387
ROMA EN EL SIGLO III
La ciudad-estado de Roma estaba situada en la costa oeste (más exactamente
en suroeste) de Italia, por el lado alejado de Grecia. Era un poder expansionista
mucho antes de entrar en conflicto con los griegos. En el siglo V a.C. los romanos
dominaron a los latinos y etruscos de Italia centrooccidental. Después de expandir su
territorio a costa de Samnia y Campania (donde había colonias griegas) en el siglo
IV, y aplastar una gran sublevación de los latinos en 341, los romanos llegaron a
controlar todo el norte y el centro de la Italia peninsular hacia el 300, mediante una
combinación de conquista, alianzas militares, construcción de caminos y fundación
de colonias. En general, el estado oligárquico de Roma mantenía su control de las
regiones dando apoyo a las élites locales, ofreciéndoles un interés en la preservación
del statu quo.
4
Los griegos se habían establecido en Italia y Sicilia desde el siglo VIII a.C. y
hay testimonios de los contactos religiosos y culturales entre Roma y Grecia que se
remontan ya a inicios del siglo IV, cuando Roma hizo una donación en el tesoro del
pueblo de Massalia (actual Marsella) en el santuario de Apolo en Delfos.
5
Es difícil
exagerar el prestigio que debe de haber ostentado la cultura griega a los ojos de los
aristócratas latinohablantes de Italia central. La proximidad de siglos a las ciudades
griegas de Campania como Cumas y Pompeya, las generaciones de contacto
comercial con Siracusa y otras ciudades helénicas en las costas del Mediterráneo
occidental, las historias de los viajeros sobre la espléndida arquitectura de las
antiguas poleis del Egeo oriental, de la Atenas clásica, y finalmente de las metrópolis
de los reyes macedonios, deben de haber servido en su conjunto para elevar esta
cultura mediterránea oriental más reciente a una posición comparable quizá a la que
los griegos antiguos atribuían a Egipto y Persia. (Otra analogía adecuada podría ser
la admiración sentida por los aristócratas rusos del siglo XIX por el comercio y la
cultura de los estados francés y alemán.)
Desde finales del siglo III, o antes, muchos aristócratas romanos estaban
imbuidos de lo que ya era visto como una cultura clásica. Algunos adoptaron
nombres griegos ya a finales del siglo IV.
6
En el siglo III, Livio Andrónico
(posiblemente un liberto griego de Tarento) compuso, presumiblemente para lectores
de élite, los primeros poemas latinos con formas griegas y tradujo la Odisea a versos
latinos. Se permitió a los romanos tomar parte en los juegos olímpicos de 228, y no
fueron el único pueblo no griego de los cuales se postuló un «origen común» en ese
siglo (Plutarco, Flamino, 11. 4). Los romanos consultaron el oráculo délfico después
de su derrota a manos de Aníbal en Canas en 216. El senador Quinto Fabio Pictor,
que era parte de esta misión, escribió después la primera historia de Roma y lo hizo
en griego, en parte para mostrar cuan griega era la ciudad de Roma y en parte para
convencer al mundo griego de los méritos de la política romana.
7
Catón el Viejo
(234-249) se opuso a la exagerada adopción de la cultura griega (aunque no a la
cultura griega en su conjunto), así como a una excesiva intervención en las guerras
orientales; pero, aunque sus Orígenes, una historia de Roma desde su fundación
(iniciada en 168 y nunca terminada), fue el primer libro de este tipo escrito en latín,
estaba claramente inspirado en la historiografía griega.
8
Para entonces el
filohelenismo se había convertido en un valioso instrumento de la política romana.
La posición de los romanos como garantes de la libertad griega, proclamada en la
388
década de 190, ayudó a conseguir apoyo contra Filipo V, pero fue acentuada con
menos vigor cuando en posteriores guerras la dominación romana se expandió más
en el oriente.
9
El estado romano que terminó por entrar en conflicto con los sucesivos
reinos y ligas helenísticos, por tanto, estaba lejos de representar una cultura
totalmente extraña. Si los griegos sabían tanto de Roma es una cuestión que suele
debatirse.
10
Macedonia y los estados griegos meridionales no estaban muy cerca del
territorio romano; en cambio los reinos del noroeste de Grecia sí, y fue un rey del
Épiro, Pirro, quien en 280-275 invadió Italia y Sicilia a invitación del pueblo de
Tarento, ya en conflicto con Roma (la principal fuente es Pirro de Plutarco).
11
Derrotó a los romanos más de una vez, amenazando su posición en Italia. La victoria
romana final en 275, una sorpresa para los observadores en el oriente griego, fue
seguida en 272 por la toma de Tarento; su control de la Italia peninsular era
virtualmente completo. Hacia 241, habían derrotado a Cartago por primera vez y se
habían apoderado de Sicilia con sus ciudades griegas, la cual se convirtió en la
primera provincia o territorio conquistado. Cerdeña siguió en 238. Después un
problema local en Grecia noroccidental llevó a Roma a involucrarse en Macedonia
de modo indirecto.
LAS GUERRAS DE ROMA CONTRA MACEDONIA Y SIRIA
Las guerra ilirias y la primera guerra macedónica (229-205 a.C.)
Fue en el noroeste de Grecia donde ocurrieron los hechos que atrajeron la
atención de los romanos: la extinción, por una combinación de casualidad y
tradiciones federalistas, de la casa real del Épiro en 232, el reclutamiento de ilirios
por Antígono Dosón de Macedonia para hostigar a la liga etolia, y la incursión en el
Peloponeso occidental de un destacamento de estos atacantes. Todo esto creó el
contexto para la derrota naval de los ilirios y acarnianos por los etolios y los aqueos
en Paxos en 229.
12
Aunque sólo fuera porque las naves ilirias estaban atacando los
bajeles mercantes itálicos en el Adriático, estos hechos no podían haber sido pasados
por alto por los romanos, llevándolos primero a involucrarse en Iliria, y después
indirectamente en Macedonia.
En 229 el senado decidió una acción militar contra la reina iliria Teuta —la
primera guerra iliria—,
13
en parte quizá bajo el estímulo de los clamores itálicos de
ayuda, pero probablemente porque la reina había ordenado el asesinato del emisario
romano que intercedió en favor de una ciudad griega a la que había puesto sitio. Los
relatos de Apiano (Guerras ilirias, 2. 7-80) y Polibio (2. 2-12) parecen contradecirse,
pero en realidad aquí se complementan.
14
Los romanos quizá fueron azuzados no
sólo por el temor de una posible invasión a largo plazo, sino también por el deseo de