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liga, a veces a extraños. Esto fue así, por ejemplo, en el caso de la federación de las
poleis lésbicas (Mitilene, Metimna, Antisa y Ereso) fundada en vísperas del tratado
de Apameia, que siguió a la derrota de Antíoco III por los romanos (IG ix. 4. 1064,
SEG xxiii. 491).
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La pertenencia a la liga aquea probablemente implicaba una constitución
democrática. La subida del arcadio Orcómeno en 235 o poco después está
documentada en un decreto de la liga por el cual indica que el tirano de la polis había
abdicado, puesto que se le garantizaba la inmunidad de las acusaciones (Austin 54,
BD 30, Syll3 490).
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Es presumible que cada ciudad pudiera gestionar su propia
administración interna, e incluso algunos tipos de relación con otras poleis, sin
recurrir a la liga. No había una intención formal de establecer un estado unitario en
todo sentido, aunque la autonomía en el sentido de independencia era incompatible
con la pertenencia a un koinon de este tipo.
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Es posible que Sición haya dominado la
alianza aquea, pero era una alianza que las más de las veces las ciudades deseaban
contraer —lo que significaba, en la práctica, la mayoría de los hombres importantes,
o los más poderosos de las familias principales de cada ciudad. Deben de haberlo
considerado como una protección segura contra Macedonia. Lamentablemente, como
se hizo evidente, Sición era tan poderosa que sus jefes podían virtualmente dictar la
política a los demás miembros y era improbable que una ciudad miembro pudiera
retirarse de la alianza.
LAS «REVOLUCIONES» ESPARTANAS Y SUS SECUELAS
Arato de Sición trató de convertir la liga aquea en una poderosa alianza, en
parte para proteger a los griegos del sur, particularmente a las ciudades-estado
peloponesias, de la enemiga de la liga, Macedonia. Para los peloponesios, no
obstante, el antiguo enemigo no era Macedonia sino Esparta, la principal ciudad de la
región que los historiadores llaman Laconia (actual Lakonía), pero que entonces era
conocida como Lakôniké (o a veces Lakedaimôn [Lacedemonia]). El siglo III vio los
intentos de los reyes espartanos Agis IV (r. c. 244-241) y Cleómenes III (r. 235-222)
para restablecer el poder militar de su ciudad. Fracasarían finalmente debido a Arato
y a sus aliados, con la ayuda inesperada de la antigua enemiga de los aqueos,
Macedonia.
Esparta después de Queronea (338-c. 244 a.C.)
Hasta 369 los espartanos ocuparon unas tres quintas partes del Peloponeso
directamente y dominaron el resto mediante alianzas desiguales. En 369 después de
sufrir una aplastante e inesperada derrota a manos de los tebanos, perdieron sus
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territorios en Mesenia. Después de Queronea (338), Filipo II les quitó algunos
territorios de la frontera en el interior que estaban bajo su control, y lo que es más
importante, separó algunas poleis costeras de los periecos («habitantes de los
alrededores»), un tipo de ciudadanos del estado lacedemonio que no tenían derecho a
una voz política en Esparta.
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Aunque los espartanos conservaron el puerto en
Githion en el golfo mesenio, su territorio ahora comprendía poco más que las
llanuras de Esparta y Helos, y las penínsulas montañosas de Tainoron (actual Máni)
y Malea.
La sociedad espartana era en cierta forma diferente a las demás poleis griegas,
aunque compartían importantes rasgos. Era más tradicionalista y más rígidamente
estructurada que la mayoría de ellas; tenía dos reyes hereditarios, y hasta bastante
avanzado este período no utilizó oficialmente la moneda. Antes de la derrota en
Leuctra (371) y las subsiguientes invasiones tebanas de Laconia, Mesenia (el
Peloponeso suroccidental) había sido cultivada en provecho de los ciudadanos
guerreros (los espartiatas) por los mesenios autóctonos, que habían sido convertidos
en hilotas (aproximadamente «siervos») en el siglo VIII. El trabajo de estas personas
(que servían lealmente en el ejército espartano y sólo rara vez se sublevaron) liberaba
a los espartiatas del trabajo productivo y les permitía dedicar su tiempo al continuo
entrenamiento militar, convirtiéndose en los soldados más temidos en Grecia hasta el
surgimiento de Tebas y después Macedonia.
Algunos hilotas permanecieron en Laconia después de 369. Sin embargo, ya
antes de la pérdida de Mesenia, el número de los espartiatas había estado
disminuyendo, y se servían cada vez más de hilotas y periecos para completar el
ejército. Esta disminución del número, usualmente mencionada como oligantropía
(del término aristotélico oliganthrôpia, «escasez de gente»), probablemente se debía
a una causa social antes que biológica: el sistema de herencia espartano, que se
diferenciaba del de otros estados en que las mujeres al igual que los hombres podían
heredar la tierra, agudizaba la tendencia existente de que la propiedad territorial se
concentrara en la élite, la cual acabó concentrando cada vez más tierras.
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Después de
la pérdida de Mesenia la situación empeoró todavía más. Puesto que, para ser un
ciudadano espartano, un hombre tenía que hacer una obligada contribución de
productos agrícolas para la mesa común, el desequilibrio del perfil de la propiedad
territorial resultó en el descenso de muchos ciudadanos al estatus de «inferiores»
(éstos, naturalmente, se habían preparado como espartiatas y no fueron dados de baja
en el servicio militar). Hacia la década de 240 había sólo unos setecientos ciudadanos
plenos (spartiatai) y unas cien familias que poseían tierras (Plut. Agís, 5, Austin
55a). Además de los problemas especiales originados por su único sistema social,
que todavía se estaban resolviendo, Esparta participó de las dificultades
contemporáneas experimentadas por otras poleis, y quizá en un grado mayor, en
especial, de la polarización de la propiedad de la tierra y la monopolización del poder
político por un número cada vez más reducido de ciudadanos con derechos.
Esparta no había luchado junto a otros griegos contra Filipo II en Queronea y
se había mantenido fuera de la liga de Corinto. En 331 Agis III con un ejército unido
de espartanos y mercenarios, junto con los estados peloponesios menos poderosos,
atacó a los macedonios en el Peloponeso pero fue derrotado por Antipatro en
Megalópolis en la batalla más grande ocurrida en Grecia desde las guerras médicas.
Muchos espartanos fueron muertos y se tuvieron que entregar rehenes a Antipatro.
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Quizá por esta razón, Esparta no se unió a los alzamientos griegos de 323-322.