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La Modernidad y el viaje: el peregrinaje como sucedáneo del viaje



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2. La Modernidad y el viaje: el peregrinaje como sucedáneo del viaje.
Algunas fuentes dicen que Descartes peregrinó al santuario de Loreto como voto por haber recibido la inspiración de su gran descubrimiento117, la misma razón por la que inmerso en sus años de juventud, decidió tras su educación viajar por Europa para leer en el gran libro del mundo118. Lo cierto es que los viajes por Europa fue algo corriente en el siglo XVII, en la que muchos de nuestros filósofos lo hacían por motivos políticos como fue el caso de John Locke que se autoexilió cinco años en Holanda119, o como David Hume que le llevó a recorrer varias embajadas europeas120; también, Hobbes realizó viajes por motivos educativos, llegando a establecerse durante una temporada en el continente121.

Lo cierto es que el viaje fue un fenómeno de la modernidad que surgió por toda Europa dentro de la burguesía emergente. La movilidad se realizó principalmente por el centro europeo, dirigiéndose con el tiempo a los países del sur, como es el caso de Berkeley y sus viajes por Italia de los que dejó una narración descriptiva122. En clave negativa, los viajes por España de la época trasladaban una información desvirtuada y perversa de sus gentes y sus lugares. Este hecho, entre otros muchos, obligó a Campomanes a encargar a Antonio Ponz Piquer123, viajero y tratadista de arte español, la tarea de viajar por el territorio español para acabar con la mala fama que creaban los extranjeros con sus viajes. Ponz había realizado un catálogo de las obras artísticas de Andalucía y lo situaba en el lugar idóneo para semejante tarea.

Antonio Ponz llevó a cabo sus viajes por el territorio español pero sus paseos, sus primeros pasos fueron dados en torno a El Escorial, en la falda del Guadarrama en su vertiente madrileña, cuando por encargo de Carlos III trabajó en la biblioteca de El Escorial, se ocupó durante seis años en la recopilación de obras, retratos y reliquias del monasterio, ahondando en sus fondos documentales y bibliográficos. Ponz fue pionero en la confección de guías a partir de sus viajes por España y el extranjero durante el siglo XVIII; entre otras facultades, tenía por costumbre anotar todos los datos de manera escrupulosa, señalando los datos de interés artístico e histórico.

Desde la itineraridad, Ponz conjugaba los paseos cortos por un espacio y tiempo concreto inscrito en un marco intelectual, con los viajes de distancias largas inscritas en un conocimiento artístico de las grandes distancias de los espacios del mundo en un tiempo alargado. Si Descartes tomó la decisión de viajar porque quería saber y leer en el gran libro del mundo, Antonio Ponz tuvo el encargo de viajar con el propósito de que los demás supieran del mundo, del arte y de su historia. En este sentido, ambos comparten con la itineraridad la particularidad de saber y de escribir, pero se alejan de la itineraridad en cuanto que no tienen un mapa intelectual prefijado, ni un espacio ni un tiempo concreto, carecen de la concreción del itinerario que el interés se muestra en las distancias cortas, de ida y vuelta. De sus viajes no crean un Itinerario Filosófico con un mapa en la que ni se determina la distancia ni se concreta el tiempo que han tardado en itinerarlo.

El hombre que camina crea el viaje, aquel que se desplaza de un lugar a otro y que dista mucho del paseo, del peripato y del itinerario. El viaje a día de hoy, utiliza los medios más variados por tierra, mar y aire. Con medios mecánicos muy dispares como puedan ser el automóvil, el barco, el avión o el tren, sin mencionar sus distintas versiones: utilitario, yate, Boing o tren de alta velocidad, por citar algunos de manera muy general. El viaje del peregrino medieval era por devoción, era la fe lo que movía su desplazamiento. El viaje de descanso o el viaje por placer es el viaje contemporáneo, el viaje que lleva en sí al homo viator a convertirlo en turista despojado de la fe y de la devoción. El turista es el sujeto de los desplazamientos largos en el que el tiempo se ha visto relegado al mínimo posible gracias a los nuevos aparatos de locomoción. El ser-aquí-ahora comparte con el turista su ser, en concreto su efímera condición. En el viaje, el turista no participa de la condición del itinerante del Itinerario Filosófico, primero porque lo que le mueve no es el pensamiento sino el placer de no hacer nada.

A finales de siglo XVIII la literatura sobre viajes alcanzó una gran popularidad. Nos encontramos una parodia en una de las propuestas más originales como es el viaje mental. Así, una de las interpretaciones es la obra Viaje alrededor de mi habitación en la que el protagonista no puede salir de la habitación y describe un recorrido muy particular; su autor Xavier de Maistre publicó la obra en 1794 y tuvo mucha repercusión en su época124, sirve como crítica inteligente de la costumbre que había de escribir sobre viajes extraordinarios. El autor deja viajar su imaginación en torno a un cuarto en el que se deleita con reflexiones y detalles estéticos y psicológicos.




  1. Conclusión.

En cualquiera de sus condiciones, el homo viator es el predecesor del turista, en el que el camino ha dado lugar a sus más diversas interpretaciones y al viaje en sus más modernas actualidades, se ha logrado proyectar en muchas vertientes, llegando a conformar una gran industria.

El fenómeno del viaje es una realidad en el que interés que despierta es algo contagioso; no sabemos si el que viaja lo hace por convicción siendo consciente del trayecto, o por el contrario se viaja porque es una de tantas modas producto de nuestra sociedad de consumo. No queda claro si Descartes viajó por el continente por conocer y saber del mundo o porque no quería dedicarse a la abogacía como había pensado su padre; de igual modo, hoy en día existen las peregrinaciones a los santuarios de Fátima y las peregrinaciones por el Camino de Santiago, en la época de Descartes estaban de moda las peregrinaciones a Loreto, llegando estas a ser muy populares. Esto último no nos interesa, lo cierto es que por unas razones o por otras, Descartes viajó por toda Europa125 y estableció su residencia en Holanda porque era el lugar más seguro para su actividad intelectual.

Descartes dice a su amigo Balzac:

Camino todos los días entre la barahúnda de un gran pueblo, con tanta libertad y serenidad como las que disfrutas en tus sendas campestres, y no presto más atención a las gentes que veo que la que tu dedicas a los árboles de tus bosques o a los animales que los habitan126.

¿Cuántas veces realizamos un paseo sin prestar atención al lugar por donde pasamos? Es como preguntar si somos conscientes del lugar por el que pisamos. El camino que andamos de casa al trabajo; mismamente, el trayecto que hacemos en un vehículo pasa desapercibido porque vamos pensando en otras cosas. Somos como autómatas, treinta años llevando el mismo camino de lunes a viernes, las mismas excursiones los fines de semana, se hacen muchas sin pensar, hábitos que llegamos a formar en la rutina. El viaje es consciente y se hace consciente en cuanto que el que viaja es consciente del lugar por el que pasa. El Itinerario Filosófico es un ejercicio consciente de querer andar el camino para tomar conciencia del itinere en una distancia y en un tiempo concreto con la idea de saber algo singular de topos, en una ciudad o en un cerro. Lo que hace interesante al itinerante es poder dirigir el movimiento por un itinerario propuesto que seguramente ha sido itinerado previamente.

Peregrino, viajero y caminante, ninguno como el itinerante, a éste que itinera consciente del itinere, singularidad del itinerante que se construye consciente de un mapa, una distancia y un tiempo que conforman el Itinerario Filosófico. El análisis de otros sujetos desde la itineraridad nos lleva a fundamentar al itinerante de la filosofía como un sujeto ontológico del espacio y del tiempo que se materializa en la cercanía, en las distancias reducidas, alejadas de los grandes viajes y de los grandes peregrinajes. El Itinerario Filosófico se ha creado como una nueva perspectiva para el pensamiento, un nuevo vértice filosófico sobre el que poder describir una determinada panorámica como es el caso que nos ha ocupado en líneas anteriores. La itineraridad como metodología filosófica transciende el mero paseo, la realidad del paseo en movimiento para hacer una tipología de la historia muy singular. Nuestra perspectiva ha creado una óptica que nos incita a llevar la luz del Itinerario Filosófico sobre cualquier aspecto de la filosofía. Lo hemos apuntado en otro momento, si algo tiene un mapa intelectual que se describe en un espacio y en un tiempo a un conjunto de intereses para el pensamiento, entonces estamos en frente de un Itinerario Filosófico. Un libro sobre la vida de Descartes como es el ya citado de Richard Watson, nos ofrece un recorrido por Holanda, la que fue y la que es, y nos pone en la distancia de la historia ante un tiempo que dista poco al tiempo de hoy en día, de tal manera que si concretáramos el tiempo en un paseo por los diques cartesianos entonces podríamos movernos en la itineraridad.

En cualquier caso, la frescura que encierra el prólogo de Watson nos incita a crear un Itinerario Filosófico por la ciudad de Franeker en Frisia dedicado a Descartes, recorrer sus muelles, entrar en su panaderías y queserías como lugares de interés, como un hilo conductor que aunque pueda ser gastronómico, nos lleve a itinerar el racionalismo cartesiano; sería como andar por donde Descartes anduvo para itinerar el método de la Ciencia. Es decir, desde el lugar físico recorrer el pensamiento que el padre del método, el creador del camino de la ciencia nos llevara a incrustar en un Itinerario Filosófico el itinere que va del racionalismo moderno hasta nuestra mecanizada cotidianidad. El simple hecho del propio libro nos describe un itinerario atractivo y agradable: desde los aires con aromas a queso holandés, hasta percibir el fuego de los hornos de las panaderías, pasear la tierra entre arena de playa y recibir la caricia del agua de mar en los píes descalzos.

Como cierre, señalar que más allá de lo metafísico del condicionante del homo viator nos ocupa un contexto llevado a lo metafórico, a esa metaforología que tanto gustaba a Blumenberg, para hipostasiar un fenómeno como es el viaje o mismamente el camino, muy propio de un hombre o sujeto que se encuentra en movimiento, única condición que acontece a ambos sujetos.
Capítulo 3.

La filosofía española como basamento del Itinerario Filosófico: un trabajo de arqueología filosófica.
En este capítulo queremos analizar los elementos históricos que nos ha llevado al Itinerario Filosófico dando un salto significativo que llega hasta nuestra realidad española más actual. De lo griego a lo castellano con la parada en el vano de la modernidad desde la perspectiva de la itineraridad. El desarrollo para esta parte sigue el mismo curso, pero en esta ocasión hablamos de naturaleza, pensamiento y educación, pues los elementos griegos del agua, aire, fuego y tierra han llegado a perderse. En este contexto no caben cursivas, se busca el contacto con la naturaleza como un nuevo método pedagógico, pero sobre todo para significar la pérdida de physis. El hombre es consciente de que la naturaleza es algo ajeno, se ha extrañado al verla y se da cuenta de que ya no la reconoce como tal, sino como medio para alcanzar un desarrollo de la persona y un modelo de renovación.

El itinerario que seguimos para este particular tiene su punto de inicio en la educación como creadora del pensamiento español que cataliza en la naturaleza el proyecto del itinerante. Desde la itineraridad se desprende un mapa guía marcado por una distancia determinada en un espacio solariego y un tiempo castellano, muy distinto al itinerario griego que tenía su punto de partida con physis, itineraba con logos y se daba la mano con paideia. Queda clara, por tanto, la diferencia de los itinerarios posibles y los itineres diferenciadores.

El modelo pedagógico propuesto por la Institución Libre de Enseñanza (ILE) de la España del siglo XIX desarrolla el pensamiento en una nación compleja y singular, en la que se incluyen las excursiones al campo como una de las propuestas pedagógicas de la época. El concepto de naturaleza como tal tendrá que esperar, lo que se impone es conocer el campo dentro de ese contexto educativo. A la par, a finales de siglo XIX comenzó el conocimiento de las ciudades y con ellas los principios del turismo en nuestro país. La nueva burguesía consideró fundamental el conocimiento de los pueblos y ciudades, haciendo uso del nuevo panorama social marcado por la nueva red ferroviaria determinando las distancias de manera irreversible. Por otra parte, se abría un nuevo espacio, de la misma manera que en los diálogos platónicos se sale fuera de las murallas porque se quiere saber, y comenzaba así un nuevo tiempo en el que se obligaba conocer el tiempo que se tarda en llegar y el tiempo que se tarda en volver. Todo ello en el marco de una formación integra como una educación más allá de la encorsetada en las escuelas. Las excursiones por el campo surgían de manera paralela a las excursiones a pueblos y ciudades. El contacto con la naturaleza y el conocimiento sociocultural tiene sus primeros pasos en la Institución de finales de siglo XIX.

Las montañas y los ríos eran extraños para el hombre; han pasado veinticinco siglos del monte del Olimpo para descubrir los cerros con cruces y vegas con vírgenes. La naturaleza que exploramos es la naturaleza que andamos descargada de todo panteísmo, no hay hilozoísmo griego, hemos desempolvado la arenisca y hemos dejado desnuda a natura, ahora nuestro espacio es Gaia, no Gea, y nuestro tiempo no es el de Cronos sino el de las Horas, no como las diosas que regulaban las distintas estaciones, sino como los instantes y momentos que encierran los segundos y minutos.

La excursión a la naturaleza se enmarcaba dentro de un proyecto educativo. La educación era pieza clave para el desarrollo intelectual y económico de una nación sumida en la pobreza; así por lo menos lo creían un buen grupo de intelectuales formados al calor del krausismo. El pensamiento español tuvo un carácter eminentemente centrado en la pedagogía. En este sentido, Sanz del Río recuperó la dialéctica socrática y con ella la conversación y la discusión, fue un acercamiento con aires renovados hacía el ideal de la paideia griega. La formación integral del individuo, “formar hombres”, caracteres, fue llevada a cabo por su discípulo Giner de los Ríos, como una educación no para la aristocracia que buscaba formar jóvenes sino una educación para formar hombres capaces, útiles y prácticos que acometieran el gran reto del nuevo mapa social. Al igual que su maestro, Giner buscaba el diálogo entre maestro y alumno de manera activa, con propuestas críticas.

Vayamos por partes: comencemos por la nueva concepción de la naturaleza para atender primero el krausismo, segundo a la Institución y por último, tratar la itineraridad desde la arqueología filosófica, presentando el pensamiento que subyace en el paseo filosófico (describir el tiempo y el espacio que toca vivir, construyendo su mapa intelectual a partir de las palabras y por extensión la dificultad de las ideas y conceptos).




1. El pensamiento español del siglo XIX: el krausismo.
El krausismo fue contra todo pronóstico filosófico, la corriente intelectual centro-europea que interesó sobre manera a la cúpula intelectual española. Las universidades europeas hervían del pensamiento de Kant y Hegel, el pensamiento del siglo XIX se centraba en la izquierda hegeliana como Marx, o el mismo Nietzsche, entre otros. Sin embargo, el referente español fue el neokantiano Krause, un discípulo de Schelling y Fichte, preocupado por mejorar a Kant y defenderlo de falsas interpretaciones. La preocupación religiosa, sumada a la necesidad de investigación desde la libertad positiva de la razón, hicieron de Krause el hito del pensamiento español. Entre otras razones, porque se daba una afinidad espiritual que conectaba con la sensibilidad religiosa y cultural española. Existía la idea de cambiar la organización social que arrastraba España sumida en una desmoralización por ver pasar una historia gloriosa y una falta de esperanza en el porvenir. El idealismo alemán fue incapaz de llamar la atención del pensamiento español; ni kantianos ni hegelianos fueron capaces de despertar el interés intelectual del pensamiento español. El krausismo y posteriormente el alumbramiento de la Institución Libre de Enseñanza, tenían por objeto cambiar la situación nacional. El krausismo se presentó como un movimiento de renovación y especialmente, de renovación educativa. La apuesta por la instrucción, por la creación de una nueva pedagogía, supone un alejamiento de cualquier movimiento filosófico. Sin embargo, los intelectuales que dio España beben de esas fuentes: Unamuno, Ortega, Zubiri, los Zambrano127, todos ellos son resultado de los cambios producidos en la educación decimonónica. Cierto que todo su sustrato será el de las dos Españas que bien calificó Machado

Ya hay un español que quiere

vivir y a vivir empieza,

entre una España que muere

y otra España que bosteza.

Españolito que vienes

al mundo, te guarde Dios.

Una de las dos Españas

ha de helarte el corazón128.

También la disyuntiva entre lo nacional y Europa, entre republicanos y liberales, junto con socialistas por un lado y monárquicos y conservadores por el otro.

El itinerante que itinera está sumido en su espacio y en su tiempo. El espacio social del español del XIX estaba deprimido económicamente, pues venía arrastrando un pasado glorioso de lo que fue una nación basada en las conquistas del nuevo mundo. El itinerario de la desintegración de España conlleva un itinere de podredumbre, pero no sólo económica sino también social y política, y en definitiva moral. El mapa español se debatía entre una extensa zona rural y las urbes emergentes: la primera de subsistencia, ignorante y alejada del mundo, la segunda centrada en el surgimiento de las grandes ciudades, que asistían a las activas y duras luchas de poder, en las que quedaba fuera la incipiente burguesía. Será con este tiempo de nuevo cuño, donde se dé la apuesta educativa.

El krausismo se debe a Karl Christian Friedrich Krause, nacido en Eisenberg, el cual reelabora el idealismo alemán desde un sentido profundamente religioso, en el que el Espíritu debe unirse a la Naturaleza, idea central en su pensamiento. Esta característica intelectual no le granjeó un interés especial ni hubo un hueco en la historia del pensamiento entre los kantianos, Schelling, Hegel, Fichte salvo porque hubo de particular un grupo de discípulos que se ocuparon de propagar sus ideas con mucha efusión. Entre sus discípulos el mencionado Julián Sanz del Río que había sido mandado a Alemania por el ministro de la Gobernación Pedro Gómez de la Serna con el objeto de aprender Historia de la Filosofía y más que estudiar a Hegel, Kant o Marx, se vino a casa con Krause, en donde fue un activo divulgador de sus ideas, calando profundamente entre una serie de discípulos españoles en el que destaca el mencionado Francisco Giner de los Ríos.

No nos ocupa dar cuenta de la complejidad del krausismo pues analizar en toda su dimensión supondría un itinerario que aquí no cabe. Basten estás líneas del profesor Suances:

El krausismo conectó con esa corriente subterránea heterodoxa y libertaria que venía desde Erasmo hasta la Ilustración y que representaba la línea de renovación y de libertad de conciencia que entonces conectó con la Reforma protestante y que ahora conectaba con la ilustración interrumpida129.

La línea de renovación pasaba por la educación en un marco universitario del que pasamos a dar cuenta seguidamente.



2. El proyecto educativo de la Institución Libre de Enseñanza.
La Filosofía Española decimonónica fue más pedagógica que intelectual. Como fruto del krausismo nació la Institución Libre de Enseñanza en un espacio y en un tiempo sumamente hostil. El control del estado por la moral desde la absorbente educación católica de movimientos conservadores era muy parecida a la actividad que muestran los agujeros negros en el universo, en cuanto hay un poco de luz, un atisbo de cambio, se tiende a absorber y se corta de raíz. Sin embargo, ocurrió que los incipientes círculos burgueses tomaran el proyecto de una educación no oficial, como la renovación nacional y se consagraron al ideal de modernizar España. No obstante, la renovación nacional se enfrentaba a dos caballos de batalla con fuertes cascos: el caciquismo y el cristianismo.

La Institución Libre de Enseñanza ocupó el panorama intelectual de finales de siglo XIX y principios del XX, hasta el 36, año en el que sus frutos intelectuales fueron cercenados con la Guerra Civil130. Hay tres aspectos fundamentales que caracterizan el sistema educativo de la Institución del que nos interesa destacar el último de ellos. En primer lugar, la educación ética como un referente claro de libertad individual; frente a la educación aconfesional como segundo aspecto; y en tercer lugar, el método que se llevaba a cabo en la enseñanza era el método intuitivo en el que se incentivaba la actitud activa del individuo, en este contexto la persona no era un cúmulo de conocimientos memorísticos tal y como pensaba la educación tradicional, sino que la persona era un agente vivo y activo, con criterio propio para lo cual se basaba en un contacto permanente con el docente, el profesor motivaba mediante el método socrático la actitud crítica del sujeto, y el cuerpo de alumnos una gran familia. Esta metodología implicaba conocer la realidad, nada mejor que el contacto con la naturaleza, alejados de ideas abstractas. Es por tanto un método activo en el que se ponen en funcionamiento al conjunto de sentidos como el primer paso para el conocimiento sensible y la realidad objetiva.

En este contexto, la enseñanza y el aprendizaje, tuvieron cabida otros aspectos educativos como la educación física, abriendo así el panorama al ejercicio físico. También las manualidades, la visita a los museos, tuvieron su espacio educativo. En los primeros tiempos buscan una educación holística, integral, en la que todas y cada una de las disciplinas tengan su espacio y la dedicación de un tiempo propio para su desarrollo. Cada una de las materias se suma al proyecto de formar hombres. Lo cierto es que no podemos decir otra cosa, pues la educación estaba dirigida a los hombres; en una sociedad machista heredada de su cultura fue el contexto en el que se abrieron paso las mujeres. Las primeras escuelas para niñas se hacen realidad; por ejemplo, una de las figuras representativas de este movimiento fue Blas J. Zambrano, debatiéndose entre la filosofía y la pedagogía, consideraba que la educación del individuo debía ser integral, y que debía ser tanto para hombres como para mujeres; su hija asistía al aula repleta de niños, y fue una de las pocas niñas que asistían a las clases del Instituto hoy llamado “Mariano Quintanilla”.

En este modelo educativo se abre un tímido hueco, busca un espacio, surge la palabra. La palabra representa el dialogo, la libertad de expresión, quiere recuperar el espacio griego, pero además, lo que realmente se recupera es la propia palabra, la singularidad de la propia persona. Por tanto, volvemos a mencionar a Giner como el impulsor de esta circunstancia y su sentido socrático del que Unamuno llegó a llamar nuestro Sócrates español. El mejor discípulo del krausismo fue hombre de la tradición oral de los griegos, su escuela es una institución del dialogo en la cual se entabla la conversación entre los interlocutores válidos, el maestro y el alumno, en el que el alumno no se muestra como un sujeto invalido, o como un recipiente en el que rellenar saberes, sino el que piensa y conoce por sí mismo. El punto de vista griego asoma en sus idearios de tal modo que para Giner la educación iba dirigida a formar maestros capaces de asumir los criterios de la Institución Libre de Enseñanza.

Los maestros fueron los primeros intelectuales españoles. El pensamiento español se forjó a partir de este itinere; Unamuno, Ortega, Gaos, Zubiri, María Zambrano, o los poetas como Antonio Machado, Azorín o Baroja, forman parte del elenco. Es cierto que la educación decimonónica de la Institución dista mucho del espacio del ágora griego, que dista mucho del tiempo de la paideia griega, pero gracias a su referente clásico fue posible un nuevo panorama para el pensamiento Español. La razón vital y la razón poética no hubieran sido posibles sin la construcción metodológica aplicada por la Institución. No hubiera sido posible sin los primeros educandos; Juan de Mairena apuntaba a sus alumnos que no era cuestión de poner el pensamiento de acuerdo consigo mismo sino de poner el pensamiento en contacto y en relación con todo lo demás131. Por este motivo volvemos a la Naturaleza, al movimiento, a physis.

Nuestro itinerario se desarrolla tomando una parcela de la naturaleza a sabiendas de que puede trasladarse a cualquier otra disciplina. El itinerario por la Institución es hacer justicia con nuestra Filosofía, en parte porque somos deudores de ella, en parte porque participamos de los mismos paisajes, de las mismas panorámicas y de alguna que otra perspectiva. La poesía en la palabra, el latido del tiempo, las distancias en el espacio castellano, todas ellas forjan a fuego lento el movimiento de nuestro pensamiento. Los paseos de Machado y Zambrano por los caminos segovianos, apuntaban directamente a las visitas en Segovia de Unamuno, Ortega, Eugenio D’Ors y otras figuras representativas de la actualidad española de principios de siglo XX. Toda la actividad que se creaba en torno a sus figuras hizo que José Luis Abellán reconociera en la pequeña ciudad castellana, una pequeña ciudad helénica132. La Segovia del primer tercio del siglo veinte albergó tal número de tertulias que Pablo de Andrés, segoviano discípulo de Blas J. Zambrano, las definió con los mismos calificativos de una polis griega133.

Como resultado del bullir pedagógico, a la lumbre de la Institución fueron surgiendo las Universidades Populares a principios de siglo XX, la primera de ellas en Asturias; tenían por objeto llevar la educación a la clase obrera y personas más desfavorecidas. En 1919 se funda la de Segovia apadrinada por Antonio Machado pero que había sido engendrada por un nutrido grupo de la élite intelectual segoviana, y de la que llevaba un desarrollo anterior con la Asociación Amigos del País134. En este mismo sentido, educación no oficial para adultos con el objetivo de continuar la formación en materias prácticas. De manera paralela surgieron las Misiones Pedagógicas que tenían como objetivo ir de pueblo en pueblo llevando la educación al campesinado de la España rural, definida por más de uno como la España profunda. Llevaban a cabo teatrillos, lecturas, charlas, conferencias, bibliotecas, y otras formas de llevar el progreso a las zonas más desfavorecidas. El tiempo fue efímero para las misiones, del 31 al 36.



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