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incremento de las remuneraciones en la cola inferior de la distribución y una caída
generalizada de la prima salarial. Con una metodología alternativa de medición de la
desigualdad, Goerlich y Villar (2009) encontraron, sin embargo, con las Encuestas de
Presupuestos Familiares decenales y la ECPF 2003 que la desigualdad siguió
reduciéndose en el período entre 1990 y 2003. Las opciones metodológicas, el distinto
período de análisis y el hecho de que estos últimos autores comparaban fuentes
diferentes entre sí podrían explicar estas diferencias en los resultados.
Gráfico 6. Diferencia entre el Índice de Gini antes y después de prestaciones
sociales
Fuente: Elaboración propia a partir de European Union Statistics on Income and Living
Conditions (Eurostat).
Para el período más reciente el panorama es mucho más nítido, con un
crecimiento muy rápido y de gran magnitud de la desigualdad de la renta disponible
desde el inicio de la crisis. España, que ya partía de niveles muy altos de desigualdad
antes de ésta, se convirtió desde 2007, como ya se señaló, en uno de los países de la
Unión Europea con un reparto más inequitativo de la renta. La crisis amplió
drásticamente las diferencias de renta entre los ciudadanos españoles, quebrando en un
margen temporal muy breve la tendencia a la moderación de las mismas que se había
producido durante la mayor parte de la etapa democrática. El espectacular aumento del
desempleo, combinado con una respuesta más limitada al shock macroeconómico por el
sistema de prestaciones monetarias que en otros países, hizo que los indicadores de
desigualdad recuperaran niveles desconocidos desde hacía décadas. Tal como muestra
el Gráfico 6, España es uno de los países de la Unión Europea donde las prestaciones
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-40
-30
-20
-10
0
Su
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-27
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Le
Cp
Reducción 2007
Reducción 2014
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monetarias tienen menor capacidad para reducir la desigualdad que los hogares obtienen
en los mercados. Mientras que la diferencia entre el índice de Gini antes de
prestaciones
12
y con la renta disponible es de un 30% en España, esa cifra sube al 40%
en el promedio de la Unión Europea y al 50% en los países donde ese esfuerzo
redistributivo es mayor.
Gráfico 7. Evolución del porcentaje de hogares sin ingresos, 1987-2015
Fuente: Elaboración propia a partir de Encuesta de Población Activa.
Uno de los rasgos más destacados de los cambios de la desigualdad en la crisis a
la luz de las distintas encuestas disponibles es la pronunciada caída de las rentas más
bajas. Los datos de pobreza monetaria que resultan de la Encuesta de Condiciones de
Vida revelan que entre 2007 y 2014 su incidencia aumentó en más de dos puntos –del
19,7 al 22,0%–, lo que supone un crecimiento sin precedentes desde que se tienen datos
de variación interanual. El indicador más crudo del porcentaje de hogares sin ingresos –
sin ingresos del trabajo, ni de prestaciones por desempleo o de la Seguridad Social– que
ofrece la EPA permite comparar, además, el empeoramiento económico de los hogares
con menores recursos en la actual crisis con el que tuvo lugar en anteriores períodos
12
Las prestaciones incluidas son todas las de carácter monetario que reciben los hogares e incluyen, entre
otras, las pensiones, las prestaciones por enfermedad, por desempleo, las prestaciones familiares, las
consideradas como aquellas que tratan de luchar contra la exclusión social, becas, ayudas monetarias a la
vivienda y otras.
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1987 1988
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2014
2015
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recesivos, como el de los primeros años noventa. Si en esa fase de contracción de la
economía ese porcentaje pasó del 1,7% a finales de 1991 a otro del 2,3% en 1995, en la
actual recesión el cambio ha sido aún más drástico, duplicándose el indicador desde el
1,7 de 2007 al 4,2% a principios de 2015 (Gráfico 7).
Además del deterioro de la situación económica de los hogares con rentas más
bajas, la crisis ha tenido también efectos sobre los estratos medios de renta. Uno de los
debates más recurrentes al hilo de la crisis es el que se refiere a los cambios en las clases
medias o el posible –e inexorable, según algunos autores– tránsito hacia una sociedad
más polarizada. Los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida permiten una
aproximación, aunque muy general, a lo sucedido con las rentas medias desde el inicio
de la crisis. Siguiendo a Atkinson y Brandolini (2013), una posible clasificación de la
población según la renta disponible de los hogares –ingresos monetarios netos– es
partirla en tres grandes grupos: con rentas inferiores al 75% de la mediana, entre ese
umbral y el 200%, y con rentas superiores a ese último porcentaje. Esos umbrales se
pueden actualizar para ver los cambios desde el inicio de la crisis, tomando como
referencia el incremento en el coste de la vida.
Tal como muestra el Gráfico 8, todo apunta a una progresiva recomposición de
la distribución de la población por grandes grupos de renta, con un declive en el tiempo
del porcentaje de hogares pertenecientes al grupo intermedio, una ampliación del grupo
de renta baja y la relativa inmovilidad de grupo con rentas más altas. El grupo de renta
baja habría pasado de concentrar el 32 al 40% de la población, el grupo de renta media
habría pasado de casi el 60 al 52%, mientras que el más rico habría sufrido pocas
modificaciones en su peso relativo. Casi uno de cada seis hogares que formaban parte
de la clase media –en términos exclusivamente de renta– habría descendido, por tanto,
desde este estrato al de rentas más bajas en poco más de un lustro, un cambio muy
pronunciado en un período muy breve. Tal proceso ha afectado, lógicamente a la
desigualdad dentro de cada grupo, que ha permanecido inalterada dentro del estrato más
rico, y con un drástico aumento de la desigualdad dentro del grupo de rentas bajas, al
mantenerse los que ya tenían ingresos muy bajos antes de la crisis y pasar a formar parte
de él los que antes de ésta pertenecían al estrato medio.