardeada, incluso en su literatura, y podía aplicársele la frase del poeta: "Más vale recluta vivo que emperador enterrado".EL HELENISMOSin embargo, por rápidas y triunfantes que fuesen las conquistas de la lengua y de la nacionalidad latinas, reconocían al helenismo un título igual al suyo, y aún mejor y más antiguo. Marchan unidas con él en la más completa alianza, y en él se fundan para recibir su común desarrollo. La revolución, que en la península había pasado el nivel sobre las nacionalidades no itálicas, no había tocado a las ciudades griegas de Tárente, Regium, Ñapóles ni Locres. La misma Masalía, que estaba rodeada por un territorio ya romanizado, continuó siendo ciudad griega y, por tanto, aliada y amiga de Roma. Italia se latinizaba por completo, pero su latinidad daba la mano al helenismo que crecía con ella. En las altas regiones de la sociedad italiana, la cultura griega forma parte integrante de la cultura aborigen. El cónsul del año 623, el gran pontífice Publio Craso, admiraba a los naturales griegos cuando en su proconsulado de Asia juzgaba y pronunciaba la sentencia, según los casos, en griego vulgar o en uno de los cuatro dialectos de esta lengua. En vano la literatura y el arte italiano habían mirado durante mucho tiempo al Oriente; en433

IE ROMA, LIBRO IVla actualidad es el Oriente el que vuelve sus ojos hacia el Occidente. No son ya solo las ciudades griegas de Italia las que viven, como en tiempos pasados, en comercio intelectual y activo con Grecia, Asia Menor y Egipto, y disfrutan los mismos honores e iguales alabanzas de parte de los poetas griegos célebres y de los artistas dramáticos. La gimnástica y la musa helénica se instalaron en Roma después del ejemplo dado por el destructor de Corinto en las fiestas de su triunfo (año 608). Roma tiene sus luchas de atletas, sus músicos, juegos diversos, lectura y decla­maciones de retóricos.1 Los literatos griegos extienden su red sobre toda la alta sociedad romana y se apoderan "del círculo de los Escipiones", cuyos miembros principales de nacionalidad helénica, el historiador Polibio y el filósofo Panecio,2 pertenecen más bien a Roma y a su historia, que a la de su país natal. En la sociedad menos culta presenciamos el mismo fenómeno. Citemos a otro contemporáneo de Escipión, al filósofo Clitomarco, cuya existencia refleja y pone al alcance de nuestras miradas la fusión que se estaba verificando entre los pueblos. Natural de Cartago,3 Clitomarco fue discípulo de Carneades en Atenas y lo sucedió en la escuela, pero después dejó esa ciudad y llegó a Italia con los mejores literatos, con el historiador Aulo Albino y el poeta Lucilio. Dedicó un libro científico a Lucio Cesorino, el cónsul romano que comenzó el sitio de Cartago, y publicó una Consolatio Philosophica dirigida a sus compatriotas traídos a Italia como esclavos. Hasta entonces no habían venido a Roma los literatos griegos, sino como de paso, como embajadores o desterrados, pero en esta época comenzaron a establecerse en ella con designio premeditado. Panecio, a quien acabamos de citar, vivió en casa de Escipión, y el poeta Arquias de Antioquía vino a fijar su residencia en Roma hacia el año 652, donde su talento improvisador y sus cantos épicos celebratorios de los grandes consulares de aquel tiempo le proporcionaron bastantes comodidades.4 Aún hay más: hasta Mario, que no comprendía una palabra del panegírico poético que se le había dirigido, y que no tenía nada de mecenas, se creyó obligado a patrocinar al artista que lo ensalzaba en sus versos. En resumen, mientras que la cultura literaria y moral ponía en contacto en ambos pueblos los elementos nacionales, que, si no eran los más puros, eran al menos los más brillantes, la importación en masa de los esclavos de Asia Menor y de Siria, y la inmigración de los mercaderes que llegaban en tropel del Oriente griego o semigriego, ponían al proletariado italiano en comunicación íntima con las capas de un434

NACIONALIDAD. RELIGIÓN. EDUCACIÓNhelenismo mezclado de elementos extraños, y cubrían con su barniz la nacionalidad latina. Cuando Cicerón afirma que en las ciudades marítimas es donde se encuentran principalmente el nuevo idioma y las costumbres nuevas, habla seguramente de las costumbres casi helénicas de Ostia, Puzoli y Brindisi, donde el extranjero ha importado sus modas juntamente con sus mercancías. De este modo es como se verificó la invasión.FUSIÓN O MEZCLA DE LOS PUEBLOSEn las relaciones internacionales se había verificado una revolución completa cuyos resultados inmediatos fueron tristes. Italia estaba plagada de griegos, sirios, fenicios, judíos y egipcios; mientras que en las provincias no se veían más que romanos. Los caracteres más salientes y distintivos de los pueblos iban desapareciendo visiblemente con el roce continuo, y no quedaba más que una lisa uniformidad, lo mismo que sucede con las monedas usadas. La latinidad había perdido en vigor lo que había ganado en extensión, sobre todo en Romazzz ; allí, como la clase media había desaparecido mucho tiempo atrás, no quedaban más que grandes y mendigos, que son igualmente cosmopolitas. Cicerón sostiene que hacia el año 66o la cultura general de las ciudades latinas era superior a la de la capital. En efecto, su dicho está confirmado por la literatura del siglo, cuyas producciones más originales y mejores, la comedia nacional y la sátira luciliana, pueden llamarse acertadamente latinas, más que romanas. El helenismo italiano de las capas sociales inferiores era también com­pletamente cosmopolita, y dejaba percibir las tristes deformidades de una civilización corrompida bajo el barniz superficial de la barbarie primitiva; incluso en las regiones sociales altas la ley no pudo imponer mucho tiempo la delicada elegancia de los Escipiones y su gente. Cuanto más se inte­resaba en los asuntos de la cultura griega, más se acercaba la sociedad romana a los últimos y frivolos productos del neohelenismo, y perdía de vista las enseñanzas clásicas. Por más que se modelase en el genio antiguo de la Hélade, no tomaba de la nacionalidad vecina más que lo más fútil de la ciencia, y lo más apropiado seguramente para paralizar su energía propia. Así pues, Marco Cicerón, el propietario campesino de Arpinum, el padre del gran orador, exclamaba cierto día: "Los romanos son como los esclavos de Siria, que valen tanto menos cuanto más tienen435

, I'JAy!de griegos". Descomposición nacional lamentable, como lo es todo el siglo, pero como este, es digna de estudio y fecunda en consecuencias. Este cúmulo de nacionalidades que llamamos mundo antiguo, exterior-mente unificado bajo el poder de Roma, se librará un día de sus cadenas, y con el impulso de la civilización moderna, que también se funda en el elemento helénico, vendrá a regenerarse por completo. Se destruyen las nacionalidades de segundo orden, y entre sus escombros se funda silenciosamente entre ambos pueblos superiores el gran compromiso de la historia: hacen las paces la Grecia y el Lacio. Los griegos en el terreno de la cultura humana, y los romanos en el de la política, renuncian a su espíritu exclusivista. En la escuela, las letras latinas ocupan su lugar al lado de las letras griegas, aunque es un lugar restringido e incompleto; y Sila, por su parte, permite por primera vez a los enviados extranjeros dirigir la palabra al Senado en griego, sin intérprete. Se anuncian los tiempos en que la República romana se convertirá en un Estado donde serán corrientes los dos idiomas, y no tardará en levantarse en el oeste el verdadero heredero del trono y del pensamiento de Alejandro Magno, heredero a la vez romano y griego. Pero aún no hemos llegado a esos tiempos. Por ahora vamos a estudiar más en detalle, lo que nos perrrlitirá entrever con una rápida ojeada el cuadro de las relaciones internacionales y la desaparición de las naciones de segundo orden, esa exaltación conquistadora de las dos naciones soberanas en los diversos dominios de la religión, la educación popular, la literatura y el arte.RELIGIÓNLa religión romana había nacido y se había desarrollado en íntima unión con la ciudad y con todo el sistema romano, y no era otra cosa que el reflejo piadoso de la asociación ciudadana. Cuando vinieron las revoluciones políticas y sociales, cayó necesariamente con todas las demás instituciones. De las antiguas creencias populares de Italia no quedaban más que ruinas; y, así como sobre los escombros del edificio político se levantaron la oligarquía y la tiranía, así también se vio que se levantaban al lado de la religión oficial y del helenismo la incredulidad y la superstición, las sectas y las religiones orientales. En el periodo anterior comenzaron a manifestarse estos fenómenos, y se oyeron los primeros436

NACIONALIDAD. RELIGIÓN. EDUCACIÓNcrujidos precursores de la revolución política y social. Y ya en estos tiempos las clases elevadas se habían adherido en su nuevo helenismo a la sólida fe de sus mayores. Ennio ya había dado a conocer a Italia las alegorías del antropomorfismo histórico de las religiones griegas, y el Senado, cuando Aníbal llamaba a las puertas de Roma, había tenido que aprobar la importación de la Cibeles de Asia Menor. En otra ocasión se había visto obligado a ensañarse contra las supersticiones peligrosas, y acabar con las hipocresías de las bacanales. Sin embargo, en esta misma época en realidad se preparaba la revolución en los espíritus, más que la rebelión en los hechos. Por tanto, la revolución religiosa data también del siglo de los Gracos y de Sila.FILOSOFÍA GRIEGAEnsayemos ahora el estudio de la cultura moral en el camino por donde la arrastraba el helenismo. Como la nación griega había tenido su primavera y su otoño mucho antes que Italia, había también atravesado antes que aquella la edad de las creencias sencillas, y había buscado su único refugio en el campo de la especulación y de la abstracción. Hacía mucho tiempo que las creencias religiosas habían desaparecido, y que se había entregado por completo a la filosofía. Pero la filosofía misma, en el momento en que el genio de la Grecia influyó sobre el de Roma, había dejado muy atrás la edad de la fecundidad intelectual. Había en­trado en esa fase en que no surgen sistemas verdaderamente nuevos, aunque no se extingue la facultad comprensiva que sabe aún elegir entre las antiguas teorías las mejores; en esa etapa en que la inteligencia se encierra en una escolástica estrecha, tradicional y gasta sus fuerzas en los más defectuosos teoremas filosóficos de otros tiempos. Estaba en esa fase en que la ciencia, en vez de dar al espíritu profundidad y libre expansión, lo seca y aplasta, por decirlo así, y lo enreda en las cadenas que se forja a sí mismo, que son las peores de todas. Vuelto y echado a perder, el filtro de la especulación filosófica se convierte en un veneno activo. Los griegos no ofrecían ya a los romanos más que un brebaje flojo y diluido, y estos no supieron rehusarlo, ni elevar sus malos maestros vivos a la altura de sus ilustres antepasados. Sin ir más lejos, Platón y Aristóteles prácticamente no tuvieron influencia en la cultura romana,437


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