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presente que no se reconozca mentado en ella [
in ihm erkannte].”
49
De ahí el designio de “cepillar la historia a contrapelo”,
50
frente
a la construcción tradicional de la historia que gusta de presentar
una continuidad y da importancia a aquellos elementos del pasado
que han tenido repercusiones en la historia, pero a la que “se le
escapan aquellos lugares en los que la tradición se interrumpe y,
con ellos, sus peñas y acantilados, que ofrecen un asidero a quien
quiera ir más allá de la representación corriente de la historia”.
51
Las imágenes dialécticas, “constelaciones críticas” de pasado y pre-
sente, están en el centro de la pedagogía materialista, pues transmi-
ten una tradición de discontinuidad al provocar un corto circuito
en el aparato histórico-literario burgués.
52
Ese “ir más allá” es “la
tradición de los nuevos comienzos”
53
que emerge al entender que
“la sociedad sin clases no es la meta final del progreso histórico
sino su frecuentemente fracasada y sin embargo en última instancia
realizada interrupción”.
54
El historiador “debe abandonar la actitud
tranquila, contemplativa ante el objeto para volverse consciente de
la constelación crítica en la que dicho fragmento del pasado se ubi-
ca en relación precisa con este presente”.
55
La imagen del pasado que relampaguea en el ahora de su
cognoscibilidad es, en una aproximación más precisa, una imagen
de la memoria. Se parece a las imágenes del propio pasado que le
vienen al hombre en un momento de peligro. Esas imágenes se
hacen presentes, como sabemos, sin quererlo. De ahí que la historia
sea en sentido estricto una imagen proveniente de la recordación
involuntaria; una imagen que se presenta súbitamente al sujeto de
la historia en un momento de peligro. La legitimación del historia-
dor depende de la agudeza de su conciencia a la hora de captar la
crisis en la que se encuentra el sujeto de la historia en un momento
dado. Ese sujeto no es en modo alguno un sujeto trascendental,
sino la clase oprimida que lucha en situación de máximo peligro.
Únicamente ella tiene conocimiento histórico y eso sólo en un
instante histórico. Con esta precisión se confirma la liquidación
del momento épico en la exposición de la historia. A la memoria
involuntaria no se le hace presente nunca una sucesión de aconte-
cimientos –y en eso se distingue de la voluntaria–, sino sólo una
imagen. “De ahí el ‘desorden’ como espacio imaginario de la re-
cordación involuntaria”.
56
Tal es el poder y la fragilidad de la ima-
gen. Lejos del poder historicista sobre los acontecimientos, lejos de
la verdad inmóvil que en modo alguno corresponde al concepto
de verdad en materia de historia, la fulguración que provoca el
“choque” se presenta como esa única luz para hacer visible la au-
téntica historicidad. En la imagen dialéctica se encuentran el
ahora y
el
tiempo pasado y sólo el relámpago permite percibir supervivencias.
Benjamin sitúa la imagen en el corazón del tiempo, en el corazón
del proceso histórico: “la historia se descompone en imágenes, no
en historias”.
57
Situar la imagen en el corazón del tiempo es des-
montar el curso de la historia, introducir lo diseminado, y, aún más,
consagrarla a lo incontrolable que implica la imagen, al “desorden”,
a lo “involuntario”, al “sin querer”, pero es ahí donde debe buscar-
se el contenido de la memoria: “lo relegado al inconsciente como
contenido de la memoria”.
58
Tener en cuenta los procesos de la
memoria, y, por lo tanto del inconsciente y de la imagen, es el “pre-
49. Ibid., p. 180.
50. Ibid., p. 182.
51. Walter Benjamin, Libro
de los pasajes, op. cit., p.476.
52. Susan Buck-Morss, op. cit., p. 318.
53. Walter Benjamin, Gesammelte
Schriften, p. 1242.
54. Ibid., p.123.
55. Walter Benjamin, Discurosos interrumpidos i, Taurus, Madrid, 1971, p. 102.
56. Ibid., p. 1236.
57. Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p.478.
58. Ibid., p. 459.
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cio a pagar” por una revolución copernicana de la historia frente
a la hegeliana razón en la historia.
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Frente a la astucia de la razón
hegeliana, ésta se presenta a través del motivo más inconsciente de
una sinrazón de la historia que aporta con ella “la astucia de la ima-
gen, su esencial, ‘incontrolable’ malicia […] La imagen sería pues la
malicia en la historia: la malicia visual del tiempo en la historia”.
60
La imagen se hace visible, aparece, pero a la vez disgrega y constru-
ye, se cristaliza: desmonta la historia y a la vez construye un nuevo
lenguaje.
61
De esa suspensión, de la suspensión dialéctica que es la
imagen [
Dialektik im Stillstand] surge el verdadero conocimiento
histórico. A través de esta construcción, de este montaje que cons-
tituye la misma operación histórica, se remonta la historia “en el
doble sentido de la anamnesis y de la recomposición estructural”;
62
es un montaje que aúna destrucción y construcción, y que hace
del
no saber el eje de la representación, de la legibilidad. Benjamin
se propone radicalizar la tesis de Giedion, según la cual “en el siglo
xix, la construcción desempeña el papel del inconsciente”.
63
“La
novedad de la historia benjaminiana consiste en que resueltamen-
te hizo del inconsciente un objeto para la historia”.
64
De ahí que
el historiador se aboque a la interpretación de los sueños: “En la
imagen dialéctica, lo que ha sido de una determinada época es sin
embargo a la vez ‘lo que ha sido desde siempre’. Como tal, empero,
sólo aparece en cada caso a los ojos de una época completamente
determinada: a saber, aquella en la que la humanidad, frotándose
los ojos, reconoce precisamente esta imagen onírica en cuanto tal.
59. Georges Didi-Huberman, Ante
el tiempo, op. cit., p. 154.
60. Ibid., p. 161.
61. Juan Mayorga, Revolución conservadora y conservación revolucionaria, Barcelo-
na, Anthropos, 2003, p. 54.
62. Georges Didi-Huberman, Ante el tiempo, op. cit., p. 156.
63. Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p.396.
64. Georges Didi-Huberman, Ante el tiempo, op. cit., p.159.
Es en este instante que el historiador emprende con ella la tarea de
la interpretación de los sueños”.
65
Benjamin no pretendía represen-
tar el sueño, sino disiparlo: las imágenes dialécticas dibujan imágenes
de ensueño en en estado de vigilia, y es en el momento del desper-
tar que se da el conocimiento histórico,
66
pues el momento del
despertar es “idéntico al ahora de la cognoscibilidad”.
67
Esta imagen
leída, es decir, la imagen en el ahora de la cognoscibilidad, “lleva
en el más alto grado la marca del momento crítico y peligroso que
subyace a toda lectura”
68
que no es sino la actualización. En lugar
de los conceptos aparecen imágenes, imágenes enigmáticas de los
sueños, donde se ha ocultado lo que se escurre por las mallas de la
semiótica y que, sin embargo, merece el esfuerzo del conocimiento.
En oposición a los surrealistas, que habían quedado atrapados en
el mundo del sueño, el intento de Benjamin pasa por “disolver la
mitología en el espacio de la historia. Lo que desde luego sólo pue-
de ocurrir despertando un saber, aún no consciente, de lo que ha
sido”.
69
Este despertar comienza ahí donde los surrealistas y otros
artistas de vanguardia se habían detenido, cuando al rechazar la tra-
dición cultural cerraron sus ojos también ante la historia. “Mientras
que Aragon se aferra a los dominios del sueño, se ha de hallar aquí
la constelación del despertar”.
70
La mitología, para los surrealistas,
sigue siendo eso, mera mitología, sin volver a quedar traspasada por
la razón. La imaginería surrealista allana las diferencias que separan
el ahora del ayer, y en lugar de traer el pasado al presente, “vuelve
a alejar las cosas, permaneciendo afín a la ‘perspectiva romántica’
65. Ibid., p. 466.
66. Susan Buck-Morss, op. cit., p. 287.
67. Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p. 466.
68. Ibid., p. 465.
69. Ibid., p. 460.
70. Idem.
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