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finales del helenismo en los baños del santuario de Asclepio en el Gortis arcádico,
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un probable antecesor del hipocausto romano; como era costumbre, los romanos
parecen haber tomado la terminología griega existente (hypokauston, «encendido por
debajo»). Los instrumentos ópticos llamados dioptra, perfeccionados por el
astrónomo Hiparco durante este período, eran útiles para actividades como la
construcción pública y la inspección catastral; Polibio (10. 45-46) describe su uso
para deletrear palabras transmitidas por señales. Estas y otras invenciones ubican
algunas actividades de los científicos helenísticos en el contexto de la ciudad, y son
un signo más del constante triunfo de la polis como institución social.
Las técnicas militares
La tecnología militar, debido a los gastos cada vez más cuantiosos que
implicaba, fue más del dominio de los reyes que de las poleis; pero conjugó una serie
de avances de la ingeniería. Los asedios y la edificación de sólidas fortificaciones —
a veces para afirmar el estatus y la aspiración al poder, no solamente para
defenderse— habían sido desde antiguo características de la vida urbana
(compárense las murallas edificadas por Polícrates, el tirano del siglo VI, que rodean
de la acrópolis de Samos), y se hicieron más comunes en la guerra del Peloponeso de
finales del siglo V. Sólo poleis excepcionales, como Esparta, resistieron esta
tendencia. Aunque los espartanos se vieron en la necesidad de cavar cuanto antes un
foso y levantar una empalizada cuando Casandro amenazó con invadir el Peloponeso
en 319 o poco después, no fue sino hasta el reino de Nabis (207-192) cuando se
erigió una muralla permanente de piedra y ladrillo.
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El siglo IV dio origen a un nuevo género de literatura: el tratado sobre temas
militares. Un libro existente del general arcadio, Eneas (Eneas el Táctico o Eneas
Táctico), escrito hacia mediados del siglo IV, llamado vulgarmente Poliorketika (o
Cómo sobrevivir en un sitio) es el ejemplo perfecto.
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Aunque la obra contiene
secciones de considerable interés técnico (por ejemplo sobre la abertura de entradas
clausuradas y el envío de mensajes secretos), la principal preocupación del autor es
el control político de la población urbana en un momento en que la traición es un
peligro omnipresente; las técnicas de defensa que examina son casi completamente
no mecánicas. Sin embargo ya había habido avances en las técnicas de sitio, como
las implementadas por el tirano Dionisio de Siracusa, que encargó catapultas que
disparaban flechas. En la década de 330, Alejandro usó en el sitio de Tiro máquinas
para arrojar proyectiles, y su ingeniero Diadas inventó el korax o puente de abordaje
para usarlo en los encuentros navales (un aparato similar es descrito con detalle por
Polibio, 1. 22. 3).
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La protección real era un factor importante en el desarrollo de
estas artes; sabemos de un ingeniero ateniense, Epímaco, que colaboró con Demetrio
I en el sitio de Rodas, y de los arquitectos Calias y Diógenes que defendieron la
ciudad (Vitrub. 10. 16. 3-4). Un tal Biton dedicó al «rey Átalo» un breve tratado
titulado Construcción de máquinas de guerra y proyección.
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Entre las fuentes
preservadas está la
Colección mecánica (
Mechaniké syntaxis «Tratado sistemático de
mecánica») de Filón de Bizancio (también llamado por su nombre latinizado de
Filo), escrito alrededor del 200 a.C. El libro 4 fue titulado Belopoiika (Artillería, o
Sobre la fabricación de proyectiles).
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Catapulta con resorte de bronce de Ctesibio. (Según Mardsen, Greek
and Roman Artilley Technical Treatises, p. 174, diagrama 9; reproducido
con permiso de Oxford University Press)
El desarrollo de estas y otras máquinas parecidas es una demostración
importante de que los científicos griegos no estaban, como se ha afirmado muchas
veces, obsesionados por la teoría abstracta y eran incapaces de dedicarse a la
experimentación práctica. Filón nos informa de que los ingenieros alejandrinos, con
el mecenazgo real, hicieron pruebas sistemáticas de diferentes modelos de catapulta,
ajusfando el modelo hasta que lograron los resultados correctos:
En los viejos tiempos, algunos ingenieros estaban a punto de
descubrir que la base fundamental y la unidad de medida para la
construcción de máquinas era el diámetro del hoyo ... Era imposible
obtenerla, excepto aumentando y disminuyendo expenmentalmente el
perímetro del agujero ... Después los ingenieros sacaron conclusiones de
sus errores anteriores, buscando exclusivamente el factor constante
guiándose con los experimentos siguientes, e introdujeron el principio
básico de construcción, a saber, el diámetro del círculo que sostiene el
resorte. Los artífices alejandrinos lograron esto primero, con fuertes
subsidios porque tenían reyes ambiciosos que promovían su trabajo. El
hecho de que no todo pudiera ser logrado con los métodos teóricos de la
mecánica pura, sino que mucho se consiguiera a través de la experiencia,
es comprobado particularmente por lo que voy a decir.
(Belopoiika, 50. 14-26, con omisiones)
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